Alfonso Reyes - La experiencia literaria y otros ensayos

Здесь есть возможность читать онлайн «Alfonso Reyes - La experiencia literaria y otros ensayos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La experiencia literaria y otros ensayos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La experiencia literaria y otros ensayos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La experiencia literaria y otros ensayos recoge lo más destacado de la prosa de este gran narrador, crítico y ensayista. La selección de textos se estructura en torno a tres ejes: su vinculación con la generación del 27 como crítico y escritor, su papel en la reelaboración de la realidad cultural iberoamericana y su exploración de la experiencia literaria.

La experiencia literaria y otros ensayos — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La experiencia literaria y otros ensayos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En todo caso, la estima de Ortega por Reyes no debió de ser muy grande, o eso percibió el propio Reyes. Cuando Ortega visitó Argentina en 1928 salió de allí sin despedirse de Reyes, pese a haber disfrutado de una hospitalidad incluso extraordinaria, a la vista de la carta que Reyes escribe a Amado Alonso contándole su melancolía a propósito del comportamiento de Ortega. En la traducción que publicó Barbara Bockus Aponte, Reyes apunta que «this man has always been very strange in his manner with me»23, pese al buen entendimiento al que llegaron en otros aspectos humanos y que Reyes contó donde tocaba, en un Anecdotario publicado póstumamente por su nieta Alicia Reyes en 1968 e incorporado después al tomo XXIII de las Obras completas, titulado Ficciones.

A la altura de 1947, sin embargo, Reyes está acumulando más problemas y tristezas, y quizá Ortega no está entre sus preocupaciones fundamentales (sobre él volverá a escribir con la ecuanimidad y probidad habituales…). Ha estado este tiempo, como dice tan expresivamente a su amigo Chacón, «moribundo»: «Cinco meses de cama o, al menos, de reclusión, trombosis coronaria, espada de Damocles, recuperación relativa, salud mentirosa, vida pendiente de un hilo, y así sigo aunque ya lo bastante valiente para preguntarte por tu vida»24. Y el siempre chismoso epistolario de Pedro Salinas y Jorge Guillén cede de nuevo una percepción privada del personaje particularmente valiosa. Ya en 1950, Salinas no llega a entender que un hombre como Reyes, «tan mesurado y grecolatino», pierda algo de su imagen pública, de su «figura, su persona histórica». Pero es que Guillén no había ahorrado nada al narrar la hirsuta reacción mexicana ante la proyección de Los olvidados de Luis Buñuel —«¡Majadero nacionalismo, qué peste!»— y derivar por ahí hacia la tristeza de Reyes, «muy activo en su Weimar —El Colegio de México— consolándose así de su apartamiento de la Acción, vibrante, combativo y amargo. (Se siente solo, no admirado por su Patria. Y de ahí, incesantes recriminaciones amargas)»25.

De algunas de esas recriminaciones no llegó a enterarse, y mejor así. Apenas tres meses antes de su muerte, Jorge Luis Borges come en casa de Bioy Casares, como solía hacer varias veces por semana en los años cincuenta. Es un 5 de octubre de 1959, es lunes y esta vez la conversación es larga y está minuciosamente anotada por Bioy. Se ocupan de asuntos tan diversos como la narrativa de Arnold Bennett —porque le chiflaba a la abuela de Borges— o de la tradición «de libros de maestro y discípulo». Se han remontado esa misma tarde hasta la vida de Apolonio de Tiana escrita por Filóstrato y han reparado sin piedad en una anécdota sexual que pagaba un favor político y un delito… Pero es Bioy quien se acuerda entonces de Alfonso Reyes con una sorna que rebaja la estima que públicamente le profesaba (según cuenta Octavio Paz en sus cartas de los años cincuenta). A Bioy le admira que al parecer Alfonso Reyes «lo incluye todo en sus obras completas», y para entonces lleva ya diez gruesos volúmenes editados y preparados por el propio Reyes. No parece tampoco que hayan visto ninguno, pero la burla sanguinaria salta enseguida: «¿Habría que felicitarlo —se pregunta Borges— por la manera en que busca el olvido? Los estudiosos no tendrán nada que hacer; ya estará todo servido y por demás, ad nauseam . ¿O habrá que felicitarlo porque sabe que sólo mostrándose como un ser absurdo se logra la inmortalidad?». Enseguida Bioy se hace eco de otro de los chismes que tanto le gustan —«Marcos Victoria me dijo que Ortega llamaba a Reyes el Tontín »— y remata la página con otra maledicencia, pero esta procedente de un viejísimo amigo de Reyes, aliado de batallas intelectuales y políticas al menos desde 1906, el dominicano Pedro Henríquez Ureña. Bioy pone en su boca otra frase para la posteridad caudalosa de la obra de Reyes: «Bueno, lo malo es que no hay obra»26.

Con el inicio de la edición de las Obras completas de Reyes en 1955, Borges había redactado una página donde Reyes figura no como el primer ensayista sino como «el primer hombre de letras de nuestra América», y por tanto, «menos que un individuo, es ya un arquetipo». Al año siguiente de su muerte, Borges incluye en El Hacedor un poema titulado «In memoriam A. R.» —a Reyes la Providencia le dio no el sector o el arco sino «la total circunferencia», dicen los versos— y ocho años después, en la revista Life, la contundencia aumenta para señalar el 11 de marzo de 1968 que «para mí el mejor prosista de la lengua española de este y del otro lado del Atlántico sigue siendo Reyes». Cuando piensa en la perduración de su obra, matiza mejor y puntualiza que «suponiendo lo más triste, que no perdurara nada de ella, cosa que no creo, siempre perdurará el ejercicio de la prosa». Y después un paso más, algo alucinante: «Si tuviera que decir quién ha manejado mejor la prosa española, sin excluir a los clásicos, yo diría inmediatamente: Alfonso Reyes»27. Son hipérboles desasosegantes, en la línea de exageración neutralizadora de esas otras efusiones de Borges por la obra de Rafael Cansinos Assens o de Manuel Machado, e incluso la imagen de la circunferencia tiene una resonancia incómoda para un hombre a quien Melchor Fernández Almagro describió «menudo y redondo» en un artículo de Cuadernos Hispanoamericanos en 1951 y a quien Juan Ramón Jiménez había descrito en un hermoso retrato de 1933 como «hombre breve y lleno» cuyas dos caras no miraban al pasado y al presente sino que eran «dos en una y en fundición general esférica, giratoria, presente, con eje en la médula espinal»28.

Esas apreciaciones contradictorias, y a pesar de los distintos registros de cada una de ellas, anticipan algo de la problemática memoria de Alfonso Reyes más allá del respeto por la magnitud de una obra intelectual inabarcable. Es un asunto crónico y algo fastidioso porque la obra de Reyes es desde luego ingente pero el juicio de sus aciertos es evidentemente incontestable en términos de crítica literaria, de reflexión filosófico-literaria, en términos de divulgación y quizá en el más puro de todos, que acertó a expresar George Steiner a pesar de su escasa (y confesada) familiaridad con la obra de Reyes: «Casi me atrevería a decir que él era, en un sentido maravilloso, un amateur , si recordamos lo que la palabra significa: amatore , un amante. A partir del Renacimiento, el amateur no era un crítico sino algo complementario de la universalidad y el ecumenismo del amor y de la simpatía. Vivimos ahora un clima mucho más amargo y más estrecho, ya sólo a muy pocos les está permitido ser amateurs , pues estos son castigados por sus pasiones». Quizá también Alfonso Reyes lo fuera, y acabase jugando en su contra la curiosidad militante por lo clásico y lo nuevo, lo de hoy y de ayer, de aquí y de allí, y la pulsión de contarlo y decirlo, editarlo y repartirlo, difundirlo y hacerlo vivo como instrumento de felicidad, o de sabiduría moral y utilitaria para vivir mejor29.

A todos los prolíficos les espera antes o después una mezcla de cicatería y fatiga, de desatención y reticencia, como si no hubiese manera de escapar del destino de desdén ante el exceso, la proliferación, la sobreabundancia de una obra. Es posible que Reyes llevase por mucho tiempo esa marca invisible —el polígrafo prolífico…— y puede que también se haya hecho antipática la sobreprotección paternal de Reyes por su propia obra: desde mucho antes de cumplir los cuarenta años piensa ya en el proyecto de reunirla en unas obras completas, poco después emprende las publicaciones del Archivo Alfonso Reyes y, a veces, ese afán recolector le lleva a poblar los volúmenes de las completas, u otros tomos sueltos de su etapa de madurez, con títulos como Briznas, Astillas, Residuos, Reliquias y otras metáforas de lo provisional o secundario. Parece una carrera de la ansiedad contra la amenaza del olvido o del menosprecio, y simultáneamente es también el cumplimiento de un afán autorreivindicativo, particularmente agudo desde su regreso a México en 1939, pero no sólo entonces. El púdico decoro de su figura pública no llega a ocultar hoy, a la luz de sus ya numerosos epistolarios publicados, la urgencia sentimental de un hombre que se sintió querido fuera de México y menospreciado en México, el mismo México del que huyó con veinticinco años para iniciar algo parecido a un exilio. En México es percibido demasiadas veces como poco mexicano, en España es casi confundido con un español, por dentro se siente un poeta sin la plenitud soñada, la narración pura ha ido siendo cada vez más escasa… Hacia fuera, sin embargo, su nombre proyecta autoridad en el sentido fuerte y fecundo de la palabra: es decir, con un ejercicio generoso y no autoritario de su autoridad moral y literaria.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La experiencia literaria y otros ensayos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La experiencia literaria y otros ensayos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La experiencia literaria y otros ensayos»

Обсуждение, отзывы о книге «La experiencia literaria y otros ensayos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x