1 ...7 8 9 11 12 13 ...19 Me arrastro por el pasillo y a medio camino, antes de llegar a la cocina, escucho a mamá: ¿Por qué no pueden esperar? Acaba de ver morir a uno de sus mejores amigos. No tiene por qué revivir eso ahora .
Me detengo. La luz de la cocina se extiende hasta el pasillo.
—Tenemos que investigar, Lisa —dice una segunda voz. Es el tío Carlos, el hermano mayor de mamá—. Queremos la verdad tanto como cualquier otro.
—Querrás decir que quieren justificar lo que hizo ese cerdo —dice papá—. Qué investigación ni qué mierda.
—Maverick, no transformemos esto en algo que no es —dice el tío Carlos.
—Un niño negro de dieciséis años está muerto porque lo mató un policía blanco. ¿Qué otra cosa podría ser?
—¡Sshh! —sisea mamá—. Bajen la voz. A Starr le costó muchísimo trabajo quedarse dormida.
El tío Carlos dice algo, pero en voz demasiado baja como para que pueda escucharlo. Me acerco más a la cocina.
—Esto no tiene que ver con lo negro o lo blanco —dice.
—Patrañas —dice papá—. Si esto fuera Riverton Hills y él se hubiera llamado Richie, no estaríamos teniendo esta conversación.
—Oí decir que pasaba droga —dice el tío Carlos.
—¿Y eso hace que el crimen se justifique? —pregunta papá.
—No dije eso, pero podría explicar la decisión de Brian, si es que se sintió amenazado.
Se me atora un no en la garganta que ansía que lo grite. Khalil no era ninguna amenaza esa noche.
¿Y qué hizo que el oficial pensara que era un vendedor de droga?
Espera. Brian . ¿Ése es el nombre de Ciento Quince?
—Ah, entonces lo conoces —se burla papá—. No me sorprende.
—Es un colega, sí, y un buen tipo, lo creas o no. Estoy seguro de que esto es duro para él. Quién sabe qué pasó por su cabeza en ese momento.
—Tú mismo lo dijiste: pensó que Khalil era un traficante —dice papá—. Un maleante . ¿Pero por qué supuso eso? ¿Cómo? ¿Sólo con mirar a Khalil? Explíqueme eso, detective.
Silencio.
—Para empezar, ¿por qué iba ella en un auto con un camello? —pregunta el tío Carlos—. Lisa, te lo sigo diciendo, tienes que sacarla a ella y a Sekani de este barrio. Es nefasto.
—Lo he estado pensando.
—Y no nos iremos a ninguna parte —dice papá.
—Maverick, la niña ha sido testigo del asesinato de dos de sus amigos —dice mamá—. ¡Dos! Y sólo tiene dieciséis años.
—¡Y uno fue a manos de una persona que se suponía que debía protegerla! ¿Qué?, ¿crees que por irte a vivir junto a ellos te van a tratar de otra forma?
—¿Por qué para ti siempre tiene que ver con el tema de la raza? —pregunta el tío Carlos—. No nos están matando las demás razas tanto como entre nosotros mismos.
—Ne-gro, por favor. Si yo mato a Tyrone, voy a la cárcel. Si un policía me mata, lo suspenden. Quizá.
—¿Sabes qué? No tiene sentido mantener esta conversación contigo —dice el tío Carlos—. ¿Por lo menos considerarías permitir que Starr hablara con los detectives que manejan el caso?
—Carlos, tal vez deberíamos buscarle un abogado primero —dice mamá.
—Por el momento no es necesario —dice él.
—Como tampoco era necesario que ese puerco jalara el gatillo —dice papá—. ¿En verdad crees que vamos a dejar que hablen con nuestra hija y tergiversen sus palabras porque ella no tiene abogado?
—¡Nadie va a tergiversar sus palabras! Ya te dije, también queremos descubrir la verdad.
—Ah, la verdad ya la sabemos, y no es eso lo que queremos —dice papá—. Nosotros queremos justicia.
El tío Carlos suspira.
—Lisa, cuanto antes hable con los detectives, mejor. Será un proceso sencillo. Lo único que tiene que hacer es responder algunas preguntas. Eso es todo. Todavía no hay necesidad de gastar en un abogado.
—Con toda franqueza, Carlos, no queremos que nadie sepa que Starr estaba ahí —dice mamá—. Tiene miedo y yo también. ¿Quién sabe lo que podría pasar?
—Eso lo entiendo, pero te aseguro que estará protegida. Si no confías en el sistema, ¿al menos puedes confiar en mí?
—No lo sé —dice papá—. ¿Podemos?
—¿Sabes qué, Maverick? Ya me tienes hasta…
—Entonces puedes salir de mi casa.
—¡No sería tu casa si no fuera por mí y por Nana!
—¡Ya basta! —dice mamá.
Cambio mi peso de un pie al otro y, maldita sea, el piso cruje, que es como si sonara una alarma. Mamá lanza una mirada hacia el pasillo, directamente hacia mí.
—Starr, nena, ¿qué haces despierta?
Ya no tengo más opción que entrar en la cocina. Los tres están sentados alrededor de la mesa, mis papás en pijama y el tío Carlos con pantalones deportivos y una sudadera.
—Hola, nena —dice—. No te despertamos, ¿o sí?
—No —respondo y me siento junto a mamá—. Ya estaba despierta. Pesadillas.
Todos me miran con lástima, aunque no lo dije por eso. Detesto la lástima.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto al tío Carlos.
—A Sekani le dolía el estómago y me rogó que lo trajera a casa.
—Y tu tío ya se estaba despidiendo —agrega papá.
La mandíbula del tío Carlos se retuerce. Su rostro se redondeó más desde que lo ascendieron a detective. Tiene la tez trigueña de mamá, como la llama Nana, y cuando se enoja, su rostro se torna rojo profundo, como ahora.
—Siento lo de Khalil, nenita —dice—. Justo les decía a tus papás que a los detectives les gustaría que vinieras y respondieras unas cuantas preguntas.
—Pero no tienes que hacerlo si no quieres —dice papá.
—¿Sabes qué…? —empieza a decir el tío Carlos.
—Paren. ¿Pueden hacer el favor? —dice mamá, y me mira—. Munch, ¿quieres hablar con la policía?
Trago saliva. Quisiera poder decir que sí, pero no lo sé. Por un lado, es la policía. No es como si estuviera hablando con cualquiera.
Por otro lado, es la policía . Uno de ellos mató a Khalil.
Pero el tío Carlos es policía, y no me pediría que hiciera algo que me perjudicara.
—¿Ayudará a que haya justicia para Khalil? —pregunto.
El tío Carlos asiente.
—Así es.
—¿Estará Ciento Quince ahí?
—¿Quién?
—El oficial, es su número de placa —digo—. Lo recuerdo.
—Ah. No, él no estará ahí. Lo prometo. Todo saldrá bien.
Las promesas del tío Carlos son garantía, incluso a veces más que las de mis padres. Nunca usa esa expresión a menos que la diga absolutamente en serio.
—Está bien —confirmo—. Lo haré.
—Gracias —el tío Carlos se acerca y me da dos besos en la frente, como lo hacía cuando me llevaba a la cama a dormir—. Lisa, tráela después de la escuela el lunes. No deberá tomarle mucho tiempo.
Mamá se levanta y lo abraza.
—Gracias —lo acompaña por el pasillo, hasta la puerta de entrada—. Cuídate, ¿está bien? Y envíame un mensaje cuando llegues a casa.
—Sí, señora. Te pareces a mamá —la molesta él.
—Como sea. Más vale que envíes el mensaje…
—Está bien, está bien. Buenas noches.
Mamá regresa a la cocina, amarrándose la bata.
—Munch, tu papá y yo vamos a visitar a la señorita Rosalie mañana en lugar de ir a la iglesia. Si quieres acompañarnos, serás bienvenida.
—Sí —dice papá—. Y ningún tío te va a presionar para que vayas.
Mamá lo fulmina rápidamente con la mirada, luego se gira hacia mí.
—Entonces, ¿crees que estás lista para eso, Starr?
Hablar con la señorita Rosalie podría ser más difícil que hablar con la policía, a decir verdad. Pero se lo debo a Khalil, visitar a su abuela. Quizás ella no sepa que yo fui testigo del disparo. Pero si de alguna manera lo sabe y quiere averiguar qué sucedió, tiene el derecho a preguntar más que nadie.
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