Angie Thomas - El odio que das

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«Esta historia es necesaria. Esta historia es importante.»
Kirkus ReviewsSTARR ES UNA CHICA DE DIECISÉIS AÑOS que vive entre dos mundos: el barrio pobre de gente negra donde nació, y su escuela situada en un elegante distrito residencial blanco. El difícil equilibrio entre ambos se hace añicos cuando ella se convierte en testigo de la muerte a tiros de su mejor amigo, Khalil, a manos de un policía. A partir de ese momento, todo lo que Starr diga acerca de la aterradora noche que cambió su vida podrá ser usado de excusa por unos y como arma por otros. Y lo peor de todo es que ambos bandos esperan que dé un paso en falso para poner fin a su vida.Inspirado por el movimiento Black Lives Matter, el debut de Angie Thomas sobre una chica normal sometida a tan difíciles circunstancias aborda cuestiones de racismo y violencia policial con inteligencia, corazón y una honestidad inquebrantable.«Angie Thomas ha escrito una novela asombrosa, brillante y desgarradora que será recordada como un clásico de nuestro tiempo.» John Green, autor de
Bajo la misma estrella«Que el mundo se prepare.» Adam Silvera, autor de
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Para mi abuela quien me enseñó que puede haber luz en la oscuridad PRIMERA - фото 1 Para mi abuela quien me enseñó que puede haber luz en la oscuridad PRIMERA - фото 2

Para mi abuela, quien me enseñó

que puede haber luz en la oscuridad

PRIMERA PARTE

CUANDO SUCEDE

CAPÍTULO 1

No debí haber venido a esta fiesta.

Ni siquiera estoy segura de pertenecer aquí. No es por esnob ni nada por el estilo. Simplemente hay algunos lugares donde no basta con ser como soy. Ninguna de mis versiones. Y la fiesta de las vacaciones de primavera de Big D es uno de esos lugares.

Me apretujo entre cuerpos sudados y sigo a Kenya y a sus rizos, que rebotan por debajo de sus hombros. Una neblina con olor a hierba inunda la habitación, y la música sacude el suelo. Algún rapero les grita a todos para que hagan el Whip / Nae-Nae, con la consiguiente respuesta de un montón de hey cuando la gente se lanza a hacer su propia versión del baile. Kenya levanta su vaso y baila en la multitud. Entre el dolor de cabeza por la música ruidosa y las náuseas por el olor a hierba, lo que me impresionaría sería lograr cruzar la estancia sin derramar mi bebida.

Nos liberamos de la multitud. La casa de Big D está atiborrada de pared a pared. Siempre había oído que todo mundo viene a sus fiestas de primavera —bueno, todos menos yo— pero carajo, no sabía que habría tanta gente. Las chicas llevan el pelo pintado de colores, rizado o planchado. Me hacen sentir ordinaria, una mierda, con mi simple coleta. Los tipos con sus zapatos más nuevos y pantalones más holgados bailan tan pegados a ellas que casi necesitan condón. A mi abuela Nana le gusta decir que la primavera trae el amor. La primavera en Garden Heights, también conocido como el Jardín, no siempre trae el amor, pero promete bebés en el invierno. No me sorprendería que muchos fueran concebidos la noche de la fiesta de Big D. Siempre la organiza el viernes de las vacaciones de primavera porque necesitas el sábado para recuperarte y el domingo para arrepentirte.

—Starr, ya deja de seguirme y ve a bailar —dice Kenya—. De por sí la gente cree que te sientes superior.

—No sabía que tanta gente en Garden Heights supiera leer la mente —o que me conocieran como algo más que la hija de Big Mav que trabaja en la tienda . Le doy un sorbo a mi bebida, y de inmediato lo escupo. Sabía que encontraría más que jugo de frutas en ella, pero esto es mucho más fuerte de lo que acostumbro beber. Ni siquiera deberían llamarlo ponche. Es alcohol puro. Lo pongo en la mesita y digo—: me revienta cómo la gente cree saber lo que pienso.

—Escucha, yo sólo repito lo que oigo. Te comportas como si no conocieras a nadie porque vas a esa escuela.

Llevo seis años escuchando la mierda de siempre, desde que mis papás me inscribieron en el instituto Williamson.

—Si tú lo dices —farfullo.

—Y no vendría mal que dejaras de vestirte como… —su mirada recorre con desprecio desde mi calzado hasta mi sudadera extragrande—. Eso. ¿No es la sudadera de mi hermano?

La sudadera de nuestro hermano. Kenya y yo compartimos un hermano mayor, Seven. Pero ella y yo no estamos emparentadas. Su mamá es madre de Seven, y mi papá es padre de Seven. Una locura, lo sé.

—Sí, es suya.

—No me extraña. Ya sabes lo que dice la gente. Has logrado que piensen que eres mi novia.

—¿Te parece que me importa lo que diga la gente?

—¡No! ¡Y ése es el problema!

—Si tú lo dices —de haber sabido que seguirla a esta fiesta significaría que se pondría en plan Extreme Makeover: Edición especial Starr , me habría quedado en casa para ver episodios viejos de El príncipe del rap. Mis Jordan son cómodos y, carajo, están nuevos. Es más de lo que la mayoría puede decir. La sudadera me queda demasiado grande, y por mucho, pero así me gusta. Además, si me jalo la capucha sobre la nariz, evito oler el humo de la hierba.

—Bueno, no pienso cuidarte toda la noche, así que es mejor que hagas algo —dice Kenya, y recorre la habitación con su mirada. Kenya podría ser modelo, para ser sincera. Tiene la piel morena oscura y perfecta (no creo que le haya salido una sola espinilla en toda su vida), ojos rasgados color avellana y largas pestañas que no compró en ninguna tienda. Además, tiene la altura perfecta para modelar, pero es un poco más robusta que esos palitos de pasarela. Nunca se pone el mismo vestido dos veces. Su papá, King, se asegura de que así sea.

Kenya es prácticamente la única persona con la que salgo en Garden Heights; es difícil hacer amigos cuando tu escuela está a cuarenta y cinco minutos de distancia, y eres de esas chicas que pasa mucho tiempo sola en casa porque tus padres trabajan todo el día, y a quien la gente sólo ve despachando en la tienda de su familia. Es fácil pasar tiempo con Kenya por nuestra relación con Seven. Pero a veces ella es un verdadero lío. Siempre está peleando y no duda en decir que su papá le pateará el trasero a cualquiera. Claro que es cierto, pero quisiera que dejara de provocar peleas sólo para sacar su as de debajo de la manga. Diablos, yo también podría usar el mío. Todos saben que no puedes jugar con mi padre, Big Mav, y definitivamente no puedes meterte con sus hijos. Pero yo no ando por ahí iniciando peleas.

Como en esta fiesta de Big D, donde Kenya está mirando muy provocadoramente a Denasia Allen. No recuerdo mucho de Denasia, pero sé que ella y Kenya no se agradan desde cuarto grado. Esta noche, Denasia baila con un tipo en el otro lado de la habitación y no le está prestando la menor atención a Kenya. Pero no importa adónde nos movamos, Kenya detecta a Denasia y la fulmina con la mirada. Y cuando te barren de esa manera, en algún momento sientes la mirada sobre ti y eso te invita a patear un trasero o a que te pateen el tuyo.

—¡Ay! No la soporto —dice furiosa Kenya—. El otro día, estábamos en la fila de la cafetería, ¿sabes? Y se puso a decir tonterías justo detrás de mí. No dijo mi nombre, pero sé que hablaba de mí, y decía que yo había tratado de acostarme con DeVante.

—¿En serio? —siempre sigo el guion en estos casos.

—Ajá. Y yo no quiero nada con él.

—Lo sé —¿en verdad? Ni siquiera sé quién es el tal DeVante—. ¿Y qué hiciste?

—¿Qué crees que hice? Me di la vuelta y le pregunté si tenía algún problema conmigo. La muy perra me iba a salir con eso de Ni siquiera hablaba de ti , ¡pero claro que lo estaba haciendo! Qué suerte tienes de ir a esa escuela de blancos y no tener que lidiar con perras como ella.

Esto es una mierda, ¿no? Hace menos de cinco minutos yo era una presumida por ir a Williamson, ¿y ahora soy una suertuda?

—Créeme, en mi escuela también hay de ésas. Eso es algo universal, ¿sabes?

—Mira, esta noche nos encargaremos de ella —la mirada de Kenya alcanza su punto máximo de crudeza. Denasia siente el ardor y mira directamente a Kenya—. Ajá —confirma Kenya, como si Denasia pudiera escucharla—. Mira.

—Espera un momento. ¿Nos? ¿Por eso me rogaste que viniera a la fiesta? ¿Para usarme como relevo en una pelea?

Tiene el descaro de poner cara de ofendida.

—¡Ni que hubieras tenido otra cosa que hacer! O alguien más con quien pasar el rato. Te estoy haciendo un favor.

—¿En serio, Kenya? Tú sabes que tengo amigos, ¿cierto?

Entorna los ojos. Con esmero. Sólo se le ve la parte blanca de los ojos durante unos segundos.

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