El propósito del libro apunta en una dirección específica: explorar analíticamente el modo en que se habitan y componen diversos mundos religiosos de la Argentina contemporánea, cada uno de ellos interpelado –en distinta medida– por el problema de la clasificación-inclasificación. Las identificaciones, las materialidades, el carisma y los escenarios de interacciones representan los procesos destacados que prefiguran a las creencias y sus usos estratégicos. La estructura del argumento se encuentra organizada en ocho capítulos complementarios divididos en dos partes: la primera es una reflexión teórico-conceptual que comprende la introducción de categorías básicas de análisis, la pregunta por la inclasificación y el lugar de la espiritualidad en este interrogante; la segunda aborda el estudio empírico del hecho religioso y sus procesos internos en distintos espacios de creencias.
El capítulo 1 introduce un conjunto de conceptos elementales que forman parte de la investigación. A distancia consciente de los sistemas teóricos herméticos, pero también del uso ingenuo de las palabras, el capítulo reconstruye categorías de análisis que fueron utilizadas en estudios anteriores a lo largo de los últimos diez años. El objetivo no es llevar adelante un estado del arte, ni una genealogía de las ideas, sino explicitar el método de pensamiento empleado en el análisis de los procesos sociales relativos al fenómeno religioso y, eventualmente, a otros mundos afines. Cada concepto refiere a etapas precisas de investigaciones pasadas o en curso y a espacios colectivos de formación, discusión e intercambio de resultados. La diferencia entre habitar y adherir, las mediaciones éticas, técnicas y estéticas, los encuadres sociales, el espacio-tiempo sagrado, la producción de fronteras, las definiciones de lo real y el esquema núcleo-periferia aparecen como nociones semiabiertas e inductivas que requieren un breve desarrollo, ya que serán utilizadas frecuentemente. Lejos de los modelos apriorísticos, aunque teóricamente informadas, las categorías son el resultado provisorio del arduo trabajo de investigar, corregir y comparar.
El capítulo 2 enuncia una de las principales claves de análisis, previamente anticipada. En homología con otros órdenes de producción cultural como la política, la sexualidad y la música, los mundos religiosos se encuentran atravesados por movimientos contrapuestos de categorización y descategorización. En ellos se evidencia el esfuerzo colectivo por transmitir, proteger, naturalizar las taxonomías que sostienen un orden simbólico o intentar, por el contrario, impugnarlas en cuanto arbitrarios culturales. Podemos reconocer en términos hipotéticos tres impulsos: el primero corresponde al pensamiento clasificador de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, orientado a regularizar, a los fines gubernamentales, las manifestaciones religiosas no católicas. El segundo, durante el último cuarto del siglo pasado, critica la rigidez de los sistemas de clasificación vigentes en nombre de la diversidad, el pluralismo y la explicitación de la suma de los privilegios que concentra la Iglesia católica. Finalmente, el tercer impulso, propio del siglo XXI, conlleva una fuerza descategorizante dirigida no solo en contra de las tipificaciones establecidas, sino también contra el mandato y la acción de producir etiquetas, rótulos, categorías que encuadran la experiencia. Nuestra época lidia, a su manera, con el viejo problema de la clasificación-inclasificación.
El capítulo 3 plantea una continuación del tópico de lo inclasificable, pero relativo al análisis de la espiritualidad y sus posibilidades analíticas. Nos proponemos reconstruir, selectivamente, un conjunto de debates de las ciencias sociales en los que se contrapone el concepto de espiritualidad al de religión. El objetivo no apunta hacia una sistematización bibliográfica entre autores y perspectivas, sino que intenta plantear una serie de reflexiones epistemológicas de carácter introductorio. El argumento se encuentra organizado en tres partes. La primera aborda la tensión entre las comprensiones que producen los creyentes en su vida cotidiana y los conceptos que desarrolla el punto de vista científico. La segunda describe cinco orientaciones contrapuestas (objetivo/subjetivo, habitar/buscar, tradición/cambio, comunidad/crecimiento personal, clasificado/inclasificado) que refuerzan, en algunos casos, la antinomia individuo/institución. La tercera analiza el rango privilegiado que adoptan las prácticas como forma de superar esta antítesis, explorando la propuesta de la “religión vivida”. Finalmente, en las conclusiones, nos proponemos establecer una definición pragmática de la espiritualidad desde el enfoque de la inclasificación.
El capítulo 4 explora la complejidad e inadecuación creativa de las identificaciones religiosas. A partir de múltiples registros de campo –entre los que se incluyen entrevistas en profundidad, materiales escritos y observaciones etnográficas–, el capítulo reconstruye los procesos de identificación en el mundo judío, evangélico y católico. Para ello, establece tres dimensiones recurrentes de análisis a las que denomina como racionalidades específicas y en tensión. La racionalidad organizacional valora el estatus propio de un cargo, así como la cadena de mando que refuerza la jerarquía religiosa. Implica adherir a un espacio de creencias en función, sea de la autoridad de los nombramientos y su prestigio históricamente sedimentado o de la instrumentalización de los recursos circulantes. La dimensión comunitario-cultural distingue una categoría de identificación que prioriza las escenificaciones rituales de los signos externos, los diacríticos, que distinguen a un grupo a través de las pautas expresivas y estéticas, el lenguaje, la hexis corporal, las fórmulas de cortesía, los atuendos, consumos o dietas alimentarias. Por último, la racionalidad espiritual supone un marco de significado en donde las prácticas se legitiman a partir de la creencia de que ellas producen una conexión privilegiada con algo superior que define la razón última de pertenencia a un universo simbólico. Aquí las organizaciones o rasgos comunitarios-culturales pueden resultar prescindibles o coyunturales.
Los dos capítulos subsiguientes abordan la cultura material religiosa a través de registros complementarios. El capítulo 5 se ocupa de la producción de contenidos audiovisuales en los que se combinan y resemantizan elementos católicos, judíos y evangélicos. Sobre la base de este objetivo caracterizamos, en primera instancia, a la industria del entretenimiento religioso así como la función de las mediaciones éticas, técnicas y estéticas en el desarrollo de productos de consumo masivo. Estos se caracterizan por apuntar a situaciones de ocio o tiempo libre. El análisis se focaliza en estudios de casos concretos: a) el proyecto musical de una banda de nu metal que incorpora selectivamente pautas estéticas y expresivas de la ortodoxia judía en el camino hacia la profesionalización; b) el desarrollo de uno de los documentales más importantes sobre el papa Francisco realizado en la Argentina por un director de cine ajeno al mundo católico; c) una película cristiana que reúne y coordina, exitosamente, recursos propios del medio evangélico local en la realización de un producto dirigido al circuito ampliado del cine; d) los usos del humor a través de las canciones, los shows de magia y las obras de teatro relacionadas con la sátira de las costumbres religiosas a cargo de un escritor y catequista católico. Los bienes plantean la intersección entre programas culturales que sintetizan tradiciones sagradas de larga duración dentro de formatos masificados de consumo.
El capítulo 6 estudia la relación entre lo sagrado y el gusto que expresan los itinerarios de consumo de mercancías con marcaciones espirituales, en donde los actores recrean, sin proponérselo, órdenes y sistemas de preferencias colectivos. Allí se afirman, amplían o modifican las creencias disponibles en direcciones imprevistas. La pregunta por el gusto nos lleva a caracterizar dos extremos analíticos, igualados por la reducción drástica a la que someten al objeto de estudio. En un extremo, los análisis que priorizan los procesos generativos de disposiciones, sentimientos y deseos relacionados con la socialización primaria y la construcción del consumo como instrumentos de estatus. En el otro, los enfoques que enfatizan aquello que las personas hacen efectivamente con los productos culturales y los compromisos afectivos que describen el “amor por” determinados bienes. Siguiendo los aportes de la academia latinoamericana en ciencias sociales de la religión, vamos a reconstruir cuatro itinerarios basados en nuestro trabajo de campo. Cada uno de ellos expresa un modo de relacionamiento distinto con el sistema de objetos de diversos mundos religiosos. La cultura material propia del catolicismo, el judaísmo, los evangélicos, la espiritualidad alternativa y las sacralizaciones populares aparece, en las trayectorias, a través de un juego complejo de combinaciones y exclusiones.
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