1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 8Ascanio Cavallo, La historia oculta de la transición. Memoria de una época (1990-1998), Santiago, Uqbar, 2012, p. 359.
9Ver: La historia oculta de la transición…, p. 359.
10Ver: La historia oculta de la transición…, p. 365.
11Antonia Orellana, “Simón Escalona, el otro familiar socialista con problemas en Gendarmería”, El Desconcierto, 12 de julio de 2016.
122º Juzgado Civil de San Miguel, Sentencia Jueza Titular, Sra. Carmen Gloria Escanilla Pérez, de 28 de agosto de 2012, Rol C-42033-2010, Fisco de Chile/Escalona, Considerando Sexto, Foja 121.
13“Evelyn Matthei en Tolerancia cero”, Chilevisión, 21 de julio de 2013.
14Ídem.
Asesinato de Jaime Guzmán y Secuestro de Cristián Edwards
Para entender mejor el contexto en que se desarrollaron ambos episodios, debo comentar que yo dirigía una red de informantes que se formó en la década de los noventa y que nació producto de dos reuniones que sostuve con el ministro del Interior, el señor Enrique Krauss, en su domicilio.
El ministro Krauss, al poco tiempo de asumir su mandato, entendió y percibió que las confianzas mínimas con las policías no estaban establecidas. Por lo tanto, un ministerio sin información era una cartera bastante coja, sin un radar que le permitiera detectar los conflictos por venir –fueran de alta o baja intensidad– y con un margen de error bastante grande, teniendo en el día a día un severo problema en materia de delincuencia y narcotráfico sobre el cual se necesitaba ir un paso más adelante.
Krauss conversó con un gran amigo mío que es Osvaldo Puccio y este le recomendó que se contactara conmigo, pues Osvaldo sabía muy bien que durante el mandato del presidente Allende yo había trabajado en la estructura de inteligencia del PS que dirigía el compañero Ricardo Pincheira, quien era conocido como “Máximo”.
Yo le expuse al ministro lo que había aprendido durante mi exilio en Francia, en donde estudié la trayectoria de los diferentes Ministerios del Interior desde Fouché en adelante, y todos ellos, de una u otra forma, contaban con múltiples fuentes destinadas a fortalecer la información de las policías y algunas propias del Ministerio. Dadas algunas determinadas características de las fuentes, estas podían llegar a estar muy próximas a los grupos delictivos. Muchas veces estas fuentes recibían peticiones de parte de la policía para confirmar o anular una información que la policía tenía, ya fuera por su propio trabajo o bien, liberada de otras fuentes, lo que técnicamente se llama “esfuerzo de búsqueda” y que en términos simples, no es otra cosa que rechequear una información. Esto me recuerda una conversación a los inicios de mi relación con Belisario Velasco donde le decía que “la inteligencia es la competencia de la prensa pero en sentido contrario: nosotros buscamos que los hechos que pueden afectar a la sociedad, al Estado de derecho, al bien común, no ocurran”.
Al ministro le gustó mi propuesta y le dio luz verde. Recuerdo muy bien haberle comentado en ese momento que se estaba conformando una lista de civiles del régimen militar a los cuales se quería asesinar, la cual era encabezaba por el senador Jaime Guzmán. Esa situación me la habían comentado algunos compañeros que tenían inquietudes a corto plazo en el área de la inteligencia y que observaban cómo la delincuencia estaba ganando terreno. De hecho, tiempo después aparecieron en San Miguel unos panfletos tirados en la calle con una lista que confirmaba esa intención, los que estaban firmados por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
A pesar de la buena recepción del ministro, me decepcionó un poco que consultara al Partido Socialista sobre este trabajo que iba a ser dirigido por mí, pues con dicha consulta rompió la compartimentación mínima para poder trabajar: nadie anda por la calle con un papel pegado en el pecho que diga “soy informante de la policía” o, si se quiere más profesionalmente, “cumplo labores de inteligencia”. Solo los necios en Chile insisten en opinar y descalificar desde la ignorancia tan necesaria función, sin entender que quienes desarrollan este tipo de trabajo muchas veces están obligados a llevar una agotadora doble vida, en la cual a veces es difícil entender dónde están las lealtades y los objetivos que se persiguen.
A favor de cualquier pronóstico y por descontado, en el PS se conformaron en decir que yo no contaba con la confianza del partido. Era una buena respuesta, pues yo venía desde el exilio con fuertes discrepancias respecto a las responsabilidades sobre el quiebre institucional y nuestro rol como partido, y por otra parte, yo no participaba en ninguna fracción, tendencia o “máquina” socialista. Era un militante más que solo me inscribí en el Registro Electoral para darle mayor fuerza y presencia al PS, y creo haber ayudado bastante a diferentes compañeros desde 1985 en adelante, y a otros que no eran de mi partido y que se habían fugado de la cárcel, gesto que me alegra internamente. Así es que la respuesta dada por el partido a Krauss, sinceramente, me pareció objetiva.
Lo que sí me extrañó es que la persona propuesta por el PS fuera Marcelo Schilling y que se manifestara como gran argumento que era “un hombre serio, un miembro del aparato, que estuvo en el GAP y entiende de seguridad”, pero con eso solo se demostraba una ignorancia tremenda, pues ¿qué tiene que ver la seguridad con la inteligencia?, ¿qué relación tiene cuidar a un presidente y correr al lado del auto con un trabajo de inteligencia? Nada, en mi opinión. Lo cierto es que al parecer pesó mucho en la decisión socialista la influencia de Enrique Correa, Ricardo Solari y Gonzalo Martner, según ha reconocido públicamente Schilling.15
Pese a todo, por alguna razón don Enrique Krauss decidió seguir avanzando y determinó que yo trabajaría con el subsecretario Belisario Velasco, relación que me pareció muy positiva por la trayectoria que yo le conocía a Belisario.
Resuelta esta primera parte, me decidí a buscar a quienes podrían constituir conmigo el último tramo de la información, es decir, cuando esta deja de ser información, entra en el proceso de verificación y genera inteligencia.
No resultó tarea fácil ya que si bien fueron muchos aquellos que en el exilio tuvieron formación militar, experiencias de combate, etc., otra cosa son las tareas de inteligencia y sus diferentes complejidades pues se trabaja con el “factor humano” y esto, de por sí, ya es un riesgo que se debe asumir desde el minuto uno.
Fue muy difícil también pues la primera objeción de estos candidatos a ser informantes era que no les gustaba el presidente de la República, ya que lo consideraban “el arquitecto, junto con Frei, del golpe de Estado” y tenían en la memoria el fatídico 22 de agosto del 73, día en que la Cámara de Diputados declaró inconstitucional el Gobierno del presidente Allende, abriendo con eso de par en par la puerta al golpe cívico-militar. Otros con los cuales conversé consideraban que en ese momento se estaba gobernando con “el permiso de los milicos”.
Debo reconocer que el juicio político que tenían estuvo a punto de hacer naufragar el proyecto de crear la red de información y yo, sin ellos, no iba a lograr ningún resultado serio.
Finalmente, logramos coincidir en que lo más importante para un país era tener un grado de control con la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico, ya que eso afecta a una sociedad en forma transversal, y que la ausencia de los aparatos de seguridad de las Fuerzas Armadas en las calles a cargo de la represión política, iba a ser un impacto muy fuerte y negativo para la incipiente Transición, ya que dejaba un espacio muy grande para que los delincuentes se apropiaran de las ciudades a lo largo del país. Muchos argumentaron que si el país caía en una suerte de caos o bajo el imperio de los delincuentes y narcotraficantes, se podía abrir una puerta insospechada para el retorno de los militares. El otro punto que quedó claramente establecido fue que no se iba a desarrollar trabajo de inteligencia alguno direccionado a los grupos armados que, equivocados o no, habían luchado contra la dictadura.
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