1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 La cantidad de tergiversaciones y de noticias falsas procedentes de la Casa Blanca han llevado a Nicole Hemmer, historiadora especializada en el rol de la prensa, a afirmar que “históricamente ni el presidente ni el Gobierno han sido confiables. […] Suelen no decir la verdad y en el caso del presidente, miente directamente”.(20)
Esta práctica de difundir mentiras desde los estratos más altos de la autoridad puede llegar a provocar un enorme desentendimiento social. Nadie podrá entenderse, como sucedió en la torre de Babel. En 1951, Hannah Arendt escribió: “El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir”. Más de seis décadas después, esta descripción ha adquirido renovada vigencia. Es imperativo derrotar a quienes han declarado la guerra a la verdad.(21)
Otro aspecto de la relación del ser humano con el mundo al comenzar el siglo XXI, quizá por primera vez en la historia universal, es haber descubierto la fragilidad de la vida en el deteriorado contexto del medio ambiente. Se trata de la relación del mundo con el cuerpo físico de la especie humana. No es el azar de la moda lo que me lleva a señalar la alteración del medio ambiente, sino el peligro que esto suscita para la preservación de la vida.
En 2020, ante la amenaza de la enfermedad del COVID-19, causada por un virus de baja letalidad pero muy contagioso, que provocó ese año 1,85 millones de muertes y 85,2 millones de contagios (OMS, Universidad John Hopkins, World Meter), muchos gobiernos encerraron a sus ciudadanos en sus casas, en algunos casos por más de doscientos días, y bloquearon sus economías produciendo una sorpresiva depresión mundial. Jamás, sin embargo, tuvieron una reacción semejante frente al deterioro sistemático del medio ambiente que, desde hace ya varias décadas, amenaza seriamente la vida humana en el planeta Tierra. Ni una enfermedad, por más peligrosa que fuere, provocó tales reacciones colectivas.
Es la respiración del alma de la vida la que está en juego. El desequilibrio en la oscilación de los opuestos que gravita hacia la enfermedad. Muy pocos son los dirigentes que asumieron la responsabilidad de actuar, impávidos como lo están, frente a la suerte de las poblaciones que viven en condiciones precarias por la mala calidad del aire y el agua, el deterioro del suelo y el hábitat natural.
La excitación que mostraron por la enfermedad del COVID-19 no es comparable con la persistente apatía frente al grito de la Tierra que nos despierta cada día.
Para las generaciones que nos precedieron nunca hubo una alerta semejante. Por eso, el papa Francisco, en la encíclica Laudato si´, hace un llamado urgente para defender la casa común.
A pesar de que “nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma”, nada garantiza que lo haya utilizado bien para hacer frente a los múltiples peligros y amenazas que acechan la vida en la Tierra.
El ser humano está en resonancia con la biosfera porque a través de su propio cuerpo está obligado a “pasar continuamente el mundo para absorberlo y rechazarlo” en un doble proceso de intercambio permanente: por la respiración, por una parte, y por la ingestión de alimentación, por otra.(22)
En un magnífico texto, Thomas Fuchs aclara la importancia de esta cuestión. Recordemos que es un profesor de Psiquiatría:
El vínculo entre el alma y la respiración, comprobado en el lenguaje de las culturas más diversas, no reposa en la necesidad vital del aire ni en el miedo existencial a su falta, sino en la experiencia fundamental de la respiración: el hecho de que estar vivo es establecer una relación de comunicación con el mundo.(23)
Enrico Baj sostiene que entre las ideas arquetípicas de nuestra cultura están las de la confusión y la del Diluvio Universal. Dice que tras la confusión llega la catástrofe, que sería un momento trágico. Pero el artista italiano afirma que “hoy en día parece que la confusión está condenada a perpetuarse, que todo debe ser conservado, catalogado, memorizado”.(24)
He aquí algunos asombrosos hechos que obligan a ponernos de pie y actuar para recuperar el vis vitalis que nos permitió construir la brillante cultura que heredamos, aprovechar las grandes oportunidades de este mundo que todavía está a nuestra disposición.
Los antiguos oráculos
Casi todos los pueblos han tenido la adicción de anticipar el porvenir. Los más antiguos lo hicieron en conexión con la naturaleza, la magia, la astrología o la profecía. Los más modernos sintieron que era posible descifrar con la garantía de la razón (la ciencia) el ineluctable camino de la historia. Otros creyeron que la imaginación podía anticipar tiempos futuros; fueron los románticos, los poetas.
Hay temas recurrentes en la anticipación del futuro. El más antiguo es el del “eterno retorno”. Todo recomienza donde empezó pues, como dice el historiador de las religiones, Mircea Eliade, “el pasado es la prefiguración del futuro. […] En la historia nada es nuevo bajo el sol”, lo que es una concepción arcaica, según la cual el tiempo no lleva a ninguna parte, todo es una repetición en un círculo. Es una visión doblemente repetitiva porque ocurre tanto en el mundo como en cada ser humano. Es determinista porque lo que ocurrió volverá a ocurrir. El eterno retorno, ¿no será en definitiva el eterno presente?(25)
Uno de los sentidos que encierran los oráculos es “conócete a ti mismo”. Mediante el acceso al conocimiento de sí, es posible para el hombre prever su futuro pero, más importante aún, encontrar su auténtico ser. A través de la observación de los comportamientos del ser humano, los animales y las plantas, las leyes que rigen el tiempo y la naturaleza, el hombre ha sido capaz de adueñarse de su propio destino y hallarse en armonía con el universo.
El Yi Jing –o, como lo llamamos en Occidente, el I Ching – es un libro de oráculo y sabiduría cuya antigüedad se sitúa alrededor de los 2800 años antes del nacimiento de Cristo. Se le llama el libro de los cambios pero su significado completo es “cambio de acuerdo con el tiempo para seguir el Tao”. Es un libro de ciencia porque contiene las leyes de la naturaleza; es un libro de sabiduría porque las leyes de la naturaleza están reflejadas en las leyes humanas, y es un libro de ética porque las leyes humanas tienen valores morales.
El I Ching no funciona sin ética, ya que la ética es lo que se ve reflejado en la acción. Este libro fue usado por los grandes emperadores y todo indica que su filosofía sigue impregnando a toda la cultura china y a la de sus elites, en lo que concierne a sus responsabilidades en el contexto mundial actual.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la perspectiva científica y profesional ha ocupado el lugar que antiguamente tuvieron los oráculos.
Comparando los hechos del presente con las antiguas predicciones, ¿qué podemos prever del porvenir del planeta? Carecemos, sin duda, de las seguridades divinas del hombre antiguo, y tampoco sabemos más del futuro que el cazador de Neandertal.
Pero veamos lo que se preveía desde tiempos más antiguos.
En la tradición judeo-cristiana hemos transitado de la nostalgia del Jardín del Edén a la esperanza de encontrar de nuevo el paraíso terrestre. El Islam y la cultura iraní, con una actitud milenarista, esperan desde hace siglos la llegada de un mesías que restaure la justicia.
Los pueblos originarios de América han escudriñado los arcanos del cielo e interpretaron sus calendarios y los dioses de la Tierra. Anunciando la llegada de los españoles. El Chilam Balan de los mayas profetizó con certeza: “Van a morir”. El presagio aborigen confirmó que llegarían seres que vendrían de afuera.
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