Relatos muy antiguos guardan en América la memoria de vaticinios que predecían la llegada del hombre blanco. La destrucción del templo de Xiuhtecuhtli sin trueno ni lluvia, la aparición de un ave color ceniza con un espejo en la cabeza o el nacimiento de extraños monstruos constituyeron en México malignas atmósferas de magia y prodigio. Para Moctezuma, la pérdida se anunciaba inminente.
En el Cuzco, mientras se celebraba la Fiesta del Sol, un cóndor perseguido por dos halcones fue derribado en el centro de la plaza. Terremotos gravísimos ocurrieron en el tiempo de Huayna Cápac, undécimo inca, y se recuerda también que un ancestro suyo, Viracocha, predijo que el imperio del Tahuantinsuyo sería destruido por unos desconocidos. Más al sur, donde habitaban los nómades de las planicies, hubo inundaciones y repetidas lunas con sospechosos aros rojizos.(26)
Muchos son los que preguntan qué está ocurriendo en este mundo. Qué va a suceder si continúan las tendencias que destruyen el medioambiente. En las antiguas culturas se apelaba a los augurios para guiar las acciones de los seres humanos. Podríamos hacer un repaso para distraer la imaginación del lector. Recuerdo que la cultura de Occidente se asentaba en la reverencia a un tríptico: verdad, belleza, bondad. Ya poco se conserva de aquellas virtudes.
En el Antiguo Testamento, Daniel habla del “fin de los tiempos” en el libro de las Revelaciones. Anuncios sobre el futuro se leen en los textos antiguos como el Gilgamesh ; o en El libro de los muertos del Antiguo Egipto. En la Biblia se anuncia la batalla final de Armagedón, donde lucharán el bien y el mal.
Así como en sueños Isaac elige a su mujer,(27) así también Jonás elige su táctica militar,(28) y muchas tradiciones eligen los sueños como material de interpretación.(29) Se lee el porvenir utilizando todo tipo de mancias. Entre los pueblos antiguos, los únicos que no practicaron la astrología fueron los egipcios. Pero El libro de los muertos tiene muchos consejos, como no modificar el curso del Nilo (la represa de Asuán lo hizo).
La Biblia acordó un lugar muy importante a los profetas de Israel como Isaías, Jeremías, Ezequiel. Los celtas, los druidas, los escandinavos y los pueblos germánicos le dan un lugar clave a la adivinación.
En la civilización griega, el pueblo más cultivado de la Antigüedad, el destino individual y el colectivo estaban en manos de los dioses. La visión griega de los poetas, cuya misión era anunciar la voluntad divina, es pesimista, y desde el origen se manifiesta en un proceso de decadencia que atraviesa cuatro edades: la de oro, el paraíso; la de plata, la justicia; la de bronce, la felicidad, y la de hierro, la juventud. Alejándose de la felicidad divina, el ser humano se degrada. Los romanos retomaron la visión pesimista con Ovido, y una interpretación positiva con Virgilio, que proclamó el retorno de la edad de oro con el emperador Augusto, quien gobernó desde el 27 a. C. hasta su muerte en el 14 d. C. Los dioses otorgaron a algunos héroes el poder de interpretar los signos y, a través de muy variadas prácticas (líneas de la mano, sueños, vuelos de pájaros), los oráculos fueron un método instintivo para traducir la palabra divina. Hubo muchos lugares donde se llevaban a la práctica los oráculos, pero el de Delfos fue el más famoso. Cuenta el historiador ateniense Tucídides que en 132 a. C. los espartanos enviaron una delegación a Delfos –centro de la diplomacia de las ciudades griegas– “para solicitar a los dioses si era prudente entrar en una guerra”. Es importante saber que a veces los oráculos provocaban los hechos, porque los vaticinios aún no estaban separados de la magia.
En el Imperio romano, que tuvo una cultura racionalista y de algún modo positivista, la práctica de la predicción del futuro fue introducida por los oráculos griegos, la astrología y la adivinación oriental. Sin embargo, los medios conservadores eran reticentes a la previsión del futuro. En alguna época, la predicción del futuro fue asunto de la religión, en otras se impidió a los privados hacer vaticinios que condicionaran el poder y, por último, algunos emperadores prohibieron la práctica de la adivinación del futuro.
En el mundo romano lo que sí tuvo gran importancia fueron los prodigios, fenómenos sorprendentes que eran una manifestación de la “cólera” de los dioses. El poder imperial no toleraba los malos augurios, como la profecía de la muerte de Augusto. El emperador Tiberio prohibió toda predicción por parte de adivinos, salvo en presencia de testigos y del emperador. Claudio, por su parte, propuso crear una oficina de adivinos, que en el año 47 d. C. se convirtió en una especie de ministerio del futuro. Es decir, la predicción del futuro se transformó en un monopolio del Estado. A partir de Constantino, las autoridades romanas trataron de destruir todas las fuentes y prácticas adivinatorias.
Podría pensarse que la llegada del cristianismo desacreditaría las prácticas de predicción del futuro, pero no fue así, pues la tradición bíblica está plagada de augurios, pronósticos y profecías. Daniel y San Juan son pilares de la profecía apocalíptica cristiana. Daniel y sus compañeros se hicieron célebres como intérpretes de los sueños premonitorios de Nabucodonosor, emperador de Babilonia.
El Apocalipsis es un libro profético cuyo imaginario y aritmética escénica han inspirado las más extrañas y fantasiosas predicciones. Como dice George Minois en su Historia del porvenir , se ha intentado hacer una lectura profética y lógica “de un texto cuya coherencia interna y verdadera finalidad ignoramos”. Afirma que es una “imaginería completamente incoherente”, que con el correr de los siglos ha provocado interpretaciones extravagantes que han tenido mucho éxito. Son populares los relatos del libro de los siete sellos y el del dragón expulsado del cielo por el arcángel Miguel.(30)
Muchos textos del Antiguo Testamento anuncian al pueblo judío un futuro de felicidad a pesar de que estaba humillado y perseguido. Zacarías profetizó lo que sería el “día del Señor”, diciendo: “[…] acompañando todos los santos […] a la noche brillará la luz”.(31)
En la Edad Media encontramos una gran cantidad de textos proféticos, predicciones milenaristas e interpretaciones de los astrólogos, que fueron prácticas muy difundidas, inclusive entre los consejeros de reyes y emperadores. A partir del siglo XV hubo un boom de la astrología (entre los siglos X y XVIII se dieron a conocer 12 563 manuscritos solo en Alemania). Todos los años, a partir de 1470, se editaban “pronosticaciones” sobre las cosechas, precios, enfermedades y otros hechos sociales, a veces penales.(32)
Pero el ataque contra la astrología por parte de los intelectuales y la Iglesia Católica fue muy fuerte. En 1494, Pico della Mirandola, escribió Disputationes adversus astrologiam divinatricem , un alegato contra la astrología.(33) Este genio del Renacimiento a los 23 años convocó en Florencia a todos los sabios de Europa para defender contra cualquier oposición sus 900 tesis de religión, filosofía, filosofía de la naturaleza y magia.(34)
Uno de los más famosos “pronosticadores” fue Michel de Notre Dame, que vendía ungüentos y filtros, y en 1553 publicó unas “centurias” en cuartetos endecasílabos. Nostradamus, médico y vidente, astrólogo y filósofo, matemático y alquimista, fue un pronosticador exitoso que tuvo y tiene todavía gran éxito, con sus célebres cuartetos (942) de predicciones y diez centurias. Nació en Saint-Rémy-de-Provence en 1503 y su libro Las profecías se convirtió en un best seller por sus numerosas ediciones. Este tipo de literatura tenía la trampa de un lenguaje confuso y a veces incoherente. No obstante, la Corte de Francia y otros monarcas se rodeaban de astrólogos y videntes.
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