1 ...7 8 9 11 12 13 ...20 Al comienzo de la vida cristiana está la gracia de Dios que nos llama , y durante toda la vida cristiana y hasta el final, la gracia de Dios es la fuente de todo bien . Jesús nos llama a todos y nos dice: Síganme . Está en nosotros responder a su llamado. Sin seguir el camino de Jesús es imposible conocer a Dios. Bien afirmaba el anabaptista Hans Denk: Es imposible conocer a Dios sin seguir a Jesús en nuestra vida .
Seguir a Jesús y conocer a Dios nos transforma. Este grupo de discípulos, que siguieron a Jesús en su vida terrenal, parece no haberlo entendido demasiado durante el camino previo a la crucifixión. Pero, posteriormente, cuando Él resucitó, fue glorificado y el Espíritu Santo los llenó de su presencia, la transformación de ellos se hizo notable. Así como Aldonza se transformó en Dulcinea, la comunión con el Espíritu de Jesucristo transforma nuestra vida.
En el versículo 17 del texto leído hay un llamado de Jesús: Seguidme y en el versículo 18 hay una respuesta de los invitados: …al instante… le siguieron . Y en 2:14b llama a Leví diciéndole Sígueme, y levantándose, le siguió . Seguir a Jesús es lo que hace un discípulo suyo. Es interesante notar que en los evangelios el verbo “seguir” se utiliza mucho más que arrepentirse o tener fe. ¿Por qué? Porque quien sigue a Jesús se ha arrepentido y ha confiado en Él. Es imposible seguir a Jesús sin confiar en Él y sin experimentar un cambio en la dirección de la vida. Por eso es que seguir a Jesús incluye el arrepentimiento y la fe.
¿Pero qué significa seguir a Jesús? ¿Cómo puede hacerse en nuestra sociedad con sus múltiples exigencias? ¿Cómo puede un padre de familia, por ejemplo, vender todo lo que tiene y darlo a los pobres y, a su vez, proveer para sus hijos pequeños ? En los sucesivos sermones se intentará interpretar el sentido de algunos textos, como el mencionado y su significado para nosotros. Sin embargo, no es posible dejar de afirmar aquí que seguir a Jesús no significa apartarse de la sociedad para vivir una vida monástica, como lo hicieron muchas órdenes católicas y grupos evangélicos a lo largo de la historia del cristianismo. Jesús no se unió a los monjes del Qumrrám ni permaneció en el desierto, antes bien, realizó su ministerio recorriendo poblados y ciudades. Tampoco significa que el clero sigue más de cerca a Jesús por cumplir ciertos mandamientos especiales —como la abstinencia de matrimonio e hijos, la administración de bienes y otros— no vinculantes para los cristianos laicos. Tomás de Aquino, colocaba al clero por encima del laicado y lo hacía depositario, ya no de la gracia natural o común, sino de la gracia especial o revelada. Sin embargo, el sermón del monte —Mateo—, o de la llanura —Lucas— está dirigido a la multitud o a los discípulos en general; y no hay en los Evangelios enseñanzas dirigidas a un estrato jerárquicamente superior. No se duda aquí de la buena intención de muchos de estos cristianos, solo se intenta abordar la cuestión desde el mismo ejemplo de Jesús y desde la enseñanza general del Nuevo Testamento. Por último, seguir a Jesús no significa obedecer un conjunto de leyes rígidas, atemporales y generales. Muchos se resisten a seguir a Jesús porque se sienten incapaces de “cumplir con todo lo que se exige. El error de los tales es doble: primero, creer que la vida cristiana implica primeramente relacionarse con leyes; segundo, pensar que esta descansa sobre las propias fuerzas humanas. En definitiva, eliminan la obra de gracia de Dios en la vida de sus seguidores.
Pero si Dios nos llama a través de Jesús, si Él cree en nosotros y espera de nosotros, si Él inspira en nosotros sueños y nos capacita para realizarlos, entonces preguntémonos qué significa seguir a Jesús. El texto que hemos leído presenta algunas verdades fundamentales acerca de lo que significa seguir a Jesús para cada uno de nosotros:
1. Seguir a Jesús significa decir sí al evangelio del reino (Mr. 1:14-15).
1.1. El reino de Dios.
… Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado… El evangelio es lo primero, a saber, es la buena noticia del amor de Dios. Es un acontecimiento que ocurrió en la historia, en el “tiempo oportuno”. Es decir, en el tiempo en que Jesús, en su bautismo, tomó conciencia de los cielos abiertos de la gracia de Dios, de la plena presencia del Espíritu Santo sobre Él, y de su condición de Hijo amado de Dios. Y en ese tiempo comenzó, desde Galilea, a predicar el reino de Dios . El reino de Dios indica su soberanía en tanto creador, dueño y consumador de todo lo que existe. No obstante, el poder del mal existe y acarrea la muerte espiritual en la humanidad y la destrucción de la creación. En nuestro versículo, la expresión “reino de Dios” indica la victoria final de Dios sobre todo poder de deshumanización y muerte. Cuando Jesús dice: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado está afirmando que el reino de Dios ha llegado en Él mismo, en su propia persona, que ha descubierto el amor incondicional del Padre y ha vencido a Satanás en el desierto. Esta es la buena noticia.
1.2. Jesús, anticipo del reino.
Jesús, el Cristo, es la anticipación del reino final de Dios . Un nuevo orden ha irrumpido victorioso, aunque la lucha con el antiguo orden continúe. Durante la segunda guerra mundial un cristiano, que volvía desde la iglesia a su hogar, se cruzó con un amigo que le dio la novedad de que Hitler había invadido Rusia; el cristiano, que estaba más informado que el amigo, le respondió “pero los aliados han ganado ya la guerra”. La lucha continuó por varios meses, como sabemos, pero Hitler ya estaba vencido. De la misma manera, aunque nadie sepa cuándo, la lucha acabará, algo final y decisivo sucedió para el ser humano en la vida y obra de Jesús. El reino de Dios se ha acercado en Jesús; en Él hay victoria sobre el pecado y la muerte. La solución de los problemas que amenazan nuestra vida no depende simplemente de nosotros, viene de Dios. No estamos solos en medio de las adversidades de la vida. Tal como Jesús nos mostró, el Dios que reina es nuestro Salvador. Él es el vencedor.
2. Seguir a Jesús significa seguirlo personalmente (Mr. 1:16a, 17a, 18b, 19a, 20; 2: 14).
2.1. El llamado de Jesús.
Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón… Y Jesús les dijo: Seguidme… Y… al instante… le siguieron. Yendo un poco más adelante vio a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan... Y al instante los llamó… y ellos… se fueron tras Él. Y al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo… y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió. Jesús es la buena noticia del amor incondicional de Dios, con Él llega su reino. Por lo tanto, es Jesús quien nos llama a seguirlo. Siempre el amor de Dios está primero, siempre el llamado de Jesús está primero. Es un llamado de la persona de Jesús hacia la de cada uno de nosotros. El llamado de Jesús es “Sígueme”: “Sígueme a Mí”. No nos llama a cumplir ciertas leyes o convenciones sociales preconcebidas, nos llama a seguirlo a Él. No nos llama a satisfacer algunos ideales sociales, nos llama a seguirlo a Él. No nos llama a adherir a un sistema de doctrina, inevitablemente precario, nos llama a seguirlo a Él. ¿A dónde nos llama? No lo sabemos, no hay un programa. Nos llama a oír su voz diariamente y seguir sus pisadas a cada paso de nuestra vida.
Hay una canción preciosa que dice: Tú me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena, he dejado mi barca, junto a ti, buscaré otro mar . La mirada de Jesús es tan penetrante que ve en cada uno de nosotros, no solo lo que somos, sino lo que podemos llegar a ser. No nos llama a seguirlo por nuestros méritos personales, ni por nuestra piedad. Nos llama a causa de su amor inmerecido y eterno. Nos llama con nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Nos llama tal como somos, porque Él quiere hacer una obra de gracia en nuestras vidas.
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