Christian Mark - Antología 6 - Camino al Cielo

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33 autores relatan su tránsito por el camino de la fe. Un libro colectivo repleto de testimonios y relatos llenos de bendiciones. En este viaje de la fe, leemos los relatos de sanidad de cáncer, reflexiones sobre la pandemia, enseñanzas para hacer más fácil la travesía, y hasta ¡historias de amor! Todo contado por los protagonistas de semejante periplo con rumbo a la eternidad.

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En el departamento se formó una pequeña congregación, pero después de unos meses, quien oficiaba de líder murió y los hermanos me pidieron que yo continuara con el liderazgo de ese grupo. Para mí resultó ser un conflicto tremendo. Una lucha que duró días y días, hasta que finalmente el llamado venció y acepté el desafío. Entonces, alquilamos una casa en Parque Centenario y allí nació el Ministerio Misionero “El Poder de Jesucristo”.

Conocimos a un evangelista, ministro de la Iglesia de Dios, quien nos propuso unirnos a la Institución y después de haber orado entendimos que era mejor tener una cobertura y autoridades que nos fueran guiando en ese nuevo camino que emprenderíamos. Nos unimos entonces a la Iglesia de Dios. Yo comencé mis estudios en el seminario, rendí mis exámenes para ministro y hoy para la gloria de Dios soy ministro ordenado de la Iglesia de Dios desde hace unos cuantos años. Esto es parte de mi testimonio y es mi deseo que haya sido de bendición para tu vida.

La importancia de la intercesión

Quisiera hablarte brevemente de otro ministerio al que Dios me llamó y así cerrar esta parte del libro: “la intercesión”.

¿Qué es la intercesión? Interceder es:

• Rogar o mediar por otro.

• Postrarse o rendirse con el objetivo de hacer una petición.

• Acción de una persona que toma el lugar de otra para defender su caso, para protegerlo de algo o de alguien guiado por el amor y la misericordia.

• Intervenir a favor de alguien para su bien.

La vida de Jesús es un ejemplo de intercesión. Él es nuestro modelo para seguir. Necesitamos la unción reveladora y para eso hay que buscar el rostro de Dios y estar decididos a escuchar los latidos de su corazón. Esto no es cosa fácil, ni tampoco algo de momento. Es una disciplina, un proceso de entrenamiento día tras día, mes a mes, año tras año.

Debemos perfeccionarnos a nosotros mismos, buscar toda la plenitud de la Deidad y estar completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad como leemos en Colosenses 2:9-10. Pero, sobre todo, escuchar el llamado y dejarse guiar por el Espíritu Santo, tratando de cumplir la gran comisión de “ir, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…” (Mateo 28:19-20).

Nunca pienses que no vas a poder, nunca pienses que todo está perdido. Avanza, Dios te llamó con un propósito. No eres un error de tus padres. No te preguntes, como hacía yo: “¿para que nací?”. Dios nos puso en esta tierra con una misión y Él nos dará las armas espirituales para cumplirla. Él nos da el poder del Espíritu Santo y la unción que es la manifestación de ese poder. Esa unción es verdadera y nos va a guiar y a enseñar todas las cosas que necesitamos para cumplir la misión tal como afirma 1 Juan 2:27.

Alicia Cristina Luchetti está casada con Marcos Daniel Galeano y tienen 8 hijos y 5 nietos. Vive en Lanús, es maestra de Inglés e hizo cursos de Violencia de Género y Operadora Social. Desde el año 90 y a través de su testimonio está sirviendo como Pastora, Intercesora y Predicadora, habiendo participado en eventos Nacionales del CNCE (Consejo Nacional Cristiano Evangélico). Estudió en F.A.E.T.I.D (Facultad de Estudios Teológicos de la Iglesia de Dios). En el 2007 se recibió como Ministro Licenciado de la Iglesia de Dios. Actualmente está trabajando en los pueblos de la Cuenca del Salado en el área de plantación de Iglesias, entre otras cosas.

E-mail: beracacriscl@hotmail.com

WhatsApp: +54 (911) 2192 4850

Hermoso es el camino y glorioso el destino Peregrino No te quedes en la ruta - фото 5

Hermoso es el camino y glorioso el destino

Peregrino: No te quedes en la ruta, es apenas una pequeña muestra del Cielo que nos espera.

Por Ariel Pérez

Cuando supe que este libro se llamaría “Camino al cielo” pensé que abriría mi corazón para compartir lo que significa para mí esta frase y sus dos componentes: el cielo como destino y la vida terrenal como el camino que nos lleva allí.

El cielo, un destino eterno

En aquel día de junio de 1995 la tarde lucía brillante y soleada, pero se transformaría en el día más oscuro de mi vida. Estaba en un precioso viaje hacia Necochea, mi ciudad natal, pues mis padres me habían venido a buscar a Mar del Plata, adonde estaba cursando mi segundo año de ingeniería. El objetivo del viaje era pasar el Día del Padre en familia. De pronto, en tan solo un instante, aquel mundo feliz se derrumbó en un flash. Tras un espacio de tiempo perdido en mi memoria reaparecí en mí, caminando por la ruta, con los ojos llenos de lágrimas, subiendo a una ambulancia y viendo morir a mi hermosa madre en mis brazos.

Luego de aquel accidente el dolor fue extremo; quería que cada día terminara apenas al amanecer. Al principio llegué a pensar que había sido un sueño; luego esperé que el tiempo pasara. Recuerdo que solía salir a correr con un walkman en mi bolsillo y el único casette que me acompañaba una y otra vez era “León de Judá”, de Juan Carlos Alvarado. Corría por la orilla del río Quequén y me quedaba mirando a la nada por largo rato.

Fue duro ese tiempo, pero siempre supe que Dios estaba allí. No tenía fuerzas ni ganas de orar, pero sabía que mi madre se había adelantado en el viaje y que nos reencontraríamos en el cielo. Si la fe no hubiera sido parte de mí, creo que hubiera enloquecido. Mis amigos tal vez creyeron que así había sido. Pero qué maravilla es tener el verdadero seguro de vida, la garantía de Su Palabra de que tenemos un destino eterno.

La muerte puede ser traumática -como lo fue en este caso- o mucho más llevadera -como la de mi bisabuelo, que a los noventa y cinco años y tan solo unos meses atrás había partido viendo ángeles radiantes esperándolo. Pero no es esto lo que hace la diferencia en esa hora, sino la esperanza que tenemos los que seguimos a Jesús de volver a ver a nuestros seres queridos para pasar juntos una larga eternidad. Todo es distinto cuando entendemos que nuestra estadía en la tierra es solo el inicio de una vida eterna y preciosa.

Quienes hemos creído en Jesús, y en su sacrificio de amor, estamos completamente seguros de nuestra existencia después de la muerte física, y si bien lloramos por las despedidas de nuestros seres queridos, sabemos que es solo un “hasta pronto”.

Jesús murió en la cruz, pero también resucitó como el primero de nosotros pues nos dio vida eterna a quienes lo aceptamos y amamos. Por ello podemos, como Pablo, decir: “¿Dónde está oh muerte tu aguijón? ¿Dónde oh sepulcro tu victoria?” (1 Corintios 15:55).

El precio de la eternidad

La vida en la tierra es muy valiosa, pero mucho más lo es la vida eterna, ese regalo invaluable que adquirimos por gracia, pero que costó tan caro. Habían pasado unos quince años desde aquella tarde de junio, la más larga de mi vida. Una noche, en la iglesia de la calle Pampa en Mar del Plata, un joven profeta hizo un llamado al altar y dijo que quienes tuvieran una pregunta para el Padre Celestial podían hacerla. Yo pasé y dentro de mí le pregunté a Dios: “¿Por qué tuve que ver morir a mi madre?” El muchacho se acercó y hablando a mi oído me dijo: “El Padre te dice: Yo vi morir a mi hijo”.

Desde entonces, nunca más quise preguntar el por qué. Dios está con nosotros en esos momentos tan duros. Y así como jamás había sentido su Espíritu tan cerca de mí como aquella tarde en la ambulancia, nunca comprendí tanto el amor del Padre como aquella noche en el templo.

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