CORPUS BARGA FOTOGRAFIADO EN 1928
CORPUS BARGA
PERIODISMO Y LITERATURA
Selección y prólogo de
Arturo Ramoneda
COLECCIÓN OBRA FUNDAMENTAL
© Herederos de Corpus Barga
© Fundación Banco Santander, 2009
© De la introducción, Arturo Ramoneda
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ISBN: 978-84-92543-89-2
ARTURO RAMONEDA
CORPUS BARGA: PERIODISMO Y LITERATURA
DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL, el político Mariano Ansó resumió con bastante exactitud los rasgos fundamentales de la personalidad de Corpus Barga, al que conocía desde mucho antes y al que trató, hacia 1941, en Niza:
«Independientemente de sus escritos, admiraba en él su vida de revolucionario teórico, desde los lejanos tiempos de la Semana Roja de Barcelona, y sobre todo de la huelga revolucionaria de 1917. Sin adscripción especial a ningún grupo, su pluma estuvo siempre al servicio de los movimientos progresivos. Su rasgo más curioso fue su independencia de toda clase de poderes, incluso en los días propicios de la República. Otra característica de su robusta personalidad fue su elegancia espiritual, e incluso física, en medio de las situaciones más extremas.
Hubo siempre en su porte algo de aristocrático, heredado sin duda de sus mayores y del medio social en que se desenvolvió su infancia. Hombre por su edad a caballo entre los siglos XIX y XX, su anecdotario de recuerdos y convivencias con personajes de la monarquía, amigos de su padre, era riquísimo. Aún recuerdo con fruición las viejas aventuras de Alfonso XII y el duque de Sesto, referidas a él por su padre, amigo de ambos personajes. A pesar de estos antecedentes familiares tan alejados de su ideología, su vida pública, entendiendo por tal su oficio de escritor, fue una línea recta sin rodeos ni contemplaciones. Jamás que yo sepa aspiró a un cargo público ni a una prebenda, a las que con tanta facilidad se acogían otros seudorrevolucionarios decadentes.
En aquellos tiempos de Niza su compañía y su ejemplo me sirvieron de ayuda y estímulo. Dábamos largos paseos, a un tiempo, por la breve geografía de la ciudad y por el ancho campo de la historia del pasado y del presente. Imposible para mí poder fijar su verdadero emplazamiento ideológico. Demasiado culto y universal para situarle dentro del anarquismo ibérico; demasiado rectilíneo en materias políticas y de justicia social para encontrarle un acomodo en uno cualquiera de los partidos o sociedades obreras de nuestro tiempo. Tampoco puede decirse de él que fuese un francotirador en espera de cobrar pieza, como tantos otros de apariencia huraña, pero en el fondo muy domesticables. Apuntaba siempre muy alto, asemejándose mucho más su dialéctica a una filosofía de fondo que a una pragmática de circunstancias»1.
El escritor, que había nacido el 9 de junio de 1887, pronto redujo su largo nombre, Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, al de Corpus Barga, según él, por haber nacido el día del Corpus, aunque Corpus era uno de sus nombres de pila. Entonces no debió prever los quebraderos de cabeza que había de ocasionar a sus interlocutores futuros. Juan García Hortelano recordará así una visita que, con otros compañeros, le hizo en 1970:
«Hace tiempo, en peregrinación un grupo de escritores a casa de Luis Romero, donde íbamos a ser presentados a Corpus Barga, nos detuvimos, a punto de pulsar el timbre, repentinamente atenazados por un elemental problema de protocolo. ¿Cómo llamar al maestro admirado y supuestamente venerable? ¿Acaso don Corpus? Todos, como es de ley, nos resistíamos a tal apelación. Sin encontrar solución, llamamos, fuimos recibidos, presentados por Romero y convencidos de la inutilidad del tratamiento gracias a la cortesía, la inteligencia y la gracia de quien, por una vez, hacía bueno el dicho de que es el hombre su estilo»2.
De los inicios de su carrera literaria hay que destacar la atención preferente y casi exclusiva a escritores de generaciones bastante alejadas, por la edad de sus componentes, de él (Pío Baroja, Valle-Inclán, Azorín y Silverio Lanza, entre otros). Es revelador que, si exceptuamos una breve nota autocrítica, que ni se molestó en firmar, de su novela La vida rota, nunca colaborara en la revista Prometeo, que dirigía su sobrino Ramón Gómez de la Serna.
Es también notable su precocidad (en 1907 ya colabora en los prestigiosos Lunes de El Imparcial con un artículo titulado «Sobre una contradicción nietzscheana»), lo que le permitió, en uno de sus artículos, «La rebelión de un ángel»3, colocar su «hora literaria» al compás de la de Arthur Rimbaud.
A comienzos de 1904, cuando no había cumplido los diecisiete años, publica su primer libro de poemas, Cantares, del que no existen ejemplares, aunque sí disponemos de un interesante testimonio de Ramón Gómez de la Serna:
«Un día —no sabrá ni él mismo cómo— tuve en mis manos un ejemplar de su libro… ¿Cómo se llamaba aquel libro? Lo tuve en mis manos muy pocos minutos; pero recuerdo aquello como si me hubiese asomado al libro más crudo que he leído. Era interesante, disparatado, audaz. Tenía el estilo de los grandes atentadores»4.
Dos años después, en un curioso libro, Clara Babel, Corpus mezclaba relatos de temática variadísima, y de valor muy desigual, que van desde la finura poética de los titulados «El silencio del sol» y «Un musulmán arrogante» hasta un descarado tono iconoclasta, muy en la línea del que exhiben los periódicos estudiantiles y anarquistas de la época.
Corpus comienza a escribir muy pronto en la prensa republicana de entonces. Su primer artículo en El País, titulado «La soberbia del mercurio», apareció el 4 de agosto de 1906. Años después recordará: «Yo escribía en periódicos como El País, y en todos los periódicos de rebeldía que había entonces. Así empezábamos todos. Azorín me dijo un día que él había estado escribiendo un año entero en El País, sin cobrar, un artículo casi diario, y que son los mejores artículos que ha escrito, en los que ha escrito con más pasión»5. En Los pasos contados también recuerda las características de algunos de sus primeros escritos: «El radical Nakens, no anarquista, pero en España el republicano más cercano a ellos, no quiso publicar en su periódico uno que le llevé, y no por razones políticas, sino por respetabilidad moral»6.
Desde muy pronto, asiste a la tertulia del café de Levante, cuya importancia en la vida cultural española ha sido reconocida por numerosos autores. Según Julio Gómez de la Serna:
«Corpus intervenía, con sus camaradas, en la confección de las ideas más radicales, saturándose de las grandes drogas: música, literatura, política. Allí el espíritu burgués quedaba deshecho, triturado, en el fondo de los vasos de café, de las copas de alcoholes y de las pipas, llenas de carácter. Él conoce desde entonces y como nadie las mejores frases, las mejores anécdotas de los Baroja, de Azorín, de Valle-Inclan»7.
Fue precisamente en Baroja en quien Corpus buscó apoyo y aliento para sus inquietudes literarias:
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