En resumen, es lógico ver en los ejemplos antes descriptos la carencia de valores que impulsen una relación sana con la otredad. Sin ánimos de ser un tratado sobre ética o psicología determinante, es evidente que la comparación numérica especulativa del subconsciente (CoNES) predispondrá a formar un sujeto altamente competitivo y desconfiado, en tanto se relacione con la otredad percibiéndola como un medio para un fin o como una amenaza en la competencia por lograr y mantener vigentes sus objetivos individuales. Se naturaliza así la rivalidad con el entorno en un contexto de supervivencia del más apto o, como se dice vulgarmente, “la ley del más fuerte”, donde solo los más inescrupulosos serán los calificados para tal supervivencia, pues será en esa carencia de escrúpulos donde se recrearán en su esplendor la conveniencia, envidia, manipulación y supremacía enfermiza que buscarán el poder por el poder mismo. Pues el eje del problema es que se educa para competir y rivalizar con el otro, donde ganar o ganar a cualquier costo será la premisa por cumplir. Este estereotipo será funcional solamente al sistema que devora toda probabilidad de cultivar y descubrir la mejor versión de sí misma a la humanidad toda.
En este punto se desdibuja el quién, pasando a ser un qué, es decir un número más que solo forma parte de un sistema estadístico económico con el simple objetivo de que este siga funcionando… ya que este sistema te roba la identidad para luego hacerte creer la fantasía de que solo él otorga la posibilidad de ser alguien y de ese modo recuperar lo que él mismo te robó. Así pues, en esa búsqueda desesperada por lo más natural e inherente a la raza humana, la construcción de la identidad individual, será que dicho sistema consume el fuego interno, la voluntad ardiente que cada individuo posee, haciéndole creer que solo a través de superar a otros en una carrera desenfrenada será posible obtener el premio final. Este no será la realización económica, sino haber alcanzado su verdadera identidad, cumpliendo así con el mandato que se repite desde la infancia que reza “debes estudiar para ser ALGUIEN en la vida”. Mas lo que no se explica claramente es quién es ese alguien al que debe aspirar a convertirse el individuo, es decir, ¿es un alguien realmente libre que construirá su propia identidad individual acorde con sus paradigmas evolutivos?, ¿o un alguien que será el fiel reflejo de los deseos inconclusos de otros?, ¿o una pieza más de la compleja maquinaria del sistema económico y consumista? Esto nos deja ante una situación de despojo de la identidad, ya que, si es un reflejo de las aspiraciones inconclusas de otros, ya no será él mismo; y, si es una pieza del sistema será un algo y no un alguien, por lo que será obvia la cosificación funcional tan naturalizada en estos días. Sin contar que, desde su nacimiento, es un número más a encajar en una estadística estandarizada, donde se deberá hacer todo lo posible por mantener la norma a cualquier costo, siendo ese costo el adoctrinamiento sistemático del pensamiento en función de un sistema económico y productivo para de esta manera ser útil al régimen general que estandariza la competencia despiadada, el individualismo egoísta y el consumismo voraz y codicioso como altos estándares al que todo individuo de bien debe aspirar, premiando a estos con los anhelados estatus burgueses capitalistas.
Así pues, el individualismo extremo basado en la competencia permanente y la percepción errónea que refleja al otro como una amenaza, un rival o un medio para un fin determinado, será el factor clave para fomentar los hábitos deletreos de una sociedad enferma signada por la corrupción y la desigualdad. Una sociedad que emplea todos los medios propagandísticos necesarios basados en las tendencias de consumismo y los datos obtenidos de las diversas redes sociales con el objetivo de volver cómplices silenciosos a todos sus integrantes, ya que la fortaleza de los dominantes estará hecha del silencio de los débiles. Precisamente la ausencia de voz es un reflejo directo de la carencia de pensamiento crítico, pues es necesario que las masas no piensen demasiado para poder manipularlas lo necesario, vendiéndoles arquetipos preelaborados para que los tomen como parte de su identidad propia. El objetivo profundo de dicha manipulación será mantener dividida a la sociedad por medio de cualquier brecha útil para tal fin, siendo indistinto si esta se genera por diferencias políticas, religiosas, étnicas, de género o ideológicas de cualquier tipo. Un perfecto experimento social a tales efectos son las parcialidades deportivas y sus distintos matices de fanatismo como ensayo sociológico, ya que si la sociedad toda le perdiese el miedo a la otredad y aprendiera a trabajar de manera mancomunada y en unión, libertad e igualdad decidirá por sí misma su destino, no dependiendo de la dirección de unos pocos y resultando mucho más difícil su manipulación.
Esta será una de las principales razones por las que el método NEXUS busca fomentar el trabajo común por sobre la competencia cuasi obsesiva, fortaleciendo los lazos de unión que trasciendan las diferencias en pos del bien común. Este método tiene en cuenta la importancia de los paradigmas educativos como entes formativos de perspectivas de pensamiento y predisposición a generar tendencias sociales de interacción constructiva o no, pues es lógico que no se sostiene desde la propuesta del método NEXUS que toda acción viciada por el individualismo y la competitividad estará originada en el sistema educativo y su método de evaluación numérico. Empero sí es posible que afecte la tendencia de percepción del individuo en tanto éxito o fracaso, a la vez que fomente la rivalidad impactando de esta manera en la construcción de la interacción socio afectiva y productiva, dificultando muchas veces la colaboración entre pares de frente a un objetivo colectivo y generando que —en la mayoría de los casos— el móvil sea individualista por sobre el beneficio grupal. Esto resta eficacia a la hora de conseguir resultados en una comunidad con problemas de base compartidos, más como cada quien quiere llevar agua para su molino —como dice el dicho— el río quedará seco y el objetivo final infértil.
De esta manera, con lo ya expuesto hasta el momento en la meditación anterior, es posible describir el escenario del YO post CoNES nocivo, definiéndolo con el nombre de META-INDIVIDUO. Esta construcción del sujeto en tanto individualista extremo de la actualidad tiene como características principales la competencia despiadada, la superficialidad en las relaciones, la idealización de la apariencia y la felicidad, la etiquetación y estigmatización del otro, el exceso de reactividad emocional, las relaciones virtuales ficticias, la reactividad intolerante a la diversidad de opiniones y el fanatismo de las ideas. De esta manera, la otredad comienza a desdibujarse perdiendo así identidad real, pasando a ser un algo aparente y efímero. La problemática radica justo ahí, en la cosificación de la percepción del otro como un algo y ya no un alguien, puesto que es tan ajeno al YO que sería casi imposible percibirlo como parte de o un reflejo inmediato del YO. Esta crisis en la percepción antes mencionada no afecta solo a la otredad, sino además al propio YO en tanto identidad real de sí mismo, porque la identidad propia se construye en parte con la interrelación que cada individuo pudiera tener con la otredad. Más aún, en la medida que concibe a esta como un medio para un fin, a su vez se estará predisponiendo a sí mismo con el mismo perfil utilitario, donde lo importante deja de ser la esencia humana pasando a ser el fin en sí mismo lo relevante: en este caso el producto.
Por lo tanto, lo que obtendremos será un sujeto productivo, dando protagonismo al producto y relegando al sujeto en tanto objeto útil para conseguir el producto. Esto indudablemente causará una crisis identitaria del yo esencial respecto al yo productivo, por el simple hecho de que la esencia de la existencia de ese yo no está constituida en este universo con el solo objetivo de producir y consumir, llevándolo en más de una oportunidad a preguntarse por la verdadera razón de su vida, interrogante conocido actualmente con el nombre de crisis existencial. Dicha crisis, en muchos casos, es tratada como patología o debe ser superada con el objetivo de otorgar la supremacía al yo productivo, confinando al yo esencial al plano de lo quimérico, resultando así en una esclavización del yo esencial por el yo productivo, debilitando la identidad y la esencia de ese individuo.
Читать дальше