Lisa Jackson - Caricias del corazón

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Pensaba que las fuerzas de seguridad no eran lugar para una mujer, pero no iba a tardar mucho en cambiar de opinión
Matt jamás había conocido a una mujer que no sucumbiera al encanto de los McCafferty. Sin embargo, la hermosa Kelly Dillinger, la policía asignada al caso del intento de asesinato de su hermana, demostró ser completamente indiferente a su atractivo. Aunque no se llevaban bien, la actitud profesional y distante de ella hería el orgullo de Matt… y le encendía la sangre.
Cuanto más se resistía Kelly, más decidido estaba él a romper las barreras. De algún modo, la atractiva detective había conseguido quebrar su dura coraza exterior para tocar su alma…

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– Toma, tú puedes hacer el puré de patatas -le dijo Karla a Spencer, mientras tomaba una toallita húmeda y salía corriendo detrás de Aaron para limpiarle la cara.

El niño fue corriendo hacia el salón.

– ¡Yayo! -gritó Aaron, esperando que su abuelo lo protegiera de la obsesión materna por la limpieza.

– Él no te va a salvar.

Eva, la madre de Kelly y Karla, estaba terminando de preparar la cena. El aroma de la carne asada, de las hierbas y del perfume de su madre se mezclaban agradablemente en la cocina.

– Una nunca se aburre cuando estos dos andan por medio.

– Eso va lo veo.

Kelly revolvió cariñosamente el cabello de Spencer y cerró los ojos horrorizada ante el grito que se escuchó en el comedor. A continuación, se lavó las manos y se dispuso a preparar el puré de patatas. Entre el ruido de la batidora, los gritos de Aaron, el sonido del microondas, y el periquito de sus padres, Kelly apenas podía pensar.

– Yo prepararé la salsa -dijo Karla, tras arrojar la toallita a la basura.

– ¿Misión cumplida? -preguntó Kelly mirando a Aaron, que ya parecía estar más calmado. Tenía el rostro completamente limpio, aunque algo rojo.

– Sí, y va a durar un tiempo récord de cinco minutos. Eso si tenemos suerte.

La madre de Kelly soltó una carcajada. Era una mujer menuda, con rizos pelirrojos y una piel de porcelana. Adoraba a sus dos hijos como si fueran regalos de Dios, lo que en realidad era verdad. Era una pena que los niños tuvieran a unos canallas como padres. Seth Kramer y Franklin Anderson eran tan distintos como el día y la noche. Su único rasgo en común era que no eran capaces de hacerse cargo de sus responsabilidades como padres.

– ¿Estamos ya más o menos listos? -preguntó Karla.

Kelly apagó la batidora.

– Creo que sí.

Tardaron otros cinco minutos en llevar todo al comedor, encontrar la trona de Aaron, sentar a los dos niños a la mesa y servir, pero muy pronto Kelly se encontró saboreando un suculento plato de carne asada de cerdo con verduras. Poco a poco, consiguió relajarse. La tensión le iba desapareciendo de los hombros mientras comían y charlaban, tal y como había ocurrido en su infancia, a pesar de que había dos comensales más a la mesa.

– Bueno, ¿qué es todo eso con los McCafferty? -le preguntó su padre-. He leído en los periódicos que se sospecha que haya podido haber algo sucio en ese asunto.

– ¿Acaso no es así siempre? -replicó Kelly.

– Con esa familia, desde luego que sí -apostilló Eva.

– Sí. Efectivamente, son de poco fiar. De eso no hay ninguna duda.

– Amén -comentó Karla, mientras cortaba minúsculos trocitos de carne para su hijo pequeño.

Kelly no realizó comentario alguno. Durante años, el apellido McCafferty había sido equivalente al de Belcebú o Lucifer en el hogar de los Dillinger. Vio que su madre suspiraba suavemente mientras se servía un poco de salsa sobre el puré de patatas.

– Supongo que ahora todo es agua pasada -dijo ella suavemente, pero el dolor de la vieja traición aún resultaba evidente en las líneas de expresión de su rostro.

Ron frunció el ceño.

– Tal vez sí, pero eso no significa que yo tenga que sentir simpatía alguna por ellos.

– John Randall está ya muerto.

– Y espero que se pudra en su tumba.

– ¡Papá! -exclamó Karla, y señaló a sus hijos con la mirada.

– Eso es lo que siento. No hay razón alguna para suavizarlo. A ese hijo de perra no le importaba nadie más que los suyos. No le importó todos los años que tu madre se pasó trabajando para él, dejando pasar otros buenos empleos. La dejó sin trabajo cuando las cosas se pusieron difíciles. ¿Y qué pasó con su pensión? Nada. Eso fue lo que pasó. No hubo pensión alguna. Malas inversiones o borracheras de tal calibre que…

– ¡Papá! -insistió Karla.

– Karla tiene razón. No sirve de nada hablar de estas cosas delante de los niños -afirmó Eva-. Ahora, si alguien me puede pasar la pimienta…

Se dejó de hablar del tema al menos durante la duración de la comida. Su padre incluso volvió a sonreír cuando probó el pastel de merengue que su esposa había preparado.

Después de recoger los platos y cargar el lavavajillas, Ron desafió a los niños a un juego de damas sobre una pequeña mesa que había cerca del fuego. Aaron se subió al regazo de su abuelo y los dos jugaron juntos contra Spencer.

– A los dos les vendría muy bien la figura de un padre -comentó Karla al ver a sus hijos con el abuelo-. Desgraciadamente, lo único que tienen es a papá.

– Los dos tienen padres -le recordó Kelly.

Karla hizo un gesto de impaciencia con sus ojos verdes.

– Venga ya… Lo que tienen es dos tipos que han donado su esperma. Nada más. Madre mía, ¡qué mal elijo a los hombres! Algunas personas tienen problemas para realizar deportes. Yo los tengo para el amor.

– Tú y el resto de las mujeres de este planeta.

– No estoy bromeando. Yo me doy cuenta cuando otra persona está a punto de cometer un error, pero parece que estoy ciega en lo que se refiere a mi elección de hombres.

– O que los miras con buenos ojos.

– Sí, eso también. Tú nunca te arriesgas, Kelly. Es decir, con el amor. En tu carrera sí lo haces.

– Tal vez he estado demasiado ocupada.

– O tal vez simplemente eres más inteligente que yo -comentó Karla con un suspiro-. No te veo cometiendo los mismos errores que yo.

– Te olvidas de que tengo mi profesión. Soy policía -comentó Kelly mientras tomaba su abrigo.

– Y yo también. No me irás a decir que ser esteticista y tener tu propia tienda no cuenta.

– Ni siquiera me atrevería a sugerirlo -comentó Kelly, riendo.

– Bueno, volvamos a ti. ¿Cuándo te vas a olvidar de tu placa el tiempo suficiente para poder enamorarte?

– En cuanto tú dejes a un lado los rulos de la permanente, el champú y las horquillas.

– Qué graciosa.

– Eso me parecía -afirmó Kelly mientras terminaba de ponerse el abrigo.

– Creo que a las dos nos vendría muy bien que Randi McCafferty nos diera consejo. ¿Sabes que escribía una columna para personas solteras? -le preguntó Karla-. Por supuesto que lo sabes… ¿en qué estaba yo pensando? Llevas semanas trabajando en ese caso -añadió. Tomó también los abrigos de sus hijos y se dirigió a la puerta del salón-. Vamos, niños. Ha llegado la hora de marcharse -dijo. Los dos niños protestaron. Karla volvió a dirigirse a su hermana-. Sólo estaba bromeando sobre la columna de Randi McCafferty. Te aseguro que la última persona de la que aceptaría un consejo sería un McCafferty.

– Tal vez no sean todos tan malos como creemos -dijo Kelly mientras se sacaba las llaves del coche del bolsillo.

– ¿No? ¿Significa eso que ahora les están saliendo alas y halos? -replicó Karla-. No lo creo.

Se escuchó un gritó de júbilo en el salón, que significaba que Spencer había ganado a Aaron y a su abuelo. Aaron se echó a llorar, pero por el brillo que había en los ojos de Ron Dillinger, Kelly estuvo segura de que él había dejado que ganara su nieto mayor.

– Vamos, chicos. Ya ha llegado la hora de marcharse -insistió Karla-. Sacarlos de aquí es como extraer un diente.

– ¡No! -gritaba Aaron. Se negaba a moverse del regazo de su abuelo. Por su parte. Spencer se negaba a hacer caso a su madre, fuera lo que fuera lo que ésta hiciera.

Al final, tras una gran pelea, Karla consiguió poner los abrigos, los gorros y los guantes a sus dos hijos.

– Ahora, niños, tenéis que portaros bien -dijo Eva saliendo de la cocina. Le dio un beso a cada uno de los niños y una minúscula chocolatina.

– ¡Seré bueno! -prometió Aaron mientras trataba de quitarse los guantes para comerse el chocolate.

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