Maite Carranza - La Maldición De Odi

Здесь есть возможность читать онлайн «Maite Carranza - La Maldición De Odi» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Maldición De Odi: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Maldición De Odi»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La guerra de las brujas está próxima y la elegida no puede posponer más el momento de empuñar el cetro y destruir a las temibles Odish. Pero Anaíd, que anhela el amor de Roc y del padre que nunca tuvo, que confía en llevar la paz definitiva a las Omar, tendrá que enfrentarse a la traición, al rechazo de los suyos y a la soledad. La maldición de Odi se ha cumplido: la elegida ha incurrido en los errores, ha sucumbido al poder del cetro y hasta los muertos reclaman su tributo. Es el momento de la verdad, de la batalla definitiva entre Omar y Odish.

La Maldición De Odi — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Maldición De Odi», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Anaíd respiró aliviada. Había cumplido su misión. Baalat estaba ya vencida. Tuvo ganas de sonreír, pero aún le faltaba escuchar la decisión sobre su propio destino.

– En cuanto a la vida de Anaíd Tsinoulis, la elegida, los muertos consideramos que las profecías dejan en sus manos el destino futuro de las brujas y debe asumir el poder del cetro. Concedemos pues a Anaíd Tsinoulis la oportunidad de regresar al mundo de los vivos con la condición de que ahora nos ofrezca su inmortalidad y, una vez haya sido cumplida su misión, su vida sea ofrendada a los muertos.

Anaíd tembló. Si bien acababa de conseguir una prórroga, la espada de Damocles se cernía sobre su futuro.

Deméter, sin embargo, intervino:

– ¿Aceptaríais, a cambio de la vida de Anaíd, la de un ser querido?

– Aceptamos una vida de su propia sangre -concedieron tras otro largo silencio.

– ¡No! -gritó Anaíd-. No es justo.

Deméter la reprendió con severidad:

– Pide perdón a los muertos, sus decisiones siempre son justas.

Anaíd recobró la humildad perdida.

– Grandes y sabios miembros del Consejo de Muertos, os pido que no aceptéis ninguna otra vida que la mía. Una vez cumplida mi misión, regresaré aquí con vosotros y permaneceré en vuestro reino para siempre.

Un silencio sepulcral respondió a la petición desesperada de Anaíd. Deméter la corrigió.

– Ruego que no se lo tengáis en cuenta; es demasiado joven e impulsiva.

– Puesto que disentís en la vida que tenéis que ofrendarnos -intervinieron los muertos-, aceptaremos la primera que nos entreguéis.

Anaíd se sintió extrañamente inquieta, pero se abstuvo de objetar nada por miedo a impacientar la infinita paciencia de los muertos. Su secreto sería suyo: sólo ella sabría de su pacto y no permitiría que nadie se inmolara en su lugar.

– Os doy las gracias por vuestra bondad.

Los muertos se congregaron a su alrededor y entonaron un cántico que desgarró las entrañas de Anaíd, pero de su boca no salió un solo quejido. Luego, Anaíd giró sobre sí misma una y mil veces, como una peonza incansable, hasta volver a convertirse en un minúsculo embrión y desaparecer; enseguida el embrión se formó de nuevo y creció y creció vertiginosamente hasta regresar a su forma adulta.

Sucedió en un tiempo sin tiempo.

Y Anaíd volvió a nacer con una sola vida en su haber.

Su cansancio era infinito, aunque se sintió recompensada: volvía a ser una mortal. Había muerto para volver a vivir… ¿Se había cumplido la profecía de Odi? Los muertos dieron sus instrucciones:

– Tú, Deméter, guiarás a tu nieta Anaíd a través de los laberintos de nuestro reino y designarás a un guía para que la acompañe hasta la penumbra del cráter. Como valedora suya, responderás de su compromiso de ofrendarnos una vida.

– Gracias, grandes y generosos dirigentes de los muertos -agradeció Deméter.

Anaíd no sabía si debía permanecer arrodillada, pero cuando sintió la mano de Deméter arrastrándola, se puso en pie y la siguió.

– Rápido -le silbó Deméter al oído.

– ¡¡¡¡No!!! ¡¡¡Dejadme!!! -se oyó resonar en el recinto de la fortaleza-. ¡Soy la gran Baalat, soltadme he dicho!

La voz desgarradora y amenazante de Baalat hizo temblar las rodillas de Anaíd. Su crueldad, su maldad y su ambición habían hecho mucho daño a las Omar y a su propia familia. Bien se merecía ese final.

– ¡¡¡No podéis condenarme a la muerte eterna!!! ¡¡No podéis!!!

Baalat se rebelaba a sabiendas de que las decisiones del Consejo de los Muertos eran irrevocables, y Anaíd se alegró de esa severidad.

A medida que se alejaban oyeron los gritos ahogados e ininteligibles de Baalat, cada vez más desesperados, cada vez más rabiosos.

– Vámonos antes de que la ira de Baalat nos salpique -murmuró Deméter abriendo una puerta de la fortaleza que comunicaba con el exterior.

La voz de Baalat se fue amortiguando. La estaban atando con los cordajes del olvido. Y de pronto, no se la oyó más. La habían amordazado con silencio. Callaría por siempre y su cuerpo no podría regresar nunca jamás a la tierra de los mortales.

Anaíd se mordió los labios y lamentó que eso no hubiera ocurrido mucho antes. Si así hubiera sido, Elena tendría a su niña Diana con ella y muchas otras Omar habrían visto crecer a sus hijas y a sus hermanas.

Los muertos, tan piadosos como justos, habían condenado a perpetuidad a Baalat. Su castigo sería conservar sus deseos de vida, inalcanzables por siempre. Ésa era la peor tortura, ése era su justo castigo.

Anaíd suspiró y salió en compañía de su abuela. Deméter la guió por un pasadizo excavado tras los muros de la fortaleza que descendía un largo trecho y luego se perdía entre húmedas paredes oscurecidas por el tiempo.

– ¿No tendríamos que pasar la laguna? -se extrañó Anaíd.

– La estamos pasando por debajo.

– ¿Por qué?

– Las leyes de los muertos impiden que ningún ser vivo salga por la puerta de nuestra fortaleza. El Cancerbero se ocupa de ello y los muertos se jactan de que sus leyes se cumplen escrupulosamente.

Estaban pues saliendo de aquel lugar, al que Anaíd había prometido regresar, por otra ruta diferente. No cruzaron la gran llanura ni ascendieron los valles que Anaíd descendió. Los caminos del reino de los muertos eran diversos e intrincados y sólo los muertos conocían las formas de atajarlos.

Anaíd sintió un gran cansancio al recordar el horrible y espantoso trayecto que había recorrido para llegar hasta allí. La próxima vez que regresase lo haría sin su cuerpo. La vida era una losa demasiado pesada para arrastrarla.

– Y ahora atiende, Anaíd, tenemos poco tiempo mortal y tendrás que escucharme con atención. Yo he sido tu valedora y he conseguido tu pasaporte hacia el mundo de los vivos, pero ahora deberás asumir la responsabilidad tú sola.

– ¿Qué debo hacer?

– Destruir a Cristine Olav, la dama de hielo.

En el ánimo de Anaíd algo se quebró.

– Pero…

– Ella tiene el cetro de poder. Ella es el último bastión de las brujas Odish. Ése es tu deber como elegida.

Anaíd asintió.

– ¿Y mi naturaleza Odish? ¿La he perdido con la renuncia a mi inmortalidad?

Deméter suspiró.

– No lo sé, puede que aún sientas el deseo del poder y la sangre.

– ¿Y cómo podré vencerlo?

– Ha llegado el momento de que tú domines al cetro y no al revés como ha sucedido hasta ahora.

– Ciertamente me ha dominado -admitió su debilidad-. Con el cetro en mis manos perdía la voluntad.

Deméter la tranquilizó.

– Ahora eres más sabia, más prudente y más generosa. Estás dispuesta a sacrificar la única vida que te queda para conseguir la felicidad ajena. No lo olvides, Anaíd, ésa es la clave para reinar.

Deméter se fue difuminando ante Anaíd.

– Deméter, no te vayas, todavía no.

– Vendrá otro espíritu más antiguo para acompañarte en el último tramo.

– Prométeme que Selene no sabrá nada de mi pacto con los muertos.

– No puedo.

– Abuela, quiero que Bridget me acompañe hasta el confín del mundo de los vivos.

– ¿La bruja Bridget? ¿La Omar del monte Domen?

– Sí. Te lo ruego, abuela, es mi último deseo.

Deméter se desvaneció súbitamente y Anaíd quedó huérfana de compañía y se dio cuenta de lo duro que era estar sola. A los pocos instantes, una voz grave y armónica la sacó de sus tristes ensoñaciones.

– ¿Me has llamado?

Una bellísima mujer con una gran mata de pelo rubio hasta la cintura y larga falda se había manifestado ante ella.

– ¿Eres Bridget? -parpadeó sorprendida Anaíd-. ¿La bruja que lanzó su maldición en el monte Domen?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Maldición De Odi»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Maldición De Odi» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Maldición De Odi»

Обсуждение, отзывы о книге «La Maldición De Odi» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x