— Usted se siente incómodo con el escepticismo científico. Sin embargo, el escepticismo nace porque el mundo es complicado, sutil. La primera idea que se le ocurre a una persona no es necesariamente correcta. La gente es capaz de autoengañarse. Los científicos también. Científicos de renombre han afirmado, en distintas épocas, todo tipo de doctrinas socialmente aborrecibles. Desde luego, también lo han hecho los políticos y prestigiosos líderes religiosos. Me refiero, por ejemplo, a la esclavitud o al racismo de los nazis. Los científicos cometen errores, al igual que los teólogos y que todo el mundo, porque eso es parte de la naturaleza humana. Ustedes mismos lo dicen: «Errar también lo es».
«Por consiguiente, el escepticismo constituye una forma de evitar los errores, o al menos de disminuir las posibilidades de cometerlos. Se ponen a prueba las ideas, se las verifica empleando rigurosos criterios de comprobación. Yo no creo en la existencia de una única verdad, pero cuando se permite la discusión de las distintas opiniones, cuando cualquier escéptico puede practicar un experimento para verificar su teoría allí tiende a surgir la verdad. Esto lo ha experimentado la ciencia en toda su historia. No es un método perfecto, pero sí el único que parece dar resultado.
«Ahora bien. Al observar la religión, me encuentro con multitud de opiniones contrapuestas. Por ejemplo, para los cristianos el mundo tiene una cantidad limitada de años de vida. Según se puede apreciar en la exposición de esa sala algunos cristianos (también judíos y musulmanes) consideran que el universo cuenta con sólo seis mil años de antigüedad. Los hindúes, por el contrario — y hay muchísimos hindúes en el mundo — piensan que el universo es infinitamente antiguo, con infinito número de creaciones y destrucciones subsidiarias. No puede ser que ambos grupos tengan razón. O el mundo tiene una cierta cantidad de años, o bien es infinitamente antiguo. Los amigos suyos de ahí — señaló con un gesto a los empleados del museo que se hallaban cerca de «El Error de Darwin» — deberían ponerse a estudiar a los hindúes. Dios parece haberles revelado a ellos algo distinto que a ustedes. Pero ustedes sólo hablan consigo mismos.
«¿No se me estará yendo la mano?», se preguntó. — Las principales religiones de la tierra se contradicen unas a otras, y no todas pueden ser correctas. ¿Y si estuvieran todas equivocadas? Es una posibilidad. Su obligación es preocuparse por la verdad, ¿no?
Bueno, la forma de analizar ideas tan dispares, es ser escéptico. Yo no me considero más escéptica acerca de sus principios religiosos de lo que lo soy respecto de cada nueva idea científica con que me cruzo. Pero en mi profesión, se las denomina hipótesis, no revelación ni inspiración.
Joss se movió inquieto en su asiento, pero fue Rankin quien respondió.
— Son innumerables las revelaciones, las predicciones que hace Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento, que resultaron confirmadas. La venida del Salvador se anticipa en Isaías, capítulo cincuenta y tres y en Zacarías, capítulo catorce. En Miqueas, capítulo cinco se vaticina el nacimiento de Cristo en Belén. Que Él procedería de la familia de David se anuncia en Mateo, capítulo uno y…
— En Lucas, pero eso tendría que ser una vergüenza para usted, por tratarse de una profecía no cumplida. Mateo y Lucas le asignan a Jesús genealogías distintas, y lo peor es que remontan el linaje de David a José, no de David a María. ¿O acaso usted no cree en Dios Padre?
Rankin prosiguió serenamente. ¿Sería que no le había entendido?
— …la predicación y el padecimiento de Jesús se predicen en Isaías, capítulo cincuenta y dos y cincuenta y tres, y en el Salmo Veintidós. En Zacarías, capítulo once se dice que el Señor iba a ser traicionado por treinta monedas de plata. Si usted es sincera, no puede negar las pruebas de tantas profecías cumplidas.
«Además, la Biblia también habla para nuestro tiempo. Israel y los árabes, Rusia y los Estados Unidos, la guerra nuclear… todo figura en la Biblia. Cualquier persona sensata lo ve, sin necesidad de ser profesor universitario.
— Lo que pasa — replicó Ellie — es que ustedes tienen un problema de imaginación.
Casi todas esas predicciones son vagas, ambiguas, imprecisas, abiertas al engaño.
Puede interpretárselas de muchas maneras. Ustedes esquivan hasta las más directas, como por ejemplo la promesa de Jesús de que el Reino de Dios vendría durante la vida de algunas personas que integraban su auditorio. Y no me diga que el Reino de Dios está dentro de mí. Esa gente tomaba sus palabras de modo literal. Ustedes sólo citan los pasajes que creen ver cumplidos, y descartan el resto. Además, no se olvide de que había una tremenda necesidad de ver realizadas las profecías.
«Trate de imaginar que su dios — omnipotente, omnisciente, bondadoso — realmente quisiera dejar una señal para las futuras generaciones, para que pudieran confirmar su existencia… digamos los remotos descendientes de Moisés. Sería muy fácil. Bastarían unas pocas frases enigmáticas y la estricta orden de que se transmitieran sin modificación…
Joss se inclinó hacia delante en forma casi imperceptible.
— ¿Como por ejemplo?
— Por ejemplo, «El Sol es una estrella». O «Marte es un lugar descolorido, con desiertos y volcanes, igual que el Sinaí». O «Un cuerpo en movimiento tiende a permanecer en movimiento». O… — rápidamente escribió unos números en anotador —, «La Tierra pesa un millón de millones de millones de millones de veces de lo que pesa un niño». O… veo que ustedes dos tienen problemas con la relatividad especial, que todos los días se ve confirmada por los aceleradores de partículas y los rayos cósmicos… También podría ser «No viajarás más rápido que la velocidad de la luz.» Cualquier cosa que no pudieran haber sabido hace mil años.
— ¿Algún otro ejemplo? — preguntó Joss.
— Bueno, hay infinidades… al menos, uno por cada principio de la física. Veamos…
«Hasta en la más pequeña de las piedras se esconde luz y calor.» O si no, algo referente a la biología. — Señaló con la cabeza a Der Heer, quien parecía estar cumpliendo una promesa de no abrir la boca —: ¿Qué opina de «Dos hebras entrelazadas constituyen el secreto de la vida»?
— Ésa es interesante — dijo Joss —. Usted se refiere, por supuesto, al ADN. ¿Conoce el símbolo de la medicina? Se llama «caduceo». Los médicos del ejército suelen usarlo en la solapa: son dos serpientes entrelazadas. Una perfecta hélice doble. Desde la antigüedad, ha sido siempre el símbolo de la preservación de la vida. ¿No es ésta precisamente la clase de conexión que me sugiere?
— Bueno, a mí siempre me pareció una espiral, no una hélice, pero si hay suficientes símbolos, profecías, mitos y folklore, alguno de ellos va a coincidir en algún momento con cierta teoría científica sólo por casualidad. Reconozco que no estoy segura. A lo mejor usted tiene razón, y el caduceo es un mensaje de Dios. Por supuesto no se trata de un emblema cristiano ni de ninguna de las principales religiones de la actualidad. Supongo que no querrá sostener que los dioses les hablaban sólo a los antiguos griegos. Lo que yo digo es que, si Dios quería enviarnos un mensaje y la única forma que se le ocurría era mediante los escritos de la antigüedad, podría haberlo hecho mejor. Además, no tenía necesidad de limitarse a esos escritos. ¿Por qué no hay un crucifijo gigantesco que gire alrededor de la Tierra? ¿Por qué la superficie de la Luna no está cubierta con los diez mandamientos? ¿Por qué Dios tiene que ser tan claro en la Biblia y tan oscuro en el mundo?
Desde hacía unos instantes Joss estaba listo para responder, con una expresión de genuino placer en el rostro, pero era tal el entusiasmo que manifestaba Ellie con su fárrago de palabras, que quizá le pareció una descortesía interrumpirla.
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