Robert Silverberg - Muero por dentro

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Muero por dentro: краткое содержание, описание и аннотация

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Muero por dentro es un clásico de referencia y una de las más inspiradas historias de su autor: en ella aborda un tema tan clásico como es la telepatía de manera sutil, ahondando en el lado oscuro del ser humano, rebosa soledad, devastación interior y sensibilidad.
Nombrado para el premio Nebula a la mejor novela en 1972.
Nombrado para el premio Hugo a la mejor novela en 1973.
Nombrado para el premio Locus en 1973.

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¡Dios mío! ¡Qué mierda! Mierda, mierda, mierda. Esto es terriblemente asqueroso. No sirve absolutamente para nada. ¿Podría haber escrito Yahya Lumumba semejante basura? Desde la primera hasta la última palabra se nota la falta de autenticidad. ¿Qué mierda le importa la tragedia griega a Yahya Lumumba? ¿Qué mierda me importa a mí? ¿Qué significa Hécuba para él o él para Hécuba para que tenga que llorar por ella? Romperé esto y empezaré de nuevo. Lo escribiré al estilo negro, le daré ese viejo ritmo africano. Que Dios me ayude a pensar en negro. Pero no puedo. No puedo. No puedo. Santo Dios, siento ganas de vomitar. Creo que me está subiendo la fiebre. Espera, a lo mejor un poco de marihuana me sirva de algo. Sí. Volemos un poco y probemos de nuevo. Un poquito de yerba. Ponle algo de sentimiento negro, viejo. Blanco estúpido, judío de mierda, ponle sentimiento, ¿me oyes? Está bien, vamos. Está el tipo ese, Agamenón, un tipo importante que jodía a todo el mundo, ¿no? Era El Hombre, pero terminaron jodiéndolo a él. Su mujer, Clitemnestra, estaba liada con ese asqueroso hijo de puta de Egisto, y un día le dice, amorcito, ¿qué te parece si liquidamos al viejo Aggie?, tú y yo, y entonces tú serás rey—¿no te alucina ser rey?—. Eso haremos y lo pasaremos fenomenalmente. Aggie estaba en el Vietnam dirigiendo todo el circo, pero tiene un permiso y vuelve a casa y, antes de darse cuenta de lo que pasa, le clavan un puñal, le hacen un buen agujero, y ahí se acaba todo para él. También está esa puta loca de Electra, ¿entienden?, la hija del viejo Aggie. Le da un ataque cuando matan a su padre, así que le dice a su hermano, que se llama Orestes, le dice, escucha Orestes, quiero que acabes con esos dos hijos de puta, quiero que no quede ni rastro de ellos. Dado que Orestes había estado ausente de la ciudad durante un tiempo, no estaba muy al tanto de la cosa, pero…

¡Sí, eso es, viejo! ¡Estás captando cómo se hace! Ahora ponte a explicar el uso que hace Eurípides del deus ex machina y las virtudes catárticas de la técnica dramática realista de Sófocles. Seguro. Qué judío estúpido eres, Selig. Qué judío estúpido.

15

Aunque traté de mostrarme amable, afectuoso y bueno con Judith, el odio siempre se interpuso entre nosotros. Me decía a mí mismo: es mi hermanita, mi única hermana, debo quererla más. Pero el amor no es algo que se pueda forzar. No se le puede inventar sólo a partir de buenas intenciones. Pero lo cierto es que mis intenciones nunca fueron tan buenas. Desde el principio la consideré como una rival. Yo era el primogénito, el difícil, el inadaptado. Se suponía que yo era el centro de todo. Al menos esos fueron los términos de mi pacto con Dios: soy diferente y por ello debo sufrir, pero como compensación el universo entero girará a mi alrededor. Suponían que el bebé que trajeron a casa iba a ser una ayuda terapéutica que contribuiría a mejorar mi relación con la raza humana. Ese fue el trato: se suponía que ella no iba a tener realidad independiente como persona, que no iba a tener su propias necesidades, que no iba a exigir nada que no iba a acaparar el amor de ellos. Iba a ser siempre un objeto, un mueble más. Pero no fui tan tonto como para creérmelo. Cuando la adoptaron yo tenía diez años, ¿recuerdan? Y a los diez años no era ya ningún tonto. Sabía que mis padres, al no sentirse ya obligados a dirigir exclusivamente toda su preocupación por su misteriosamente serio perturbado hijo, con gran alivio no tardarían en trasladar su atención y su amor —sí, especialmente su amor— a esa otra criatura mimosa y sin complicaciones. Ella sería el centro, ocuparía mi lugar; yo me convertiría en un peculiar artefacto caído en desuso. No pude evitar sentirme dolido por eso. ¿Me culpan por haber tratado de matarla en la cuna? Creo que no les resultará difícil comprender el origen de la frialdad con que me trató durante toda su vida. A estas alturas no voy a presentar ninguna defensa. El ciclo de odio comenzó en mí. En mí, Jude, en mí, en mí, en mí. Aunque si hubieras querido, con amor, lo habrías podido romper. Pero no lo quisiste.

En mayo de 1961, un sábado por la tarde fui a la casa de mis padres. En aquel entonces no los visitaba con excesiva asiduidad, a pesar de que vivía a veinte minutos de allí. Era independiente y distante, y estaba fuera del círculo familiar. Sentía un enorme rechazo hacia cualquier cosa que supusiera una atadura. En primer lugar sentía una manifiesta hostilidad hacia mis padres: después de todo, fueron sus caprichosos genes los que me hicieron llegar al mundo de este modo. Y además, estaba Judith, de cuyo desprecio ya me estaba cansando: ¿acaso necesitaba más? Así pues, durante semanas y meses enteros permanecí alejado de ellos, hasta que no pude soportar por más tiempo las melancólicas llamadas telefónicas de mi madre, hasta que el peso de mi culpa pudo más que mi resistencia.

Cuando llegué me alegró saber que Judith aún estaba en su habitación, durmiendo. ¿A las tres de la tarde? Según dijo mi madre, la noche anterior había salido y regresado muy tarde. Judith tenía dieciséis años y supuse que habría ido a un partido de baloncesto en la escuela, acompañada por algún chico flaco, con la cara llena de granos, y luego habrían ido a beber alguna cosa. Duerme bien, hermana, no te despiertes. Pero, por supuesto, el hecho de que ella no estuviera allí me puso en confrontación directa y desprotegida con mis tristes y agotados padres. Mi madre, dulce y frágil; mi padre, cansado y amargo. Recuerdo que durante toda mi vida no dejaron de empequeñecer; ahora parecían más pequeños aún; parecían estar a punto de desaparecer.

Nunca había vivido en este apartamento. Durante años, Paul y Martha lucharon por mantener una vivienda de tres habitaciones demasiado cara para ellos, sólo por el hecho de que Judith y yo no podíamos compartir el mismo cuarto cuando ella dejó de ser una niña. Cuando me matriculé en la universidad y alquilé un cuarto cerca de allí, ellos se mudaron a un apartamento más pequeño y mucho más barato. El cuarto de ellos quedaba a la derecha del vestíbulo, el de Judith a la izquierda, al final de un largo pasillo, después de la cocina. Nada más entrar en el apartamento había una sala en la que, sentado, mi padre estaba hojeando el Times sin prestar demasiada atención. En estos días se limitaba a leer el diario, aunque alguna vez su mente había sido más activa. Él mismo emanaba una débil y opaca sensación de fatiga. Por primera vez en su vida, estaba ganando bastante dinero; de hecho, terminaría siendo bastante rico. Sin embargo, se había amoldado a la psicología del hombre pobre: pobre Paul, eres un fracasado, merecías mucho más de la vida. Mientras pasaba las hojas, miré al diario a través de su mente. Ayer Alan Shepard había realizado su memorable vuelo suborbital, la primera aventura espacial tripulada de los Estados Unidos. EE.UU. LANZA AL HOMBRE A 185 KILOMETROS DE LA TIERRA, se leía en un titular a toda página. SHEPARD ACCIONA LOS CONTROLES DESDE LA CAPSULA, INFORMES POR RADIO EN UN VUELO DE 15 MINUTOS. Busqué algún modo de conectarme con mi padre.

—¿Qué te pareció el viaje espacial? —le pregunté—. ¿Oíste las transmisiones de radio?

Se alzó de hombros.

—¿A quién diablos le importa? Es una locura. Un disparate. Una pérdida de tiempo y dinero para todos.

ISABEL VISITA AL PAPA EN EL VATICANO. El gordo Papa Juan, con el aspecto de un rabino bien alimentado. JOHNSON SE REUNE CON GOBERNANTES EN ASIA PARA DISCUTIR EL USO DE TROPAS NORTEAMERICANAS. Siguió hojeando el diario, salteándose las páginas. SE PIDE LA AYUDA DE GOLDBERG CON LOS COHETES. KENNEDY FIRMA LA LEY DE SALARIOS MINIMOS. No hay nada que le produzca alguna impresión especial, ni siquiera KENNEDY PROCURA REDUCIR LOS IMPUESTOS SOBRE LOS RÉDITOS. Se demora un poco más en la sección deportiva. Una débil señal de interés. EL BARRO CONVIERTE A CARRY BACK EN EL FAVORITO DE LA 57ª CARRERA DE KENTUCKY QUE SE CELEBRARA HOY. LOS YANKS SE ENFRENTAN A LOS ANGELS EN EL PRIMER PARTIDO DE LA SERIE DE 3 ANTE 21.000 ESPECTADORES EN LA COSTA.

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