• Пожаловаться

Robert Silverberg: Muero por dentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: Muero por dentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1988, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Robert Silverberg Muero por dentro

Muero por dentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muero por dentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Muero por dentro es un clásico de referencia y una de las más inspiradas historias de su autor: en ella aborda un tema tan clásico como es la telepatía de manera sutil, ahondando en el lado oscuro del ser humano, rebosa soledad, devastación interior y sensibilidad. Nombrado para el premio Nebula a la mejor novela en 1972. Nombrado para el premio Hugo a la mejor novela en 1973. Nombrado para el premio Locus en 1973.

Robert Silverberg: другие книги автора


Кто написал Muero por dentro? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Muero por dentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muero por dentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En 1968 estaba viviendo cerca de Columbia, en una residencia miserable de la calle Ciento Catorce, donde tenía una habitación mediana, además del derecho a usar el cuarto de baño y la cocina, con cucarachas, sin cargo alguno. Era el mismo lugar en el que había vivido durante mis dos últimos años en la Universidad, 1955-56. Por aquel entonces el edificio ya estaba venido a menos, y cuando al cabo de doce años regresé, se había convertido en un lugar repugnante —el patio estaba tapado de agujas hipodérmicas rotas de modo que el patio de otro edificio podía estar cubierto de colillas de cigarrillos—; pero tengo la extraña costumbre, un poco masoquista tal vez de no olvidar momentos de mi pasado, por muy desagradables que hayan sido, y cuando necesité un lugar para vivir elegí ése. Además, era barato —14,50 dólares por semana— y debía estar cerca de la Universidad por el trabajo que estaba realizando, la investigación de un libro sobre Israel. ¿Me siguen todavía? Les estaba contando lo de mi primer viaje con ácido, que en realidad fue el viaje de Toni.

Durante casi siete semanas —unos días de mayo, todo junio y parte de julio— habíamos compartido nuestra ruinosa habitación, los buenos y los malos momentos, en medio de olas de calor, peleas y reconciliaciones. Había sido un tiempo feliz quizá el más feliz de mi vida. La quería y creo que ella también me quería. No he tenido demasiado amor en mi vida. No lo digo para que se compadezcan de mí, es simplemente la serena y objetiva expresión de un hecho. La naturaleza de mi condición disminuye mi capacidad de amar y ser amado. Un hombre en mis circunstancias, completamente expuesto a los pensamientos más íntimos de todos los que lo rodean, en verdad que no va a sentir una gran cantidad de amor. No sabe dar amor porque no confía demasiado en sus semejantes: conoce demasiados secretos sucios, y eso mata sus sentimientos hacia ellos. Incapaz de dar, tampoco puede recibir. Su alma, endurecida por el aislamiento y por no poder entregarse a los demás, se vuelve inaccesible y, por lo tanto, no resulta fácil que otros lo amen. El círculo se cierra y él queda atrapado adentro. Sin embargo, quise a Toni, tuve especial cuidado de no mirar demasiado hondo dentro de ella, y no dudaba de que mi amor era correspondido. De todos modos, ¿qué define el amor? Preferíamos la mutua compañía a la compañía de cualquier otro. Nos excitábamos recíprocamente de todas las formas imaginables. Jamás nos aburríamos. Nuestros cuerpos reflejaban la cercanía de nuestras almas: jamás dejé de tener una erección, a ella jamás le faltó lubricación, el acto sexual nos conducía a ambos al éxtasis. A estas cosas yo las llamaría parámetros del amor.

El viernes de nuestra séptima semana, cuando Toni regresó de la oficina, traía dos cuadraditos de papel secante blanco en el bolso. En el centro de cada cuadrado había una débil mancha azul verdosa. Durante unos instantes observé detenidamente esos cuadraditos sin entender nada.

—Ácido —dijo por fin.

—¿Ácido?

—Ya sabes, LSD. Me los dio Teddy.

Teddy era su jefe, el jefe de redacción. LSD, sí, sabía lo que era. Había leído lo que en 1957 escribió Huxley sobre la mescalina. Estaba fascinado y tentado. Durante años había soñado con vivir una experiencia psicodélica; en una ocasión incluso intenté ofrecerme como voluntario para un programa de investigación sobre el LSD en el Centro Médico de Columbia. No tuve suerte, me presenté demasiado tarde. Luego, cuando la droga se puso de moda, comenzaron a oírse toda clase de espantosas historias sobre suicidios, psicosis y malos viajes. Conociendo mi vulnerabilidad, decidí que lo más prudente era dejar el ácido para otros. No obstante mi curiosidad al respecto persistía. Y ahora esos cuadraditos de papel secante en la palma de la mano de Toni.

—Se supone que es dinamita —me dijo—. Pura totalmente, calidad de laboratorio. Teddy ya viajó con una tira de esta banda y dice que es muy suave, muy pura, nada de velocidad o basuras como ésa. Pensé que mañana podríamos pasar el día viajando y dormir el domingo para reponernos.

—¿Los dos?

—¿Por qué no?

—¿Te parece prudente que ambos estemos fuera de juicio a la vez?

Me miró con extrañeza.

—¿Crees que el ácido lo pone a uno fuera de juicio? —preguntó.

—No lo sé. Oí un montón de historias alarmantes.

—¿Nunca viajaste?

—No —dije—. ¿Tú sí?

—Bueno, no. Pero observé a varios amigos míos mientras lo hacían.

Esto me recordó la vida que había llevado antes de conocernos, y sentí un dolor agudo.

—No pierden el juicio, David. Llegan a una especie de máximo frenesí que dura aproximadamente una hora, en la que las cosas a veces se mezclan un poco, pero básicamente alguien que está viajando permanece allí sentado tan lúcido y sereno como… bueno, Aldous Huxley. ¿Puedes imaginar a Huxley perdiendo el juicio? ¿Farfullando, babeando y destrozando muebles?

—¿Pero qué me dices del tipo que mató a su suegra mientras estaba bajo los efectos del ácido? ¿Y la chica que saltó por una ventana?

Toni se alzó de hombros.

—Eran inestables —dijo con arrogancia—. Quizá lo que realmente buscaban era el asesinato o el suicidio, y el ácido sólo les dio el empujón que necesitaban para hacerlo. Pero eso no quiere decir que ni tú ni yo lo haríamos. O quizá se excedieron en la dosis o el ácido estaba mezclado con alguna otra droga. ¿Quién sabe? Esos son un caso entre un millón. Tengo amigos que han viajado cincuenta, sesenta veces, y jamás tuvieron un problema.

Parecía impaciente conmigo. Había un tono condescendiente y admonitorio en su voz. La estima que sentía por mí parecía haber disminuido considerablemente debido a mis vacilaciones de solterón; estábamos en los umbrales de una verdadera discusión.

—¿Qué te pasa, David? ¿Te da miedo viajar? —inquirió.

—Cuando no sabemos a dónde nos va a llevar el ácido, creo que no es prudente que ambos viajemos a la vez, eso es todo.

—Viajar juntos es el acto de amor más grande que pueden realizar dos personas —me dijo.

—Pero es un acto peligroso. No sabemos qué ocurrirá. Mira, puedes conseguir más ácido si quieres, ¿verdad?

—Supongo que sí.

—Muy bien. Hagamos las cosas de manera ordenada, paso por paso. No hay prisa. Viaja tú mañana y yo te observaré. Yo viajaré el domingo y tú me observarás. Si a ambos nos gusta lo que el ácido les hace a nuestras cabezas, la próxima vez podemos viajar juntos. ¿De acuerdo, Toni? ¿De acuerdo?

No estaba de acuerdo. Estaba a punto de hablar, de formular un argumento, una objeción; pero también la vi contenerse, echarse atrás, reconsiderar su posición y decidir no hacer de aquello un tema de discusión. Aunque en ningún momento le leí la mente, por los gestos de su cara pude ver con toda claridad y evidencia cuáles eran sus pensamientos.

—De acuerdo —dijo con voz suave—. No vale la pena que discutamos por esto.

El sábado por la mañana se saltó el desayuno (le habían dicho que viajara con el estómago vacío) y, cuando yo terminé el mío, durante un rato permanecimos sentados en la cocina con uno de los cuadrados de papel secante colocado inocentemente sobre la mesa, entre nosotros. Simulamos que no estaba allí. Toni parecía algo tensa; no supe si le molestaba que hubiera insistido en que viajara sola o si, ahora que estaba a punto de hacerlo, le preocupaba la idea de viajar. Apenas hablamos. Llenó un cenicero con un montón deprimente de cigarrillos a medio fumar. De vez en cuando sonreía nerviosamente; también de vez en cuando le tomaba la mano y le sonreía para alentarla. Mientras se desarrollaba esta conmovedora escena, entraron y salieron varios de los inquilinos con los que compartíamos la cocina de la residencia. Primero Eloise, la prostituta negra de piel lustrosa. Luego la señorita Theotokis, la enfermera de rostro ceñudo que trabajaba en el St. Luke’s. El señor Wong, el misterioso chino bajo y regordete que siempre se paseaba en ropa interior. Aitken, el aplicado estudiante de Toledo, y su compañero de cuarto, Donaldson, un drogadicto de aspecto cadavérico. Algunos hicieron un gesto con la cabeza a modo de saludo, pero ninguno dijo nada, ni siquiera “Buenos días”. En este lugar era de lo más correcto comportarse como si los vecinos fueran invisibles. La vieja y maravillosa tradición neoyorquina.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muero por dentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muero por dentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Robert Silverberg: Sadrac en el horno
Sadrac en el horno
Robert Silverberg
Ursula Le Guin: Tehanu
Tehanu
Ursula Le Guin
Ángeles Caso: Contra El Viento
Contra El Viento
Ángeles Caso
Rafael Sabatini: Scaramouche
Scaramouche
Rafael Sabatini
Отзывы о книге «Muero por dentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Muero por dentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.