Barker alzó con impaciencia los ojos hacia Hawks.
—Todo eso es mierda. ¿Es la cucaracha más feliz por ello? ¿Consigue algo? ¿Logra escapar de algo? ¿Comprenden las otras cucarachas lo que está haciendo y establecen una colecta para mantenerla mientras pierde el tiempo? Una cucaracha inteligente caminaría alrededor de la lata, doctor, y viviría su vida satisfecha.
—Cierto —aceptó Hawks—. Adelante. Márchese ahora.
—¡No hablaba de mí! Me refería a usted. —Barker miró alrededor del laboratorio. Alzó la vista hasta los instrumentos que había en las galerías—. Hay un montón de gente aquí. Todos por usted. Supongo que eso ha de ser muy satisfactorio. —Se pasó la carpeta bajo un brazo y permaneció con las manos en los bolsillos y la cabeza ladeada mientras hablaba sin rodeos a la cara de Hawks—. Hombres, dinero, energía…, todos entregados al eminente doctor Hawks y sus preocupaciones. Me parece que otras cucarachas han hecho una colecta.
—Si lo mira de esa forma —repuso Hawks inexpresivamente—, es como simplificarlo. Y explica la razón por la que sigo enviando hombres a esa formación. Complace a mi ego el ver la muerte de hombres siguiendo mis órdenes. Ahora es su turno. Vamos, Lancelot…, su armadura le espera. ¿No oye el sonido de las trompetas? ¿Qué es esto…? —Tocó una mancha de lápiz de labios alrededor de un moretón en un costado del cuello de Barker—. ¿Los favores de una dama? ¿De quién es el corazón que se romperá hoy si usted es desmontado?
Barker le apartó bruscamente la mano.
—El corazón de una cucaracha, doctor. —Su entrenado rostro mostró una sonrisa horrible y reminiscente—. El corazón frío, frío de una cucaracha.
Barker yacía en el interior de su traje, con los brazos extendidos a los costados. Hawks le había pedido al equipo de la Marina que se alejara de la mesa. Entonces dijo con voz suave:
—Morirá, Barker. Quiero que renuncie a toda esperanza. No existe ninguna.
—Ya lo sé, doctor —comentó Barker.
—Le dije que moriría una y otra vez. Y lo hará. La de hoy sólo será la primera vez. Si retiene su cordura se encontrará bien…, salvo que tendrá el recuerdo de su muerte, y el conocimiento de que mañana habrá de volver a morir.
—De otra forma insospechada. Ya me lo ha contado antes. —Barker suspiró—. De acuerdo, doctor…, ¿cómo piensa hacerlo? ¿Qué ínfima magia va a utilizar?
Se sentía notablemente tranquilo; del mismo modo en que se había enfrentado a Sam Latourette. Su expresión casi era apática. Sólo los ojos negros, con las pupilas muy dilatadas, mostraban vida en su rostro.
—Habrá dos Al Barker —explicó Hawks—. Cuando sea explorado, la señal que le describa no sólo será enviada al receptor de la Luna, sino también al que hay aquí en el laboratorio. La señal del receptor del laboratorio se guardará en una cinta de una consola de freno hasta que la señal del duplicado haya alcanzado la Luna. Entonces, los dos receptores darán resolución a un Barker. Establecimos este sistema de operación tan pronto como comprendimos que no había esperanza alguna para el voluntario de la Luna. Ello significa que, en lo que concierne a la Tierra, el voluntario no muere. Ha funcionado a la perfección en cada ocasión.
Barker le miró con gesto paciente.
—Fue concebido como una especie de seguro de vida —continuó laboriosamente Hawks, mientras le temblaba el labio superior—. Y le salvará la vida. El Barker L, en la Luna, morirá. Pero el Barker T, aquí en la Tierra, en el laboratorio, será extraído de su traje, y ése será usted, y podrá, si retiene su capacidad para recordar de forma coherente, y para racionalizar, ir a casa esta noche como si sólo hubiera transcurrido otro día de su vida. Y únicamente usted —dijo, con la mirada fija más allá de la superficie del cráneo de Barker—, que está en la Luna y me recuerda hablándole ahora, sabrá que es el desafortunado, el Barker L, y que un extraño ha ocupado su puesto en el mundo. —Los ojos se clavaron en el Barker que yacía en el traje—. Otra persona abrazará a Claire esta noche. Otra persona conducirá su coche y beberá su whisky. Usted no será el Barker que yo conocí en su casa. Ese hombre desaparecerá. Sin embargo, ningún Barker ha conocido aún la muerte…, ningún Barker habrá tenido que ir a un lugar del que no existe el regreso. Usted puede salir de ese traje en este momento, Barker, y abandonar todo ahora. Yo lo haría.
Observó al hombre con intensidad.
Al cabo de un momento, la boca de Barker se abrió en una risa mortal y silenciosa.
—Oh, vamos, doctor —comentó—. No cuando ya casi oigo la música.
Hawks se llevó las manos a la espalda, fuera de su vista.
—Muy bien. Entonces, queda una última cosa. Cuando comenzamos a emplear esta técnica, descubrimos que el voluntario T mostraba síntomas de confusión momentánea. Se comportaba, a pesar de que se hallaba a salvo en el laboratorio, como si fuera el voluntario L en la Luna. Este período de confusión duraba sólo unos momentos, y se transformaba rápidamente en comprensión. Dejamos a un lado ese fenómeno como una de las cosas que debíamos relegar ahora y reservar para analizarla cuando se solucionaran los problemas urgentes. Muchas cosas se han dejado a un lado de esa forma. Sin embargo, recibimos informes del equipo de la base lunar de que el voluntario L perdía tiempo de un modo inexplicable…, de que quedaba como desorientado durante varios segundos después de formarse en el receptor. Quizá se debiera a algún daño cerebral, tal vez a algo distinto…, por entonces no lo sabíamos, aunque se trataba de algo nuevo, y hacía que el voluntario perdiera un tiempo efectivo.
»Ése era un problema urgente. Lo solucionamos cuando tomamos en consideración el hecho de que por primera vez en el universo, tal como nosotros lo conocemos, dos cerebros idénticos coexistían en él, y en el mismo período de tiempo. Se nos hizo evidente, a pesar de que algunos de nosotros no deseábamos aceptar esa conclusión, que los cuatrocientos millones de kilómetros de distancia que los separaban no eran un impedimento de importancia para sus pensamientos, como no lo sería el trazo de una línea en el sendero de un viajero. Puede llamarlo como quiera, telepatía si lo desea, sin importar lo que sienta cuando algo se incluye en una nomenclatura científica.
Una momentánea expresión de leve desagrado brotó en su rostro.
—Claro que no tenían ninguna posibilidad para establecer una verdadera comunicación. Casi al instante, los dos cerebros dejaban de ser idénticos. Los dos voluntarios recibían muy diferentes impresiones sensoriales y las grababan en sus células cerebrales individuales. En unos pocos segundos, las dos mentes se distanciaban enormemente, y la hebra, desgastada, se desenroscaba y rompía. L y T ya no eran el mismo hombre. Y nunca, ni siquiera en aquel primer instante, fueron capaces simplemente de «hablar» el uno con el otro en el sentido de transmitirse mensajes de uno a otro lado como si fueran telegramas. Me parece que esa especie de comunicación objetiva y sin compromiso no será posible nunca. Ser capaz de leer la mente de un hombre es ser capaz de ser ese hombre…, estar donde está él, vivir lo que sea que viva. Hasta en este caso especial que nos atañe, los dos hombres únicamente pueden, durante un momento moribundo, creer que son una sola mente.
Hawks miró a su alrededor. Gersten le observaba pacientemente, aunque sin hacer nada, ya que había completado todos los preparativos. Hawks asintió con gesto ausente y volvió a fijarse en Barker.
—Comprendimos —conluyó— que aquí disponíamos de los medios potenciales de observar exhaustivamente a un hombre en el interior de la formación lunar. De modo que ésa es la razón por la que establecimos las circunstancias de las emisiones a la Luna de la forma en que lo hemos hecho. Barker L cobrará resolución en la Luna, donde los aparatos de bloqueo sensorial de su armadura dejarán de ser operativos debido a que se encuentran fuera del alcance de nuestros controles bajos de energía de aquí. Despertará de la anestesia y podrá moverse y observar con normalidad. Sin embargo, el Barker T de aquí, seguirá bajo nuestro control. No recibirá ningún estímulo externo mientras yazca aislado en su traje. Su mente se verá libre del entorno de este laboratorio, y aceptará lo que sea que entre en ella. Y sólo podrá recibir lo que haya en la mente de Barker L.
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