Ira Levin - Las poseídas de Stepford

Здесь есть возможность читать онлайн «Ira Levin - Las poseídas de Stepford» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1995, ISBN: 1995, Издательство: Plaza y Janés, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las poseídas de Stepford: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las poseídas de Stepford»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la apacible y bucólica ciudad de Stepford las mujeres están poseídas por algo extraño, dificil de precisar, pero que en todo caso las induce a guardar una conducta sorprendentemente ejemplar. Por su parte, los maridos también observan un comportamiento intachable. Nadie se explica los motivos de unas vidas tan modélicas. Johanna, recién llegada a Stepford con su marido y sus hijos, decide investigar el enigma, sin imaginar que se verá atrapada en una pesadilla escalofriante… Las Poseídas de Stepford es una novela tan original como sobrecogedora, un nuevo hito en la producción del autor de la célebre La Semilla del Diablo.

Las poseídas de Stepford — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las poseídas de Stepford», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Los haces de las linternas se balancearon, se movieron más despacio y se concentraron sobre ella, con una irradiación cegadora.

— ¡Váyanse! —gritó Joanna, cubriéndose los ojos.

La luz se atenuó.

—Apáguenlas. No vamos a hacerle daño, Mrs. Eberhart —dijo una voz.

—No tenga miedo, somos amigos de Walter —dijo otra.

La luz se apagó; ella bajó la mano.

—Y amigos suyos, también. Yo soy Frank Roddenberry. Usted me conoce.

—Tranquilícese. Nadie va a hacerle ningún daño —dijo alguien.

Sombras más oscuras que la oscuridad se erguían ante ella.

—No se acerquen —dijo Joanna, levantando más la rama.

—No necesita eso.

—No vamos a hacerle daño.

—¡Entonces, váyanse!

—Todo el mundo ha salido a buscarla —dijo Frank Roddenberry—. Walter está realmente preocupado.

—De eso no me cabe duda.

Estaban parados frente a ella, a unos cuatro o cinco metros: eran tres hombres.

—No debería andar corriendo por la calle así, desabrigada —dijo uno de ellos.

—¡Váyanse!

—Deje eso. Nadie va a hacerle daño —dijo Frank.

—Mrs. Eberhart, estuve hablando por teléfono con Walter no hace ni cinco minutos. —Era el hombre del medio—. Sabemos esa idea que se le ha metido. Está equivocada, Mrs. Eberhart. Créame, no hay nada de eso.

—Nadie está fabricando robots —dijo Frank.

—Usted debe pensar que somos muchísimo más inteligentes de lo que somos en realidad —intervino el hombre del medio—. ¿Robots capaces de manejar autos? ¿Y cocinar? ¿Y hacer las trenzas de las chicas?

—¿Y tan parecidos a mujeres reales que los chicos no se den cuenta? —dijo el tercer hombre. Era bajo y corpulento.

—Debe creer que somos una comunidad de genios —dijo el hombre del medio—. Créame, no lo somos.

—Ustedes son los hombres que nos llevaron a la Luna —arguyó Joanna.

—¿Quién hizo eso? —dijo el hombre—. Yo no. Frank, ¿tú llevaste a alguien a la Luna? ¿Y tú, Bernie?

—Yo no —dijo Frank.

El hombre bajo se hecho a reír.

—Yo tampoco, Win —dijo—. A menos que lo haya olvidado.

—Creo que nos confunde con otros tipos —dijo el hombre del medio—. Leonardo da Vinci y Albert Einstein, quizá.

— ¡Caray! No queremos robots por esposas —dijo el hombre bajo—. Queremos mujeres de carne y hueso.

—Váyanse y déjenme seguir mi camino.

Se quedaron allí, más oscuros que la oscuridad.

—Joanna —empezó Frank—. Si usted estuviera en lo cierto, y fuéramos capaces de fabricar robots tan fantásticos y con tal apariencia de vida, ¿no cree que lo explotaríamos de algún modo?

—Efectivamente —aprobó el hombre del medio—. Con un invento así podríamos ganar una fortuna.

—Tal vez lo hagan más adelante —dijo Joanna—. Tal vez esto no sea más que el principio.

—¡Oh, Señor! Usted tiene una respuesta lista para todo —dijo el hombre—. Debería haber sido usted el abogado, no Walter.

Frank y el tipo se rieron. —Vamos, Joanna —dijo Frank—, deje ya ese p-palo, o lo que sea, y…

—¡Váyanse y déjenme seguir mi camino!

—No podemos —dijo el hombre del medio—. Pescará una pulmonía, o la atropellará un auto.

—Voy a ir a casa de una amiga. Estaré bajo techo en unos minutos. Lo estaría ahora mismo, si ustedes no hubieran… ¡Oh, Dios! —Bajó la rama y se friccionó el brazo; se frotó los ojos y la frente, tiritando.

—¿Nos permitirá probarle que está en un error? —dijo el hombre del medio—. Después la llevaremos a su hogar, y podrá tener asistencia médica si la necesita.

Ella miró la silueta oscura.

—¿Probármelo?

—Pasaremos antes por la casa… Me refiero a la casa de la «Asociación de Hombres».

—¡Oh, no!

—¡Aguarde un segundo! ¡Déjeme hablar, por favor! La llevaremos a la casa y podrá registrarla de punta a punta. Estoy seguro de que nadie se opondrá, dadas las circunstancias. Y verá que allí…

—No voy a poner un pie en…

—Verá que allí no hay ninguna fábrica de robots. Hay un bar, una sala de juego y algunas habitaciones más, eso es todo. Hay un proyector de cine y unas cuantas películas muy censuradas: ahí tiene nuestro gran secreto.

—Y las máquinas tragaperras —añadió el tipo bajo.

—Sí. Adquirimos unas máquinas tragaperras.

—No pondré un pie allí sin una guardia armada —dijo Joanna—. De militares mujeres.

—Haremos salir a todo el mundo —dijo Frank—. Tendrá toda la sede p-para usted sola.

—No quiero ir.

—Mrs. Eberhart —dijo el hombre del medio—. Estamos procurando tratarla con toda la cortesía imaginable, pero el tiempo que podemos pasar aquí parlamentando tiene un límite.

—Espera un minuto —dijo el tipo bajo—. Se me ocurre una idea. Supongamos que una de esas mujeres que usted cree robots, se hiciera un tajo en el dedo, y sangrara. ¿Bastaría eso para convencerla de que es una persona real? ¿O diría que fabricamos robots con sangre debajo de la piel?

—Bernie, por el amor de Dios. —dijo el hombre del medio.

Y Frank añadió:

—No puedes… pedirle a alguien que se corte el dedo, sólo para…

—¿Quieren dejar que ella conteste la pregunta, por favor? ¿Y bien, Mrs. Eberhart? ¿La convencería esto? ¿Si se cortan un dedo y sangrara?

—Bernie…

— ¡Maldición!, déjenla contestar a ella.

Joanna se quedó mirándolo, azorada, y asintió con la cabeza.

—Si sangrara, yo… pensaría que es… real.

—No vamos a pedirle a nadie que se haga un tajo. Iremos a…

—Bobbie se prestaría —dijo Joanna—. Si es realmente Bobbie. Es mi amiga. Hablo de Bobbie Markowe.

—¿Vive en Fox Hollow Lane? —preguntó el hombre bajo.

—Sí.

—¿Ven? —dijo el hombre—. A dos pasos de aquí. Piensen un segundo, ¿quieren? Evitamos todo el viaje hasta el Centro, y no obligamos a Mrs. Eberhart a ir adonde no desea ir…

Nadie dijo nada.

—Supongo que no es… una mala idea —admitió Frank, después de un momento—. Podríamos hablar a Mrs. Markowe…

—No sangrará —dijo Joanna.

—Sangrará —afirmó el hombre del medio—. Y entonces usted se dará cuenta de que está equivocada, y permitirá que la llevemos a su casa y a Walter, sin más discusión.

—Si sangra, sí.

—De acuerdo —concluyó el hombre—. Tú, Frank, corre a casa de Mrs. Markowe, ve si está, y explícale las cosas. Voy a dejar mi linterna aquí en el suelo, Mrs. Eberhart. Bernie y yo nos adelantaremos un poco, y usted la recoge y nos sigue a la distancia que le resulte tranquilizadora. Pero mantengámonos enfocados con el haz de la linterna, para que sepamos que no se ha ido. Voy a dejarle mi chaquetón, además. Póngaselo. Oigo castañetear sus dientes.

Estaba equivocada, lo sabía. Equivocada, aterida, húmeda, muerta de cansancio y de hambre, arrastrada en dieciocho direcciones por exigencias conflictivas, entre ellas la de hacer pis.

Si fueran asesinos, la habrían matado entonces. La rama no habría detenido a tres hombres contra una mujer sola.

Alzó la rama y la miró, mientras caminaba lentamente, con los pies doloridos. La dejó caer. Tenía el guante húmedo y sucio, y los dedos helados. Se los restregó y metió la mano bajo la otra axila. La linterna era larga y pesada: la mantuvo tan firme como pudo.

Los hombres caminaban delante, a pasos cortos. El bajo llevaba chaqueta marrón y gorra de cuero rojo; el alto, camisa verde y pantalones tostados, metidos en las botas oscuras. Tenía el pelo de un rubio rojizo.

Su chaquetón de badana reposaba, tibio sobre los hombros de Joanna, envolviéndola en un olor fuerte y saludable; olor a animal, a vida.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las poseídas de Stepford»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las poseídas de Stepford» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las poseídas de Stepford»

Обсуждение, отзывы о книге «Las poseídas de Stepford» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x