Al fin las dos partes en la conversación se sintieron seguras de que las instrucciones habían sido comprendidas. Benj, en su puesto central, estaba casi seguro de ello. Sabía bastante de física y química para asegurar que no era probable que explotase algo si Beetch cometía un error; su única preocupación consistía en que su amigo pudiese hacer las pruebas chapuceramente y no provocar una cantidad de oxígeno peligrosa. ¿Era el riesgo sólo de envenenamiento, o las mezclas de hidrógeno y oxígeno presentaban otros peligros? No estaba seguro; las mezclas de hidrógeno y oxígeno tienen otras cualidades. Se sintió bastante tenso hasta que Beetchermarlf volvió al puente con el informe de que sus dos tests estaban completos. El catalizador que suprimía el oxígeno al acelerar su reacción con el amoníaco todavía estaba activo y la concentración de vapor de amoníaco en el aire del vehículo era lo bastante alta como para darle algo en qué trabajar. Los timoneles se habían quitado ya sus trajes y ninguno podía oler oxígeno, aunque, como sucedía con los seres humanos y el sulfito de hidrógeno, el olor no es siempre un test de confianza.
Por lo menos, los dos podían vivir a bordo por un tiempo. Una de sus primeras acciones había sido bombear manualmente la cisterna que hacía circular el aire por medio del soporte vital y asegurarse así de que la mayor parte de las plantas continuaban vivas. El problema siguiente era el de la navegación.
Benj le dijo a su amigo todo lo posible en cuanto a su situación, la del resto de la tripulación y la velocidad actual del Kwembly y su dirección. No había problema en cuanto a utilizar la información. Beetchermarlf podía determinar la dirección muy fácilmente. Las estrellas eran visibles, y tenía una brújula magnética perfectamente buena. El campo magnético de Dhrawn era mucho más fuerte que el de la Tierra, para consternación de los científicos, quienes hacía mucho que habían dado por supuesta una correlación entre campo magnético y velocidad de rotación para planetas normales.
La discusión que resultó en un plan de operaciones detallado fue más corta que la que precedió la prueba del oxígeno, aunque todavía necesitó una larga retransmisión. Ni Dondragmer ni los timoneles tenían dudas serias sobre qué hacer ni cómo.
Beetchermarlf era mucho más joven que Takoorch, pero parecía no haber dudas sobre quién mandaba a bordo. El hecho de que Benj siempre llamase a Beetch por su nombre, en lugar de señalar formalmente al Kwembly, quizá contribuyese a la autoridad del joven. Easy y varios otros seres humanos sospechaban que Takoorch, a pesar de su disposición para discutir sus éxitos del pasado, no tenía mucha prisa en tomar demasiada responsabilidad. Tendía a acceder a las sugerencias de Beetchermarlf, bien al momento o después de unos argumentos nominales.
—Continuamos a la deriva. A menos que este río tenga unas curvas bastante extrañas más abajo, nunca nos acercaremos a los otros con su ayuda —resumió al fin el más joven de los mesklinitas—. El primer trabajo será colocar paletas en algunas de las ruedas. Intentar hacerlo con todas nos llevaría una eternidad; un par de las de los extremos de la última fila, y quizá una central más hacia delante, proporcionarán control. Con energía disponible en otras, podemos continuar o salir a tierra firme si tocásemos fondo. Tak y yo saldremos y comenzaremos la tarea ahora mismo. Vigílanos, Benj; dejaremos el aparato donde está.
Beetchermarlf no esperó una contestación. Él y su compañero se vistieron una vez más y cogieron las paletas, que habían sido diseñadas para ser colocadas sobre las cadenas de las ruedas. Habían sido probadas en Mesklin, pero nunca empleadas en Dhrawn; en realidad, nadie conocía realmente bien cómo funcionarían. Su área era pequeña, puesto que tenían poco espacio sobre las ruedas y parte de aquella pequeña área estaba ocupada por un estuche plástico, diseñado para mantenerlas planas cuando estuviesen subiendo por la parte superior de las ruedas. No obstante, había sido demostrado que podían suministrar algún empuje. Quedaba por ver qué se conseguiría con esto; el Kwembly, por supuesto, flotaba mucho más alto en la solución de agua y amoníaco de Dhrawn que en el océano de hidrocarbono líquido del mundo donde había sido construido.
La instalación de las aletas y de los estuches fue un trabajo largo y difícil para dos personas. Con el vehículo a flote, las piezas tenían que ser sacadas de una en una, puesto que no había dónde ponerlas. Los cables de seguridad molestaban persistentemente. Las pinzas mesklinitas son órganos de manipulación bastante menos efectivos que los dedos humanos, aunque esto es compensado por el hecho de que su poseedor puede utilizar los cuatro pares simultáneamente y en coordinación. No tienen la simetría correspondiente a la derecha o a la izquierda humanas.
La necesidad de luces artificiales era otra molestia. Según resultó, se necesitaron casi quince horas para colocar doce paletas y un escudo en cada una de las tres ruedas. Beetchermarlf le aseguró a Benj que podría hacerse en dos, con cuatro trabajadores en cada rueda.
Para entonces los rastreadores se habían enterado de que el Kwembly, aunque continuaba moviéndose, no se alejaba más del campamento. Parecía haber sido atrapado en un remolino de unos seis kilómetros de diámetro. Beetchermarlf se aprovechó de esto cuando por fin pudo aplicar la energía; esperó hasta que los analistas humanos le dijeron que estaba siendo llevado hacia el sur, antes de poner en funcionamiento las tres ruedas con aletas. Durante unos segundos no estuvo claro que la energía sirviese de algo; después, muy lentamente, los timoneles y los humanos vieron cómo el enorme casco avanzaba suavemente. Los mesklinitas podían ver desde el puente un débil conato de ola de proa; los seres humanos, mirando hacia atrás, pudieron detectar pequeñas arrugas que se extendían hacia los lados. Beetchermarlf hizo girar fuertemente el timón para colocar la proa en línea con Sol y Fomalhaut. Durante casi medio minuto se preguntó si habría una respuesta; después las estrellas comenzaron a balancearse sobre su cabeza, al virar majestuosamente el enorme casco. Una vez en marcha era difícil detenerlo; lo controló muchas veces durante un período de varios minutos, a veces durante un ángulo recto completo, antes de acostumbrarse a sentir la nave. Luego, durante casi una hora, se las arregló para mantener una dirección hacia el sur, aunque al principio no tenía idea de su rumbo real. Podía adivinar por la información anterior que el remolino le llevaba en la misma dirección que al principio, pero que después seguramente le conduciría hacia el este.
Pasó algún tiempo, sin embargo, antes de que las antenas direccionales de los satélites de reflejos y los computadores de la estación le confirmasen esta adivinanza. Cuando lo hicieron, el Kwembly tocó fondo suavemente.
Beetchermarlf activó las dos ruedas delanteras que tenían generadores, dejó inmóviles las equipadas con paletas y llevó a tierra su vehículo.
—Estoy fuera del lago —informó—. Un pequeño problema. Si viajo por tierra con las paletas donde están ahora, las destrozaré. Si resultase que estamos en una isla o tenemos que regresar al agua por cualquier otra razón, habremos malgastado un montón de tiempo en sacarlas y en ponerlas otra vez. Mi primera idea es explorar un poco a pie, dejando aquí el vehículo, para obtener alguna idea de las probabilidades de quedarnos en tierra firme. Nos llevará mucho tiempo, pero no tanto como esperar a que llegue el día. Me gustaría recibir consejos de vosotros, humanos, u órdenes del capitán; esperaremos.
Dondragmer, cuando oyó esto, contestó rápidamente.
—No salgáis. Esperad hasta que los cartógrafos de la estación decidan si os encontráis en la misma orilla del río que nosotros o no. Según me imagino el mapa que han descrito, hay bastantes probabilidades de que el remolino os haya llevado al lado este, que sería la orilla derecha; nosotros estamos en la izquierda. Si están moderadamente seguros de esto, volved al agua y dirigíos al oeste, hasta que creáis haberlo pasado; no, otra idea. Seguid hasta que penséis que estáis enfrente de su boca; después dirigíos hacia el sur una vez más. Me gustaría averiguar si podéis viajar corriente arriba con cierta velocidad. Sé que será lento; quizá no podáis viajar en absoluto en algunos lugares bordeando la orilla.
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