Carlos Zafón - El Principle de la Niebla

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El Principle de la Niebla: краткое содержание, описание и аннотация

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- ¿Qué sucedió la noche en que Jacob se ahogó? -interrumpió Max, intuyendo la respuesta, pero deseando que las palabras del anciano probasen que sus temores eran erróneos.

Víctor Kray bajó la cabeza y se tomó unos segundos para responder.

- Tal día como hoy, el 23 de junio, el mismo día en que el Orpheus se hundió, una terrible tormenta se desató en el mar. Los pescadores corrieron a asegurar sus barcas y la gente del pueblo cerró puertas y ventanas, al igual que lo habían hecho la noche del naufragio. El pueblo se transformó en una aldea fantasma bajo la tormenta. Yo estaba en el faro y una terrible intuición me asaltó: el niño estaba en peligro. Crucé las calles desiertas y vine hacia aquí a toda prisa. Jacob había salido de la casa y caminaba por la playa, hacia la orilla, donde el oleaje rompía con furia. Caía un fuerte aguacero y la visibilidad era casi nula, pero pude entrever una silueta brillante que brotaba del agua y tendía dos largos brazos al niño, como tentáculos. Jacob parecía caminar hipnotizado hacia aquella criatura de agua, a la que casi no pude ver en la oscuridad. Era Caín, de eso estaba seguro, pero parecía como si, por una vez, todas sus identidades se hubiesen fundido en una silueta cambiante… Me cuesta mucho describir lo que vi…

- He visto esa forma -interrumpió Max, ahorrándole al anciano las descripciones de la criatura que él mismo había visto tan sólo unas horas antes -. Continúe.

- Me pregunté por qué Fleischmann y su mujer no estaban allí, tratando de sacar al niño y miré hacia la casa. Una banda de figuras circenses que parecían cuerpos de piedra móvil los retenían bajo el porche.

- Las estatuas del jardín -corroboró Max.

El anciano asintió.

- Lo único que pensé en aquel momento fue en salvar al niño. Aquella cosa lo había tomado en sus brazos y lo arrastraba mar adentro. Me lancé contra la criatura y la atravesé. La enorme silueta de agua se desvaneció en la oscuridad. El cuerpo de Jacob se había hundido. Me sumergí varias veces hasta que lo palpé en la oscuridad y pude rescatar su cuerpo para llevarlo de nuevo hasta la superficie. Arrastré al niño hasta la arena, lejos de las olas y traté de reanimarle. Las estatuas habían desaparecido con Caín. Fleischmann y Eva corrieron junto a mí para socorrer al niño, pero cuando llegaron ya no tenía pulso. Lo llevamos al interior de la casa y tratamos de reanimarle inútilmente: el niño estaba muerto. Fleischmann estaba fuera de sí y salió al exterior, gritándole a la tormenta y ofreciendo su vida a Caín a cambio de la del niño. Minutos después, inexplicablemente, Jacob abrió los ojos. Estaba en estado de "shock". No nos reconocía y no parecía recordar ni su propio nombre. Eva arropó al niño y lo llevó arriba, donde le dejó dormir. Cuando volvió a bajar, un rato más tarde, se

acercó a mí y, muy serenamente, me dijo que, si el niño seguía con ellos, su vida correría peligro. Me pidió que me hiciese cargo de él y lo criase como haría con mi propio hijo, como al hijo que, si el destino hubiera tomado otro camino, hubiera podido ser el nuestro. Fleischmann no se atrevió a entrar en la casa. Acepté lo que me pedía Eva Gray y pude ver en sus ojos cómo renunciaba a lo único que había dado sentido a su vida. Al día siguiente me llevé al niño conmigo. No volví a ver los Fleischmann.

Víctor Kray hizo una larga pausa. Max tuvo la impresión de que el anciano trataba de contener las lágrimas, pero Víctor Kray ocultaba su rostro entre sus manos blancas y envejecidas.

- Supe un año después que él había muerto, víctima de una extraña infección que contrajo a través de la mordedura de un perro salvaje. Y aun ahora, no sé si Eva Gray vive todavía en algún lugar del país.

Max examinó el semblante abatido del anciano y supuso que le había juzgado erróneamente, aunque hubiera preferido confirmarle como un villano y no tener que enfrentarse a lo que sus palabras ponían en evidencia.

- Usted inventó la historia de los padres de Roland, incluso inventó su nombre… -concluyó Max.

Kray asintió, admitiendo ante un muchacho de trece años al que apenas había visto un par de veces el mayor secreto de su vida.

- Entonces, ¿Roland no sabe quién es en realidad? -preguntó Max.

El anciano negó repetidamente y Max advirtió que finalmente había lágrimas de rabia en sus ojos, castigados por demasiados años vigilando en lo alto del faro.

- ¿Quién está enterrado entonces en la tumba de Jacob Fleischmann en el cementerio? -preguntó Max.

- Nadie -respondió el anciano -. Nunca se construyó esa tumba ni se ofició un funeral. La tumba que viste el otro día apareció en el cementerio local a la semana siguiente de la tormenta. Las gentes del pueblo creen que Fleischmann la mandó construir para su hijo.

- No lo entiendo -replicó Max -. Si no fue Fleischmann, ¿quién la construyó y para qué?

Víctor Kray sonrió amargamente al muchacho.

- Caín -respondió finalmente -. Caín la colocó allí y la ha estado reservando desde entonces para Jacob.

- Dios mío -murmuró Max, comprendiendo que tal vez había desperdiciado un tiempo precioso al obligar al anciano a confesar toda la verdad -. Hay que sacar a Roland de la cabaña ahora mismo…

El envite de las olas que rompían en la playa despertó a Alicia. Ya había caído la noche y, a juzgar por el intenso repiqueteo del agua sobre el tejado de la cabaña, una fuerte tormenta se había desencadenado sobre la bahía mientras dormían. Alicia se incorporó, aturdida todavía, y comprobó que Roland seguía tendido en el catre, murmurando palabras ininteligibles en su sueño. Max no estaba allí y Alicia supuso que su hermano estaría afuera, contemplando la lluvia sobre el mar; a Max le fascinaba la lluvia. Se dirigió hasta la puerta y la abrió, echando un vistazo a la playa.

Una densa niebla azulada reptaba desde el mar hacia la cabaña como un espectro acechante y Alicia pudo percibir docenas de voces que parecían susurrar desde su interior. Cerró la puerta con fuerza y se apoyó contra ella, decidida a no dejarse llevar por el pánico. Roland, sobresaltado por el ruido del portazo, abrió los ojos y se incorporó trabajosamente, sin comprender muy bien cómo había llegado hasta allí.

- ¿Qué está pasando? -consiguió murmurar Roland.

Alicia despegó los labios para contestar, pero algo la detuvo. Roland contempló estupefacto cómo una densa niebla se filtraba por todas las junturas de la cabaña y envolvía a Alicia. La muchacha gritó y la puerta sobre la que había estado apoyada salió despedida hacia el exterior, arrancada de los goznes por una fuerza invisible. Roland saltó del catre y corrió hacia Alicia, que se alejaba en dirección al mar envuelta en aquella garra formada por la niebla vaporosa. Una figura se interpuso en su camino y Roland reconoció al espectro de agua que le había arrastrado a las profundidades. El rostro lobuno del payaso se iluminó.

- Hola, Jacob -susurró la voz tras los labios gelatinosos -. Ahora sí que vamos a divertirnos.

Roland golpeó la forma acuosa y la silueta de Caín se desintegró en el aire, dejando caer en el vacío litros y litros de agua. Roland se precipitó al exterior y recibió el golpe de la tormenta. Una gran cúpula de espesas nubes purpúreas se había formado sobre la bahía. Desde su cima, un rayo cegador cayó sobre uno de los picos del acantilado y pulverizó toneladas de roca, esparciendo una lluvia de briznas incandescentes sobre la playa.

Alicia gritó, luchando por zafarse del abrazo letal que la aprisionaba y Roland corrió sobre las piedras hasta la orilla. Intentó alcanzar su mano hasta que una fuerte sacudida del mar le derribó. Cuando se puso en pie de nuevo, toda la bahía temblaba bajo sus pies y Roland escuchó un enorme rugido que pareció ascender desde las profundidades. El muchacho retrocedió unos pasos, luchando por mantener el equilibrio y pudo ver que una gigantesca forma luminosa ascendía desde el fondo del mar hacia la superficie, levantando olas de varios metros en todas direcciones. En el centro de la bahía, Roland reconoció la silueta de un mástil emergiendo de entre las aguas. Lentamente, ante sus ojos incrédulos, el casco del Orpheus salió a flote, envuelto en un halo espectral.

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