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Arthur Hailey: Traficantes de dinero

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Arthur Hailey Traficantes de dinero

Traficantes de dinero: краткое содержание, описание и аннотация

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El presidente del banco FMI anuncia a toda la directiva que tiene cáncer y pronto va a morirse, hay dos candidatos para ocupar su puesto, Alex y Roscoe. Alex es liberal, con ideas nuevas, pero Roscoe es conservador. La lucha entre ambos para llegar a la cima conduce a una trama muy interesante que empieza cuando desaparecen misteriosamente 6000 dólares de la caja de la empleada Juanita Núñez, se nos revelan muchas incógnitas sobre el funcionamiento interno de un banco y cómo una mala inversión puede llevarlo a la quiebra de la noche a la mañana.

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El comentario acerca del anuncio personal dio a Heyward la apertura que necesitaba.

– Me doy cuenta perfectamente de tus sentimientos sobre la manera de informar, y, la verdad, es que ha sido algo desusado. Lo que más me preocupa es que no se haya avisado a los directores. Opino que debía haberse hecho. Pero, ya que no fue así, considero que ha sido mi deber informaros en seguida a ti y a los otros… -la cara aquilina austera de Heyward mostró concentración; detrás de las gafas sin aro sus ojos grises eran fríos.

– Estoy de acuerdo contigo, Roscoe -dijo la voz en el teléfono-. Creo que debimos ser informados, y te agradezco que te hayas ocupado de esto.

– Gracias, Harold. En un momento como éste uno nunca sabe qué es mejor. Lo único cierto es que alguno debe ejercer el mando.

El uso del tuteo era fácil para Heyward. Provenía de una antigua familia, sabía cómo moverse entre las más poderosas bases del estado, y era miembro, con buena base, de lo que los ingleses llaman un muchacho de «adentro». Sus relaciones personales se extendían más allá de los límites del estado, hasta Washington y otras partes. Heyward estaba orgulloso de su status social y de sus amistades en altas esferas. También le gustaba que la gente recordara su directa descendencia de uno de los firmantes de la Declaración de la Independencia.

Sugirió:

– Otro motivo para tener informados a los miembros del consejo es que estas tristes noticias sobre Ben van a producir un tremendo impacto. Y la cosa correrá rápidamente.

– No cabe duda -corroboró el honorable Harold-. La posibilidad es que mañana se haya enterado la prensa y empiece a hacer preguntas.

– Exactamente. Y una publicidad inadecuada puede inquietar a los depositantes, y reducir el precio de nuestros valores.

– Hum…

Roscoe Heyward podía sentir las ruedecillas en la mente de su compañero. El Austin Family Trust, representado por el honorable Harold, tenía gran cantidad de acciones del FMA.

Heyward se apresuró a decir:

– Naturalmente, si el consejo toma una decisión enérgica para asegurar a los accionistas y depositantes, al igual que al público en general, toda esa pérdida será desdeñable.

– Excepto para los amigos de Ben Rosselli -recordó secamente Harold Austin.

– Hablaba fuera del marco de la pérdida personal. Mi pesar, te lo aseguro, es tan hondo como el de cualquiera.

– ¿En qué estás pensando, Roscoe?

– En general, Harold… en una continuidad de la autoridad. Concretamente no debe quedar vacante el cargo de ejecutivo principal ni siquiera por un día -prosiguió Heyward-. Con el mayor respeto hacia Ben, y sin tener en cuenta nuestro profundo cariño hacia él, este banco ha sido considerado durante mucho tiempo como una institución de un solo hombre. Lógicamente hace años que la cosa no es así: ningún banco puede figurar entre los veinte principales de la nación y ser dirigido individualmente. Pero, hay gente fuera que lo sigue creyendo. Por eso, por triste que sea este momento, los directores tendrán la oportunidad de disipar esa leyenda.

Heyward sintió que el otro hombre pensaba astutamente antes de contestar. También pudo imaginar a Austin… un hermoso tipo de playboy envejecido, vestido de manera llamativa y con estilizado y flotante pelo gris. Probablemente, como de costumbre, fumaba un gran cigarro. Sin embargo, el honorable Harold no se dejaba tomar por tonto por nadie, y tenía reputación de ser un hombre de negocios audaz y brillante. Finalmente declaró:

– Creo que tu punto de vista sobre la continuidad es válido. Y estoy de acuerdo contigo en que el sucesor de Ben Rosselli debe ser elegido y su nombre anunciado antes de la muerte de Ben.

Heyward escuchó intensamente mientras el otro proseguía:

– Opino que tú eres ese hombre, Roscoe. Lo he pensado hace tiempo. Tienes las cualidades, la experiencia, la rudeza… todo. Por lo tanto estoy dispuesto a darte mi apoyo, y hay otros en el consejo a los que puedo convencer para que sigan el mismo camino. Supongo que es eso lo que deseas.

– Realmente estoy muy agradecido…

– Naturalmente, a cambio podré pedirte algún ocasional quid pro quo .

– Me parece razonable.

– Bien. Entonces nos hemos entendido.

La conversación, decidió Roscoe Heyward al cortar la comunicación, había sido altamente satisfactoria. Harold Austin era un hombre de lealtad consistente, que cumplía con su palabra.

Las llamadas precedentes habían sido igualmente satisfactorias.

Al hablar poco después con otro director -Philip Johannsen, presidente del Mid Continent Rubber -surgió otra oportunidad. Johannsen reconoció que francamente no se entendía con Alex Vandervoort, cuyas ideas le parecían poco ortodoxas.

– Alex es antiortodoxo -dijo Heyward-. Naturalmente tiene algunos problemas personales. No sé si las dos cosas podrán marchar juntas.

– ¿Qué clase de problemas?

– Cosas de mujeres. Pero no me gustaría…

– Es algo importante, Roscoe. Y también confidencial. Habla.

– Bueno, en primer lugar, Alex tiene dificultades matrimoniales. Segundo, tiene relaciones con otra mujer. Tercero, esa mujer es una activista de izquierda, aparece con frecuencia en las noticias, y no precisamente en el tipo de contexto que puede ser útil al banco. A veces me pregunto si tiene mucha influencia sobre Alex. Como he dicho no me gustaría…

– Has hecho bien en decírmelo, Roscoe -dijo Johannsen-. Es algo que los directores deben saber. Izquierdista, ¿eh?

– Sí, se llama Margot Bracken.

– Creo que la he oído nombrar. Y lo que he oído, no me gusta.

Heyward sonrió.

Pero quedó menos contento, sin embargo, dos llamadas después, cuando se comunicó con un director de fuera de la ciudad. Leonard L. Kingswood, presidente del consejo de la Northam Steel.

Kingswood, que había iniciado su vida como fundidor en los hornos de una fábrica de acero, dijo:

– No me vengas con esa mierda, Roscoe -cuando Heyward sugirió que los directores del banco debían ser informados de antemano de la situación de Ben Rosselli-. Ben ha hecho las cosas como las hubiera hecho yo. Decir las cosas primero a las personas que están más cerca, y después a los directores y a otros cuellos almidonados.

En cuanto a la posibilidad de una declinación en los depósitos del First Mercantile American, la reacción de Len Kingswood fue:

– ¿Y qué?

– Seguramente -añadió- el FMA bajará un punto o dos en la pizarra cuando se sepan las noticias. Sucederá porque la mayoría de las transacciones de depósitos están en manos de niños de mamá nerviosos, que no saben distinguir la histeria de los hechos. Pero, seguramente, los depósitos volverán a subir en una semana, porque los valores están ahí, el banco es bueno, y todos los que estamos dentro lo sabemos.

Y más adelante, en la conversación:

– Roscoe, este trabajo de antecámara que estás haciendo es tan transparente como una ventana recién lavada, por eso te diré con igual claridad mi posición, para que no perdamos tiempo. Tú eres un supervisor de primera categoría, el mejor hombre para números y dinero que he conocido nunca. Y si algún día tienes ganas de venirte aquí, a la Northam, con un buen cheque como paga y mejor opción en los depósitos, daré vueltas a mi gente y te pondré en lo alto de la pirámide financiera. Es un ofrecimiento y una promesa. Hablo completamente en serio.

El presidente de la compañía de acero declinó el ofrecimiento de Heyward y prosiguió:

– Pero, pese a lo bueno que eres, Roscoe, lo que quiero decir es que… no eres un directivo para todo alcance. Por lo menos, es como yo veo las cosas, y también es lo que diré cuando el consejo decida quién va a sustituir a Ben. Y otra cosa que quiero también decirte es que mi candidato es Vandervoort. Es algo que debes saber.

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