Juan Bolea - Un asesino irresistible

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Bolea - Un asesino irresistible» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un asesino irresistible: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un asesino irresistible»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Martina de Santo, nuestra detective más internacional, ha sido ascendida al cargo de inspectora. Como tal, tendrá que resolver el extraño asesinato de la baronesa de Láncaster, cuyo cadáver, abandonado en un prado, muestra señas de haber sido atacado por un criminal y por un animal salvaje simultáneamente. Al hilo de la investigación, Martina se introducirá en el cerrado y excéntrico mundo de la aristocracia española, contemplará sus grandezas y sus miserias y las luchas cainitas por mantener sus privilegios. Una trama perfecta de Martina, quien tendrá que aplicarse a fondo para solucionar este nuevo y fascinante enigma.

Un asesino irresistible — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un asesino irresistible», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Esa frase activó el instinto procesal del Destornillador.

– ¿Ha sucedido algo que yo deba saber?

– Nada importante.

– Yo decidiré si lo es. Suéltalo.

– He discutido con mi novio.

– No sabía que tuvieses pareja.

– Soy reservada con mi vida privada. Si tengo una relación, de mí no sale.

– ¿Cuál fue el motivo de la bronca?

– Cosas nuestras.

– ¿Podrías ser más precisa?

– ¿Y usted, menos indiscreto?

Pedro le enfocó una de sus teatrales miradas. En relación con sus actuaciones judiciales, poseía todo un repertorio. Aquélla quería decir: «Las cartas boca arriba.»

– He dicho que lo sueltes. Te sentará bien.

Ella bajó la vista.

– íbamos a casarnos esta primavera.

– ¿Y qué pasó? ¿Tu carta astral te recomendó aplazar la boda?

– No fue por mí… Me ha dejado por otra chica. Por Tere, una de mis mejores amigas.

El duro corazón del abogado pareció enternecerse con un gramito de compasión.

– ¡Y nosotros con nuestra estúpida inocentada!

– Olvídelo, don Pedro. Ustedes no tenían por qué saberlo y la broma tuvo su gracia.

– El trabajo redime las penas. También las mías. Veamos mi agenda, Luci.

Ella tomó asiento frente al escritorio. Las manos del penalista desaparecieron tras una muralla de expedientes. Luci comenzó a comprobar sus citas.

– En primer lugar, a las nueve y media, recibirá al señor Tobías Marco. Su carpeta está a la derecha, con un post-it pegado.

– ¿Era una reclamación por…?

– Incendio. -Pedro asintió, sin comentarios; Luci prosiguió-: A las diez, una hija del señor Vidal Prada, Ernestina…

El abogado estaba rebuscando sus gafas. Las encontró y se las puso. Bajo la desnuda bóveda de su cráneo, la redondeada montura de pasta proporcionaba a su rostro un aire intelectual.

– ¿Accidente involuntario?

– Sí.

– ¿Con qué resultado?

– Un peatón herido.

– ¿Era un menor?

– En efecto. Un niño de once años.

Pedro leyó el expediente en zigzag.

– Está en fase de calificación. Sigamos.

– Después, a las once, recibirá a doña Matilde Rúspide, viuda. Supuestamente estafada por los socios de su difunto marido, el fabricante de galletas.

El abogado enarcó una ceja. Eran canosas, rectas y anchas, un venerable arquitrabe para las inquietas cuevas de los ojos.

– Salvo intercesión divina, hay poco que rascar. En principio, es un caso perdido, pero haremos sudar al fiscal. Y puede que doña Matilde encuentre algún documento comprometedor. Continuemos, Luci.

– A las doce, la señorita Ludmila Paraíso, detenida bajo acusación de…

– ¿Es ése su nombre?

Luci se ruborizó.

– Se trata de una profesional.

El abogado se quitó las gafas y las sacudió por las varillas.

– ¿De una puta, quieres decir?

– Creo que sí.

– ¿Lo crees, tienes la certeza o lo sabes con seguridad? Desde un punto de vista procesal, el matiz sería definitivo.

– Esas cosas se saben.

– ¿Te dio copia del carnet?

– Sí.

– Déjame ver.

Luci le entregó la ficha. El abogado había recibido a esa cliente un par de meses atrás. Conservaba el recuerdo de una mujer exótica, de pómulos como huesos de nísperos enterrados bajo la piel, pero el fotomatón la había condenado de antemano. El nombre real de esa cliente era Francisca Sobrellano. Nacida en Cuenca, veintiocho años. El letrado suspiró.

– Conquense, quién nos lo iba a decir. La llamaré Ludmila, suena mejor. Prosigamos.

La secretaria recitó:

– El resto de la mañana lo ocupará usted en los Juzgados. A la una, diligencias del caso Martín Rogado; a la una y media, cita con Aníbal Nuez, el constructor, por la fianza pendiente. A las dos y media, comida en el restaurante Los Cazadores, con el juez Toharia. Ya por la tarde…

– Sólo de pensar en la tarde me entran ganas de encerrarme en el baño y no salir ni para hacer pipí.

Luci sonrió.

– Debería relajarse más a menudo. Se está usted matando.

– Tienes razón. Pero ¿cómo evadirme? Aborrezco el deporte. La naturaleza me produce urticaria. La música, estrés. El cine, jaqueca. Para combatir las corridas de toros estaría dispuesto a sentar en el banquillo a un picador. Este despacho es mi refugio; los Juzgados, un búnker para mí. No conozco más evasión que la soñada por los presos que no he conseguido liberar. -Pedro volvió a separar los brazos, en un gesto clásico en él-. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo distraer mi obsesiva mente?

La secretaria depositó la agenda en el único ángulo despejado del escritorio. Se retocó la blusa y dijo:

– Conozco una fórmula para aliviar tus tensiones.

El jurista se frotó los ojos.

– ¿Tengo los oídos taponados o acabas de tutearme?

Ella pasó por sus labios una húmeda barra de color frambuesa. «Su lengua», pensó él, dejándose invadir por una fuerte pulsión de clara génesis sexual.

El tono de Luci se hizo insinuante:

– Al fin hemos roto el hielo. No te imaginas cuánto tiempo hace que esperaba con ansia este momento.

Su jefe tragó saliva. «¿Ansia? ¿De qué?»

– ¿Vas a seguir tuteándome?

– ¿Ahora te molesta?

– Claro que no.

– Acabo de descubrir que me encanta hacerlo. ¿Pensabas que estoy hecha de algún material insensible?

– Todo lo contrario…

Ella se levantó y lo enlazó con sus brazos.

– ¿No presumes de ser tan sincero? ¿Qué te impide dejarte llevar por tus instintos básicos?

– El Código Penal -apostilló él, intentando bromear. Pero ella lo mantenía ceñido a su cuerpo y la respiración del abogado se estaba acelerando como las revoluciones de un viejo motor en el torno de un taller. Buscó un poco de aire y no lo encontró: el perfume de la chica llenaba de primavera su despacho.

Los ojos de Luci no se desliaban de los suyos.

– No estamos hablando de trabajo, Pedro. Más de una vez te he sorprendido mirándome las piernas. ¿Quieres ver lo que llevo debajo o prefieres reservarte para esta noche?

El penalista se pasó la mano por la calva. Gotas de sudor perlaban su frente. Farfulló:

– ¿Vamos a salir a cenar?

– He reservado en tu restaurante favorito, el Matusalén. Espero no desperdiciar la velada con un anciano. ¡Demuéstrame que todavía eres un macho joven y lleno de vigor!

La chica lo estrechó aún más y, en un arranque de pasión, le ofreció los labios. El Destornillador recordó su edad: veintitrés. ¿La suya? Cincuenta y siete. A dos centímetros de su boca masculló:

– Debo de estar soñando.

– Tú eres el sueño, Pedro. Para cualquier mujer.

– No es cierto. Soy feo, calvo…

Ella le hizo sentarse y mimosamente se acomodó en el brazo de la butaca. Las yemas de sus dedos se aplicaron a desabotonarle el chaleco.

– Me encantan tus camisas de seda.

– Si a ti te gustan…

– Prefiero tu piel.

El abogado notó la boca seca.

– Tengo la espalda llena de pelos.

– Me atraen los hombres rudos.

– Hace meses que no hago el amor. ¡Qué digo! ¡Años!

– Yo te pondré al corriente.

La falda de la chica resbaló al suelo. Con la sangre alborotada, Pedro se enfrentó a un conjunto de ropa interior de color manzana, con dos ligas ciñendo unos muslos de inesperada rotundidad.

– ¡Alguien tendría que detener esto…! ¡Ten compasión, Luci, por el amor de Dios!

La secretaria sonrió.

– Sólo existe una manera de echar el freno.

– ¿Cuál? ¡Rápido!

– Grita conmigo: ¡Inocente!

La puerta del despacho se abrió para dejar paso a un río de colegas en mangas de camisa, que reían como posesos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un asesino irresistible»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un asesino irresistible» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un asesino irresistible»

Обсуждение, отзывы о книге «Un asesino irresistible» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x