Harlan Coben - Por siempre jamás

Здесь есть возможность читать онлайн «Harlan Coben - Por siempre jamás» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Por siempre jamás: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Por siempre jamás»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Will Klein tiene su héroe: su hermano mayor Ken. Una noche de calor agobiante aparece en el sótano de la casa de los Klein una joven, antiguo amor de Will, asesinada y violada.
El principal sospechoso es Ken.
Ante la abrumadora evidencia en contra suya, Ken desaparece.
Una década después de la desaparición, Will se ve mezclado en un inquietante misterio. Está convencido de que Ken está tratando de ponerse en contacto con él y de la existencia de un terrible secreto por el que alguien está decidido a matar porque no se desvele.

Por siempre jamás — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Por siempre jamás», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Ya la has abierto? -preguntó Bertha por decir algo.

– No -respondió Smart enjugándose las lágrimas con dos dedos.

– ¿Aguardas a que te dé su consentimiento?

– No he concluido el examen externo -replicó él mirándola con ojos enrojecidos.

– ¿Cuál es la causa de la muerte, Clyde?

– No lo sabré seguro hasta terminar la autopsia.

Farrow se aproximó a él y le puso la mano en el hombro fingiendo que comprendía y le daba ánimos.

– ¿Cuál es tu impresión previa, Clyde? -insistió.

– Ha recibido una paliza brutal. Mira esto.

Señaló al sitio donde normalmente estaría la caja torácica. No se distinguía bien. Las costillas se habían hundido y aplastado como una caja de cartón.

– Sí que tiene contusiones -comentó Farrow.

– Sí, hay mucha discromía. Pero ¿ves esto? -añadió señalando con el dedo una protuberancia bajo la piel junto al estómago.

– ¿Son costillas rotas?

– Costillas aplastadas -puntualizó él.

– ¿Cómo?

Smart se encogió de hombros.

– Probablemente utilizarían una maza o algo por el estilo. Supongo, es una simple suposición, que alguna costilla astillada perforó un órgano vital, quizás un pulmón o el abdomen. O quizá tuvo la fortuna de que le atravesara el corazón.

Farrow meneó la cabeza.

– Afortunada, precisamente, no me lo parece.

Smart le dio la espalda cabizbajo y rompió a llorar de nuevo entre sollozos.

– Estas señales en los pechos… -comentó Farrow.

– Son quemaduras de cigarrillo -contestó él sin volverse.

Lo que ella se había figurado. Dedos mutilados y quemaduras de cigarrillo: no había que ser Sherlock Holmes para deducir que la habían torturado.

– Clyde, haz un examen completo con análisis de sangre y comprobación de sustancias tóxicas, todo.

Smart sorbió por la nariz y se volvió hacia ella.

– Sí, claro, Bertha, por supuesto.

Oyeron que se abría la puerta detrás de ellos y se volvieron. Era Volker.

– Hay datos -dijo.

– ¿Ya?

Volker asintió con la cabeza.

– Está en cabeza de la lista.

– ¿Qué quieres decir con que está en cabeza de la lista?

– A nuestra desconocida -añadió Volker señalando el cadáver- la buscaba nada más y nada menos que el FBI.

16

Katy me dejó en Hickory Place, a unas tres manzanas de casa de mis padres. No queríamos que nos vieran juntos, aunque probablemente fuese pura paranoia por nuestra parte.

– ¿Qué hacemos, entonces? -preguntó Katy.

Yo me lo había estado planteando.

– No sé, pero si Ken no mató a Julie…

– Tuvo que ser otro.

– Vaya, somos listísimos -comenté, y ella sonrió.

– Tendremos que buscar sospechosos -añadió.

Parecía absurdo. ¿Es que éramos la patrulla juvenil? Pero asentí con la cabeza.

– Me pondré a hacer averiguaciones.

– ¿Qué vas a averiguar? -dije.

Me dio un achuchón de quinceañera usando toda su anatomía.

– No sé, empezaré por el pasado de Julie, por ejemplo, para hacerme una idea de quién pudo querer matarla.

– Eso ya lo hizo la policía.

– Will, sólo hicieron indagaciones sobre tu hermano.

Tenía razón.

– De acuerdo -volví a decir sintiendo que era absurdo.

– Nos veremos esta noche.

Asentí con la cabeza y me bajé del coche. Arrancó como la detective Nancy Drew, sin decir adiós, mientras yo me quedaba en la acera hundido en mi soledad sin ganas de moverme.

Las calles de la zona residencial estaban vacías pero en todos los caminos perfectamente pavimentados de las casas había coches; las rancheras de mi juventud habían sido sustituidas por una diversidad de modelos parecidos a todoterrenos: minicamionetas, módulos familiares (sea lo que sea lo que signifiquen) y monovolúmenes. Eran casi todas casas de dos plantas, en auge en la construcción en torno a 1962, y en muchas de ellas se apreciaban obras de ampliación. Algunas habían sido totalmente rehabilitadas hacia 1974 con ese tipo de piedra demasiado blanca y pulida, pero todas sin excepción habían envejecido como el esmoquin azul pólvora que yo vestí en el baile de gala de fin de curso.

Cuando llegué a casa de mis padres vi que no había coches en el camino de entrada ni nadie dentro. Nada extraño. Llamé a mi padre y no contestó. Lo encontré solo en el sótano con una navaja de afeitar en la mano. Estaba en medio del cuarto, rodeado de cajas de ropa vieja a las que había cortado la cinta adhesiva para abrirlas. Papá estaba totalmente inmóvil entre las cajas y no se volvió cuando me oyó llegar.

– Había demasiadas cajas -dijo en voz baja.

Eran cajas de mi madre. Mi padre metió la mano en una de ellas y sacó una cinta plateada para la cabeza.

– ¿La recuerdas? -preguntó volviéndose hacia mí.

Sonreímos los dos. Supongo que todos tenemos fases de apego a una moda, pero no se puede comparar con el caso de mi madre, que las lanzaba, las definía y las personalizaba. Por ejemplo, tuvo su época de la cinta para la cabeza cuando se dejó melena y coleccionó una plétora de cintas multicolores como si fuera una princesa hindú. Durante unos meses -y creo que la época de las cintas duró seis- no hubo un solo día en que no se pusiera alguna, y después de la fase de las cintas dio principio la fase tenaz de los flecos de ante, seguida de la del color púrpura renacimiento -que a mí no me gustaba nada, pues era como vivir con una berenjena gigante o una incondicional de Jimi Hendrix- y a continuación vino la época de la fusta, cuando la única relación de mi madre con los caballos era haber visto a Elizabeth Taylor en National Velvet.

Las fases de la moda, como tantas otras cosas, terminaron con el asesinato de Julie Miller. Mi madre Sunny guardó su vestuario en cajas y las amontonó en el rincón más oscuro del sótano.

Mi padre volvió a dejar la cinta en la caja.

– íbamos a mudarnos, ¿sabes?

No lo sabía.

– Hace tres años. Íbamos a comprar un piso en West Orange, quizás en Scottsdale, cerca de donde viven la prima Esther y Harold, pero cuando nos dijeron que tu madre estaba enferma desistimos del proyecto. ¿Tienes sed? -preguntó mirándome.

– No mucha.

– ¿Te apetece una Coca-Cola light? Yo me tomaría una.

Pasó rápido junto a mí hacia la escalera. Yo miré las cajas de tapas rotuladas a mano por mi madre. En una estantería del fondo vi dos raquetas viejas de tenis de Ken; una de ellas era la primera que tuvo cuando contaba tres años. Mi madre se las había guardado. Me di la vuelta y seguí a mi padre. Llegamos a la cocina y abrió la nevera.

– ¿Quieres decirme qué sucedió ayer? -preguntó.

– No sé a qué te refieres.

– A ti y a tu hermana -añadió, sacando una botella de Coca-Cola light-. ¿De qué hablabais?

– De nada -contesté.

Asintió con la cabeza mientras abría un armarito, sacó dos vasos, abrió el congelador y los llenó de cubitos de hielo.

– Tu madre solía escucharos a escondidas a ti y a Melissa -dijo.

– Lo sé.

Sonrió.

– No era muy discreta. Yo se lo reprochaba pero ella me decía que me callara; era su tarea de madre.

– A mí y a Melissa, dices.

– Sí.

– Y a Ken, ¿por qué no?

– Quizá no quería saber -respondió llenando los vasos-. Últimamente sientes gran curiosidad por tu hermano.

– Es una simple pregunta natural.

– Sí, claro, natural. Después del entierro me preguntaste si creo que sigue vivo y al día siguiente tú y Melissa tuvisteis una discusión sobre él. Por eso te repito: ¿qué sucede?

Aún llevaba la foto en el bolsillo; no sé por qué. Por la mañana había hecho copias en color con el escáner, pero no podía desprenderme de ella.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Por siempre jamás»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Por siempre jamás» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Harlan Coben - Don’t Let Go
Harlan Coben
Harlan Coben - W głębi lasu
Harlan Coben
Harlan Coben - Ni una palabra
Harlan Coben
Harlan Coben - Muerte en el hoyo 18
Harlan Coben
Harlan Coben - Motivo de ruptura
Harlan Coben
Harlan Coben - Tiempo muerto
Harlan Coben
Harlan Coben - Play Dead
Harlan Coben
Harlan Coben - Caught
Harlan Coben
libcat.ru: книга без обложки
Harlan Coben
Harlan Coben - Bez Skrupułów
Harlan Coben
Harlan Coben - Tell No One
Harlan Coben
Harlan Coben - Jedyna Szansa
Harlan Coben
Отзывы о книге «Por siempre jamás»

Обсуждение, отзывы о книге «Por siempre jamás» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x