Robert Wilson - Los asesinos ocultos

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Wilson - Los asesinos ocultos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los asesinos ocultos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los asesinos ocultos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una terrible explosión en un edificio de Sevilla ha causado la muerte de varios ciudadanos. Cuando se descubre que los bajos de la edificación alojaban una mezquita, los temores que apuntan a un atentado terrorista se imponen. El miedo se apodera de la ciudad: bares y restaurantes se vacían, se multiplican las falsas alarmas y las evacuaciones.
Sometido a la presión tanto de los medios En Escocia en pleno siglo XIV, el clan de los Fitzhugh asesina a toda la familia de Morganna Kil Creggar, la protagonista de esta novela pasional, humorística y llena de fuerza. Alta, delgada y atractiva, Morganna jura venganza por este acto al clan enemigo y, para llevar a cabo su cometido, se viste de chico y se hace llamar Morgan. Ello le brinda la oportunidad de trabajar como escudero para Zander Fitzhugh, un miembro del clan y caballero empeñado en unificar su tierra y liberarla del dominio inglés, como del sector político, el inspector Javier Falcón descubre que el terrible suceso no es lo que parece. Y cuando todo apunta a que se trata de una conspiración, Falcón descubre algo que le obligará a dedicarse en cuerpo y alma a evitar que se produzca una catástrofe aún mayor más allá de las fronteras españolas.

Los asesinos ocultos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los asesinos ocultos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El jefe de bomberos era el hombre del momento. Estaba preparado para un día como ese y en menos de noventa minutos tenía el desastre bajo control. Acompañó a Falcón hasta el linde de la destrucción. De camino ordenó que un equipo de bomberos dejara de apuntalar el tejado del aula destruida para que la brigada de explosivos pudiera comprobar cómo había afectado al edificio la explosión. Puso al corriente a Falcón de la arquitectura del bloque de apartamentos destruido y de que la tremenda explosión debía de haber dañado los cuatro pilares principales de sustentación de esa zona. El efecto habría sido que el peso de todos los suelos de cemento armado había recaído, de una manera repentina y fenomenal, sobre los finos tabiques que había entre cada planta. Como cada nivel caía desde una altura cada vez mayor, se habrían producido un peso y una aceleración acumulativos.

– Nadie puede haber sobrevivido al derrumbe -dijo el jefe de bomberos- Rezamos porque haya ocurrido un milagro.

– ¿Por qué está tan seguro de que no puede haber sido una explosión de gas?

– Aparte de que nadie informó de que hubiera una fuga, y que sólo hemos tenido que apagar dos pequeños fuegos, la mezquita del sótano se utiliza diariamente. El gas es más pesado que el aire, y se acumula en el punto más bajo. No podría haberse acumulado una gran cantidad de gas sin que nadie lo notara. Además, el gas habría tenido que acumularse en un espacio lo bastante grande antes de explotar. Su poder se habría disipado. Nuestro principal problema habría sido el incendio, no la destrucción. Se habría formado una inmensa bola de fuego, que habría abrasado toda la zona. Habría habido víctimas de quemaduras. Una bomba estalla a partir de una fuente pequeña y limitada. Por tanto, su poder destructivo es mucho más concentrado. Sólo una bomba muy grande, o varias bombas más pequeñas, podrían haber destruido esos pilares de sustentación de cemento armado. Casi todos los muertos y heridos que hemos visto hasta ahora han sido alcanzados por los escombros y los cristales que salieron despedidos. Todas las ventanas de la zona han quedado hechas trizas. Todo ello son indicios de una explosión de bomba.

En el borde de la destrucción la luz herida era de un amarillo pálido. Los ladrillos y el cemento pulverizado formaban un fino polvo, que obstruía la garganta y las fosas nasales con el hedor de la podredumbre. Del interior de los cascotes amontonados llegaban los sonidos repetitivos y desesperados de los sonsonetes de los móviles, las mismas melodías personalizadas rogando una respuesta. Allí, en lugar de ser irritantes, tenían personalidad. El jefe de bomberos negó con la cabeza.

– Esto es lo peor -dijo-, escuchar cómo se desvanecen las esperanzas de una persona.

Falcón casi dio un bote cuando su propio móvil le vibró en el muslo.

– Manuela -dijo, alejándose un poco del jefe de bomberos.

– ¿Estás bien, hermanito? -preguntó ella.

– Sí, pero estoy ocupado.

– Lo sé -dijo ella-. Dime una cosa. ¿Ha sido una bomba?

– Todavía no nos lo han confirmado…

– No quiero el comunicado oficial -dijo Manuela-. Soy tu hermana.

– No quiero que Ángel se vaya corriendo al ABC y cite las palabras del inspector jefe en la escena del crimen.

– No se lo repetiré.

– No seas ridícula.

– Dímelo, Javier.

– Pensamos que ha sido una bomba.

– Mierda.

Falcón colgó furioso sin decir adiós. Hombres, mujeres y niños había muerto o estaban heridos. Familias enteras habían sido destruidas, junto con sus hogares y posesiones. Pero Manuela necesitaba saber qué iba a pasar con el mercado inmobiliario.

7

Sevilla. Martes, 6 de junio de 2006, 09:45 horas

Un hombre apareció corriendo entre Falcón y el jefe de bomberos. El hombre tropezó con los escombros que había al pie del edificio derrumbado, se puso en pie y corrió hacia los pisos de cemento armado que se amontonaban como obleas. Se veía extrañamente pequeño junto a la inmensidad del derrumbe. Parecía una marioneta mientras se movía vacilante a derecha e izquierda, intentando encontrar un punto donde poder mantener el equilibrio en medio de la maraña de cemento agrietado, barras de acero que sobresalían, tela metálica desgarrada y ladrillos hechos pedazos.

El jefe de bomberos le pegó un grito. El hombre no le oyó. Metió las manos en las ruinas, echó el cuerpo hacia arriba y enroscó una pierna en una gruesa barra de acero: era una mezcla horriblemente humana de fuerza enloquecida derrotada por la futilidad.

Para cuando llegaron hasta él colgaba impotente, tenía las palmas de las manos desgarradas y ensangrentadas, la cara deformada por la crudeza del dolor. Lo levantaron de aquella espantosa percha, igual que los soldados arrancan a un camarada de las alambradas en el frente. En cuanto lo bajaron recuperó las fuerzas y volvió a abalanzarse hacia el edificio. Falcón tuvo que agarrarlo de las piernas para frenarlo. Forcejearon sobre las ruinas, como un antiguo insecto articulado, hasta que Falcón consiguió incorporar al hombre e inmovilizarlo entrelazándole las manos sobre el pecho.

– No puede entrar ahí -le dijo, la voz ronca por el polvo.

El hombre emitió un gruñido y flexionó los brazos para librarse del abrazo de Falcón. Tenía la boca abierta, los ojos, desorbitados, no se apartaban del edificio desplomado, y el sudor le caía en gruesas gotas por la cara sucia.

– ¿A quién conoce que esté ahí? -preguntó Falcón.

Desde el fondo de los quejidos del hombre le llegaron dos palabras: esposa, hija.

– ¿En qué planta? -preguntó el jefe de bomberos.

El hombre alzó la mirada hacia ellos parpadeando, como si la pregunta exigiera un complicado cálculo diferencial.

– Gloria -dijo el hombre-. Lourdes.

– ¿Pero en qué planta? -preguntó el jefe de bomberos.

La cabeza del hombre colgaba inerte, ya no luchaba. Falcón le soltó y le dio la vuelta.

– ¿Conocía a alguien más, aparte de Gloria y Lourdes? -preguntó Falcón.

La cabeza del hombre se movió a uno y otro lado, y sus ojos oscuros captaron los daños sufridos por la guardería. Se irguió, se puso en pie y caminó como un robot a través de los escombros y restos domésticos hacia la guardería. Falcón lo siguió. El hombre se paró en el punto donde antes había una pared. El aula era una confusión de muebles rotos y fragmentos de cristal, y en la pared del fondo aleteaban en la brisa los dibujos de los niños, grandes soles, sonrisas exageradas, pelos de punta.

Los pies del hombre avanzaron sobre el piso de cristales. Tropezó y cayó pesadamente sobre un pupitre volcado, pero se enderezó enseguida y avanzó hacia los dibujos. Quitó uno de la pared y lo miró con la intensidad de un coleccionista que juzga una obra maestra. Había un árbol, un sol, un edificio alto y cuatro personas: dos grandes y dos pequeñas. En la esquina inferior derecha había un nombre escrito con letra de adulto: Pedro. El hombre lo dobló cuidadosamente y se lo metió en el bolsillo.

Los tres hombres enfilaron el pasillo central de la guardería y salieron por la entrada. La policía local había llegado e intentaban despejar el terreno para que pudiera llegar la ambulancia que había de llevarse los cadáveres de los cuatro niños. Las dos madres arrodilladas junto a sus pequeños gritaban histéricas. A la otra madre ya se la habían llevado.

Una mujer que llevaba un grueso vendaje blanco en un lado de lacara, a través del cual la sangre ya comenzaba a aflorar, reconoció al hombre.

– Fernando -dijo.

El hombre se volvió hacia ella, pero no la reconoció.

– Soy Marta, la maestra de Pedro -dijo.

Fernando se había quedado sin habla. Sacó el dibujo de la camisa y señaló la figura más pequeña. Los reflejos motores de Marta no parecían funcionar muy bien, pues fue incapaz de articular lo que tenía en la garganta y de expresar lo que tenía en la cabeza. La expresión de su cara se deformó y sólo consiguió emitir un sonido de tal brutalidad y fealdad que a Fernando le tembló el pecho. Ninguna influencia civilizadora controló ese sonido. Era la pena en su forma más pura, antes de que el tiempo la hiciera menos aguda y la poesía más conmovedora. Era un coágulo de emoción sombrío, gutural, convulsivo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los asesinos ocultos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los asesinos ocultos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Robert Wilson
Robert Wilson - Julian Comstock
Robert Wilson
Robert Wilson - Chronos
Robert Wilson
Robert Wilson - Die Chronolithen
Robert Wilson
Robert Wilson - Los cronolitos
Robert Wilson
Donald Westlake - La Luna De Los Asesinos
Donald Westlake
Arturo Pérez-Reverte - El puente de los asesinos
Arturo Pérez-Reverte
Robert Wilson - The Harvest
Robert Wilson
Rafael Trujillo Navas - Los mosaicos ocultos
Rafael Trujillo Navas
Отзывы о книге «Los asesinos ocultos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los asesinos ocultos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x