Javier Sierra - El ángel perdido

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Sierra - El ángel perdido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El ángel perdido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El ángel perdido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Mientras trabaja en la restauración del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, Julia Álvarez recibe una noticia devastadora: su marido ha sido secuestrado en una región montañosa del noreste de Turquía. A partir de ese momento, Julia se verá envuelta sin quererlo en una ambiciosa carrera por controlar dos antiguas piedras que, al parecer, permiten el contacto con entidades sobrenaturales y por las que están interesados desde una misteriosa secta oriental hasta el presidente de los Estados Unidos.
Una obra que deja atrás todos los convencionalismos del género, reinventándolo y empujando al lector a una aventura que no olvidará.

El ángel perdido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El ángel perdido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El viejo Faber dijo aquello como si hablara de un mono de laboratorio.

– ¿Y qué le hace pensar que eso servirá para algo, señor Faber?

– Muy sencillo -sonrió-. El vidente que usó John

Dee para comunicarse con los ángeles en el siglo XVI, Edward Kelly, logró entonar el enoquiano en innumerables sesiones. Y lo hizo siempre en presencia de los tres elementos que hemos reunido aquí: las dos adamantas y la mesa de invocación. El entrelazamiento de sus campos energéticos es lo que potencia el don que precisamos de usted. Su mente, los sonidos neuronales que produzca y esas piezas actuarán como un solo instrumento.

Amrak.

– En su sentido más amplio, sí -asintió-. La caja completa. Por eso nuestras posibilidades de éxito son altas.

– ¿Me hará daño?

– Los videntes de Dee siempre salieron indemnes…

– Pero nunca intentaron lo que usted quiere hacer hoy, ¿no es cierto?

Bill Faber se encogió de hombros.

– No tiene de qué preocuparse. Está rodeada de ángeles.

– Claro -sonreí poco convencida-. Casi lo había olvidado.

– Entonces, querida, empecemos cuanto antes.

Capítulo 96

Tom Jenkins clavó con fuerza sus dedos en la nieve y arrastró su cuerpo hasta el borde del precipicio. Sabía que, en adelante, debería medir al milímetro cada uno de sus pasos si no quería echar a perder toda la operación o acabar con sus huesos estampados seis metros más abajo. En un gesto reflejo, comprobó su teléfono satelital por enésima vez, confirmando con fastidio que seguía sin cobertura.

«Estamos solos.»

Desde su atalaya, la visión de la caverna era inmejorable. De una ojeada podía controlar el laboratorio, la brecha de acceso a la sima e incluso la oquedad del techo que conectaba el lugar con el exterior. Por un momento tuvo la impresión de estar en la cornisa del Panteón de Roma, junto a su celebérrimo óculo, espiando el suelo como si fuera una paloma. Por eso, con exquisito cuidado, se acomodó lo mejor que pudo en el saliente, instaló sus prismáticos sobre un pequeño trípode plegable y se dispuso a contemplar el espectáculo que se desarrollaba a sus pies. No tenía una prisa especial por actuar. Se había asegurado el apoyo de Nick Allen y la enorme ventaja -impagable en términos militares- del factor sorpresa. Si jugaba bien sus cartas, pronto saldría de allí con su compañera, el matrimonio Faber a salvo y las dos piedras que le habían prometido al presidente.

La preocupación de Jenkins era ahora la de hacer saber a Ellen que el séptimo de caballería había llegado en su auxilio. De eso dependía en parte el éxito de su plan. Pero ¿cómo lo lograría?

Ellen Watson parecía petrificada. Su silueta era inconfundible incluso enfundada en ropas térmicas. Contemplaba a Artemi Dujok y al joven del mono rojo en su maniobra por tumbar a Julia sobre una camilla y conducirla hasta el laboratorio, y no parecía que tuviera pensado intervenir.

– ¿Ve esa zona de ahí?-susurró Allen a Jenkins, señalando un armario metálico situado a unos metros a la izquierda de Ellen-. Creo que es el almacén de armas…

Tom asintió con desgana. Había algo en el lenguaje corporal de Ellen que lo alertó, pero no lograba determinar de qué se trataba.

– Si lográramos alcanzarlo y hacernos con algunas de ellas, podríamos encauzar la situación. Son seis contra dos y están desprevenidos.

Jenkins se mordió el labio sin tenerlas todas consigo.

Mientras calculaban sus fuerzas, otra escena estaba desarrollándose en el laboratorio. Un monitor plano de cincuenta pulgadas daba cuenta del tiempo que faltaba para el impacto de la primera andanada de protones de alta energía contra la Tierra. La NASA había recalculado varias veces la velocidad del tsunami de protones sobre las predicciones de Andrew Bollinger y ahora el equipo de Faber había interceptado sus cifras gracias a una antena especial plantada fuera del glaciar.

Veinte minutos, cuarenta segundos.

El contador marcaba el tiempo para su primer contacto con la ionosfera y el momento en el que todas las comunicaciones vía radio del hemisferio norte se apagarían.

«Mi teléfono ya lo ha hecho», se lamentó Jenkins. Los satélites Iridium debían de estar ya fuera de combate.

Los dígitos se movían inexorables. El anciano y Dujok no los perdían de vista. Mientras tanto, alrededor de Julia se habían situado Sheila, Daniel y Martin. La habían tomado de las manos mientras uno de los ayudantes del armenio se afanaba en ajustar unas correas elásticas alrededor del cuerpo y le colocaba un casco con cables en la cabeza. Con profesionalidad, iba comprobando que todas sus terminaciones estaban bien ajustadas.

– ¿Qué diablos hacen? -murmuró Jenkins, forzando la óptica de sus prismáticos.

Entonces el consejero del presidente vio cómo la camilla de Julia era empujada hasta uno de los extremos del glaciar. Allí, dispuestas sobre una especie de tarima, estaban la mesa de invocación y las dos adamantas.

«¡Las veo!», murmuró.

Las piedras habían comenzado a emitir una débil luminosidad. Un brillo pulsante que Allen contempló con cierta inquietud.

– …Julia, debes tratar de relajarte -dijo el anciano en un tono que Jenkins y el coronel escucharon con nitidez. Por una inesperada carambola acústica, al moverse hacia aquel rincón su voz rebotaba con una definición meridiana sobre la bóveda de hielo que los dos mirones tenían a sus pies.

– ¿Relajarme?-protestó Julia-. ¿Con estas correas?

– Son por tu seguridad, chérie -la tranquilizó Martin-. Desconocemos qué potencia puede llegar a desarrollar tu mente en estas circunstancias. Sabes que no deseamos causarte ningún daño.

– Recuerda -terció Dujok- lo que te ocurrió en Noia cuando Amrak desplegó su nube magnética a tu alrededor. Tuviste suerte de no desnucarte en la caída…

El anciano se les acercó con prisa.

– El impacto magnético está previsto para dentro de dieciocho minutos -los urgió-. Debemos empezar.

– ¿Y cómo sabéis que éste es el momento? ¿Que éste es el día grande y terrible?

Daniel Knight se había adelantado solícito hasta la camilla de Julia. Asía un portafolios y un bolígrafo bajo el brazo como si se dispusiera a llevar el control de la sesión. De hecho, fue él quien respondió a Julia, señalando algo en la pared.

– John Dee lo dejó todo profetizado en su Monas Hierogliphica, querida. -Pestañeó ante los focos del laboratorio-. En ese libro dibujó un signo que, por cierto, también aparece grabado en el Arca.

– ¿John Dee estuvo aquí?

– No. No lo creo -respondió tajante-. Sabemos que Dee viajó mucho por Europa. París, Lovaina, Bruselas, y también Hungría, Bohemia y Polonia. Sin embargo, no existe ni una sola pista que indique que viajara a Turquía, y mucho menos que alcanzase una latitud entonces tan remota para un occidental como ésta.

– ¿Y cómo llegó a conocer ese símbolo?

– Debió de mostrárselo alguno de los muchos peregrinos que ascendieron al Ararat para venerarlo. Está claro que ésta es su representación más antigua.

– ¿Un peregrino?

– Hasta el terrible terremoto de 1840 que derrumbó parte de la cara norte de la montaña, las visitas al Arca eran algo frecuente entre los nativos de la región.

– ¿Y crees que el símbolo esconde una profecía, Daniel?

– Sin duda. Dee la descifró, pero por razones que son fáciles de entender no se arriesgó a dejarla por escrito. No en un tiempo en el que la Inquisición vigilaba todos y cada uno de sus movimientos, escrutando sus libros con lupa.

Un mensaje disfrazado en un gráfico, comprensible sólo para los iniciados, era el método más seguro de transmitir una información redactada hace milenios.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El ángel perdido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El ángel perdido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El ángel perdido»

Обсуждение, отзывы о книге «El ángel perdido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x