Javier Sierra - El ángel perdido

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Sierra - El ángel perdido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El ángel perdido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El ángel perdido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Mientras trabaja en la restauración del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, Julia Álvarez recibe una noticia devastadora: su marido ha sido secuestrado en una región montañosa del noreste de Turquía. A partir de ese momento, Julia se verá envuelta sin quererlo en una ambiciosa carrera por controlar dos antiguas piedras que, al parecer, permiten el contacto con entidades sobrenaturales y por las que están interesados desde una misteriosa secta oriental hasta el presidente de los Estados Unidos.
Una obra que deja atrás todos los convencionalismos del género, reinventándolo y empujando al lector a una aventura que no olvidará.

El ángel perdido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El ángel perdido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Nos refugiamos dentro del café La Quintana, donde todavía estaban recuperándose del apagón. La cafetera rugía detrás de la barra haciendo un ruido ensordecedor. Estaban a punto de cerrar y su único camarero se afanaba en recogerlo todo para el día siguiente. Viendo que tendría para un rato más, nos acomodamos en una mesa al fondo del local.

– Julia… -Su manera de iniciar la conversación sonó a tanteo-. Sé que Martin y usted se conocieron en el año 2000, cuando él hizo el Camino de Santiago. Que lo dejó todo por usted. Su trabajo. Sus padres. Y también que se casaron cerca de Londres y…

– Aguarde un momento -lo detuve-. ¿Va usted a hablarme de Martin después de lo que acaba de pasar?

– Así es. Estoy aquí por él. Y ese hombre del que le acabo de salvar, también.

– ¿Qué quiere decir?

– Déjeme que sea yo quien la interrogue, se lo ruego.

Acepté sorprendida mientras nos servían un par de tazas de café.

– Dígame -prosiguió-. ¿Cuánto hace que no ve a su marido?

– Un mes, más o menos.

– ¿Un mes? ¿Tanto?

– Eso a usted no le incumbe, ¿no le parece? -reaccioné de mal humor.

– No, no. Lo entiendo, claro.

Entonces añadí algo para no parecer demasiado brusca:

– La última vez que hablé con él estaba en una zona montañosa de Turquía recabando datos para un estudio científico sobre el cambio climático.

– En el Ararat, ¿verdad?

Su precisión me descuadró.

– ¿Cómo lo sabe?

– Sé más cosas, señora -dijo sacando un iPad de su maletín que colocó justo frente a mis ojos. La pantalla se retroiluminó en el acto-. Su marido está en un serio peligro. Ha sido secuestrado.

Capítulo 8

– ¿Y a qué espera? ¡Envíeme esa información de inmediato!

El inspector Figueiras no era un hombre que supiera estar de brazos cruzados. Cortó aquella llamada preso de su propia impaciencia. Bastante era que un profesional extranjero estuviera interrogando a la única testigo del tiroteo de la catedral como para concederle más ventaja sobre aquel incidente. Un estomagante intercambio de impresiones con el deán, mientras examinaban los desperfectos en el mobiliario sagrado y sus hombres recogían los primeros casquillos, le había servido minutos antes para hacerse una idea de quién era Julia Álvarez. El padre Fornés se la describió como una mujer tenaz, quizás algo más de lo necesario, poco amiga de someterse a la disciplina eclesiástica y, en su opinión, algo contaminada por ideas paganas. «Celtas, Nueva Era y esa clase de cosas», explicó con una confianza no solicitada. A Figueiras eso le dio igual. «Pero es la mejor en su trabajo. Estoy seguro de que un día de éstos nos dará una sorpresa con algún descubrimiento trascendental. Ella salvará al Pórtico de su deterioro. Ya verá», añadió.

De aquel parlamento hubo, no obstante, un detalle que lo sorprendió de veras: según el deán, Julia Álvarez estaba casada con un súbdito norteamericano.

Por eso había telefoneado a comisaría y pedido que le suministrasen todo lo que supiesen de aquella pareja.

Figueiras estaba absorto frente al ordenador de su coche patrulla cuando sintió que el aire se estremecía. Las palas de un helicóptero batieron la atmósfera turbia del lugar, haciendo temblar hasta los adoquines de la plaza. Casi había olvidado su orden y lo temerario que resultaba que, con lluvia, su único aparato se hubiese atrevido a sobrevolar la ciudad. Pero ni siquiera tuvo tiempo de arrepentirse. Otra llamada lo distrajo.

– Figueiras al habla.

– ¿Inspector? -Era la voz del comisario principal.

– Sí, dígame.

– Ya está lista la información que me ha pedido. En primer lugar, no tenemos ningún expediente abierto a nombre de Julia Álvarez. No tiene antecedentes, ni siquiera una multa de tráfico, nada. Sin embargo, sabemos que es doctora en Historia del Arte y autora de un libro sobre el Camino de Santiago, La vía iniciática. Algo esotérico para mi gusto. Y poco más.

– ¿Qué ha hecho? ¿La ha googleado?

– Tenga cuidado con lo que dice, inspector -le ordenó su comisario, molesto.

– Tiene razón -resopló-. Perdone. Continúe, se lo ruego.

– Mucho más llamativo es, en cambio, su marido.

– Ya imagino.

– Martin Faber es climatólogo. Y de los mejores, Figueiras. De hecho, nadie se explica qué hace viviendo aquí. En 2006 publicó un trabajo sobre el deshielo de las nieves perpetuas en las principales montañas europeas y asiáticas que le valió incluso un premio de Naciones Unidas. Sus previsiones parece que están cumpliéndose a rajatabla. Tiene un prestigio impresionante. Lo más curioso, inspector, es que… Bueno, parece que se formó en Harvard y fue reclutado por la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, donde trabajó hasta que se casó con Julia y se retiró aquí con ella.

– ¿Su marido es un espía?

– Técnicamente sí. -La voz del comisario se vino abajo-. Lo malo es que el resto de su perfil está clasificado.

– Qué oportuno.

Los ojillos vivaces del inspector brillaron tras sus gafas de pasta blanca. Le pareció una extraña coincidencia que el tipo que estaba interrogando en ese momento a su testigo y el marido de ésta trabajaran para la misma agencia de inteligencia. «Aquí pasa algo gordo», barruntó.

– ¿Sabemos cuándo se casaron, comisario?

– Aún no he encontrado ese dato en el Registro Civil. Sin embargo, al hacer una consulta al archivo de residentes de los Estados Unidos en España he averiguado que lo hicieron en Gran Bretaña. ¿Y sabe qué? Hay un dato muy curioso en los archivos de aduanas…

– Vamos, comisario. No me tenga en ascuas.

– Al parecer, el matrimonio Faber vivió durante un año en Londres, dedicándose a algo que parece ajeno a la formación de ambos. Se hicieron tratantes de antigüedades. Pero al instalarse aquí y mudar sus pertenencias, lo vendieron todo. Todo salvo dos piedras de la época isabelina que declararon ante Patrimonio.

– ¿Dos piedras?

– Dos viejos talismanes. Raro, ¿verdad?

Capítulo 9

Las imágenes que comenzaron a desfilar delante de mis ojos eran irreales. Parecían sacadas de un telediario o, aún peor, de una mala película sobre la guerra del Golfo. De hecho, hubiera apartado la vista de aquel dispositivo de no ser porque reconocí en el acto al hombre con harapos de color naranja que ocupaba el centro de la pantalla. Dios santo. Al identificar sus rasgos angulosos, el perfil de su cabeza, sus manos grandes y fuertes maniatadas, y ese gesto de contrariedad que ponía cada vez que las cosas no salían como él quería, supe que no estaba preparada para ver más.

– ¿Qué… qué es esto? -vacilé.

El coronel Allen detuvo el vídeo.

– Es una prueba de vida, señora Álvarez. Fue obtenida la semana pasada en un lugar indeterminado de la provincia turca de la Anatolia Nororiental. Como ve, muestra…

– A mi marido, ya lo veo -atajé mientras un nudo de nervios y angustia se instalaba en mi garganta. Había empezado a darle vueltas a mi alianza de oro, y estaba a punto de echarme a llorar-. Pero ¿cómo es posible? ¿Quién lo ha secuestrado? ¿Por qué? ¿Qué quieren de él?

– Cálmese, se lo ruego.

– ¿Calmarme?-bufé-. ¿Cómo quiere que me calme?

El camarero de La Quintana echó un vistazo fugaz a nuestra mesa cuando me oyó perder los nervios. Dije aquello chillando de rabia, con los ojos empañados de lágrimas y el pecho encogido por falta de aire. Tomándome las manos, el coronel miró hacia él con un gesto equívoco. No supo si lo impelía a meter las narices en otra parte o le decía que allí no pasaba nada; el caso es que se retiró al otro extremo del local.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El ángel perdido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El ángel perdido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El ángel perdido»

Обсуждение, отзывы о книге «El ángel perdido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x