Javier Negrete - El sueño de los dioses

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Negrete - El sueño de los dioses» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El sueño de los dioses: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El sueño de los dioses»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En un remoto pasado, el dios Tubilok exploró las dimensiones del tiempo y el espacio, y en su busca del poder y el conocimiento absolutos perdió la razón. Durante siglos ha dormido fundido en la roca, pero ahora despierta de su sueño milenario, dispuesto a aniquilar a la humanidad y sembrar la locura y la destrucción por las tierras de Tramórea. Voluntariamente o por la fuerza, el resto de los dioses lo acompañan en su demencial cruzada. Sólo quedan tres magos Kalagorinôr, «los que esperan a los dioses». Para enfrentarse a la amenaza necesitarán la ayuda de los grandes maestros de la espada. Esta vez, Derguín y Kratos tendrán que llevar la guerra a escenarios insospechados. Al hacerlo desvelarán su pasado y nuestro futuro, y descubrirán los secretos que se ocultan en las tres lunas y en las entrañas de Tramórea.

El sueño de los dioses — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El sueño de los dioses», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Después de retorcerse en tantas revueltas que era fácil perder la cuenta, el camino desembocó en una mínima explanada, apenas cuarenta metros cuadrados, delante de una gran puerta cuyos batientes de roble estaban reforzados con barras de hierro. Sobre ella había ocho estrechas aspilleras desde las que vigilaban otros tantos arqueros, y más arriba un matacán cuyo voladizo estaba sembrado de huecos por los que podían arrojarse piedras, aceite hirviendo, arena caliente o cualquier otro agasajo dedicado a posibles agresores.

En la puerta había un postigo que a su vez contenía un ventanuco. Primero se abrió éste, y por él asomó un rostro surcado de arrugas y cicatrices. Por los ojos rasgados, el emisario supuso que se trataba de un Ainari, sospecha que se confirmó cuando se dirigió a él en ese idioma:

– ¿Eres el heraldo?

Una pregunta innecesaria. Su bandera llevaba bordado el antiquísimo emblema de las dos serpientes cruzadas, símbolo ancestral de los mensajeros protegidos por los dioses. En el báculo del emisario, sin embargo, sólo había tallada una serpiente solitaria con las fauces abiertas y dos pequeños granates encastrados en los ojos.

– Así es.

– ¿Hablas Ainari?

Otra pregunta superflua, puesto que en tal lenguaje le había contestado. Tras esperar en vano la respuesta, el soldado del interior se decidió a abrir el postigo. El heraldo dobló el cuello para trasponerlo, y aun así tuvo que doblar las rodillas para no darse un coscorrón con el dintel.

– Caramba, amigo -dijo el soldado, que parecía tener al menos sesenta años. Tal vez fuera efecto de las arrugas y las escasas guedejas de cabello que le caían por las sienes-. Qué crecidito estás. Dicen que los Trisios soléis ser bajitos.

– Yo no soy Trisio.

– ¿Y eso?

El soldado señaló la larga trenza blanca que colgaba desde la sien izquierda del emisario, cruzada sobre su pecho.

– Los Trisios se trenzan el cabello en la nuca y lo dejan colgar por la espalda, hasta las nalgas -respondió.

– Ya. He oído que, cuando crecen lo suficiente, se limpian el culo con

ellas.

– Jamás les he visto hacerlo. Prefieren usar piedras o manojos de hierba.

– ¿De dónde eres entonces?

– Te diré de dónde no soy. No soy de Trisia.

– Para trabajar como mensajero, eres muy poco comunicativo.

– Y tú, para ser Ainari, pareces demasiado parlanchín.

– ¡Ah, como ves, no siempre los tópicos se cumplen!

Atravesaron un patio interior, rodeado por más aspilleras en las que se intuían rostros hostiles. La siguiente puerta era un rastrillo de hierro, izado a media altura. Tras cruzarlo, se encontraron en el interior de Mígranz.

El emisario lo examinó barriendo a derecha e izquierda con una rápida mirada. Rodeando la muralla había una calle pavimentada de unos cinco metros de anchura, con escaleras que subían al adarve cada diez metros. Pasada la calle empezaban las casas y los almacenes. Y después, en las plazas y los patios de instrucción, las tiendas. Había tiendas de campaña por todas partes, y toldos, cañizos y sombrajos, y también carromatos que tras servir de transporte ahora se habían convertido en viviendas.

Sin duda, se trataba de los refugiados de la comarca de Málart, que habían acudido a la fortaleza huyendo del avance de los Trisios. El heraldo, que disponía de sus propios cauces de información, sabía que no todos los que solicitaban asilo eran admitidos. Se exigían condiciones muy estrictas para entrar: llevar comida para mantenerse por sí mismos, y nada de traer ancianos ni enfermos. De entre los adultos, sólo podían pasar aquellos capaces de mantenerse en pie y defender las murallas. Con los niños se mostraban más indulgentes: al menos, la guerra no les había robado todavía ese vestigio de humanidad.

Allí dentro reinaba una mezcla de caos y orden, de bazar y cuartel. En el improvisado campamento de refugiados se abrían calles despejadas que se cruzaban en ángulos rectos, y por ellas desfilaban los soldados que acudían a la muralla a llevar provisiones o a relevar a los defensores. Unos eran de la Horda, sonaban a metal al andar y caminaban con el aire seguro, casi desafiante, que les había contagiado su fundador Hairón. Otros eran más bisoños, convertidos en militares por las circunstancias, y se les notaba en el porte y en el armamento: petos acolchados o cuero hervido como mucho, en lugar de lorigas de anillas o corazas de placas.

Se oían voces, llantos, susurros, relinchos, rebuznos, balidos y un incesante zumbido de moscas. Risas, pocas. Tampoco se escuchaban los animados reclamos de los vendedores. En el aire flotaban cientos de olores, pero entre ellos predominaba el hedor a excrementos, humanos y animales por igual. Aunque Mígranz tenía letrinas y pozos negros, y vertederos que desaguaban los residuos al abismo, la fortaleza estaba abarrotada y los sistemas de limpieza no daban abasto.

Todos observaban con curiosidad al emisario, tal vez porque le sacaba una cabeza de estatura a la mayoría de la gente o porque querían saber qué condiciones leoninas les impondrían los Trisios. Él prefería no mirar fijamente a nadie. Había demasiado miedo y dolor en aquellos ojos, y hacía tiempo que había decidido que compartir las emociones ajenas sólo acarreaba sufrimiento inútil.

Algo le hizo levantar la vista. Su ojo experto había captado un borrón que se dirigía hacia el torreón central. Aunque apenas se distinguía del color del cielo, supo que era un cayán. Probablemente llevaba la respuesta de algún aliado al que habían solicitado ayuda desde Mígranz. ¿Cuál sería? El heraldo sospechó que malas noticias, y que los Invictos que decidieron quedarse en la fortaleza no tardarían mucho en perder ese título del que tanto se habían enorgullecido durante años.

Atravesaron un pasaje poblado de herrerías. Al menos ahí, en lugar de a mierda, olía a carbón y a hierro recalentado. Las chispas saltaban de un lado a otro de la calle, y entre el batintín de los martillos y los martinetes aporreando metal se escuchaban voces impacientes urgiendo a trabajar más deprisa.

Tras dejar atrás aquella calle, subieron una escalera estrecha y se encontraron en una plaza cuadrada, rodeada de muros y con el suelo adoquinado. En el centro se elevaba el torreón que durante unos minutos habían perdido de vista, tapado por las angosturas de las calles aledañas.

– El centro y el alma de Mígranz: nuestro patio de armas -explicó el veterano que ejercía de guía. No había dejado de hablar en todo el camino. El emisario no se creía ni la mitad de lo que le había dicho. ¿Veinte mil soldados y cinco mil refugiados? Más bien calculaba que debía de haber dos mil defensores armados, y que los demás, como mínimo cuarenta mil civiles, podrían utilizar como mucho piedras y palos contra los atacantes, y eso siendo optimistas.

Incluso en el patio de armas había cobertizos y tendajos montados. Al menos, habían dejado libres las inmediaciones del torreón. Éste, rodeado por un perímetro de soldados, era un edificio circular construido con sillares de granito y coronado por un chapitel de pizarra negra sobre el que, a cuarenta metros sobre la plaza, ondeaba el pendón de la Horda: un narval blanco nadando sobre fondo rojo.

Era una copia. El estandarte original se lo habían llevado los Invictos que meses atrás tuvieron la previsión de abandonar Mígranz y aquella región maldita sobre la que se cernía la plaga.

Caminaron hacia la puerta del torreón. Sobre ella, a unos ocho metros del suelo, se veía una gran vidriera. Estaba destinada a ser contemplada desde dentro, atravesada por los rayos del sol. Pero ya empezaba a anochecer y se adivinaban al trasluz lámparas encendidas y sombras que se movían.

– Ésa no es la vidriera original -le explicó el soldado-. La que había la rompió Kratos May con su cuerpo al huir del tirano Aperión. ¿Has oído hablar de Kratos?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El sueño de los dioses»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El sueño de los dioses» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El sueño de los dioses»

Обсуждение, отзывы о книге «El sueño de los dioses» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x