José Santos - El códice 632

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Tomás Noroña, profesor de Historia de la Universidad Nova de Lisboa y perito en criptología y lenguas antiguas, es contratado para descifrar una cifra misteriosa.
Los conocimientos y la imaginación de Tomás lo llevarán a una espiral de intrigas, en dónde inesperadamente se topará que con un secreto guardado durante muchos siglos: la verdadera identidad de Cristóbal Colón.
Basada en documentos históricos genuinos, El códice 632 nos transporta a un viaje por el tiempo, una aventura repleta de enigmas y mitos, secretos encubiertos y pistas misteriosas, falsas apariencias y hechos silenciados, un auténtico juego de espejos donde la ilusión se disfraza de realidad, para disimular la verdad.

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– Tom, todo eso puede ser verdadero, pero, discúlpeme una vez más, es especulativo. ¿Existe algún elemento que conste en el acta notarial descubierta por Assereto que pueda considerarse sospechoso?

– Existe, sí.

Los dos hombres se miraron durante un largo instante.

– ¿Cuál? -preguntó Moliarti por fin, tragando saliva.

– La fecha de nacimiento de Colón.

– ¿Qué tiene esa fecha de extraño?

– Tiene dos anomalías. La primera, una vez más, está relacionada con el timing del descubrimiento del Documento Assereto. En 1900, se celebró un congreso de americanistas, en el que quedó establecido que Colón había nacido en 1451. Era una mera suposición, basada únicamente en un acta notarial de 1470, en la cual aparece escrito… -Consultó la copia del acta, que obtuvo en Génova-: «Cristoforo Colombo, figlio di Domenico, maggiori di diciannove anni». -Tomás hizo unos cálculos en la libreta de notas-. Si quitamos diecinueve a 1470, da 1451. Por tanto, los congresistas, apoyados únicamente en este documento notarial y sin ninguna prueba de que Cristoforo Colombo fuese Colom, determinaron que ése fue el año de nacimiento del descubridor de América. Veamos, pues, lo que observó el historiador portugués Armando Cortesáo a propósito del Documento Assereto. -Sacó un libro voluminoso de la cartera, titulado Cartografía e cartógrafos portugueses dos sáculos XV e XVI, localizó la página que buscaba y leyó unas líneas previamente subrayadas a lápiz-. «Es extraordinario que hubiese, coincidiendo tan bien con el testamento de Colombo y otros documentos conocidos y confirmando con tanta precisión la edad, por suposición, basada en el congreso de los americanistas, en 1900, un documento tan importante en los procuradísimos archivos de Génova, explorados por centenares de ávidos investigadores en lo tocante al periodo colombino, para colmo entre papeles notariales, sin que hasta entonces nadie reparara en él y en tan importante declaración. ¡Desastrosa coincidencia! En 1900, el congreso fija el año de 1541 como fecha de nacimiento de Colón y luego, en 1904, aparece un documento de 1479, donde él mismo dice tener 27 años y todo lo demás coincide con otros datos que muchos consideraban poco seguros, tal como la estancia en Portugal en 1478»; coincidencia tan extraña que llevó al famoso historiador portugués a observar, siempre a propósito del Documento Assereto, que «la industria de falsificación de documentos "antiguos" alcanzó tal perfección que en ese capítulo nada nos sorprende». -Tomás miró a su interlocutor-. Del timing, estimado Nelson, ya hemos hablado. -Acomodó el volumen de Armando Cortesão en la cartera-. Vamos ahora a la fecha en sí. El Documento Assereto confirma, con admirable celeridad y solicitud, la fecha casi arbitrariamente establecida cuatro años antes por el congreso de americanistas. Pero la afirmación de que 1451 fue el año en que Cristóbal Colón nació es contradicha por un testimonio de peso. -Tomás se quedó un instante mirando a Moliarti, con expresión de desafío-. ¿Se imagina quién fue el que cuestionó la fecha proporcionada por el Documento Assereto?

– No tengo la menor idea.

– El propio Cristóbal Colón. Sabemos hoy que el descubridor de América, como en tantas otras cosas, tuvo el enorme cuidado de ocultar su fecha de nacimiento. Su hijo Hernando reveló solamente que su padre comenzó la vida de marinero a los catorce años. No obstante, en cuanto a la edad, el propio navegante mantuvo silencio, pero se descuidó en dos ocasiones. -Consultó sus notas-. En el diario de a bordo de su primer viaje registró, el 21 de diciembre de 1492, que «yo he andando veinte y tres años en la mar, sin salir della tiempo que se haya de contar». A partir de esta afirmación, basta con hacer las cuentas. -Cogió el bolígrafo y escribió unos números en una hoja limpia de la libreta-. Si sumamos veintitrés años en el mar y ocho en Castilla, los correspondientes al «tiempo que se haya de contar» en que estuvo esperando autorización para emprender la navegación, y catorce de infancia hasta comenzar la vida de marinero, obtenemos cuarenta y cinco años. -Escribió «23 + 8 + 14 = 45»-. Quiere decir que Colón tenía cuarenta y cinco años cuando, en 1492, descubrió América. Si le quitamos ahora cuarenta y cinco a 1492, el resultado es 1447. -En el papel, la cuenta indicaba «1492 – 45 = 1447»-: Ese es el año en que nació el gran navegante. -Volvió a los apuntes-. Más tarde, en una carta fechada en 1501 y transcrita por su hijo Hernando, Colón comunicó a los Reyes Católicos que «ya pasan de quarenta años que yo voy en este uso» de la navegación. -Tomás regresó a la hoja limpia, donde había hecho la cuenta anterior-. Si sumamos cuarenta a los catorce de la infancia, da cincuenta y cuatro. -Escribió «40 + 14 = 54»-. Por tanto, escribió esa carta de 1501 cuando tenía cincuenta y cuatro años de edad. Si le quitamos cincuenta y cuatro a 1501, da 1447. -La resta indicaba ahora «1501 – 54 = 1447»-. En definitiva, Colón dio a entender, en estas dos referencias, que había nacido en 1447, cuatro años antes de 1451, el año que el Documento Assereto le atribuye como fecha de nacimiento. -Dio unos golpes con el índice en las dos cuentas que acababa de hacer-. Esta, estimado Nelson, es una inaceptable incongruencia del Documento Assereto y hiere de muerte su credibilidad. Además, esa acta notarial, en rigor, no es más que una minuta -en folios sin la firma del declarante y del notario y sin mencionar la paternidad de Cristoforo, lo que es anormal en ese tipo de documentos de la época.

Moliarti suspiró pesadamente. Se recostó en la silla y se quedó mirando la muralla frente a la terraza, además de la ciudad, con la Praça da Figueira y su estatua ecuestre bien visible más abajo y la mancha verde de Monsanto rasgando el horizonte sobre el caserío. El camarero se acercó, dejó un platito con la cuenta sobre la mesa y, cuando se alejó, una pareja de ruiseñores se puso a picotear los restos de pan que había en el camino paralelo al muro, desparramados por el soplo del viento; los pajaritos volaron después hacia las ramas casi desnudas de un viejo olivo y se quedaron allí, trinando a dúo, improvisando una nerviosa melodía a merced de la brisa.

– Dígame una cosa, Tom -murmuró el estadounidense, rompiendo el silencio que se había instalado momentáneamente entre ellos-. En su opinión, ¿Colón no era genovés?

El historiador cogió un palillo y comenzó a jugar con él, pasándolo entre los dedos, de un lado para el otro, remolineando y girando, como si el palillo fuese un minúsculo acróbata.

– Me parece claro que, en opinión del profesor Toscano, no era genovés.

– Eso ya lo he entendido -dijo Moliarti y apuntó con el índice a Tomás-. Pero me gustaría saber cuál es su opinión.

El portugués sonrió.

– Quiere saber mi opinión, ¿eh? -Se rio suavemente-. Bien, yo creo que no es posible afirmar, con toda certidumbre, que Colón no fuese genovés. Existen demasiados testimonios en ese sentido: Anghiera, Trevisano, Gallo, Giustiniani, Oviedo, De las Casas, Ruy de Pina, Hernando Colón y el propio Cristóbal Colón. Es cierto que algunos de estos nombres se limitan a citarse unos a otros y no porque se diga mil veces una mentira se convierte en verdad. Es cierto también que los documentos donde todas estas fuentes se mencionan no ofrecen plena confianza, por los motivos que ya he indicado en abundancia. Pero es un hecho que todos apuntan en el mismo sentido, por lo que debemos ser cautelosos. Yo diría que el origen genovés de Colón sigue siendo una referencia, pero hay que tener en cuenta el hecho de que existen innúmeros y poderosos indicios que contradicen esa hipótesis. En honor a la verdad, y como le he explicado hace poco, es imposible entender la vida de Cristóbal Colón si aceptamos como buenos todos los relatos y documentos que nos han llegado, dado que son contradictorios. Para que unos sean verdaderos, otros tendrán que ser forzosamente falsos. No hay ninguna posibilidad de que todos sean verdaderos. -Alzó dos dedos-. Y aquí tenemos por delante dos caminos. Uno: consideramos verdaderos los documentos y relatos genoveses, a pesar de sus incongruencias, y afirmamos que Colón era genovés. El otro: validamos las innumerables objeciones que contradicen esa tesis, y decimos que no era genovés. -Alzó un dedo más-. Aun así, queda todavía una tercera hipótesis, tal vez la más plausible: la que permite un compromiso entre las dos primeras versiones, pero nos obliga a dar un salto en nuestro razonamiento, lista tercera posibilidad es que las pruebas e indicios de ambos lados sean de una manera general verdaderos, aunque ambos contengan ciertas falsedades e imprecisiones.

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