Muchos amigos, directa o indirectamente, estuvieron detrás de esta novela, aunque, como es natural, permanezcan ajenos a la intriga de la ficción. Agradezco encarecidamente las valiosas aportaciones de Joao Paulo Oliveira e Costa, profesor de Historia de los Descubrimientos de la Universidad Nova de Lisboa; Diogo Pires Aurelio, director de la Biblioteca Nacional de Lisboa; Paola Caroli, directora del Archivio di Stato de Génova; Pedro Correa do Lago, presidente de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro y uno de los coleccionistas mundiales más importantes de manuscritos autógrafos; Antonio Gomes da Costa, presidente del Real Gabinete Portugués de Lectura de Río de Janeiro; el embajador Antonio Tánger, que me abrió las puertas del palacio de Sao Clemente, en Río de Janeiro; Antonio da Graça, padre e hijo, y Paulino Bastos, cicerones por Río de Janeiro; Helena Cordeiro, que me dejó observar Jerusalén por una ventana; el rabino Boaz Pash, el último cabalista de Lisboa; Roberto Bachmann, presidente de la Asociación Portuguesa de Estudios Judaicos; Alberto Sismondini, profesor de italiano en la Universidad de Coimbra, conocedor de las lenguas de la Liguria y un valioso apoyo para la comprensión del dialecto genovés; Doris Fabris-Bucheli, preciosa guía por el hotel da Lapa, en Lisboa; Joào Cruz Alves y Antonio Silvestre, los guardianes de los portones que ocultan los misterios de la Quinta da Regaleira, en Sintra; Mario Oliveira y Conceição Trigo, médicos cardiólogos del hospital de Santa Marta, en Lisboa; Miguel Palha, médico y fundador de la Asociación Portuguesa de Portadores de trisomía 21, y su mujer Teresa; y también de Dina, Francisco y Rosa Gomes, que compartieron conmigo sus experiencias.
Florbela fue, como siempre, la primera lectora y la más importante crítica, el faro que me guio por el intrincado laberinto de la narración.
José Rodrigues dos Santos
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[1]Euterpe oleracea, llamada en castellano «palmera de la col», común en Venezuela, Brasil, Ecuador, las Guyanas. Se obtiene de su fruto un delicioso zumo vigorizante. (N. del T.)
[2]Posible broma del personaje: «tanso» significa «necio, tonto» en portugués. (N. del T.)
[3]En castellano (Barcelona, Anagrama, 1997: El secuestro, traducida por un equipo formado por M. Arbués, M. Burrel, M. Parayre, R. Vega y H. Salceda, quienes optaron por prescindir de la vocal «a». (N. del T.)
[4]Para favorecer la lectura del acertijo en castellano, he añadido la vocal «i» y he quitado una «o», respecto del original. Paralelamente, he sustituido la «q» por una «c». Los razonamientos del personaje se vuelven algo relativos, claro está, al pasar del portugués al español, pero me pareció importante que el mensaje descifrado se leyese ya traducido. (N. del T.)
[5]En castellano: Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, traducción de Aurelio Garzón del Camino, Ia edición, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1994. (N. del T.)
[6]A partir de este momento se introducen palabras o expresiones en castellano en el original. (N. del T.)