Ian Rankin - El jardínde las sombras

Здесь есть возможность читать онлайн «Ian Rankin - El jardínde las sombras» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El jardínde las sombras: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El jardínde las sombras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El inspector Rebus se desvive por llegar al fondo de una investigación que podría desenmascarar a un genocida de la segunda guerra mundial, asunto que el gobierno británico preferiría no destapar, cuando la batalla callejera entre dos bandas rivales llama a su puerta. Un mafioso checheno y Tommy Telford, un joven gánster de Glasgow que ha comenzado a afianzar su territorio
Rebus, rodeado de enemigos, explora y se enfrenta al crimen organizado; quiere acabar con Telford, y así lo hará, aun a costa de sellar un pacto con el diablo.

El jardínde las sombras — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El jardínde las sombras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– La competencia en el barrio debe de estar que trina -comentó Davidson-. ¿Te apetece un bocado?

Rebus miraba en aquel momento la salida de los trabajadores de Maclean's -debía de ser la media hora de descanso de la tarde- que cruzaban la calle esquivando coches y sacando monedas de los bolsillos camino de la tienda.

– Sí, de acuerdo -contestó Rebus pensativo.

El local estaba a rebosar. Davidson aguardó cola mientras Rebus miraba los periódicos y las revistas. Los trabajadores charlaban y contaban chistes mientras dos jóvenes dicharacheros pero muy poco eficientes atendían el mostrador.

– ¿De qué lo quieres, John, de beicon?

– Bien -dijo Rebus recordando que no había comido.

Por dos panecillos con beicon le cobraron sólo una libra. Se sentaron en el coche a comerlos.

– Shug, en una tienda como ésa lo normal es que rebajen un par de artículos para atraer clientela -Davidson asintió con la cabeza hincando el diente al panecillo-, pero esto es Jauja. -Rebus dejó de comer de pronto-. Hazme un favor: averigua quién es el dueño y quiénes son esos dos del mostrador.

Davidson redujo el ritmo masticatorio.

– ¿Tú crees que…?

– Tú averígualo, ¿de acuerdo?

Capítulo 22

Cuando volvió a St. Leonard sonaba el teléfono de su mesa y se sentó a ella con el vaso de café que acababa de servirse en la máquina. Durante todo el camino no había dejado de pensar en Candice. Dio dos sorbos y cogió el teléfono.

– Inspector Rebus.

– ¿A qué cojones viene todo ese follón?

Era la voz de Big Ger Cafferty.

– ¿Dónde estás?

– ¿Dónde quiere que esté?

– Suena como si hablaras desde un móvil.

– No se imagina las cosas que entran aquí en Barlinnie. Bueno, ¿qué es lo que está pasando?

– Te has enterado…

– ¡Me ha quemado la casa! ¡Mi casa! ¿Cree que voy a dejarle que se quede tan pancho?

– Escucha, creo que he encontrado el modo de encerrarle.

– ¿Cuál?

– Aún no, quiero…

– ¡Y todos mis taxis! ¡Ese hijo de puta! -vociferó Cafferty.

– Escucha, precisamente lo que él quiere es provocarte y estará esperando represalias inmediatas.

– Y las va a tener.

– Pero está preparado. ¿No sería mejor sorprenderle cuando baje la guardia?

– Ese cabrón no ha bajado la guardia desde que nació.

– ¿Te digo por qué lo ha hecho?

– ¿Por qué?

– Porque según él has matado a Matsumoto.

– ¿A quién?

– Un socio suyo. Y quien se lo cargó lo organizó de manera que pareciese que era yo quien conducía el coche.

– No ha sido cosa mía.

– Pues díselo a él porque Telford está convencido de que fue por orden tuya.

– Nosotros dos sabemos que no.

– Exacto; sabemos que alguien me tendió una trampa con intención de apartarme del asunto.

– ¿Cómo ha dicho que se llama el muerto?

– Matsumoto.

– ¿Es japonés?

Rebus habría deseado ver los ojos de Cafferty. Aun así era difícil saber cuándo decía mentiras.

– Era japonés -respondió.

– ¿Y qué demonios tenía él que ver con Telford?

– Me da la impresión de que tu servicio de espionaje va a la deriva.

Se hizo un silencio.

– Lo de su hija…

Rebus se estremeció.

– ¿Qué?

– Hay una tienda de artículos de segunda mano en Porty. -Se refería a Portobello-. El dueño compró un lote y en él había unas cintas de ópera y de Roy Orbison. Le llamó la atención porque son músicas que se dan de palos.

Rebus apretó el receptor contra el oído.

– ¿Qué tienda? ¿Qué aspecto tenía el que se las vendió?

Cafferty dejó oír una risa helada.

– Estamos averiguándolo, Hombre de paja. Déjenoslo a nosotros. Bien, en cuanto a ese japonés…

– Te he dicho que trincaré a Telford. Ese fue el trato.

– Lo que quiero son hechos.

– ¡Estoy en ello!

– Bueno, pues téngame al corriente.

Rebus hizo una pausa.

– Bien, ¿cómo está Samantha? -preguntó Cafferty-. Se llama así, ¿no?

– Está…

– Porque yo sí que estoy a punto de cumplir lo acordado, mientras que usted…

– Matsumoto era de la Yakuza. ¿Has oído hablar de ella?

Se hizo un silencio.

– Algo he oído.

– Telford les está ayudando a comprar un club de campo.

– ¿Y para qué demonios lo quieren?

– No lo sé muy bien.

Cafferty volvió a guardar silencio hasta que Rebus pensó que había agotado la batería del móvil.

– Es un chico de grandes ideas, ¿no? -dijo de pronto Cafferty como con cierta admiración pese a su cólera por los ataques en su territorio.

– Tú sabes que no es el primero que se pasa por querer abarcar tanto.

De pronto se le había ocurrido adonde iba todo a parar.

– Pero Telford debe de tener bastante margen de maniobra -dijo Cafferty-. Y a mí no me queda ni la mitad.

– ¿Sabes que te digo, Cafferty? Tú cuando pareces admitir la derrota es precisamente cuando estallas.

– Bien sabe que tendré que replicar, quiera o no. Es un ritual obligado como el de darse la mano.

– ¿Cuántos hombres tienes?

– Más que suficientes.

– Escucha otra cosa… -añadió asombrado de estar facilitando información a su gran enemigo-. Hoy ha llegado Jake Tarawicz y creo que esos fuegos artificiales eran en su honor.

– ¿Y Telford me ha quemado la casa sólo por hacerle una demostración a ese feo cabrón ruso?

Rebus pensaba a toda velocidad a semejanza de un crío que quiere presumir delante de los mayores. Abarcar más de lo debido…

– ¡Pues no, Hombre de paja! -dijo Cafferty furioso otra vez-. ¡La suerte está echada! Si esos dos quieren guerra sucia con Morris Gerald Cafferty van a tenerla y cómo. Se van a enterar. ¡Acabarán como si hubieran pillado el puto sida!

Rebus colgó al oír aquello último. Bebió el café frío y escuchó los mensajes. Patience preguntaba si podía ir a cenar con ella, Rhona le decía que habían hecho otra ecografía a Sammy y Bobby Hogan quería hablar con él.

Llamó primero al hospital y oyó casi sin escuchar a Rhona, quien le explicaba que habían hecho otra exploración a Sammy para evaluar la magnitud de la lesión cerebral.

– ¿Y por qué demonios no se la hicieron en el primer momento?

– No lo sé.

– ¿Lo has preguntado?

– ¿Por qué no vienes tú a preguntarlo? Se ve que cuando no estoy yo sí que te gusta pasar tiempo con Samantha y hasta te quedas dormido en la silla. ¿Qué pasa, te doy miedo?

– Escucha, Rhona, lo siento. He tenido un día muy agitado.

– No eres el único.

– Lo sé. Soy un mamonazo egoísta.

El resto de la conversación era previsible y fue un alivio darle fin. Llamó a Patience, conectó el contestador automático y le dijo que aceptaba encantado la invitación. A continuación llamó a Bobby Hogan.

– Hola, Bobby, ¿qué has averiguado?

– No mucho. Hablé con Telford.

– Lo sé; me lo ha dicho.

– ¿Has estado con él?

– Me ha dicho que a Lintz no lo conoce de nada. ¿Hablaste con La familia?

– ¿Los que rondan por su oficina? Ellos dicen lo mismo.

– ¿Mencionaste lo de los cinco mil?

– ¿Me tomas por tonto? Escucha, a ver si tú sabes…

– Larga.

– En la agenda de direcciones de Lintz he visto un par de domicilios de un tal doctor Colquhoun. Al principio pensé que era su médico de cabecera.

– Es un especialista en idiomas eslavos.

– Sí, pero Lintz le ha seguido la pista porque tiene anotados todos los cambios de domicilio desde hace veinte años, incluidos los números de teléfono menos el último. Y he comprobado que el tal Colquhoun no ha cambiado de dirección desde hace tres años.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El jardínde las sombras»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El jardínde las sombras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El jardínde las sombras»

Обсуждение, отзывы о книге «El jardínde las sombras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x