Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Historia de Dios en una esquina: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Dios en una esquina»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El descubrimiento del cadáver de una niña, hija adoptiva de una rica familia, llevará al inspector Méndez a husmear por las viejas calles de Barcelona, una ciudad en continua reconstrucción, y por las ruinas eternas de Egipto.

Historia de Dios en una esquina — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Dios en una esquina», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Dios mío, Méndez.

La Bo Derek, que era la dueña, gimió:

– Hace horas y horas que hemos avisado a la policía. Tiene huevos. Y al final lo envían a usted.

– Es que yo conozco a Gallardo -dijo Méndez-, y dentro de la modestia, aquí donde me ve, soy amigo suyo. Ya se acordará de que estuve aquí, en la tienda, antes de detenerlo. Bueno, y sé que ustedes tienen en custodia a la Juli, a la nena.

– Sí, señor -dijo el Mane-. Es una sobrina. ¿Cómo no vamos a tenerla?

Dejaron paso a Méndez, para que éste entrase en la tienda. Era una mercería modesta, un lugar con cajas amontonadas, estanterías que parecían caerse y una caja registradora que hubiera envidiado un coleccionista. Hasta allí, hasta la tienda, llegaba el aire caliente de las habitaciones que estaban al fondo. Méndez pensó que la única cosa alegre, la única cosa estimulante era el anuncio de una mujer que se ponía unas medias.

– ¿Desde cuándo falta la Juli? -preguntó.

– Sólo desde hace un día -explicó la Bo Derek-, aunque su padre, o sea el Gallardo, cree que hace dos. Juli llamaba cada mañana a la Modelo, a las oficinas, que era donde tenía un destino su padre. Pero una mañana se olvidó. Y por la tarde va y desaparece. Ésta es la segunda noche que no viene a dormir, ¿sabe, Méndez? El último sitio donde la vieron fue en la academia de aquí al lado, que es muy buen sitio para aprender inglés. Y barato. Y muy moral -la Bo Derek estaba llorando-, pero la vieron salir y ya no llegó a casa. Hemos hablado con todas sus amigas, oiga, con todas. Y ninguna sabe nada. Ninguna lo entiende.

Méndez recordaba muy bien los datos de la autopsia que le había dado el viejo Reus. Preguntó:

– ¿En esa academia usan gomas de borrar? ¿Y hay tiza?

– Bueno… Supongo que sí. ¿Por qué?

– Por nada. Iré a echar un vistazo a ese sitio apenas abran. Por cierto, yo nunca he visto a la Juli. ¿Tienen aquí por casualidad alguna fotografía suya?

Fue la Bo Derek la que respondió. Los demás no se atrevían a decir una palabra. El marido tampoco hablaba, no fuera que con las vibraciones se le cayese un cuerno.

– No tenemos ninguna, señor Méndez. Le parecerá extraño, ¿no? Una chica tan mona y que además vive con nosotros… Pero si bien se mira, es natural. Todas se las llevó su padre.

– Claro… También es lógico… -susurró Méndez-. Oigan…

– ¿Qué?

El viejo policía se estaba pasando un dedo por la boca. Había cerrado los ojos. Los abrió y retiró el dedo con un gesto de impaciencia. Sabía que tenía que pedir al Mane que fuese al Clínico para identificar a la víctima. Pero no se atrevió ni con él ni con nadie. Los veía a todos tan derrotados que se preguntó si aquel trámite no podía aplazarse unas horas más. Total… ¿qué…?

Y encima había otra noticia importante que comunicar. Susurró:

– Gallardo se ha fugado.

– Pero ¿qué dice…?

La Bo Derek estaba asustada. Sujetó por las solapas a Méndez y lo zarandeó. No le costó demasiado trabajo, porque era una tía de ochenta kilos bien puestos, de las que hacen crujir las camas. A Méndez -aunque la cosa no iba con él y no podía ir con él y nunca iría con él- le aterrorizaba pensar que aquella dama pudiese un día convencerle para echar un polvete a la americana, o sea poniéndose ella encima.

– No querrá hacernos daño… -gimió ella-, no pensará que no nos hemos ocupado de su hija… Después de todo, le hemos estado haciendo un favor, la recogimos cuando no tenía dónde caerse muerta…

– No es eso -dijo Méndez, apartando las manos de sus mugrientas solapas-. Incluso es posible que Gallardo no venga por aquí, pero si viene tienen que avisarme. O mejor, telefonearé yo cada hora y trataré de hablar con él. Si Gallardo se ha fugado, es porque teme que le haya pasado algo muy grave a su hija. Y porque cree que conoce al que lo ha podido hacer.

– ¿Algo… grave? Oiga, ¿usted qué sabe, señor Méndez?

«He hecho mal en venir -pensó el viejo policía-. No me quedaba más remedio, pero a pesar de todo, maldita sea, he hecho mal en venir. Ahora van a ponerse todos a chillar, ahora esto va a ser como un anticipo del entierro de la niña.»

Miró con tristeza el pasillo que se extendía más allá de la tienda. Un papel viejo y que ya empezaba a caerse a tiras. Una Virgen de Montserrat con un «Benvinguts». Una foto que inmortalizaba el momento de máxima gloria del Mane, porque en ella aparecía junto a un ex jugador del Barcelona llamado Rifé. Un escudo de una colla sardanista. Una bandera blanca y amarilla, recuerdo de una peregrinación a Roma.

Un mundo sencillo e ingenuo, pero construido día a día y peseta a peseta y que de pronto, en un momento, se había roto en pedazos. Méndez sabía que aquellos pedazos ya nadie los podría volver a juntar.

No tuvo valor para pedir que hicieran la identificación aquella misma noche.

– ¿Algún cabrón se había fijado en la Juli, a pesar de que ella era sólo una niña? -preguntó-. ¿Alguien de por aquí la perseguía?

– ¿Por qué pregunta eso?

– Porque el mundo está lleno de cabrones -declaró solemnemente Méndez.

– Pues no, nadie la perseguía -dijo el Piris, abriendo la boca por primera vez-. Aún era muy jovencita.

«Si llega a ser mayor la hubieras perseguido tú, mamón», pensó Méndez.

Fue hacia la puerta.

– Váyanse a dormir -susurró-, porque de momento no pueden hacer nada. Ya necesitarán mañana todas las energías, ya… Pero no se preocupen, porque yo no voy a descansar ni un minuto, y ahora mismo empiezo a seguir un par de pistas que ya tengo. Ah… Telefonearé dentro de una hora.

Tras la piadosa mentira de las dos pistas -en realidad Méndez sabía que no tenía ni una sola- abandonó la tienda, su aire cargado, su anuncio de tía con medias, su «Benvinguts» y el momento de gloria del señor Mane junto al señor Rifé. La calle estaba vacía, hosca y sin siquiera un gato que diera sensación de ciudad que todavía funciona. Méndez rodeó el mercado de San Antonio, bajo la marquesina que ya tenía más de ciento cincuenta años, captando el ruido sedante de sus propios pasos. Era un sonido casi milagroso, porque apenas es posible captar en Barcelona los pasos, la presencia, la paz de un hombre solo. En Barcelona siempre se captan los sonidos de una multitud eternamente en marcha.

Y fue entonces cuando Méndez lo comprendió.

Se detuvo un momento.

Infiernos… ¿cómo no lo había pensado antes?

Tenía una pista, al menos una. Y podía permitirle llegar muy lejos.

La propia niña se la había indicado antes de morir.

5 COMO UNA BANDERA AL AIRE

Méndez echó de nuevo a andar, pero ahora con una mayor rapidez. Ahora, al menos, sabía que iba a alguna parte. Y captó otra vez el sonido de sus pasos de hombre solo, el milagro de su soledad. Era un sonido tranquilizador y sedante.

¿O no?

Méndez tensó un poco las orejas, como los perros, en especial los perros callejeros, que no tienen ni quien les ponga el plato a cambio de darles la lata. O sus pasos tenían eco o alguien le estaba siguiendo. Volvió a andar y sus pasos sonaron repetidos en la noche.

Había dejado atrás la marquesina del mercado y sus luces macilentas. Ahora las sombras eran más espesas, más densas. Se volvió.

El hombre que estaba apenas a unos cinco metros de distancia se detuvo.

Méndez dijo:

– Hola, Gallardo.

Gallardo no iba mal vestido. Su traje era casi nuevo. Su camisa estaba limpia, o lo parecía en la penumbra, y hasta -cosa insólita en un presidiario- usaba corbata. La cara impasible, dura, como recortada a cincel, no reflejaba ningún sentimiento.

– Hola, Méndez -contestó con voz neutra.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Historia de Dios en una esquina»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Dios en una esquina» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina»

Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x