Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Historia de Dios en una esquina: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Dios en una esquina»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El descubrimiento del cadáver de una niña, hija adoptiva de una rica familia, llevará al inspector Méndez a husmear por las viejas calles de Barcelona, una ciudad en continua reconstrucción, y por las ruinas eternas de Egipto.

Historia de Dios en una esquina — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Dios en una esquina», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Amigo mío -dijo Méndez, con una educación impropia de su bajo linaje-, soy yo el que lo lamenta de verdad. Cometí un error al entrar de aquella manera. Y siento mucho lo que ocurre, créame. Siento mucho que su hija sea ciega.

Añadió cortésmente, ante el silencio penoso del otro:

– Confío en que tenga remedio.

– No, no lo tiene.

– ¿Seguro?

– Seguro. ¿No cree que a estas horas lo he probado todo?

– ¿Fue un accidente?

– No, nació así.

– En ese caso, le cabe el consuelo de pensar que ella no sufre, señor Cañada. Nadie echa en falta lo que nunca ha conocido.

Méndez hubiera preguntado muchas cosas más, porque al fin y al cabo la hija de aquel hombre era a su vez la madre adoptiva de Mercedes, la niña asesinada en Barcelona. Pero decidió esperar, porque alguien le había dicho -quizá durante una noche de vino y olvido en un bar de la calle San Ramón- que una de las virtudes del buen policía es la paciencia. Permanecieron un rato en silencio los dos, sin mirarse, con los ojos clavados en las copas de jerez, el vino que había superado todas las edades y que venía en línea recta de las tertulias de Pombo, los debates literarios del Gijón, el recinto sin puertas del Bar Flor y de todos los rincones de un tiempo que ya se había ido. Los dos tenían la sensación de ser los únicos supervivientes de ese tiempo convertido en árboles, ventanas, fotos color sepia, manos que un día estuvieron en las calles y rostros quietos frente al viento. Los dos contemplaban el viejo hotel que no había cambiado y que para Cañada formaba seguramente parte de su vida. Para Méndez, en cambio, el hotel era algo que nunca pensó conocer directamente, era sólo pasajes de libros leídos en su refugio canalla.

Fue él quien rompió el silencio para preguntar:

– ¿Viven ustedes aquí?

– Oh, no… Yo tengo un piso en la calle Serrano, el que siempre tuve. Mi hija, naturalmente, vive conmigo, y los dos habitamos, por decirlo de algún modo, en un Madrid que ya no existe, pero que nos gusta. Habrá observado, señor Méndez, que mi hija no es una niña.

– Sí.

– Eso significa que no ha podido ver los cambios de Madrid, las sucesivas épocas que nos lo han ido quitando cada día un poco. La calle Serrano aún conserva parte de su estilo, gracias a Dios, como lo conserva este hotel, pero en Madrid ha cambiado hasta el aire, señor Méndez, hasta el aire. Y sin embargo en casa se ha seguido recibiendo el ABC , que no cambia de formato nunca, se ha seguido bebiendo jerez tradicional, y por las tardes, con las ventanas cerradas para que no nos alcancen los ruidos y las vilezas de la calle, escuchamos en el gramófono viejos discos de Angelillo, Antonio Molina, Estrellita Castro o doña Concha Piquer. Usted tiene aspecto inteligente, señor Méndez, y habrá comprendido ya que lo que intento es conservar las cosas que, en su niñez, significaban algo para mi hija.

– Lo entiendo muy bien, amigo Cañada, claro que lo entiendo muy bien.

– Por lo tanto, también entenderá que la haya traído unos días a este hotel, donde al menos puede hablar con gente. Necesitaba arrancarla como fuese del ambiente de nuestra casa, y su estado no permitía un viaje, de modo que la traje aquí, al Palace, un sitio que para ella está lleno de significado, pues la solía traer aquí de niña. Conoce todos los rincones del edificio, todos. No se nota que es ciega.

– No -bisbiseó Méndez, con todas las antenas puestas.

Cañada añadió:

– Ha pasado por una prueba terrible. Todos la hemos pasado, pero ella más. Para ella ha sido angustioso. No tiene nombre.

– Me temo… En fin, me temo que ya sé de qué se trata, señor Cañada.

– ¿Usted? ¿Por qué?

– Más vale que le hable con sinceridad. Soy inspector de policía.

El otro hundió la cabeza.

– Dios santo… -farfulló-. ¿Por qué le he explicado todo esto?

– Porque le alivia hablar, señor Cañada. Le alivia compartir su angustia con alguien. Es una razón suficiente. Pero puesto que usted ha venido a mí y puesto que le he hablado con sinceridad, va a tolerar que le haga unas preguntas. No tienen demasiada importancia; son simplemente cosas que no acabo de entender. Ah… Para su tranquilidad, le diré que no investigo este caso. A mí me han enviado a este hotel para proteger al señor Gandaria.

– Conozco mucho al señor Gandaria. Vaya si lo conozco… Está amenazado.

– Ya no lo está, o por lo menos no lo estará de nuevo hasta que envíen a otro asesino. El que tenía que acabar con el señor Gandaria acaba de morir, de modo que mi misión ha terminado y regresaré inmediatamente a Barcelona -explicó Méndez-. Pero por eso mismo quisiera antes preguntarle una cosa. ¿Usted es inmensamente rico?

– ¿Por qué lo pregunta?

– Porque tras secuestrar a Mercedes, pidieron un rescate fabuloso.

Los dedos de Cañada temblaron. El Parkinson, agazapado, volvió de una forma ostensible. Estuvo a punto de volcar la copa de jerez.

– Sí -musitó-, la verdad es que soy fabulosamente rico. Poseo una de las mayores fortunas de España. No creo que sea ninguna vergüenza decirlo.

– ¿Qué bienes posee?

– Metálico, acciones, los mejores solares en las mejores ciudades, tierras, casas y joyas de familia. Pero no gasto mis rentas, a pesar de que Hacienda se lleva cada año una parte increíble. Mi puesto en el consejo de administración de dos grandes bancos ya me da para vivir.

– Comprendo.

– Yo podía pagar el rescate, señor Méndez.

– Sé que trató de pagarlo.

– Todo lo que tengo lo tengo por mi hija. A mí ya no me importa gran cosa. Y además gasto poco, ¿sabe?, gasto poco. Comprenderá que no es demasiado caro pasarse las tardes oyendo viejos discos de doña Concha Piquer. De modo que si me hubiesen pedido más por la pequeña, más hubiera estado dispuesto a ofrecer. Yo siempre he mantenido ante mi hija la mentira de que Madrid no había cambiado, de que no se había movido una hoja y todo seguía teniendo la alegría de su niñez. Todo lo hubiese dado con tal de mantener esa sombra de felicidad, esa mentira.

– Sigo comprendiéndolo muy bien.

– Le he hablado de la música, ¿no…? La música es el medio de comunicación que mi hija tiene con este mundo. Eso y unos cuantos sonidos familiares como las voces, las pisadas, el chirrido de los grifos, el piar de los pájaros. Nuestro mundo es un mundo cerrado. No le he dicho que en casa tenemos varios pájaros, señor Méndez, y que mi hija conoce su estado de ánimo como si fuesen personas y como si los estuviese viendo. También hemos tenido siempre perro, y durante años los perros han sido sus únicos amigos de verdad, los que se lo estaban diciendo todo con el aliento o con un simple roce del hocico en sus manos. Mercedes también los amaba. Incluso a veces pienso que mi hija, con todo este mundo artificial, ha sido feliz, aunque no ha tenido sexo. Pero el sexo no lo es todo, si hay compañía. En cambio ahora va teniendo soledad, sólo soledad. Los únicos que, a la larga, se compenetran con ella son sus profesores de música.

Méndez bebió de un solo trago su jerez, como si necesitara darse fuerzas.

– Ella ha pasado por una prueba terrible -musitó-. Mejor dicho, dos pruebas terribles. Un inspector de policía como yo, aunque esté ya desahuciado por los poderes públicos, suele enterarse de lo que pasa al menos a cien metros de distancia. Y parece que a su hija, además de lo que ya le había pasado, trataron de ultrajarla. Tenemos el testimonio de la persona que estaba con ella, esa señora mayor, esa señora de compañía a la que por poco matan. Pero su hija tuvo un salvador providencial, señor Cañada, un salvador providencial que no sé quién es, aunque hemos intentado averiguarlo por todos los medios. El agresor sí que sabemos quién era: un hijo de la gran chingada que, como todos los hijos de la gran chingada, andaba suelto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Historia de Dios en una esquina»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Dios en una esquina» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina»

Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x