David Serafín - El Metro de Madrid

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Madrid, mayo de 1977. El país se prepara para las primeras elecciones generales después de cuarenta años de dictadura. Como las calles, las paredes del Metro están repletas de propaganda electoral. Nadie repara en un extraño hombre barbudo que sostiene a otro, excesivamente abrigado para la época, hasta que, con el tren ya en movimiento, este último se desploma.
A los pocos días ocurre un caso similar y todo parece indicar que un psicópata anda suelto. El comisario Bernal, el Maigret español, decide intervenir desplegando a su gente por toda la red del subterráneo, husmeando literalmente por las entrañas de la ciudad.

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Varga descubrió que la puerta del sótano tenía una cerradura de tipo antiguo, así como un cerrojo moderno que no ofrecía la menor dificultad. Le costó más abrir la cerradura antigua. Cuando la puerta estuvo abierta por fin, buscó un interruptor de la luz. Quedó iluminada una escalera, pero el fondo estaba sumido en oscuridad casi completa.

– No encuentro la luz de abajo, jefe -dijo Varga, encendiendo una linterna, cuyo foco recorrió el sótano y a cuya luz descubrieron con asombro figuras femeninas, unas de pie, otras sentadas o caídas, y todas con un gran parecido-. Éste es el origen de los maniquíes, jefe. Veré si el conmutador está en la otra parte.

De pronto, el sótano quedó claramente iluminado gracias a dos tubos de flúor que se encendieron parpadeando y los hombres pudieron ver que se encontraban en un taller de grandes dimensiones, con dos bancos sobre los que había láminas cortadas de poliestireno.

– Hay más de veinte muñecas, jefe -dijo Varga-, y todas parecen iguales. Es curioso…

– Creo que las ha hecho así para que todas se parecieran a su hermana, tal y como ésta era antes de morir -murmuró Bernal-. ¿Dónde crees que descuartizaría a la primera víctima?

Varga escrutó con atención el suelo de hormigón.

– Aquí no hay rastros de sangre. Pero hay otra puerta al fondo. Veré lo que hay allí -Varga abrió una puerta estrecha que conducía a un sótano oculto-. Aquí hay un cuarto de baño, jefe, y láminas de poliestireno clavadas en el suelo.

Bernal se reunió con él para hacer una inspección ocular.

– El baño se ha limpiado, pero hay unas manchitas oscuras junto al desagüe. ¿Podrías ver si es sangre?

– Voy por mi maletín.

Mientras Varga iba en busca de sus utensilios, Bernal buscó los instrumentos quirúrgicos que el asesino había necesitado. En un pequeño aparador encontró un maletín largo y negro, que abrió con gran cuidado para no borrar ninguna huella. Dentro había un juego de instrumentos de cirujano, incluida una sierra.

Cuando volvió Varga, Bernal señaló el maletín.

– Tenía los medios necesarios para descuartizarla y es de suponer que en los primeros años de sus estudios de odontología estudiaría anatomía.

– Examinaré la sierra en un momento, jefe.

Varga preparó un pedazo pequeño de papel secante blanco, que aplicó suavemente a las manchas oscuras de la bañera. Luego, con un cuentagotas de vidrio, dejó caer unas gotas de una solución saturada de bencidina en ácido acético glacial sobre el papel secante y éste se tornó azul allí donde estaba en contacto con las manchas sospechosas.

– Positivo, jefe, aunque, claro, el zumo de fruta fresca o la leche darían el mismo resultado. Voy a preparar una prueba de leucomalaquita.

Con un cuchillo limpio raspó un poco de las manchas oscuras y lo pasó a un papel de filtro nuevo; con una barrita de cristal puso una gota del reactivo junto a la sustancia oscura del baño. Consultó el cronómetro y al cabo de diez segundos la mancha se volvió verde. Bernal miraba aquello con gran interés, mientras Varga seguía mirando el cronómetro. Cuando hubo transcurrido un minuto, la mancha comenzó a azularse.

– Es sangre, jefe, pero no sabría decir si humana o animal mientras el hematólogo no haga en el laboratorio las pruebas mícroquímicas de Teichmann y Strzyzowski.

– Con todo -dijo Bernal-, hay ya muchos indicios importantes que indagar por el momento. ¿Sabes que Paloma Ledesma, Mari Luz Cabrera y Flores eran pacientes de nuestro hombre? Ésta es la relación entre las víctimas que se nos escapó durante toda esta investigación. Mira a ver si encuentras sus ropas y el origen de las viejas.

– Algunos de los maniquíes llevan ropas usadas -señaló Varga-. Las inspeccionaré después en el laboratorio, a ver si tienen rastros de aquel moho saprofítico. A decir verdad, aquí huele a humedad.

– ¿Dónde ocultaría el cadáver de la primera víctima antes de descuartizarlo? Tiene que haber rastros.

– Haré una inspección a fondo, jefe, pero tengo que llamar a mis ayudantes. Hay aquí demasiada tarea para mí solo.

– Sí, llámalos -dijo Bernal-. Estoy esperando a que Navarro me mande a Miranda y a Gallardo en cuanto aparezcan. Ellos inspeccionarán los pisos de arriba. Tendré que llamar también a Peláez o pedir que nos manden un dentista para que compruebe el molde dental de la chica descuartizada en los ficheros de nuestro hombre. Es muy probable que ella también fuera paciente suya.

SOL

A las 12.30, Elena Fernández había terminado su lista de dentistas, sin haber obtenido identificación alguna, y se detuvo a tomar un café en el pequeño bar de la esquina de Sol con Carretas antes de subir al despacho a informar. Estaba cansada, sobre todo porque su padre la había hecho levantar a las 7.30 para ir a votar con el resto de la familia. Sabía que el buen hombre se había debatido entre dos opciones: los fascistas, que se decían herederos de Franco, y la Unión de Centro Democrático, que era su auténtica heredera. Que el padre se hubiera decidido por ésta, intuía ella, se había debido a sus intereses en la industria de la construcción y a Elena le había hecho gracia que el padre no hubiera dudado que toda su familia iba a votar al partido que él votase.

Cuando salió del bar, ya repuesta de su fatiga, se quedó literalmente de piedra al ver al hombre alto y fornido, de cara extrañamente chupada, que se encontraba en la acera, delante de Gobernación. Llevaba un paquete largo envuelto en papel marrón y miraba a las ventanas del edificio de la DGS.

Estoy segura de que es el sospechoso, se dijo. Es el que la taquillera me indicó en Cuatro Caminos. Se preguntó qué haría. No había tiempo de subir y avisar a Navarro. Si volvía al bar para llamar por teléfono, el sospechoso podía marcharse y ella lo perdería. Estaba a punto de avisar al guardia de la esquina para que detuviera al individuo, cuando éste se mezcló rápidamente con la multitud. Elena fue tras él en un estado de total nerviosismo. Se había entrenado para seguir sospechosos en la Escuela de Policía, pero aquélla era su primera experiencia de verdad.

Si llamaba a un policía, le llevaría cierto tiempo enseñarle la documentación oficial y convencerle de que entrara en acción, y el sospechoso escaparía aprovechando la confusión resultante. No, tenía que seguirle, y cuando llegase a un punto más o menos definido, en que todo indicara que fuese a detenerse, entonces llamaría para informar. El sospechoso bajó las escaleras de la estación metropolitana de Sol y Elena fue tras él con no pocos estremecimientos.

ALFONSO XIII

En la casa de la avenida Concha Espina, Varga había encontrado el lugar en que, con toda probabilidad, había guardado Cortés el cadáver.

– Es una carbonera que no se utiliza, jefe -dijo Varga-. Y con humedad suficiente para provocar la formación de adipocira de que habló el doctor Peláez.

– ¿Qué hay de las ropas? -preguntó Bernal.

– Hay un baúl lleno de prendas muy antiguas, de 1910 más o menos, a juzgar por el corte. Tal vez Pilar, la criada, nos diga si llevan allí mucho tiempo.

El inspector Quintana entró para decir a Bernal que acababa de llegar la recepcionista del dentista.

– Quizá quieras estar con Lista y conmigo para interrogarla -dijo Bernal-. Lo haremos en el despacho de ella, donde se sentirá más tranquila.

La recepcionista, que se llamaba Trinidad Juanes, tendría unos treinta y tantos años y llevaba unas gafas que enturbiaban su belleza natural.

– ¿Hace mucho que trabaja para el señor Cortés, señorita? -preguntó Bernal.

– Hace casi dos años, comisario -respondió ella con docilidad.

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