Joe Hill - Cuernos

Здесь есть возможность читать онлайн «Joe Hill - Cuernos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cuernos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cuernos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿QUÉ PASARÍA SI UNA MAÑANA DESPUÉS DE UNA BORRACHERA HORRIBLE, TE DESPERTARAS CON UNOS INCIPIENTES CUERNOS EN LA CABEZA?
La vida de Ig Perrish es un verdadero infierno desde que su novia Merrin fuera asesinada un año atrás, en un episodio que si bien le fue ajeno tendió sobre él un manto de sospechas que nunca pudo sacudirse.
Una mañana, después de una fuerte borrachera, se encuentra con unos cuernos creciendo en su frente. Con el pasar de las horas descubrirá que tienen un extraño efecto en la gente: les hace contarle sus más oscuros deseos y secretos. Así, Ig se entera de que todo el pueblo, incluso sus padres, creen que él fue quien mató a Merrin. Tras el desconcierto de los primeros momentos, Ig aprenderá a sacar ventaja de ser el mismísimo diablo…
Joe Hill, príncipe del terror y autor prodigio de la exitosa novela El traje del muerto, vuelve a ponernos los pelos de punta con esta extravagante, original e imaginativa historia, en la que todo es, aparentemente, extraño e inexplicable.

Cuernos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cuernos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ig dijo en voz alta:

– Si hay alguien ahí…, ya te has divertido lo suficiente. Estamos asustados, lo has conseguido.

– No le digas eso -susurró Merrin.

– Vamos a salir.

– Dios -cuchicheó Merrin-. No le digas eso tampoco.

Intercambiaron miradas. Ig tenía cada vez más miedo y no quería abrir la puerta, tenía un convencimiento irracional de que si lo hacía dejaría entrar algo que les haría a los dos un daño irreparable. Y al mismo tiempo sabía que no podía hacer otra cosa. Así que le hizo a Merrin un gesto afirmativo con la cabeza y empujó la silla; al hacerlo reparó en que había algo más escrito en el interior de la trampilla, grandes letras mayúsculas pintadas de blanco; pero no se detuvo a leerlo y empujó directamente la puerta. Saltó sin querer darse tiempo para pensar, agarrándose al borde de la trampilla y con las piernas por delante, con la esperanza de empujar a quienquiera que estuviera en la rama, y a tomar por culo si se partía el cuello. Había dado por supuesto que Merrin esperaría a que él saliera primero, que era su papel como hombre protegerla, pero vio que estaba saliendo al mismo tiempo que él y que de hecho había sido la primera en sacar un pie.

El corazón le latía con tal fuerza que el mundo entero parecía saltar y girar a su alrededor. Se sentó en una rama junto a Merrin con los brazos todavía sujetos a la trampilla. Examinó el suelo bajo sus pies con respiración jadeante. Merrin también jadeaba. No había nadie. Se concentró, esperando oír ruido de pisadas, gente corriendo, aplastando los matorrales a su paso, pero sólo oyó el viento y las ramas arañando las paredes de la casa del árbol.

Bajó de las ramas y caminó en círculos alrededor del árbol buscando entre los arbustos y en el camino señales de presencia humana, pero no encontró nada. Cuando regresó junto al árbol, Merrin seguía subida en él, sentada en una de las ramas largas que había debajo de la casa.

– No has visto a nadie -le dijo. No era una pregunta.

– No. Debe de haber sido un lobo malo.

Creía que debía bromear, pero seguía inquieto y con los nervios de punta.

Si Merrin sentía lo mismo, no lo demostró. Dirigió una última mirada afectuosa a la casa del árbol y cerró la puerta. Saltó de las ramas y levantó su bicicleta tirando del manillar. Echaron a andar, dejando atrás ese momento de terror con cada paso que daban. El camino aún estaba iluminado por los últimos y cálidos rayos de sol e Ig notó de nuevo el cosquilleo placentero satisfecho que sigue al acto amoroso. Era agradable caminar junto a ella, con las caderas casi tocándose y el sol a su espalda.

– Tenemos que volver mañana -dijo Merrin, y casi simultáneamente Ig dijo:

– Ese sitio tiene mucho potencial, ¿no crees?

Ambos rieron.

– Deberíamos poner unos cuantos pufs -dijo Ig.

– Una hamaca. Es el sitio ideal para poner una hamaca -añadió Merrin.

Caminaban en silencio.

– Tal vez una horca también -dijo Merrin.

Ig se trastabilló, como si en lugar de mencionar una horca, Merrin le hubiera pinchado con una, clavándole las púas por detrás.

– ¿Por qué una horca?

– Para espantar a esa cosa. Por si vuelve e intenta entrar cuando estemos desnudos.

– Vale -dijo Ig con la boca seca sólo de pensar en hacer el amor con ella de nuevo sobre el suelo de madera, mecidos por la brisa fresca-. Lo haremos.

Pero dos horas más tarde estaba de vuelta en el bosque solo, recorriendo deprisa el camino que salía del pueblo. Durante la cena había recordado que ninguno de los dos había apagado las velas de la menorá y desde entonces había estado angustiado, imaginando el árbol en llamas, las hojas ardiendo y prendiendo los robles de alrededor. Corría aterrorizado por la posibilidad de oler humo en cualquier momento.

Pero sólo aspiró las fragancias estivales de la hierba recalentada por el sol y el murmullo distante y fresco del río Knowles, ladera abajo. Pensó que sería capaz de encontrar el lugar exacto donde estaba la casa y cuando calculó que se encontraba cerca aflojó el paso. Buscó entre los árboles la pálida luz de las velas y no vio otra cosa que la oscuridad aterciopelada de la noche de junio. Trató de encontrar el árbol, ese enorme árbol de corteza escamosa de una especie que no conocía, pero por la noche era difícil distinguir un árbol frondoso de otro y además el sendero no parecía el mismo que durante el día. Por fin supo que había caminado demasiado y emprendió el regreso a casa, respirando con fuerza y con paso lento. Recorrió de nuevo el camino dos, tres veces, pero no encontró indicio alguno de la casa del árbol. Decidió que el viento habría apagado las velas o bien éstas se habían extinguido solas. Después de todo, siempre había estado algo obsesionado con los incendios forestales. Las velas estaban bien insertas en una menorá de hierro y, a menos que se hubiera volcado, era difícil que hubieran incendiado algo. Encontraría la casa del árbol en otro momento.

Sólo que no fue así. Ni con Merrin ni solo. La buscó una docena de tardes, recorriendo el camino principal y todos los secundarios, por si acaso hubieran tomado uno sin darse cuenta aquel día. Buscó la casa del árbol con una paciencia metódica, pero no estaba por ninguna parte. Era como si la hubieran imaginado, de hecho ésa fue precisamente la conclusión a la que llegó Merrin, una hipótesis absurda que ambos aceptaron. La casa había estado allí sólo durante una hora un día en particular, cuando la necesitaron, cuando buscaban un lugar donde quererse, y después había desaparecido.

– ¿La necesitábamos? -preguntó Ig.

– Bueno -repuso Merrin-, yo desde luego sí, estaba más salida que el pico de una mesa.

– La necesitábamos y apareció. Una casa del árbol imaginaria. El templo de Ig y Merrin -dijo Ig. Tan ridícula como sonaba, la idea le hizo estremecerse con un placer supersticioso.

– Es la mejor teoría que se me ocurre -dijo Merrin-. Como en la Biblia. No siempre consigues lo que quieres, pero si necesitas algo realmente, por lo general lo encuentras.

– ¿Y en qué parte de la Biblia está eso? -preguntó Ig-. ¿En el Evangelio según Keith Richards?

EL ARREGLADOR

Capítulo 31 Su madre yacía muerta en la habitación contigua y Lee estaba - фото 4
***

Capítulo 31

Su madre yacía muerta en la habitación contigua y Lee estaba algo borracho.

Sólo eran las diez de la mañana pero la casa ya era un horno. La fragancia de las rosas de su madre, plantadas en el camino que conducía a la casa, se colaba por las ventanas abiertas, un leve dulzor floral que se mezclaba de forma algo desagradable con el hedor a desecho humano, de manera que todo el lugar olía exactamente a mierda perfumada. Tenía la impresión de que hacía demasiado calor para estar borracho, pero sabía que de estar sobrio no soportaría el tufo que despedía su madre.

Había aire acondicionado, pero estaba apagado. Lo había tenido así durante semanas porque a su madre le costaba más respirar con la humedad. Cuando estaban los dos solos en casa apagaba el aire y tapaba a la vieja con un edredón o dos, incluso con más. Después le cerraba el goteo de morfina, para asegurarse de que lo notara bien todo: el peso y el calor. Desde luego él los notaba. Hacia el final de la tarde iba por la casa desnudo y pegajoso por el sudor; era la única manera de soportarlo. Se sentaba con las piernas cruzadas junto a su cama y leía sobre teoría de los medios de comunicación mientras su madre se revolvía débilmente bajo las mantas, demasiado ida para entender por qué ardía de calor dentro de su piel cuarteada y amarillenta. Cuando pedía a gritos algo de beber -«sed» era prácticamente la única palabra que parecía capaz de articular en sus últimos días de demencia senil y fallo renal-, Lee se levantaba e iba a buscar agua fría. Al escuchar el hielo tintinear en el vaso la garganta de su madre se ponía a trabajar, estimulada por la esperanza de saciar su sed, y los ojos se movían dentro de sus cuencas brillantes de excitación. Entonces Lee se acercaba a la cama y se bebía el agua asegurándose de que su madre le veía, con lo que la ilusión se le desvanecía del rostro dejándola confusa y desamparada. Era una broma que siempre surtía efecto. Cada vez que la hacía, su madre le miraba como si fuera la primera vez.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cuernos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cuernos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Cuernos»

Обсуждение, отзывы о книге «Cuernos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x