Leonardo Padura - La cola de la serpiente

Здесь есть возможность читать онлайн «Leonardo Padura - La cola de la serpiente» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La cola de la serpiente: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La cola de la serpiente»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Unas cuantas calles casi en ruinas, asediadas por los escombros y los delincuentes, es lo que queda del viejo Barrio Chino de La Habana. Cuando se adentra en él un Conde ya ex policía, dedicado ahora a la compraventa de libros de segunda mano, no puede evitar recordar que estuvo en ese rincón exótico y agreste de la ciudad muchos años antes, en 1989.
Todo surgió de la petición de la teniente Patricia Chion, mujer irresistible, para que le ayudara en un extraño caso: el asesinato de Pedro Cuang, un anciano solitario que apareció ahorcado y al que le habían amputado un dedo y grabado con una navaja en el pecho un círculo y dos flechas. Eran rituales de santería que obligaron a hacer pesquisas por otros ámbitos de la ciudad.
Pero el Conde descubrió hilos inesperados, negocios secretos y una historia de abnegación y desgracias que le devolvió la realidad oculta de muchas familias emigrantes asiáticas. Como dice una expresión china, tuvo que encontrar la cola de la serpiente para llegar a la cabeza.

La cola de la serpiente — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La cola de la serpiente», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ahora podía calibrar las proporciones del error al que lo indujera la insistencia de Patricia: nunca debió forzar a Juan Chion a mezclarse en aquella historia. Pero volvió a recordar el tema de los daños colaterales y entendió mejor a la teniente Chion: la china, que debía sospechar de dónde venían los tiros y hasta tener otros temores no confesados, había calculado la conveniencia de que aquel caso cayera en las manos blandas del Conde y no en las garras de otro policía. Y el desayuno con pasteles de coco y guayaba de aquella mañana, seguido del manjar de su cuerpo, quizás formaba parte de la manipulación. ¿Sería capaz de haber fraguado algo así aquella mujer, policía como él? ¿Le estaba pidiendo que tapara algo, en lugar de develarlo, y lo pedía utilizando todas, todas sus armas? No, el Conde no lo podía creer. Pero a la vez no podía dejar de pensarlo.

Salió a la calle y ni siquiera le molestó la claridad del sol ni la última imagen del Narra, escondido detrás de la puerta, mirando al suelo mientras él buscaba la calle. Porque el Conde sentía que lo habían obligado a profanar una tumba que jamás debió ser tocada. Molesto con aquella historia que incluía muertos del pasado y del presente, pero sobre todo disgustado consigo mismo y con sus incapacidades para entender los trasfondos de las personas, atravesó la Calzada del Cerro hacia donde Manolo lo esperaba en el carro. Como era tan habitual en él, otra vez el teniente sentía que estaba a las puertas de la solución de un caso y, sin embargo, aquella certeza no lograba producirle alegría. Más bien lo contrario: una sensación de faena terminada con un gran y doloroso reguero de mierda.

El ya lo sabía: mientras no cambiara de vida, otra historia sórdida siempre lo estaría esperando al doblar la esquina. Ahora dobló una esquina real y levantó la mano haciendo una V con los dedos cuando vio a Manolo: el asesino del infeliz Pedro Cuang no se iba a quedar en la calle, porque si no era el tal Panchito, por él llegarían a la cola de la serpiente, ¿o a la cabeza? ¿Y si, como pensaba, el criminal resultaba ser el mismo Panchito, el ahijado de Juan Chion? Pues se jodería Panchito: las culpas deben pagarse. Si no, que alguien bajara al infierno y le preguntara al hijo de puta capitán griego que se dedicaba a congelar chinos y lanzarlos por la borda de su barco. Pero… ¿y a qué chino estaba destinado el plano del cementerio?

– Creo que la cagamos -le dijo al sargento, casi sin pensarlo, y entró en el auto-. Vamos a ver a Juan Chion.

Manolo puso el carro en marcha y dobló a la izquierda para subir por un costado del estadio.

– ¿Cómo fue la cosa?

– En el Barrio se comentaba que Pedro Cuang tenía la herencia de Amancio, o sabía dónde estaba, y hay un tal Panchito Chiú que estaba bastante interesado en el dinero del viejo. Además, el tipo anda con un cuchillo y es palero, así que sabe muy bien qué cosa es la firma de Zarabanda… Y el tal Panchito Chiú, como te imaginarás, es el hijo de Francisco Chiú, y no sería mucha casualidad que la sombra del gato gigante que vimos en la Sociedad china no fuera la suya, ¿verdad?… Creo que el chiste de marcar al viejo Pedro y cortarle el dedo le va a salir caro. Un castigo divino por andar jugando con Zarabanda, ¿no?

Manolo bordeó el estadio del Cerro: la catedral del béisbol en Cuba. El Conde miró por uno de los corredores abiertos entre las graderías y tuvo una visión fugaz del terreno tan verde y apacible, ahora vacío. Recordó las incontables ocasiones en que con el Flaco -cuando todavía era flaco-, Andrés, el Conejo, Candito y otros de sus amigos se había sentado en las gradas de aquel santuario de tierra y hierba donde se practicaba el rito mágico del juego (en verdad no era tal) de pelota. La última ocasión había sido apenas dos meses antes y con los mismos amigos, incluido el flaco Carlos. Apenas entrar, había sentido en ese sitio magnético la liberación de las tensiones de la vida que sólo puede lograr la acumulación de otras tensiones, las propias de un buen juego de pelota. Ahora el campeonato había terminado, hacía ya dos semanas, y todavía le dolía la inexplicable derrota de su equipo, desplomado al final, luego de haber liderado desde el principio toda la temporada. «Deberían haber ganado, los muy maricones», pensó, recordando cuánto había sufrido el Flaco con aquel descalabro de ilusiones sostenidas durante tres meses y esfumadas en una semana horripilante.

«¡Cojones!, ¡lo que les falta es cojones!», había gritado Carlos y tenía muchísima razón: todo se reducía a una cuestión de cojones (o más bien a la falta de ellos).

Al salir a la calle 19 de Mayo, el Conde miró a Manolo:

– ¿Cuántas huellas útiles había en el cuarto de Pedro Cuang?

– Siete.

Conde metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó el sobre donde había colocado la tablilla de san Fan Con.

– Mira a ver si alguna coincide con las que hay aquí…

– ¿Estás pensando que Francisco Chiú…?

– No estoy pensando nada… Lo que creo es que si entre las huellas que se recogieron en el cuarto está la de Panchito, no hace falta ni que cante. ¿Quieres que te diga una cosa? Ojalá no estén las de ese muchacho. Ojalá todo lo que pienso no sea lo que ocurrió… Aunque tenga que seguir una semana en esta historia, aunque tenga que aprender a hablar en chino, a comer con palitos y hacer la Gran Marcha… Ojalá que no sea él y que su padre no haya tenido nada que ver con todo esto. Por el viejo Juan…

Se incorporaron a Ayestarán y luego de atravesar el semáforo de Carlos III, Manolo siguió por la izquierda y entraron en la calle Maloja. La casa de Juan Chion seguía allí, oprimida por sus vecinas, hasta que la muerte las separara.

Mientras el Conde tocaba a la puerta, el sargento Manuel Palacios repetía el invariable rito de desenroscar la antena de la radio para guardarla en el interior del carro. En aquellos barrios eran capaces de robarle hasta a la policía. «Déjalo que sea precavido, Conde, eso no es asunto tuyo», se dijo, golpeó con la aldaba y esperó por el rostro sonriente de Juan Chion.

– Ah, la policía -dijo el viejo y los invitó a entrar.

– ¿Por qué estás sudando, Juan?

– Ejelcicios, Conde. Tú también tienes que hacel un poco de ejelcicios, ¿no? Mila, mila, estás flaco, pelo ya tienes pancita.

– Y tengo noticias… Y creo que malas -hizo una pausa, antes de soltar la piedra que provocaría el alud-. Parece que Panchito Chiú, el hijo de tu compadre, está metido en este lío.

Juan Chion miró al Conde y luego a Manolo. Cualquier resto de sonrisa había desaparecido de su rostro y las gotas de sudor corrieron blandamente hacia el cuello. El viejo se dejó caer en su desvencijada butaca y suspiró, como si estuviera profundamente enamorado. Un amor doloroso, se dijo el teniente, que ahora gozaba de la ventaja de poder leer los signos del pasado muerto y enterrado de aquella historia.

– ¿Tú ves, Conde, pol qué yo no quelía? Chino buscando desglacia de chino -afirmó y se levantó.

Juan caminó hacia el interior de la casa y entonces el Conde se fijó en la foto que desde siempre ocupaba el lugar de preferencia de la mesita de centro: Juan Chion aún no tenía canas y sonreía a la cámara con todo su corazón. Llevaba cargada una niña color caramelo, de unos dos años, dueña de unos ojos achinados que habían sido acentuados por el maquillaje. La niña iba vestida con un trajecito brillante de princesa oriental y sólo el color de su piel y los rizos de sus cabellos podrían hacer dudar de su origen asiático. Junto a Juan Chion y la niña había una mujer que sostenía en sus manos la corona de falsos diamantes y esmeraldas que debía completar el traje de su alteza. Era una negra hermosa, de caderas desplegadas y piernas como dos columnas, y también sonreía a la cámara. «La felicidad», podía llamarse aquella estampa, como la película.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La cola de la serpiente»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La cola de la serpiente» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Leonardo Padura - The Man Who Loved Dogs
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Havana Black
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Havana Fever
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Pasado Perfecto
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Havana Gold
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Havana Blue
Leonardo Padura
libcat.ru: книга без обложки
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Vientos De Cuaresma
Leonardo Padura
Leonardo Padura - Havana Red
Leonardo Padura
Peter Tremayne - La Serpiente Sutil
Peter Tremayne
libcat.ru: книга без обложки
Leonardo Padura
Отзывы о книге «La cola de la serpiente»

Обсуждение, отзывы о книге «La cola de la serpiente» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x