– Perdone. ¿Ha dicho un ángel? -le preguntó Victor.
Matthew se encogió de hombros.
– Así es como los llamaban entonces los hombres, aunque lo que fueran en realidad nadie lo sabe. Tenían forma humana y hablaban lenguas humanas, aunque a veces podían cambiar de forma y hablar lenguas extrañas que nadie había oído nunca. No obstante, se les podía reconocer con bastante facilidad, porque tenían unas tremendas auras personales y además solían presentar alguna diferencia significativa que los caracterizaba, como por ejemplo un pezón de más en el pecho o el cabello de algún color extraño. A Azazel lo llamaban Cabra porque tenía los ojos muy rasgados y, realmente, parecía una cabra.
Victor movió la cabeza con escepticismo, pero Thomas levantó la vista y dijo:
– Continúe.
– Bueno -dijo Matthew-, pues la gente escogió a Azazel para que expiase todos los pecados, porque era diferente y porque le tenían miedo. Aarón puso las manos sobre la cabeza de Azazel, luego un hombre se lo llevó a rastras hasta el interior del desierto atado al extremo de una cuerda y lo arrojó por un precipicio. Todo el mundo bailó, cantó y gritó en hebreo algo así como: «Estupendo, es el final, todos nuestros pecados han sido expiados.» Pero resultó que no era así, porque Azazel sobrevivió. Estaba herido, maltrecho, pero todavía con vida. Y Azazel se pasó veinte años vagando por el desierto como un nómada, como un vagabundo, y durante todo ese tiempo tuvo los pecados combinados de todas aquellas personas, de toda la tribu de Israel, encerrados dentro de él. Sin haber cometido ninguna falta propia, Azazel era la encarnación de la maldad. Mataba ovejas y camellos, violaba a mujeres, a niñas pequeñas, perros, a muchachos; pero no se le puede culpar por ello. Hay que culpar a Dios, hay que culpar a Aarón, porque Azazel había hecho que la tribu de Israel quedara absuelta de toda culpa, fuera lo que fuese. Azazel había asumido todos sus vicios, todas sus perversiones, todas sus culpas.
»Además era inmortal, o por lo menos tenía una vida larga sobrenatural. Pueden ustedes hacer gestos de extrañeza al oír esto, amigos míos, pero la cuestión es, sencilla y llanamente, que los ángeles existen. No los ángeles de los libros de cuentos, con alas, halos y arpas, pero sí hombres que estuvieron presentes en los tiempos mágicos, cuando el Señor Dios, fuera quien fuese, campeaba a sus anchas, y los milagros y la magia se llevaban a cabo abiertamente todavía.
«Incluso se supone que podían volar… aunque la expresión que siempre se encuentra en las antiguas escrituras es «caminar por los aires». Por Dios, yo no quiero hacerles creer a ustedes que lo sé todo, pero sí sé que Azazel era auténtico. Se le menciona una y otra vez en diversos textos procedentes de toda clase de tribus y culturas diferentes.
«Según estas historias, se embarcó en un barco griego hacia el país que ahora llamamos Marruecos y empezó a vivir en un castillo aislado que daba el estrecho de Gibraltar. Desde allí hizo correr la voz de que quería reunir a su alrededor a todas aquellas personas mágicas, marginadas, proscritas, extrañas y perversas procedentes de todo el mundo conocido.
»En aquellos tiempos, las comunicaciones eran muy lentas pero efectivas. Lo que se susurraba al oído en un bazar de El Cairo en septiembre se lo susurraban al oído al emperador de China en el mes de mayo siguiente. Los hombres blancos blancos fueron llegando desde toda Europa, desde África y de algunas partes de Asia Menor. Algunos llegaron por mar, otros en caravanas de comerciantes, otros caminaron cientos de quilómetros.
– Pero, ¿quiénes eran? -le preguntó Víctor-. ¿De dónde procedían?
– No lo sé -respondió Matthew-. Y no creo que lleguemos a saberlo nunca con certeza. El Libro de Enoch sugiere que eran ángeles diseminados por el Diluvio que habían estado ocultándose desde entonces… se les perseguía porque eran diferentes. Se les acosaba porque eran mágicos.
»Puede que sea cierto, puede que sólo sea un mito. Fueran lo que fuesen, se trataba de seres condenadamente raros, eso seguro. Para empezar, no dormían nunca. ¿Pueden imaginarse eso? ¡Nunca dormían! Permanecían despiertos año tras año y por eso los ojos acabaron por inyectárseles totalmente en sangre. En El Libro de Enoch se les llama los Vigilantes, porque siempre están vigilando, nunca duermen, nunca se cansan… o quizás estén eternamente cansados, ¡vayan ustedes a saber!
»En dialecto africano, en Nigeria, Sierra Leona y Senegal, y también en Haití y en la Martinica, los llaman los hombres blancos blancos. Ojos como rubíes, piel como la nieve. En Europa se les ha olvidado en gran medida desde hace ya mucho tiempo, pero todavía se recuerdan: «Dos, dos, los niños blancos como azucenas, vestidos todos de verde, oh, oh.»
Thomas, completamente en serio, intervino:
– ¿Lo que está intentando decirnos, Matthew, es que estos hombres blancos blancos tienen siglos de edad? ¿Que nunca duermen? ¿Que nunca mueren?
– ¡Hombre, usted sabe que no duermen nunca! -repuso Matthew y, al hacerlo, se le movió la papada-. ¡Nunca mueren! ¡Sólo mueren cuando Azazel dice que mueran!
– Continúe -le dijo Michael. No tenía ganas de meterse en una discusión violenta, en especial cuando tenía muy poca idea de aquello de lo que estaban hablando.
– Los hombres blancos blancos hicieron todo lo que pudieron para servir a Azazel. Pero no era fácil, porque Azazel no tomaba ningún alimento, ya que era un ángel. De todos modos, estaba aquí, en la Tierra, en la tercera roca a partir del Sol, y ciertamente necesitaba alguna clase de alimento.
»E1 sustento que necesitaba era adrenalina humana. Al fin y al cabo, andaba por ahí llevando en su interior todas aquellas maldades humanas, todos aquellos crímenes humanos, que ardían siempre dentro de él y lo consumían. Y necesitaba alguna energía humana que lo mantuviera vivo.
«Bueno… siempre ha existido la errónea creencia de que los hombres blancos blancos beben sangre. Ello se debe principalmente a que tienen los ojos rojos y todo eso. Los hombres blancos blancos hicieron surgir los mitos del vampirismo y la historia de Drácula. Pero, en realidad, los vampiros no han existido nunca. ¿Saben lo que dice Dios en el Levttico? «Me volveré contra aquella persona que coma sangre, y la apartaré de entre su gente. Nadie de entre vosotros debe comer sangre. Porque la sangre es la vida de toda la carne.»
»Hasta el más oscuro de los demonios obedece esa ley. Pero necesitan adrenalina para sobrevivir; la necesitan desesperadamente. Y por eso secuestran y torturan a las muchachas jóvenes: para asustarlas, para provocarles sufrimiento y conseguir así que produzcan enormes cantidades de adrenalina extra. Los hombres blancos blancos siempre llevan consigo esas finos tubos de metal, para poder introducirlos en la espalda de alguien, llegar con ellos hasta los ríñones y chuparle la adrenalina antes de que el sujeto se dé cuenta.
– Entonces, Matthew… ¿cómo sabe usted todo esto? -le preguntó Victor.
Matthew se dio la vuelta lentamente hacia él y le sostuvo la mirada con seguridad y firmeza.
– Lo sé porque yo procedo de Olduvai, y porque he estudiado religión y antropología durante treinta años, y he separado lo que es real de lo que es simple fantasía. Lo sé porque yo creí cuando los tradicionalistas y los escépticos no quisieron creer; y porque tengo algo de magia dentro de mí. ¿Quieren que eche
los huesos y veamos lo que les espera a ustedes en sus vidas?
Victor le dedicó una sonrisa angulosa.
– Déjelo, Matthew… prefiero no hacerlo.
– Hábleme más de ese personaje que fue el chivo expiatorio -le dijo Thomas.
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