El helicóptero tocó tierra y volvieron entonces las caras para evitar la nube de polvo. Jackson saltó de la cabina y se dirigió hacia el bebedero utilizado por los obreros.
Kabakov se alegró al verlo moverse lenta y naturalmente. Se sirvió un vaso de agua y sólo entonces pareció advertir a Fasil, acusando su reconocimiento con un casual movimiento de la mano.
Muy bien, pensó Kabakov, muy bien.
Fasil y Awad se acercaron a Jackson. Fasil le presentó a Awad. Estrecharon sus manos. Jackson movía la cabeza en señal de asentimiento. Caminaron hacia el helicóptero, conversando animadamente, y Awad gesticulando con los típicos ademanes de los pilotos hablando de su trabajo. Awad se apoyó contra la puerta lateral y miró al interior. Hizo una pregunta. Jackson pareció titubar. Miró a su alrededor como si estuviera buscando a su jefe y luego asintió. Awad subió de un salto a la cabina.
Kabakov no temía que Awad se llevara el helicóptero, sabía que Jackson tenía un fusible del contacto en su bolsillo. Jackson subió a su vez a la cabina. Fasil inspeccionó los alrededores con su mirada alerta pero tranquilo. Transcurrieron dos minutos. Jackson y Awad bajaron. Jackson meneaba la cabeza y señalaba su reloj.
Todo marcha bien, pensó Kabakov. Como lo esperaba Awad le había pedido permiso a Jackson para acompañarlo. Jackson le respondió que no podía hacerlo subir durante las horas de trabajo por razones del seguro, pero que quizás podía arreglarlo para otro día en que el jefe llegará más tarde a trabajar.
Se estrecharon nuevamente las manos. Ahora irían en busca del plástico.
Maginty se acercó por el ángulo de la casilla, escarbando las viandas que constituían su almuerzo. Estaba en el centro de la pista cuando vio a Fasil y se quedó paralizado.
Los labios de Kabakov se movieron silenciosamente al lanzar un juramento. Oh, no. Sal de ahí, hijo de puta.
Maginty palideció y se quedó boquiabierto. Fasil estaba mirándolo. Jackson sonrió ampliamente. Jackson salvará la situación. Jackson se encargará de arreglarlo, pensó Kabakov.
La voz de Jackson resonó con más fuerza. Moshevsky lo oyó. -Discúlpenme un momento, amigos. Eh, Maginty, menos mal que apareciste, ya era hora.
Maginty se había convertido en una estatua.
– Después de lo que bebiste durante toda la noche tienes un aspecto espantoso, viejo -Jackson trataba de guiarlo hacia la casilla cuando Maginty dijo con voz bien audible-: ¿Dónde está la policía?
Fasil le pegó un grito a Awad y corrió hacia el límite de la pista con la mano sobre la cámara fotográfica.
– Reviéntelos, por Dios. Reviéntelos -exclamaba Corley por su radio.
Kabakov corrió la cortina.
– No te muevas, Fasil.
Fasil disparó contra él y su Magnum hizo un agujero del tamaño de un puño en el fondo del camión. Fasil corría a toda velocidad, zigzagueando entre las pilas de materiales de construcción, y Kabakov lo perseguía a veinte metros de distancia.
Awad se lanzó en pos de Fasil, pero Moshevsky salió de su escondite y sin perder un minuto le asestó un golpe en la base del cráneo que lo dejó tendido en el suelo, corrió luego detrás de Kabakov y Fasil. Awad trató de levantarse pero Jackson y Corley estaban ya sobre él.
Fasil corría en dirección del Superdome. Se detuvo dos veces para hacer fuego contra Kabakov. Este sintió el silbido de la bala junto a su cara al zambullirse para esquivarla.
Fasil avanzó por el espacio libre entre los montones de materiales y el portón entreabierto del Superdome. Kabakov disparó una ráfaga de ametralladora haciendo volar el polvo delante de Fasil
– ¡Alto! ¡Andek!
Fasil no titubeó ni aun cuando la arenilla levantada por los proyectiles se incrustó en sus piernas. Desapareció dentro del Superdome.
Kabakov oyó un desafío y un disparo mientras corría hacia la entrada. Agentes del FBI avanzaban del otro lado, desde el interior del estadio. Esperaba que no hubieran matado a Fasil.
Kabakov se abalanzó por el portón y se dejó caer dentro de un tinglado lleno de marcos para ventanas. Las partes superiores del enorme y sombrío recinto resplandecían con las luces de los obreros encargados de la construcción. Kabakov podía ver los cascos amarillos de los hombres que miraban hacia abajo. Tres disparos resonaron en el estadio. Y después se oyó el grave sonido de la Magnum de Fasil. Se arrastró hasta el final del tinglado.
Había dos agentes del FBI agazapados en el suelo tratando de ocultarse detrás de un generador eléctrico portátil. Una alta pila de bolsas de cemento se alzaba a treinta metros de distancia de ellos en un ángulo de la pared. Uno de los agentes disparó haciendo volar una nube de polvo de la parte superior del montón de bolsas.
Kabakov atravesó el recinto corriendo rápido y agachado en dirección a los agentes. Algo se movió rápidamente detrás de la pila, Kabakov se tiró al suelo y rodando consiguió ocultarse detrás del generador mientras resonaban los disparos de la Magnum. Un hilo de sangre corría en su antebrazo por el corte producido por un trozo de cemento.
– ¿Está herido? -preguntó Kabakov.
– No lo creo -respondió un agente.
Fasil estaba cercado. Las bolsas de cemento lo protegían por el frente y el ángulo de la pared resguardaba sus flancos. Treinta metros de suelo sin protección lo separaban de Kabakov y los agentes ocultos detrás del generador.
Fasil no podía escapar. El problema sería atraparlo vivo y obligarlo a decir dónde estaba escondido el plástico. Tratar de atrapar a Fasil vivo era como intentar agarrar a una serpiente cascabel por la cabeza.
El árabe disparó una vez. El proyectil se incrustó dentro del generador, haciendo brotar un hilo de agua. Kabakov disparó cuatro veces para cubrir a Moshevsky, que corría a reunirse con ellos.
– Corley ha pedido gases y humo -dijo Moshevsky.
La voz que resonó detrás de la barricada de cemento tenía una extraña entonación.
– ¿Por qué no viene a buscarme, mayor Kabakov? ¿Cuántos de ustedes morirán tratando de cogerme con vida? Nunca lo lograrán. Venga mayor, venga. Tengo algo para usted.
Kabakov estudió la situación de Fasil a través de un agujero en la máquina que lo escudaba. Tenía que actuar rápidamente. Temía que Fasil se matara antes de que llegaran con el gas. Había una sola cosa que podía ser de utilidad. Un gran extintor de incendios adosado a la pared junto al lugar donde se ocultaba Fasil. Debía estar muy cerca. Muy bien. Hazlo. No pienses más en ello. Le dio unas instrucciones a Moshevsky y rechazó sus objeciones con un único movimiento de la cabeza. Kabakov adoptó la postura de un corredor junto al extremo del generador.
Moshevsky alzó su rifle y lanzó una terrible andanada de proyectiles sobre la parte superior de la defensa de Fasil. Kabakov se echó entonces a correr, agachado bajo la cortina de balas, en dirección a la pila de bolsas de cemento. Se quedó agazapado junto al parapeto al resguardo de los proyectiles; con todos sus músculos en tensión y sin mirar a Moshevsky, hizo un gesto con la mano. Instantáneamente se oyeron nuevos disparos del Galil y el extintor de incendios explotó sobre el Fasil desparramando una abundante espuma. Kabakov se lanzó sobre el parapeto, zambulléndose en medio de la espuma y encima de Fasil, todo cubierto de espuma. Su Magnum resonó estruendosamente junto al cuello de Kabakov. Este agarró por la muñeca la mano que empuñaba el arma, movió rápidamente la cabeza hacia uno y otro lado para impedir que le clavara los dedos en los ojos, y con la mano libre le rompió la clavícula en ambos costados. Fasil se escurrió debajo de él y cuando trató de levantarse Kabakov le golpeó el diafragma con el codo, haciéndolo caer de espaldas sobre el suelo.
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