– Se supone que debo llamar esta tarde a la oficina de Aldrich para hacerles saber cómo te encuentras.
Se presentó como la hermana de Lander cuando llamó para avisar que estaba enfermo.
– Diles que todavía estoy mal y que no podré volver hasta dentro de una semana y media. Tendrán a Farley como primer piloto y a Simmons como segundo oficial. ¿Recuerdas que aspecto tiene Farley? Lo viste una vez nada más, cuando volamos de noche sobre el Shea.
– Lo recuerdo.
– En casa hay otras fotografías de él por si quieres refrescarte la memoria.
– Mañana -respondió-. Mañana iré a casa. Debes estar harto de verme siempre con el mismo vestido. -Había comprado unas mudas de ropa interior en una tienda frente al hospital y se había bañado en el baño de Lander. Fueron las únicas veces que se apartó de su lado. Apoyó la cabeza sobre el pecho de Lander. El sonrió y le acarició el cuello.
No oigo ruidos, pensó . Sus pulmones están limpios.
La presencia de Fasil y Awad en Nueva Orleans convenció al FBI y al Servicio Secreto de que los árabes habían planeado realizar el atentado durante el Super Bowl. Las autoridades creyeron que al capturar a Fasil y a Awad había quedado conjurada la principal amenaza del Super Bowl, pero sabían que todavía les faltaba enfrentarse a una peligrosa situación.
Dos personas involucradas por lo menos periféricamente en el plan -la mujer y el norteamericano- no habían sido descubiertas. Ni siquiera identificadas a pesar de haberse fabricado un identikit de la mujer. Peor aún, más de media tonelada de un poderoso explosivo estaba escondida en algún lugar, posiblemente dentro de Nueva Orleans.
Corley esperó oír una terrible explosión en alguna parte de la ciudad en las horas siguientes a la detención de los árabes, o por lo menos una llamada telefónica exigiendo la liberación de Fasil como condición para que los guerrilleros no hicieran explotar la bomba en una zona poblada. Pero nada de eso ocurrió.
Los mil trescientos hombres que integraban la policía de Nueva Orleans pasaron a sus reemplazantes del turno siguiente los duplicados de las llaves del candado. Las instrucciones de probarlas en depósitos y garajes fueron repetidas en cada llamada al personal. Pero la policía de Nueva Orleans no es lo suficientemente numerosa considerando el tamaño de la ciudad que tiene además muchas puertas. La búsqueda prosiguió durante toda la semana, entre el revuelo producido por el Super Bowl y el gentío que aumentaba a medida que se aproximaba la fecha del partido.
El público que venía para el Super Bowl era diferente del grupo anterior del Sugar Bowl. Era una concurrencia más diversificada en su origen y vestida más elegantemente. Los restaurantes sabían que sus clientes serían más nerviosos y más exigentes. El dinero corría siempre con gran fluidez en Nueva Orleans, pero ahora circulaba más todavía. Las colas frente a Galatoire's y Antoine's y The Court of Two Sisters llegaban hasta la mitad de la manzana y la música del barrio francés se oía por sus calles durante toda la noche.
Se habían agotado ya las entradas de pie, y el total estimado de la concurrencia al Super Bowl alcanzaba a ochenta y cuatro mil personas. Junto con los hinchas llegaron los jugadores, los ladrones y las prostitutas. La policía estaba muy ocupada.
Kabakov fue al aeropuerto el jueves y observó la llegada de los Washington Redskins y los Miami Dolphins. Se sentía molesto en medio del gentío al recordar la forma en que habían muerto los atletas israelitas en el aeropuerto de Munich, escudriñaba las caras de los aficionados y prestaba poca atención a los jugadores que descendían del avión saludando a la entusiasta multitud.
Kabakov visitó en una oportunidad a Muhammad Fasil.
Se paró a los pies de la cama en la enfermería de la prisión y miró al árabe durante cinco minutos. Corley y dos fornidos agentes del FBI lo acompañaban.
Kabakov habló por fin.
– Fasil, si te alejas de la custodia norteamericana, eres hombre muerto. Los norteamericanos podrán tramitar tu extradición a Israel para ser juzgado por la masacre de Munich y te ahorcarán en una semana. Me gustaría mucho poder presenciarlo.
«Pero si dices dónde está oculto el plástico, te acusarán de contrabando y pasarás un tiempo preso. Cinco años, quizá un poco más. No dudo que piensas que para entonces Israel habrá desaparecido y que ya no correrás peligro. Pero no habrá desaparecido por más que creas lo contrario. Piensa en eso un momento.
Los ojos de Fasil se entrecerraron hasta parecer dos guiones. Sacudió la cabeza y escupió a Kabakov manchándolo el frente de la camisa. El esfuerzo le resultó muy doloroso debido a las correas que le sujetaban los hombros, y se recostó contra la almohada haciendo una mueca de dolor. Corley dio un paso hacia adelante, pero Kabakov no se movió. El judío se quedó mirando a Fasil durante un momento y luego dio media vuelta y salió del cuarto.
A media noche del viernes se recibió la esperada decisión de la Casa Blanca. Salvo nuevos inconvenientes, el Super Bowl se jugaría en la fecha prefijada.
Earl Biggs y Jack Renfro, del Servicio Secreto impartieron las últimas instrucciones durante una reunión realizada en la oficina central del FBI de Nueva Orleans en la mañana del sábado 11 de enero. Estaban presentes treinta agentes del Servicio Secreto que se agregarían a los que viajaban con el presidente, cuarenta agentes del FBI y Kabakov.
Renfro estaba parado frente a un gran diagrama del estadio de Tulane.
– El estadio será inspeccionado minuciosamente otra vez en busca de explosivos a partir de las dieciséis de hoy -dijo-. La búsqueda terminará a medianoche, hora en que será sellado. Su equipo rastrillador está listo, Carson -no era una pregunta.
– Listo.
– Deberá tener además seis hombres con el detector electrónico en el palco del presidente para una última inspección mañana a las trece y cuarenta.
– Correcto. Ya han sido informados.
Renfro se volvió hacia el diagrama que colgaba de la pared.
– Una vez eliminada la posibilidad de que los explosivos estén escondidos en el estadio, el atentado puede llevarse a cabo de dos formas. Los guerrilleros podrán tratar de introducir la bomba en un vehículo o pueden decidir asistir al partido llevando escondida entre sus ropas la mayor cantidad posible de explosivos.
– Analicemos los vehículos en primer lugar -cogió un puntero-. Se prepararán barricadas para cerrar el paso de vehículos en Willow Street, a ambos lados del estadio y en Johnson, Esther, Barret, Story y Delord. Hickory estará bloqueada en su intersección con Audubon. Estas son barricadas positivas, capaces de detener a un vehículo que avance a gran velocidad. No quiero ver a nadie parado junto a un caballete haciendo señales a los coches de que deben desviarse. Las vías de acceso quedarán herméticamente cerradas en cuanto se llene el estadio.
Un agente levantó la mano.
– Sí.
– La televisión está enloqueciéndonos por la clausura de medianoche. Tendrán el camión con el equipo de color listo por la tarde, pero quieren tener acceso durante la noche.
– Difícil exigencia -dijo Renfro-. Dígales que no. Nadie entrará después de medianoche. Los camarógrafos pueden instalarse en sus lugares el domingo a las diez de la mañana. Nadie entrará con ninguna clase de objeto. ¿Donde está el representante de la FAA?
– Aquí -respondió un joven ligeramente calvo-. Se considera la utilización de cualquier máquina voladora debido a las personas detenidas. -Hablaba como si estuviera leyendo un informe-. Ambos aeropuertos han sido revisados minuciosamente tratando de encontrar armas escondidas. -El joven titubeó dudando entre decir «empero» o «no obstante»-. No obstante, ninguna máquina particular despegará del aeropuerto internacional de Nueva Orleans ni del de Lakefront mientras esté lleno el estadio, con excepción de los vuelos de carga y charter que han sido ya revisados individualmente por nosotros.
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