Lindmark: Entonces, ¿tienes conciencia?
Holm: Sí. Esto no siempre ha sido fácil. Llevarlo. Pensar en ello cada día. Pero lo importante y a lo que hay que aferrarse es que de no hacerlo yo, otro lo habría hecho. Philip ya los había condenado. ¡Recuérdalo, Harald!
Lindmark: Pero Gabriella Dahlström esperaba un bebé.
Holm: Yo no lo sabía.
Lindmark: ¿Lo habrías hecho de saberlo?
[Pausa.]
Holm: No. No contra el bebé. Pero ahora que ya está hecho, solo puedo decir que el niño habría muerto en cualquier caso, pues Philip habría encargado el trabajo a otro.
Lindmark: ¿Existen más? ¿El Cazador tiene otras víctimas a las que no lo hemos asociado?
Holm: No, te lo puedo asegurar.
Lindmark: Entonces Philip tenía razón. ¿El Cazador no mató a Jonasson?
Holm: No. El Cazador no sabe nada de ese caso.
[Pausa.]
Lindmark: ¿Ya has acabado o sigues buscando nuevos encargos en la red?
Holm: El Cazador ha acabado. Ha demostrado lo que quería demostrar.
Lindmark: Y además te han pagado, con un regalo extra de trescientos mil. No olvides que he leído el informe de Philip.
Holm: ¿Has leído también los informes del Cazador?
Lindmark: ¿Sobre los asesinatos y demás? Sí.
Holm: ¿Qué te parecieron?
Lindmark: Bien escritos, personales pero sin indicación alguna de quién los escribe. Y, naturalmente, sin huellas dactilares ni otras pistas.
Holm: Naturalmente.
Lindmark: Pero ¿por qué los escribiste?
Holm: En los informes del Cazador había bastantes exageraciones psicológicas para que el empleador pensase que era un individuo realmente desquiciado y conducirle en la dirección errónea en caso de que acudiera a la policía. Por ejemplo, lo del juego con los ojos en el frasco era inventado. Pero tal vez al Cazador le sentaba bien eso de hablar de los asesinatos como… experiencias. Era distinto de cuando se acercaba al acto en sí. Casi se convertía en otra persona.
Lindmark: ¿Por eso les quitabas la ropa, les sacabas los ojos y les grababas una letra? ¿Porque te sentías como un asesino en serie?
Holm: Sí y no. El Cazador lo había planeado con antelación, para dirigir vuestros pensamientos hacia un verdadero asesino en serie, alguien que asesina por placer, con sus marcas y sus rituales. Pero en el fragor del momento las cosas sucedían por sí mismas. Era lo correcto. Al principio me era desagradable, pero al final fue fácil.
Lindmark: Enviaste los ojos y la billetera de Gabriella Dahlström a Philip y supongo que quemaste su ropa, pero ¿qué hiciste con los ojos de Gudmundsson?
Holm: Nada. Solo eran parte del ritual ficticio de la serie de asesinatos. Los tiré a la taza del váter. No los necesitaba, ya había demostrado al empleador lo que era capaz de hacer.
Lindmark: ¿Te sientes bien al contármelo todo ahora? Hipotéticamente, fingiendo que eres el Cazador…
Holm: Sí, me siento bien. De hecho, es un alivio poder hablar con alguien.
Lindmark: Entonces, ¿Britta no sabe nada?
Holm: ¡Oh, no, jamás! Lo tengo todo planeado. Le explicaré que nuestra dorada jubilación en, por ejemplo, las Bahamas, se debe a que gané una lotería extranjera. A Britta le gusta eso, ponerle un canto dorado a la vida, el cristal, los hoteles de cinco estrellas. Más de lo que hemos podido permitirnos con nuestros dos sueldos.
Lindmark: Y cuando ahora me lo cuentas, ¿también yo he de comprender que no soy el único que es listo y hábil?
Holm: Sí.
[Pausa.]
Lindmark: En fin, ya lo hemos dicho casi todo. ¿Qué opinas que debemos hacer ahora?
Holm: Llegar a un acuerdo, ahora que lo comprendes. Y en cuanto a ti… no voy a ser tacaño.
Lindmark: Creo que va a ser de otro modo.
Holm: ¿Cómo? ¿Crees realmente que vas a coger al… Cazador con un poco de aceite de engrasar y una cruz?
Lindmark: Es difícil decirlo, pero esta conversación ha mostrado algo más que meras conjeturas. ¿Te has dado cuenta?
Holm: Sí, pero no hay más que tu palabra contra la mía.
Lindmark: No, no es así. Lo tengo todo grabado en una cinta en la comisaría.
Holm: ¡No me vengas con esas! Te registré bien.
Lindmark: Sí, pero no te registraste a ti mismo.
Holm: ¿Qué quieres decir?
Lindmark: Tengo que volver a disculparme: cuando dormí en tu casa hice otra cosa en mitad de la noche. Cosí un micrófono de larga distancia en tus tres chaquetas. Comprendí que si podía hacerte hablar tenía que ser al aire libre y supuse que primero me registrarías. Estaba claro que tenía que esperar a que fueras tú quien propusieras un paseo o algo así y me llevaras al lugar que hubieras escogido. Allí donde te sintieras seguro, donde yo no hubiera podido colocar micrófonos en algún lado. A pesar de que cogimos por casualidad mi automóvil, no tenías que sospechar que planeaba algo. Todo debía partir de ti. ¡Y salió bien! Aquí estamos, hemos hecho una agradable excursión, hemos hablado mucho, de muchos temas interesantes, y bajo el forro de tu chaqueta hay un micrófono que enlaza con un…
[Ruido de energía estática en el micrófono.]
Lindmark: ¡Sí, compruébalo! Está ahí, bajo la tela, milagros de la tecnología.
Holm: ¡No puede ser verdad!
Lindmark: Lo es.
Holm: Demonios… ¿y piensas encerrarme? Somos… viejos amigos. Y ya te he dicho que recibirás dinero, mucho dinero que hará más dulces los años de la jubilación, ¿eh?
Lindmark: No, gracias.
Holm: Pero ¡dijimos que llegaríamos a un acuerdo como viejos amigos! ¡Lo prometiste! Y piensa en lo que podrías llevarte. Ahora, sin Inger, eres libre… Mujeres jóvenes, el extranjero, donde no se fijan tanto en la cuestión de la edad. En Tailandia, por ejemplo…, pero ¿qué rebuscas en mi mochila?
Lindmark: Solo esto.
Holm: ¿Una pistola?
Lindmark: Cuando cargamos el coche la pasé de mi mochila a la tuya. Imaginé que me registrarías, así que tanto la pistola como el micrófono estaban más seguros contigo. La cogí porque… después de lo que has hecho…
Holm: Entonces, ¿me tienes miedo, Harald?
Lindmark: Tengo que… poder acabar contigo.
Holm: ¡Confiesa que tienes miedo! Soy más de lo que puedes vencer sin armas. Soy el Cazador, cien veces más hombre que tú. ¡Maldita sea, no creas que…!
[Ruido de pelea y ropa que se rasga. Alboroto, jadeos. Un tiro. Crujidos en el micrófono. Luego solo silencio en la cinta.]
Acontecimientos del 10 de septiembre de 2006
Cuando saqué la pistola, Gunnar se lanzó hacia delante. Vi cómo se me echaba encima y me agarraba para estrangularme. Todavía puedo sentir su pulgar contra mi garganta. Durante la disputa le disparé al azar en el muslo derecho. Cayó al suelo y, gritando, se acurrucó presionando con las manos la herida. Alargué mi brazo y con el dedo en el gatillo le apunté a la nuca.
Mientras esperaba que Gunnar propusiera un paseo o una excursión, yo había visto dos películas en mi cabeza. En una le mantengo a raya con la pistola mientras él conduce a la comisaría, donde lo dejo en el calabozo. Luego subo a mi despacho y escribo un corto informe, sopeso si llamar yo mismo a Britta y contarle lo que ha sucedido con su marido, pero lo dejo para el personal del calabozo. Al fin y al cabo, me parece menos cruel.
En la otra película, apunto a Gunnar con la pistola y le explico que es un asesino que no tiene derecho a seguir viviendo. Tiene que yacer tan muerto como sus víctimas. Le disparo en el pecho y, por seguridad, le disparo también en la nuca. Después lleno su mochila con piedras y se la cuelgo de los hombros. La ato bien con sedal para que no se deslice y evite para siempre que el cuerpo salga a flote desde esa profundidad a la que pienso hundirlo. Me veo dirigiéndome hacia el mar y la costa boscosa. Nada se mueve. Nadie me ha visto. Britta está destrozada y confusa, pero no tiene por qué enterarse de que su marido era un asesino.
Читать дальше