Jerónimo Tristante - El Enigma De La Calle Calabria

Здесь есть возможность читать онлайн «Jerónimo Tristante - El Enigma De La Calle Calabria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Enigma De La Calle Calabria: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Enigma De La Calle Calabria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En su tercer caso, Víctor Ros llega a Barcelona donde debe investigar el extraño secuestro de Don Gerardo Borrás que, después de varios días en paradero desconocido, reaparece en su domicilio con signos de haber sido torturado. Además reacciona de forma violenta ante todos los símbolos religiosos, por lo que el cura de la familia considera que está poseído por el diablo. Para resolver el caso, el inspector sigue la pista de Elizabeth, un travesti, y de un misterioso enano que lo llevan a una red de secuestro y prostitución de jóvenes y a un selecto club aficionado al vampirismo. Pero cuando el gobernador civil da por cerrado el caso, Víctor Ros adopta una falsa identidad y debe utilizar toda su astucia para poder encontrar y arrestar a los culpables.

El Enigma De La Calle Calabria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Enigma De La Calle Calabria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Intentó resistirse, pero la esposaron y la llevaron adentro. Una vez atada a una silla le quitaron la frazada que le cubría medio cuerpo. Lo primero que vio fue la cara de ese detective, Víctor Ros.

– Al fin nos encontramos -comentó éste-. ¿Y su cómplice?

Los guardias ya habían encontrado el rastro de la sangre y abrieron la trampilla.

– Aquí está, señor -dijo una voz desde el subsuelo-. Lo ha despachado.

Ella, él, sonrió.

– Todo ha acabado -repuso Ros.

– Es usted un cerdo -contestó muy tranquila-. Y espero que se pudra en el infierno.

– Le gané la partida. Eso me basta. -Debo reconocer que es usted bueno.

– ¿Y Antoñita? ¿Está muerta?

Ella miró a otro lado.

– Vas al garrote, Elisabeth.

Ella asintió.

– ¿Te das cuenta -insistió Víctor- de que después de andar tras tus pasos durante tanto tiempo no te había visto el rostro hasta ahora?

– Porque soy buena en mi oficio -contestó ella, quien pese a su edad parecía un hombre joven, un obrero que empezaba una nueva vida.

– No se te ve muy apenada, o apenado -observó López Carrillo-. ¿Cómo prefieres que te trate?

– Soy Elisabeth… Ya viví hace trescientos años…

López Carrillo y Víctor se miraron como sorprendidos, aquel tipo estaba como una cabra.

– Sí -convino Ros con hastío-. Fuiste Erzsébet Báthory.

– Así es.

– ¿Desde siempre?

– No, comencé a ser consciente de ello a los quince años, creo. Yo lo negaba. Poco a poco fue entrando en mi mente. Llegué a casarme y todo, pero era superior a mis fuerzas, se fue apoderando de mí, yo soy ella y ella soy yo.

– ¿No sabes lo que es el remordimiento? ¿Te parece bien lo que has hecho con esas criaturas?

– No sé lo que es ni me importa.

Entonces Víctor Ros se le acercó mirándola a los ojos.

– Buen disfraz -aprobó.

– Gracias -contestó ella.

– Todo este tiempo soñaba con capturarte para hacerte una pregunta, Elisabeth.

– Usted dirá, Víctor.

– ¿Cómo supiste que tengo hijos?

– Un farol, casi todo el mundo los tiene. Por eso le mandé la nota y di en el clavo, lo supe cuando lo vi abandonar Barcelona de esa manera.

– Volví de inmediato.

– Sí, como Max. Muy listo.

– ¿Cuándo te diste cuenta de que te habíamos tendido una trampa? Me refiero a ayer, en el apartamento.

– Aquí su amigo, el italiano, cuando crujió una madera en el descansillo tuvo un segundo de duda, se lo noté en la mirada.

– Estoy desentrenado -reconoció Gian Carlo.

– Bien, Elisabeth, o quizá debería decir Paco… -Víctor tomó la palabra de nuevo-. Esta noche será larga.

– No crea, voy a contarlo todo, ¡todo! Yo no voy ajuicio, en cuanto hable… Yo no caigo sola, tiraré de la manta y arrastraré conmigo a un montón de gente importante, al infierno, ¡al infierno!

Entonces comenzó a reírse a carcajadas, como una loca. Les heló la sangre. Tenía los ojos fuera de sí, la boca abierta y sus dientes parecían afilados. Era extraño, pues aunque era un obrero, vestía como un obrero y parecía un hombre, su voz, sus ademanes, sus ojos, eran los de una mujer, una mujer loca

Dejaron a dos guardias con ella y bajaron al sótano por una endeble escalera de mano. Había varias lámparas de gas aquí y allá. Vieron más de cincuenta cuadros con motivos religiosos, las obras de la ex mujer de Paco, aquél era su almacén. Las carcajadas de Elisabeth se oían al fondo y daban miedo, allí, en la oscuridad del sótano, apenas una cueva con el suelo de tierra.

También había sacos de azufre, llenos de un polvo amarillo.

– Aquí estuvo don Gerardo -dijo Víctor.

Entonces se acercó a una argolla a la que había atada una larga cuerda y observó un orificio en la pared. La tierra había sido removida hacía poco.

– Caven ahí -ordenó a dos guardias.

Al fondo, el cuerpo de Férez había sido tapado con una manta. Los guardias se emplearon a fondo y no tardaron en dar con el cuerpo de Antoñita. Se miraron con tristeza unos a otros. Su cuerpo estaba lleno de laceraciones. Víctor se agachó y vio que el pasadizo continuaba.

– Por ahí escapó don Gerardo, supongo que cavó con sus propias uñas. Esta gentuza debía pasar días sin atenderlo, apenas le dieron nada de comer -añadió-. Debe de haber más restos de niñas por aquí enterradas.

– ¿Y cómo vamos a hallarlos? Esto es grande -preguntó López Carrillo.

– Es fácil -respondió Víctor-. Envía a dos guardias, que busquen un par de perros callejeros, los más famélicos que vean. Que los bajen aquí y que no les den nada de comer en dos días, ellos hallarán los huesos si los hay.

– Bien pensado, amigo -aprobó López Carrillo.

Entonces vieron la jaula, al fondo: la dama de hierro. Colgaba del techo y debajo había una bañera.

– Ahí tomaba sus baños de sangre -dijo Víctor-. Colocarían a las jóvenes dentro de la jaula y las obligarían a moverse para que se clavaran los pinchos.

– Como la condesa esa comentó-López Carrillo

– ¡Cuánta maldad! -exclamó Víctor-. Esa mujer es el diablo en persona.

Decidieron salir de allí, la noche prometía ser larga.

Ya en el piso de arriba y cuando Víctor iba a salir por la puerta, ella, Elisabeth, dijo muy resignada:

– ¿Puedo hacerle una pregunta, Víctor?

El se giró y la miró. Allí, hablando así con ella, resultaba difícilmente creíble que aquel hombre fuera el monstruo que era.

– Dígame.

Elisabeth hizo una pausa y dijo:

– ¿Cómo me ha encontrado?

El inspector Ros la miró con cierto aire de tristeza impreso en su rostro y, siguiendo su camino, contestó:

– Gracias a la geología, Elisabeth, gracias a la geología.

Ala mañana siguiente Víctor, Gian Cario, Eduardo y López Carrillo desayunaron juntos en el hotel y se encaminaron hacia el apeadero de Sants. No tuvieron que esperar mucho, porque el tren de don Alfredo llegó enseguida.

Víctor se lanzó a abrazarlo en cuanto lo vio bajar del tren y gritó:

– ¡La hemos capturado, Alfredo, la hemos capturado!

– ¡Qué me dices! -exclamó Blázquez -¿Cómo? ¿No se había escapado?

– Pues no te lo vas a creer: gracias a un billete de tranvía.

– ¡Eres un fenómeno!

– ¿Y Clara?

– Muy bien, te manda recuerdos, está exultante al saber que todo ha terminado y que volverás pronto.

– ¿Y los niños?

– Muy bien. Y doña Ana Escurza manda recuerdos para Gian Carlo. -El italiano pareció azorarse-. Dice que está muy orgullosa de usted. ¿Nos vamos?

– Yo he de esperar al comisario Buendía- dijo Víctor.

– Vaya -observó don Alfredo-. No sabía que venía el Mastín.

– Sí, sí, el asunto se las trae -contestó el inspector Ros.

Víctor se quedó en la estación esperando a su jefe y los demás acudieron a la calle Calabria, donde debían comprobar que todas las órdenes de Víctor se hubieran llevado a cabo.

A los quince minutos llegó el tren de Madrid. Del mismo descendió don Horacio Buendía, de fuertes mandíbulas, achaparrado y ancho de hombros, el Mastín; lo acompañaban un caballero bajo y poca cosa, de bigote gris, y Lewis, del Sello de Brandenburgo.

– No sabía que el Sello seguía metido en este asunto -comentó Víctor por toda presentación.

– ¿Qué tal un buenos días primero? -dijo don Horacio.

– Perdónenme ustedes pero no entiendo qué hacen ellos aquí.

– Vaya, Víctor, no se lo tome usted así -se defendió Lewis.

– No me agradó la participación del Sello en el episodio que causó la muerte de don Gerardo, los tenía a ustedes por gente civilizada.

– Pues sepa usted -intervino don Horacio-, que el Sello y el Ministerio de la Gobernación acaban de rubricar un convenio de colaboración. Ahora podrá usted trabajar oficialmente con sus amigos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Enigma De La Calle Calabria»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Enigma De La Calle Calabria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jerónimo Tristante - El Valle De Las Sombras
Jerónimo Tristante
Jerónimo Tristante - El tesoro de los Nazareos
Jerónimo Tristante
Jerónimo Tristante - 1969
Jerónimo Tristante
Jerónimo Tristante - El Misterio De La Casa Aranda
Jerónimo Tristante
Jerónimo León Rivera Betancour - El viaje sin héroe del cine colombiano
Jerónimo León Rivera Betancour
Romà de la Calle de la Calle - Memoria y desmemoria del MuVIM
Romà de la Calle de la Calle
Víctor Navarro Brotons - Jerónimo Muñoz
Víctor Navarro Brotons
Nuria Verdet Martínez - Francisco Jerónimo de León
Nuria Verdet Martínez
Jerónimo Moya - Arlot
Jerónimo Moya
Kato Molinari - Un jerónimo de duda
Kato Molinari
Ana María del Río - Jerónima
Ana María del Río
Отзывы о книге «El Enigma De La Calle Calabria»

Обсуждение, отзывы о книге «El Enigma De La Calle Calabria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x