Hillary Waugh - Corra cuando diga ya
Здесь есть возможность читать онлайн «Hillary Waugh - Corra cuando diga ya» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Corra cuando diga ya
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Corra cuando diga ya: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Corra cuando diga ya»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Corra cuando diga ya — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Corra cuando diga ya», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Volvió a salir y se sentó pesadamente en el borde de la cama. Karen se subió a la cama, se arrodilló junto a él y atrajo su cabeza contra su pecho. Le besó el pelo y apretó su mejilla contra la de él.
– ¿Qué nos harán?
– Supongo que nos matarán.
La muchacha se deslizó hasta quedar sentada junto a él y se cubrió la cara con las manos.
– Y todo ha sido por mi culpa. Estoy tan arrepentida.
– Ha sido culpa de Gorman.
– No, es culpa mía. Los dejé robar mi pasaporte. Soy la culpable. Si no hubiera ocurrido eso, estaríamos en Washington ahora. Con Gorman o sin Gorman.
– No te culpes. No podías saber que se iba a aprovechar así de ti.
– Eso es lo peor de todo -gimió Karen-, Coqueteé con ese muchacho para darte celos.
Y ahora te van a matar.
Él la miró, a la luz de la luna.
– ¿Celos? ¿De qué estás hablando?
– De ti. De mí. Tú me odiabas. Me despreciabas por lo que aparentaba ser. Dijiste que querrías azotarme. Desnuda en la plaza pública. Eso dijiste. ¿Tienes idea de lo que me heriste? Fue como si lo hubieras hecho. Ninguna mujer resiste que la miren con tanto desprecio. Me dolió y me enfureció porque no podía decirte la verdad. Porque no podía decirte que no era la clase de mujer que suponías. Tenía que simular lo que no era. Y sabía que una vez que me entregaras al senador, todo habría terminado. Me dejarías para siempre, convencido de que había sido la amante de un gángster, y no quería ser eso para ti. Y te odiaba porque tenía que ser eso y nada más que eso a tus ojos. Entonces decidí que no quería decirte la verdad. Sentía que te gustaba a pesar de tu desprecio y decidí explotar eso. Mi único objetivo era hacerte decir «Te quiero». Quería obligarte a declarar tu amor a una mujer a la que habrías querido azotar en la plaza pública, a una mujer a la que tú tomabas por amante de Joe Bono, por una coqueta descarada, por una ramera barata. Debí haber colaborado contigo y trabajé contra ti. Estabas tratando de salvarme la vida y sólo intentaba enamorarte. El senador me contrató para una tarea y no la cumplí. Hice algo que no tenía por qué hacer y provoqué el desastre. Debía haber permanecido sentada junto a ti en aquella barca, con el bolso sobre la falda. En lugar de hacerlo, coqueteé con Umberto, lo provoqué, y él y su padre me robaron. Y ahora seré la responsable de tu muerte. De la mía también, pero me la merezco. Tú, en cambio, no.
Se enjugó una lágrima e hizo un gesto de desolación.
– ¡Qué estúpida, qué estúpida he sido!
– Y estuve a punto de decirlo -murmuró Peter.
Karen lo miró.
– ¿A punto de decir qué?
– A punto de decir «Te quiero», como querías… creyendo lo que querías que creyera.
– ¿Cuándo?
– En la casa de DeChapelles. Fue cuando descubrí que los lóbulos de tus orejas no estaban perforados.
Ella se cubrió la cara con las manos.
– ¡Oh, Peter! -exclamó-. Debería sentirme feliz y soy tan desgraciada. No me lo merecía. Soy peor de lo que fingía ser.
– Pero no te lo dije entonces, así que te lo diré ahora.
Karen se acercó, se apoyó sobre una rodilla y le puso los dedos sobre la boca.
– No -susurró y le besó la punta de la nariz y los ojos-. Te quiero. Yo puedo decirlo, pero tú no. No puede ser, no debe ser.
– ¿Qué importa si puede ser o si debe ser?
– Está bien, mi amor. Dilo. Di lo una vez para que pueda oírlo. Ni siquiera es necesario que lo sientas.
– Te quiero tanto, que ese amor me duele. Y te lo digo muy en serio.
Ella le echó los brazos al cuello y lo miró a los ojos. Señaló con la cabeza la puerta de entrada.
– ¿Pueden entrar?
– No, salvo que la derriben con hachas contra incendio.
De rodillas sobre la cama, le superaba en altura. Le sonrió desde arriba y se acercó más.
– Qué bien. Porque hasta entonces vas a ser amado como nadie te ha amado jamás. Como nadie ha sido amado jamás.
Fue mucho rato después, tendidos uno junto al otro, cuando le recordó:
– ¿Qué dijiste en realidad aquella vez?
– ¿Cuándo?
– Cuando te dije que hablaras en danés y lo hiciste.
Karen rió.
– No era danés, era noruego. Dije «vete al infierno». Literalmente «arrástrate hasta el infierno».
– Me merecía algo peor.
– Es un insulto atroz. De lo más ofensivo que se puede decir en noruego. No tienen palabrotas como las nuestras.
– Si tú eres un caso ilustrador, eso no les impide desarrollar las actividades que algunas de esas palabras describen.
– Con halagos sólo conseguirás otra dosis de lo mismo.
– Considérate halagada.
Sábado 6.45-8.15 horas
Peter se despertó cuando las primeras luces del día entraron en la habitación. Sentía frío porque estaba desnudo y, aunque compartía la tibieza de Karen -dormida e igualmente desnuda-, sólo les cubría- la fina colcha de algodón que había sobre la cama.
Cuando se sentó y miró el reloj de pulsera, Karen se movió, se volvió y parpadeó semidormida.
– ¿Qué pasa? -murmuró.
– Es de día.
Peter se deslizó de la cama y se dirigió al hall. Se mantuvo inmóvil y escuchó, pero el viejo edificio estaba silencioso como un mausoleo abandonado y producía la misma sensación de vacuidad.
Karen luchó hasta incorporarse sobre un codo, pero no sabía en realidad de qué día se trataba, ni de qué mes o de qué año. Eran las siete menos cuarto de la mañana y habían estado haciendo el amor desesperada y casi incesantemente desde las tres de la mañana hasta hacía menos de una hora, cuando -en un estado de completo agotamiento- se había deslizado involuntariamente en el sueño.
– Aún estamos con vida -dijo.
Fue el primer pensamiento y el más nítido que se le presentó al despertar.
Peter retiró la silla y probó la puerta. Aún estaba cerrada. Apoyó el hombro contra la hoja un par de veces, pero era un hotel de construcción muy sólida. No llegó siquiera a estremecerse. Regresó a la habitación. Karen se había vuelto a dormir, en una actitud inconscientemente indecorosa, bajo la colcha.
Peter bostezó y se asomó a la ventana. Miró hacia arriba y hacia abajo. En el último piso, aquel cuyas ventanas daban al declive del tejado, se podía pasar de una a otra. Pero la mafia se había cuidado de no proporcionarles un medio para escapar como aquél. Su ventana se abría sobre la fachada del hotel, seis pisos cortados a pico sobre un patio de cemento y ni un solo saliente al que agarrarse. Cerró la ventana y comenzó a vestirse.
Karen se volvió a despertar, arrancándose de las profundidades del sueño con gran esfuerzo. Se sentó y sacudió su rubia cabeza, procurando despejarse. Por fin fue capaz de concentrarse y comprender que Peter se estaba vistiendo.
– ¿Adónde vas? -preguntó.
– A ningún lado. La puerta está cerrada.
La realidad penetró como una puñalada en su somnolencia y sus ojos se despabilaron sensiblemente.
– ¿Qué hora es?
– Las siete menos diez.
– ¿Estamos encerrados?
Peter asintió con la cabeza e introdujo la camisa en los pantalones.
– ¿Entonces no vuelven a buscamos?
– Creo que se han ido.
Karen saltó de la cama y se dirigió a la ventana. Peter contempló su bello cuerpo desnudo, pero en aquel instante era incapaz de sentir algo más que un interés académico por él.
– La ventana da a un patio. Nadie nos oirá si gritamos.
– No.
– ¿Nos encerraron y nos dejaron? ¿Nos han dejado y nadie vendrá hasta que abran dentro de seis meses?
– Sí, creo que ésa es la idea que han tenido.
Karen corrió a la puerta, hizo girar el pomo y tiró, luego empujó. Se volvió con los ojos muy abiertos.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Corra cuando diga ya»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Corra cuando diga ya» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Corra cuando diga ya» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.