Ildefonso Falcones - La mano de Fátima

Здесь есть возможность читать онлайн «Ildefonso Falcones - La mano de Fátima» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Старинная литература, spa. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La mano de Fátima: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La mano de Fátima»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La mano de Fátima — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La mano de Fátima», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—No quiero volver a separarme de ti —había exclamado Fátima tras aquel largo beso.

Seguían muy cerca uno del otro, recorriéndose con la mirada, posando los ojos en cada arruga de sus rostros, intentando borrarlas; por unos momentos volvieron a ser el joven arriero de las Alpujarras y la muchacha que le esperaba. El tiempo transcurrido parecía desvanecerse. Ahí estaban, los dos, juntos; el pasado se perdía llevado por la emoción del reencuentro.

—Ven conmigo a Constantinopla. —dijo Fátima—. Tú y tus hijos. No nos faltará de nada. Tengo dinero, Ibn Hamid, mucho dinero. Ya nada ni nadie me impide entregarme a ti. Ninguno de los dos correremos peligro. Empezaremos de nuevo.

Hernando escuchó aquellas palabras y en su semblante apareció una sombra de duda.

—Haremos llegar dinero al resto de tu familia —se apresuró a decir ella—. Efraín se ocupará. A ellos tampoco les faltará de nada, te lo juro. —Fátima no le dio tiempo a pensar y continuó hablando precipitadamente, con pasión. Amin y Laila se miraban el uno al otro, boquiabiertos, buscando inconscientemente el contacto de Miguel mientras escuchaban a aquella desconocida que había besado a su padre—. Tengo un barco. Tengo los permisos necesarios para transportar a nuestros hermanos hasta Berbería. Después, nosotros continuaremos navegando hacia Oriente. En poco tiempo estaremos instalados en una gran casa... ¡No! ¡En un palacio! ¡Lo merecemos! Tendremos cuanto deseemos. Y podremos ser felices, como antes, como si nada hubiera sucedido a lo largo de estos años, reencontrándonos cada día...

Hernando se agitaba en un sinfín de sensaciones y sentimientos encontrados. ¡Fátima! Los recuerdos acudían impetuosos a su mente, atropellándose los unos a los otros. La comunión en la distancia que durante los últimos tiempos había mantenido con Fátima, como si se tratase de un fanal etéreo que alumbrara su camino, se había trocado ahora en una realidad tangible y al tiempo maravillosa. Era..., era como si su cuerpo y su espíritu al tiempo hubieran despertado a la vida, permitiendo aflorar unos sentimientos que, de forma consciente y voluntaria, había reprimido. ¡Cuánto se habían amado a lo largo de los años! Fátima estaba allí, delante de él, hablándole sin cesar, ilusionada, apasionada. ¿Cómo había sido capaz de pensar que todo aquel amor podía desaparecer?

—Nadie podrá separarnos de nuevo, jamás —repetía ella, una vez más, cuando Hernando desvió la mirada hacia sus hijos.

¿Y ellos? ¿Y Rafaela? ¿Y los pequeños que habían quedado en Córdoba? Una casi imperceptible sacudida de repulsa vino a turbar el hechizo del momento. ¿Los estaba traicionando? Amin y Laila mantenían la mirada clavada en él, haciéndole mil preguntas silenciosas al tiempo que mil reproches. Hernando sintió sus censuras como finas agujas que se clavaban en su carne. ¿Quién es esa mujer que te besa y a la que has acogido con tanta pasión?, parecía echarle en cara su hija. ¿Qué vida es esa que tienes que reemprender lejos de mi madre?, le recriminaba Amin. Miguel..., Miguel se mantenía cabizbajo, sus piernas más encogidas que nunca, como si toda su vida, todos sus esfuerzos y renuncias, se concentrasen en el barro sobre el que se apoyaban sus muletas.

Fátima había callado. El alboroto, los lamentos de los miles de moriscos reunidos en el Arenal se hicieran sonoros de repente. La realidad se imponía. Los cristianos los habían echado de Córdoba. Le aguardaba el destierro, un futuro incierto, tanto a él como a sus hijos. ¡Tal vez Dios hubiera puesto ahora a Fátima en su camino! ¡No podía ser otro sino Él quien había llevado hasta allí a su primera esposa!

Iba a responderle cuando la voz de su hija Laila le sorprendió.

—¡Madre! —exclamó la niña de repente, echando a correr.

—¡Lai...! —empezó a decir Hernando. ¿Madre? ¿Había dicho madre? Vio entonces a Amin, que salía en pos de su hermana.

No pudo decir más. Se quedó paralizado. A varios pasos de donde se encontraba, Rafaela abrazaba a Amin y Laila y les besaba rostros y cabezas. Alrededor se encontraban los tres pequeños, quietos, mirándole expectantes.

Con ternura, Rafaela apartó de sí a los niños y se irguió frente a su esposo. Entonces le sonrió apretando los labios en un gesto decidido, triunfal. «¡Lo he conseguido! ¡Aquí estás!», le decían. Hernando fue incapaz de reaccionar. La mujer se extrañó e inconscientemente examinó sus ropas. ¿Sería por su aspecto? Se vio harapienta y sucia. Avergonzada, trató de alisarse la saya con las manos.

—¿Tu esposa cristiana?

La voz de Fátima resonó en los oídos de Hernando a modo de pregunta y de reproche, de lamento incluso.

Él asintió con la cabeza, sin volverse.

Rafaela se percató de la presencia de la hermosa y lujosamente ataviada mujer que se hallaba al lado de su esposo y avanzó hacia él, pero con la mirada fija en la desconocida.

—¿Quién es esta mujer? —inquirió Rafaela, acercándose a Fátima.

—¿No le has hablado de mí, Hamid ibn Hamid? —preguntó Fátima, aunque sus ojos estaban puestos en aquella figura desastrada y sucia que se acercaba a ellos.

Hernando fue a contestar pero Rafaela se le adelantó con la misma resolución con la que un día, cuando la peste, había echado a su madre de la casa de Córdoba.

—Yo soy su esposa. ¿Con qué derecho te atreves a interrogarnos?

—Con el que me concede el ser su primera y única esposa—afirmó Fátima haciendo un gesto con el mentón hacia Hernando.

El desconcierto se mostró en el rostro de Rafaela. La primera esposa de Hernando había muerto. Todavía recordaba el triste relato de Miguel. Negó con la cabeza, con los ojos cerrados, como si quisiera alejar de sí aquella afirmación.

—¿Cómo? —dijo con un hilo de voz—. Hernando, dime que no es cierto.

—Sí, díselo, Hamid. —La voz de Fátima sonó desafiante.

—Cuando me casé contigo, creía que había muerto —acertó a contestar Hernando.

Rafaela sacudió la cabeza con violencia.

—¡Cuando te casaste conmigo! —gritó—. ¿Y después? ¿Lo has sabido después? ¡Virgen santísima! —terminó exclamando.

Lo había dejado todo por Hernando. Había recorrido leguas para encontrarse con él. Estaba harapienta y sucia, con los zapatos destrozados. ¡Todavía le sangraban los pies! ¿De dónde salía aquella mujer? ¿Qué quería de Hernando? A su alrededor había miles de moriscos derrotados, todos entregados a su maldita suerte. ¿Qué hacía ella allí? Notó que le flaqueaban las fuerzas, que la determinación con la que había iniciado aquella empresa desaparecía confundiéndose en los llantos y lamentos de las gentes.

—Ha sido una marcha interminable —sollozó como si renunciase—. Los niños... ¡no hacían más que llorar! Sólo Muqla aguantaba. Pensaba que no llegaríamos a tiempo, ¿y para qué? —En ese momento separó ligeramente uno de sus brazos del cuerpo y como si hubiera sido una señal, Laila acudió a abrazarla—. Nos lo han quitado todo: la casa, los muebles, mis ropas...

Hernando se acercó a Rafaela con las manos abiertas y algo extendidas, tratando de explicarse a través de ellas; su mirada, sin embargo, era furtiva.

—Rafaela, yo... —empezó a decir.

—Podría arreglarlo para que también pudiera venir ella —le interrumpió entonces Fátima, alzando la voz. ¿Qué hacía allí la cristiana? No estaba dispuesta a renunciar a sus sueños aunque eso significase... Ya lo arreglaría.

Hernando se volvió hacia Fátima y Rafaela percibió la duda en su esposo. ¿Por qué dudaba? ¿De qué hablaba aquella mujer? ¿Ir adónde? ¿Y con ella?

—¿Qué es esta locura? —preguntó entonces.

—Que si lo deseas —contestó Fátima—, tú y tus hijos podréis venir con nosotros a Constantinopla.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La mano de Fátima»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La mano de Fátima» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Ildefonso Falcones
Falcones Ildefonso - Die Kathedrale des Meeres
Falcones Ildefonso
libcat.ru: книга без обложки
Ildefonso Falcones
Esteban Matías Gutiérrez Dalla Fontana - La legítima hereditaria
Esteban Matías Gutiérrez Dalla Fontana
Bernardo Gomes de Brito - Historia trágico-marítima
Bernardo Gomes de Brito
Fátima Beatriz Garrido - Abuso y maltrato infantil
Fátima Beatriz Garrido
Catherine Mann - The Twin Birthright
Catherine Mann
Отзывы о книге «La mano de Fátima»

Обсуждение, отзывы о книге «La mano de Fátima» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x