Alejandro Jodorowsky - Psicomagia

Здесь есть возможность читать онлайн «Alejandro Jodorowsky - Psicomagia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Psicomagia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Psicomagia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Psicomagia es el documento más completo sobre la evolución de la obra creativa y terapéutica de Alejandro Jodorowsky, e incluye la versión íntegra, inédita en España, del texto fundamental para comprender la psicomagia. El autor nos muestra el camino que le llevó a ella, desde sus primeros actos poéticos y teatrales hasta su aprendizaje para controlar el mundo onírico. Estos pasos imprescindibles, junto con el conocimiento que maestros, curanderos y chamanes le transmitieron, fue lo que dio origen a sus técnicas para sanar, conocidas como psicomagia y psicogenealogía. El libro ofrece también al lector una reciente entrevista con Jodorowsky, en la que nos habla de la muerte, del destino, las religiones, la clonación humana, su idea sobre el futuro de la humanidad o la necesidad de despertar nuestra mente. El volumen lo cierran un curso con ejercicios, donde el autor nos muestra cómo es posible desarrollar nuestra creatividad y utilizarla para que nos libere de roles e ideas preconcebidas, y un apéndice con 12 casos psiquiátricos reales cuyos pacientes fueron curados al serles prescritos actos de psicomagia.

Psicomagia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Psicomagia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Había personas sin dientes, por lo cual no podían comer la naranja y no querían aceptarla. Les decía entonces que la regalaran a quien quisieran. A otras no les gustaban las naranjas y también les decía que la regalasen. Esto debió de ocurrir cuatro o cinco veces. Hubo un momento en que sentí mucho miedo porque un hombre que estaba completamente trastornado se negó a tomar la naranja, incluso a regalarla. Como con aquel hombre había discutido, no sabía si podía contarlo como una de las 12 personas (puesto que me sobraba su naranja), lo cual complicaba mucho el acto y temía equivocarme. El hombre me siguió mientras yo hablaba con otras personas y por fin pude convencerle de que se quedara con la naranja. De pronto, el hombre se cayó. Tenía las piernas deformes y para andar se ayudaba con un aparato. Todo el mundo miraba, pero nadie se movía. Como buenamente pude, le ayudé a incorporarse, pero se negaba a quedarse sentado mientras yo iba en busca de una enfermera. Una vez erguido, se empeñaba en avanzar. Había personas que decían que quería ir a su habitación, que estaba en otro pabellón. Seguí sosteniéndolo mientras subía una escalera para ir a donde él quería. Yo me mantenía detrás de él, para que no cayera hacia atrás y se desnucara. Quizá parezca raro, pero yo no temía que su cuerpo me cayera encima y me hiciera rodar por las escaleras. Sentía en torno a nosotros la fuerza de ese amor que nos envuelve a todos. Por fin, el hombre consiguió llegar a donde quería.

Ya era mediodía, la hora del almuerzo, y todavía me quedaba una naranja, es decir, tenía que hablar con otra persona. Otra vez tuve miedo de que mi acto no fuera válido. Debía interrumpirlo durante una hora y luego volver para hablar con la última persona y regalarle la fruta. ¿Y si la interrupción lo echaba todo a perder?

Salí, me encontré con mi marido que me esperaba y hablamos de todo ello. Había dedicado 12 minutos a cada persona y tenía la impresión de haber repartido felicidad, de haber contribuido a aliviar sufrimientos. ¡Pero cuánto me habían dado también a mí aquellas once personas! Quizá parezca curioso, tratándose de personas disminuidas psíquicamente, pero todas me agradecieron que hubiese ido a verlas. Cada vez que decía «adiós» me contestaban con un «gracias». Creo que aunque el intelecto pierda todo o parte de lo que se llama «sentido de la realidad», el corazón percibe igualmente el amor que se le ofrece. Por lo menos, eso sentí en ese lugar.

Al cabo de una hora, volví para ver a la duodécima persona con mi duodécima naranja. Era un hombre al que le habían amputado una pierna y que estaba sentado en una silla de ruedas. Después me marché, sabiendo que aquel acto me había hecho consciente de que hay lugares en el mundo en los que habita un sufrimiento enorme que cada uno de nosotros podría contribuir a aliviar. En aquel asilo me encontré frente a mi padre y mi madre. Al fin y al cabo, mis padres murieron con tres semanas de intervalo cuando yo era todavía una niña y me sentí totalmente abandonada; tras mi visita a la residencia, tenía la impresión de haberles dado vida a los dos. Una vez realizado este acto, le llamé por teléfono a usted, tal como me había pedido, para decirle lo que había sentido. Después de escucharme, me propuso que hiciera lo siguiente: «Ve al sitio donde compraste las naranjas la primera vez, a mediodía -las 12, me puntualizó-, y compra una naranja, la más hermosa». Le pregunté qué día debía hacerlo y usted me dijo que qué día fui a la residencia. Era un sábado. Entonces me ordenó: «Hazlo un sábado. Siéntate a la puerta de una iglesia y cómete la naranja lentamente, durante 12 minutos. Eso es todo».

El sábado, 14 de julio, fui al mercado. La víspera había preguntado si habría venta a pesar de ser festivo. A las 12 en punto, elegí la naranja que me pareció más hermosa y la compré. Monté en mi bicicleta y, acompañada de mi marido, busqué una iglesia a cuya puerta pudiera sentarme. Había una iglesia, llamada Nuestra Señora de la Paz, en la que nunca había estado porque no me atraía su arquitectura moderna. Está en las afueras y yo no tenía más que una preocupación: la de que pudiera estar cerrada con llave, como suelen estar las iglesias cuando no hay oficios. De modo que dejé la bicicleta y, ¡oh, milagro!, al empujar la puerta descubrí que no estaba cerrada. En su interior la iglesia forma un cuarto de círculo, hay muchas vidrieras de colores -modernas, desde luego, pero me sentía a gusto-. Era una iglesia cálida. Me senté a rezar y a dar gracias antes de irme a comer la naranja. Entonces llegó el sacerdote, rezó y se puso a arreglar la iglesia. Yo deseaba que se marchara porque no me atrevía a comerme la naranja en la puerta. Cogí la bicicleta y, junto con mi marido, que me esperaba fuera, nos apartamos un poco. Al salir, había dejado abierta la puerta. Tenía la sensación de que ese acto tenía que hacerse con la puerta abierta; sentía que, si no, me estaría vedado el acceso a la felicidad.

Esperamos un poco y volvimos a la iglesia, donde vimos con alivio que ya no estaba el coche del sacerdote. Pero volví a sentir miedo de que la puerta estuviera cerrada con llave. No sólo no estaba cerrada con llave, sino que seguía abierta de par en par, tal como yo la había dejado. De modo que, con gran alivio y mucha alegría, me senté delante de la puerta abierta. A las 13:12 horas empecé a pelar la naranja. Durante la semana, me decía que 12 minutos era demasiado tiempo para comerse una naranja. Y es que yo no saboreo la comida, sino que la engullo.

A las 13:12 empezaba para mí una hermosa revolución, la forma de terminar con aquella parte de mí misma para ir hacia una transformación total. Empecé degustando la primera cuarta parte. Lo que sentí entonces nunca lo olvidaré. Ahora, mientras escribo estas líneas, experimento la misma emoción. Iba comiendo aquella cuarta parte, despacio, a pequeños bocados.

Estaba conmovida, tenía ganas de llorar, pero de alegría. Esta vez comprendía que hacía un bien y, quizá por primera vez, me autorizaba a vivir. Era la vida lo que estaba saboreando, lo que entraba por mí, se deslizaba dentro de mí. Sentía realmente que antes me había prohibido algo muy importante. La vida, sin duda… Allí comprendí que la puerta de Dios siempre había estado abierta para mí y que era yo quien la había cerrado. Me sentía en plena comunión con Dios. Fue una emoción intensa. Después de degustar la primera cuarta parte, miré el reloj: habían transcurrido cuatro minutos. El tiempo pasaba rápidamente, luego tuve que apurarme un poco. La emoción seguía siendo fuerte. Después de experimentar cierto dolor, seguía comiendo mi naranja con verdadero placer. Creo que hasta entonces no había descubierto el sabor de una naranja. Fue una revelación. En realidad, fue como si comiera por primera vez. Me hubiera gustado que el tiempo pasara más lento, para saborearla aún más. Pero el acto es el acto y, a las 13:24, terminé mi naranja. Entonces volví a entrar en la iglesia y me quedé unos minutos, sin pensar en nada. En mí se había hecho el vacío, pero era un vacío agradable, indispensable, desde luego, para que se asentara una fuerza nueva. Después me fui con mi marido, que me esperaba en un banco, muy cerca, porque necesitaba su compañía aquel día.

Y me doy cuenta de que, al pedirme que le escriba, sigue ayudándome. ¿Cómo lo diría? Cuando me comía la naranja, experimenté una sensación de aceptación de la vida en mí. Quizás correspondía al momento en que fui concebida, porque al escribirle -he redactado la carta varias veces-, he tenido la sensación de parirme a mí misma. Tengo el deseo de sanarme de mi pasado y debo decirle que, por el momento, es mi hija, que tiene 12 años, quien me ayuda a avanzar en esa dirección. Ella es lo que más quiero, y deseo que sea feliz, pero sé que no podrá encontrar la felicidad si no le ofrezco una buena imagen de alguien que desea vivir.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Psicomagia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Psicomagia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Psicomagia»

Обсуждение, отзывы о книге «Psicomagia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x