Soy psicólogo y fui a verle porque no lograba trabajar en mi profesión. No ganaba ni un céntimo. Usted me impuso el siguiente acto de psicomagia: tomar un tiesto en forma de doble cuadrado… [Le dije que tomara un tiesto en forma de cuadrado doble, como el de las cartas del tarot: doble cuadrado mágico, es decir, espíritu y cuerpo. Tenía que trabajar con los dos.]…de un color significativo. [¿Qué color? La persona debía elegir un color que tuviera para ella una fuerza simbólica, a fin de que el objeto le sugiriese algo.] Dividirlo en dos partes y plantar trigo. [Aquí había un juego de palabras: en francés hay un refrán que sugiere la idea de que cuando plantas trigo, te crece trigo en el bolsillo, porque se llama blé, trigo, al dinero.] En uno de los lados, el trigo debía ser plantado en cuatro hileras, dos hileras pares y dos impares. [Para mí, hacer hileras pares e impares simboliza el reconocimiento del hombre y de la mujer que todos llevamos dentro: en todos los ritos de iniciación, los números impares son masculinos y los pares, femeninos. Prestar la misma atención al hombre y a la mujer es reconocer a la pareja que hay dentro de nosotros.]
En el otro lado, el trigo sería plantado desordenadamente. [Por lo tanto, hay un lado ordenado que simboliza la necesidad del intelecto de trabajar con método, y otro lado en desorden, que indica la confianza dada al inconsciente. Esta disposición espacial manifiesta que el orden perfecto sólo existe junto al desorden.]
El 7 de febrero, al volver a casa después de haber permanecido dos días fuera, me doy cuenta de que el trigo germina. Pero el lado izquierdo de los dos cuadrados está casi yermo, sólo con uno o dos brotes. [Sólo ha crecido el trigo en el lado derecho… ¡Qué misterio! ¿Por qué en el derecho sí y en el izquierdo no? Sabemos que, en nuestra sociedad patriarcal, el lado izquierdo es el femenino: el lado pasivo del cuerpo está simbolizado por la izquierda. En la India, la mano derecha es la mano de Dios y la izquierda, la de la tierra, la que se utiliza para limpiarse el trasero, mientras que con la derecha se come. Y cuando uno escupe, siempre ha de hacerlo hacia la izquierda, nunca hacia la derecha. En este caso, debemos comprender el mensaje que se transmite a la mujer interior: ella niega su feminidad. Y la psicomagia, que opera a través de la sincronía o, si se prefiere, de la poesía, se lo manifiesta a través de estos cuadros de trigo: «Vigila tu feminidad, no descuides tu intuición, ¡atiende a tu mujer interior!». Es como si el trigo le dijera: «No crezco porque tú no amas la tierra. Y no amas la tierra porque no te amas a ti mismo en tu dimensión femenina».] Me dijo que pusiera arcilla en las zonas estériles y que las regara con agua bendita por la noche… [Para mí, la arcilla es el cuerpo humano. Se dice que Dios hizo a Adán tomando arcilla de los cuatro puntos cardinales, y con esa arcilla procedente de los cuatro puntos de la tierra, hizo un hombre equilibrado. Estos cuatro lados están también en nosotros: si el ser humano no ha establecido un equilibrio entre sus necesidades corporales, sus deseos, sus emociones y su intelecto, no puede sentirse bien. En un ser humano bien desarrollado, estas cuatro energías están en equilibrio. En cuanto al agua bendita, se prescribe a fin de que el cuerpo esté bendito. Es lo primero que debe hacerse para reanudar el contacto con la dimensión femenina en uno mismo: al pedir a esta mujer interior que bendiga su cuerpo, la invito a que lo sacralice, a que deje de despreciarlo, a que vuelva a tomar posesión de él], y que hiciera pequeños corazones de alambre y los pusiera en las cuatro esquinas de la habitación; después me pidió que rezara a mis antepasados femeninos. Compro arcilla verde. La pongo en los lados izquierdos y, por la noche, la riego con agua bendita, que previamente había dejado en mi altar, cerca del Buda. También conseguí alambre para fabricar los corazones. [Le impuse un trabajo, ya que para encontrar trabajo era necesario que aprendiera a trabajar. De ahí esas pequeñas tareas que debía realizar y que le decían: «Aprende a amar el trabajo o no trabajarás jamás».]
El 20 de febrero hago los corazones y los pongo según me ordenó usted. Pongo más arcilla, agua bendita y rezo a las mujeres de mi árbol genealógico para que vengan en mi ayuda. El día 24 sigo poniendo arcilla, agua bendita y rezando. Aparece algún que otro brote, pero no como en el lado derecho. [Aquí él expresa su diferenciación entre izquierdo y derecho. Establece una competencia. Es como si dijera: «Una mujer no es como un hombre. Está disminuida, es inferior». Y cuando observa: «No es como el lado derecho», hay que contestarle: «¡Claro que no, puesto que es el lado izquierdo!».]
Hace un mes que no sucede nada… [En realidad ya ha sucedido todo.] Después de haber puesto arcilla y agua bendita de vez en cuando, vi que había crecido trigo. [Resulta curioso: dice que no pasa nada, pero en cambio ha crecido trigo.]
Los lados estériles están menos tupidos que los otros. [Siempre está la comparación… Pero aunque no hubiera crecido más que una sola planta minúscula, en un puñado de tierra robada de un cementerio, en pleno invierno, con unos granos comprados en una tienda de productos dietéticos, habría sido una maravilla. En su habitación crece trigo: ¡qué milagro!]
Tengo dos hileras de seis plantas y dos de cinco. [Eso suma 22… Recordemos que yo le dije que usara un tiesto que fuera un cuadrado doble, a fin de que formara una carta del tarot. Y en este cuadrado en forma de carta de tarot hay 22 plantas, tantas como arcanos mayores. ¡Milagro!]
Encontré trabajo el 2 de marzo y sigo trabajando. Gracias por su ayuda.
Consiguió su objetivo. Me gustaría conocer otra historia.
Ésta no voy a comentarla. Su autor, un escritor norteamericano llamado R. M. Koster, atravesaba una etapa de sequía creativa y se encaminaba hacia el alcoholismo. Su esposa conocía mi trabajo e intuyendo que yo podría ayudarle a recuperar su creatividad le indujo a hacer el viaje desde Panamá, donde residían, hasta París, para que yo le impusiera un acto de psicomagia. Debo precisar que este hombre llevaba unos diez años sin escribir un libro. Te leo la carta que me escribió después de liberarse del alcoholismo y empezar a escribir de nuevo, ambas cosas tras haber realizado el acto.
Muy interesante el caso.
Koster escribe con un desenfado que no oculta la dimensión trágica de su vivencia, como veremos ahora.
Situación en marzo de 1987: durante los años setenta escribí tres novelas, las tres muy buenas, estaban ambientadas en un país centroamericano imaginario, metáfora del Panamá. Sin que yo lo sospechara, estas novelas prefiguraban la historia de la República de Panamá, porque, una vez que las hube escrito, Dios decidió plagiarme: lo imaginado se convirtió en realidad. Un artista predice el futuro, porque a diferencia de los demás conoce el presente. Mientras trabajaba en la tercera novela, perdí el valor, angustiado por los militares. Decidí no escribir más sobre aquel país imaginario que se llamaba Tiniebla y, en las últimas páginas, lo destruí con un terremoto. Terminé aquella novela en septiembre de 1978 y no he vuelto a escribir desde entonces, he perdido confianza en mis aptitudes literarias y me he aficionado a la bebida. Cuando nos encontramos usted y yo, le dije: «Sin confianza no se puede trabajar. Escribir una novela es como arrojarse desde lo alto de un edificio. Escribes sin saber adonde irás a parar. Quizá te recojan los bomberos, quizá no. Pero, si buscas ante todo la seguridad, tienes que bajar por la escalera. Ahí estás seguro, pero no escribes una novela. Cuando uno pretende vivir la vida bajando por la escalera, no la vive. Llega un momento en el que hay que lanzarse».
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