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Manuel Puig: Boquitas pintadas

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Manuel Puig Boquitas pintadas

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El texto nos remite a un pasado argentino, a la oculta sordidez de un mundo de novela rosa transcrito con implacable objetividad a través del calco paródico de los clichés del lenguaje periodístico, de la impasibilidad feroz de las descripciones aparentemente neutras, de la trivialidad exasperante de unas vidas despersonalizadas. Nené, varias décadas después, aún conserva las cartas de su antiguo enamorado, Juan Carlos, a pesar de su actual matrimonio. Don Juan Carlos ya fallecido en un sanatorio víctima de la tuberculosis, se va reconstruyendo, mediante la intimidad de unos seres rencorosos o inocentes, esa relación amorosa acontecida en la Argentina de los años treinta.

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*

Buenos Aires, 30 de junio de 1947

Querida Doña Leonor:

Acabo de tener la alegría de recibir su carta antes de lo pensado, pero después qué disgusto al leerla y darme cuenta que usted no había recibido mi anterior. Yo le escribí hace más de una semana, ¿qué habrá pasado? Mi miedo es que alguien la haya retirado de la casilla, ¿cómo hace para que Celina no vaya nunca a buscar las cartas? ¿O es que no sabe que usted tiene casilla de correo? Si Celina busca las cartas a lo mejor me las quema.

Mire, señora, si le da mucho trabajo saber cuáles eran las cartas para mí me puede mandar todas, yo le devuelvo después las que no me corresponden. Yo lo quise mucho, señora, perdóneme todo el mal que pude hacer, fue todo por amor.

Le ruego que me conteste pronto, un fuerte abrazo de

Nené

Se levanta, se cambia de ropa, revisa el dinero de su cartera, sale a la calle y camina seis cuadras hasta llegar al correo.

*

Buenos Aires, 14 de julio de 1947

Querida señora:

Ya hace más de diez días que le escribí y no he recibido respuesta. Para qué contarle las cosas que me pasan por la cabeza. Esa carta que usted no recibió quién sabe dónde estará, y después le mandé otra, ¿tampoco la recibió? A lo mejor usted cambió de idea y ya no me aprecia, ¿alguien le dijo algo más, otra cosa mala de mí? ¿qué le dijeron? Si usted me viera lo mal que ando, no tengo ganas de nada. Ni a mi marido ni a los chicos puedo comentarles nada, así que ni bien terminé de darles de almorzar a los chicos, hoy me acosté así pude por lo menos no andar disimulando. Ando muy demacrada de cara. A los chicos les digo que tengo dolor de cabeza, así me dejan un rato tranquila. Yo a la mañana voy a la feria a hacer las compras y cocino, mientras la muchacha me hace la limpieza, vienen los chicos de la escuela y almorzamos. Mi marido no viene a mediodía. Más o menos la mañana se me pasa más distraída, pero la tarde qué triste es, señora. Por suerte la muchacha recién se va a su casa después de lavarme los platos, pero ayer y hoy me faltó, y ayer hice un esfuerzo y lavé los platos y recién después me acosté, pero hoy no, me fui derecho a la cama sin levantar la mesa siquiera, ya no aguantaba las ganas de estar un poco sola. Ése es el único alivio, y oscurezco bien la pieza. Entonces puedo hacer de cuenta que estoy con usted y que vamos a la tumba del pobrecito Juan Carlos y juntas lloramos hasta que nos desahogamos. Ahora son las cuatro de la tarde, hay un sol que parece de primavera y en vez de salir un poco estoy encerrada para que no me vea nadie. En la pileta de la cocina tengo todos los platos sucios amontonados, más tarde los voy a agarrar. ¿Sabe una cosa? Hoy vino una vecina a devolverme la plancha que le presté ayer y casi le doy vuelta la cara, sin ninguna razón. Estoy temblando de que mi marido llegue temprano del escritorio, ojalá se retrase, así puedo despachar esta carta, seguro que sí. Pero a usted sí que tendría ganas de verla y hablar de todo lo que tengo ganas de saber de estos años que no vi a Juan Carlos. Le juro señora que cuando me casé con Massa ya no me acordaba más de Juan Carlos, lo seguía apreciando como amigo y nada más. Pero ahora no sé qué me pasa, pienso si Celina no hubiese hablado mal de mí, a lo mejor a estas horas Juan Carlos estaba vivo, y casado con alguna buena chica, o conmigo.

Aquí le mando este recorte de la revista Nuestra vecindad, cuando la fiesta de la Primavera, le calculo yo que sería 1936, sí claro, porque yo tenía recién los veinte años cumplidos. Ahí empezó todo. Si no le molesta, devuélvamelo, que es un recuerdo.

«Lucida celebración del día de la primavera.

Siguiendo una práctica impuesta por la costumbre, el Club Deportivo "Social" inauguró la entrada de la estación primaveral con una lucida reunión danzante, efectuada el sábado 22 de setiembre con el amenizamiento de la orquesta Los Armónicos de esta localidad. A medianoche, en un intermedio, resultó elegida Reina de la Primavera 1936 la encantadora Nélida Fernández, cuya esbelta silueta engalana estas columnas. Aparece junto a la flamante soberana, su antecesora la atrayente María Inés Linuzzi, Reina de la Primavera 1935. A continuación, la Comisión de Fiestas del Club presentó una estampa de antaño con el título de "Tres épocas del vals" y su desarrollo corrió bajo la dirección de la aficionada señorita Laura P. de Baños, quien también recitó las bonitas glosas. Cerró esta cabalgata musical un vals vienés de fin de siglo, ejecutado con ímpetu notable por la Srta. Nélida Fernández y el Sr. Juan Carlos Etchepare, quienes convincentemente demostraron "la fuerza del amor que supera todos los obstáculos", como declamara la Sra. de Baños. Especialmente celebrados fueron los atuendos por cierto vistosos de las señoritas Rodríguez, Sáenz y Fernández, bien complementadas por la apostura de los acompañantes y sus impecables fracs. Por otra parte, téngase presente que es tarea peliaguda y no cometido fácil, el adentrarse en los significados histórico-musicales para después expresarlos con la soltura que permiten unos pocos y apresurados ensayos, robando tiempo al sueño y al descanso. Cabe, aquí, la reflexión filosófica: ¡cuántos, cuántos solemos andar por este histriónico mundo llegando diariamente al final de la etapa sin lograr saber qué papel hemos estado desempeñando en el escenario de la vida! Si bien la última pareja cosechó los más densos aplausos, esta redacción felicita a todos por igual. Fue una simpática y por muchos motivos inolvidable reunión que tuvo la virtud de congregar a un crecido número de personas, danzándose animadamente hasta altas horas de la madrugada del día 23.»

Bueno, veo que no le digo lo principal, por lo que le mando esta carta: por favor escríbame pronto, que tengo miedo de que mi marido se dé cuenta de algo si sigo tan alunada.

La abraza, suya

Nené

Postdata: ¿No me va a escribir más?

Dobla carta y recorte en tres partes y los coloca en el sobre. Los saca con un movimiento brusco, despliega la carta y la relee. Toma el recorte y lo besa varias veces. Vuelve a plegar carta y recorte, los pone en el sobre, al que cierra y aprieta contra el pecho. Abre un cajón del aparador de la cocina y esconde el sobre entre servilletas. Se lleva una mano a la cabeza y hunde los dedos en el pelo, se rasca el cuero cabelludo con las uñas cortas pintadas de rojo oscuro. Enciende el calefón a gas para lavar los platos con agua caliente.

SEGUNDA ENTREGA

Charlemos, la tarde es triste…

Luis Rubinstein

Buenos Aires, 23 de julio de 1947

Doña Leonor querida:

¡Cuánto tiempo que me está dejando sin noticias! Ya van casi cuatro semanas que no recibo carta suya, no habrá sucedido algo malo, espero. No, yo creo que ahora tiene que cambiarnos la suerte, ¿verdad? Si me pasa algo malo no sé cómo voy a aguantar. ¿Por qué es que no me escribe?

Hoy sábado a la tarde, conseguí que mi marido se llevara a los chicos al partido que juegan aquí cerca nomás, en la cancha de River, a Dios gracias me quedé sola un poco porque si mi marido me llegaba a recriminar otra vez lo mismo no sé qué le contestaba. Dice que ando con cara agria.

¿Qué estará haciendo usted? Los sábados a la tarde en Vallejos venía siempre alguien a tomar mate a casa, las chicas. Pensar que si yo hoy estuviera de paseo por allá tampoco podría ir a su casa a tomar mate, por Celina. Y total por qué empezaron todos los líos… pavadas nomás. Todo empezó en la época en que entré como empaquetadora en «Al Barato Argentino» y como de la escuela primaria era amiga de Celina y Mabel, que ya habían vuelto recibidas de maestras, y Mabel además chica con plata, empecé a ir al Club Social.

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