• Пожаловаться

Rosa Montero: Amado Amo

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Montero: Amado Amo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

Amado Amo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Amado Amo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Estamos ante una novela sobre el poder, pero un poder con minúsculas, cotidiano y perfectamente reconocible: el que ejercen las empresas, el que sufren los asalariados, un poder risible que se mide en metros de despacho o en el número de veces que el jefe se ha parado a hablar contigo. César Miranda, protagonista de esta historia, es un hombre en crisis que intenta sobrevivir a las tormentas y tormentos de una competitividad desenfrenada. Y su peripecia nos va dibujando el implacable pero divertidísimo retrato de la disparatada sociedad en que vivimos.

Rosa Montero: другие книги автора


Кто написал Amado Amo? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Amado Amo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Amado Amo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ahora, en cambio, sospechaba que Morton era tan culpable como todos; o quizá más. Morton era como el capo de la mafia, que no tenía necesidad de mancharse las manos; ya estaban Quesada y los demás para manipular las inmundicias, sus lugartenientes criminales. Aunque no. Probablemente todo esto era mentira, una exageración, un desvarío. Si ahora Morton viniera a tomarse un JB a su casa; hipótesis imposible, desde luego; si ahora Morton viniera a tomarse un JB a su casa y él le hablara del caso de Matías, César sabía bien cuál hubiera sido la respuesta: ¿Matías? Pero hombre, si nos hemos portado demasiado bien con él, en serio te lo digo, demasiado. ¿Matías? Pero César, si es un alcohólico, si es un destrozo de persona, si está absolutamente acabado; debíamos haberlo despedido, porque Golden Line no es una institución benéfica; pero, ya ves, nos ha dado pena y ahí sigue. Oh, sí, sí, sí, Morton, tienes tanta razón, es tan sensato lo que dices. Pero, ¿por qué no invitasteis a Matías a la Convención del pasado año? ¿Por qué creasteis un nuevo cargo por encima de él? ¿Por qué empezó a beber Matías? Aunque no: seguramente Morton estaba en lo cierto. Matías estaba alcoholizado, eso era todo. Y empezó a beber hacía mil años. Simplemente no era digno de su cargo, padecía una debilidad morbosa, una enfermedad del alma; se descascarillaba fácilmente. Lo mismo que él, César, reo de un delito de desidia; perezoso, estéril, vergonzosamente improductivo. ¡También él era culpable! No había sabido estar a la altura de sus propias circunstancias. Artista pop, publicista mimado, directivo de éxito.

Lo había tenido todo para aspirar al triunfo más rotundo, pero falló por lo más fácil: se le acabó el resuello. Y aquí estaba ahora, a las dos de la madrugada, leyendo tebeos del Príncipe Valiente. Por supuesto que sí, sin duda era culpable. El jueves pasado, cuando terminó la reunión, César intentó acercarse a Morton: Perdonamortonpero, disculpamortonesque, las frases le ardían en los labios mientras se aproximaba a él, sorteando grupos de personas puestas en pie que le miraban. Todos le miraban a él, a César. Y César necesitaba imperiosamente que Morton le absolviera; ni siquiera disculparse, ya no quería ni eso; sólo hablar con él un intante, reencontrar la antigua complicidad, renovar su permiso de existencia: Perdonamortonpero. Morton iba ya hacia el pasillo hablando con Quesada, César se colocó ante ellos. Disculpa, dijo Morton, agarrando a Quesada del brazo y sorteando a César limpiamente. Desaparecieron los dos corredor adelante enfrascados en su asunto, que sin duda era profesional y serio y no como el suyo, envidió César desesperadamente. La sala de juntas estaba todavía llena porque el Rey solía salir siempre el primero; y ahí permanecían todos los demás, mirándole como se contempla a un bicho raro. Vaya, César, tienes todo el aspecto del hombre que acaba de perder un tren, exclamó jocosamente Nacho. Pequeñas risas alrededor. Y Nacho de nuevo, obsequioso, suave, rematando: ¿Querías algo importante de Morton? Yo voy ahora a comer con él, si quieres le digo algo de tu parte. Entonces César hubiera querido gritar: Llevo veinticinco años de profesión y he sido el mejor durante diez; y cuando yo empecé en este oficio tú aún te meabas los calzones. Eso es lo que César deseaba gritar, y quizá lo hubiera hecho de no ser por el burbujeo que le subía nariz arriba, por la inundación que le apretaba la garganta. Así es que respiró hondo y soltó un nonono, no es nada. Y pensar que fue él quien metió a Nacho en la empresa, gimió César mientras hacía trizas, apenas consciente, el viejo tebeo del Príncipe Valiente.

3

César estaba tan elegante como todos los demás, por lo menos tan elegante como Miguel o como Quesada, pero el maldito perro parecía haberlo descubierto con su olfato infrahumano, el maldito perro le había seleccionado a él y sólo a él de entre los ejecutivos presentes, todos iguales en sus trajes de doble botonadura, todos aparentemente idénticos bajo la envoltura de franela gris o alpaca azul marino. La ropa de César procedía de la mejor boutique de hombre de la ciudad; por una vez no tenía manchas y ni tan siquiera arrugas, porque acababa de recoger el traje del tinte tras varios meses de destierro; los zapatos, italianos, estaban recién lustrados: Encarna la asistenta lo había hecho. Incluso vestía unos sobrios calcetines de ejecutivo, de esos cuyo elástico deja una marca violácea bajo la rodilla, un surco que es como el contraste de calidad del directivo. Además: no había llegado ni demasiado pronto ni demasiado tarde; se había parapetado inmediatamente tras un whisky, como todos; y se había instalado confortablemente en un rincón discreto. Pues bien, a pesar de todo eso el perro lo había reconocido; se había dado cuenta de su condición de forastero, de su penosa extranjería interior. En fin, algo debía de haberle delatado, porque el maldito perro se había abalanzado directamente sobre César. Era un teckel diminuto de enredado flequillo y ojos malignos tras las greñas.

Lo sabía. César sabía que no debía haber venido. Pero, ¿cómo negarse? Voy a dar una fiesta en casa para celebrar lo del Globo de Oro de Milán, vendrás, ¿verdad?, dio por sentado Nacho. Claro, claro, por supuesto, contestó César; y además felicitó a Nacho por el premio con efusividad excesiva. De modo que ahora estaba aquí, sintiéndose como un cordero en la guarida de un león y repartiendo sonrisas mentirosas. Nacho había invitado a todo el mundo, incluso a Matías, a quien César veía ahora al otro lado de la sala, junto al ventanal, en el centro de un metro cuadrado de soledad. Y pese a todo el maldito perro le había escogido a él, César; quizá Matías apestaba demasiado a muerto. Apenas si había transcurrido un mes desde su encuentro en el aparcamiento subterráneo, desde que le quitaron la plaza del garaje. Pero tan breve espacio de tiempo había sido suficiente para acabar con los alientos de Matías. La desgracia se había cerrado sobre él con la misma rapidez con que se cierran las aguas de una charca sobre una piedra que se hunde. Matías había sido destituido, trasladado, humillado, apuntillado. Y hasta el teckel parecía haberse dado cuenta de que era un cadáver sin redención posible.

Está bien, pensó César, me he equivocado. He hecho mal viniendo a esta maldita fiesta. Pero entonces todos hubieran pensado que envidiaba a Nacho su Globo de Oro. Y lo envidiaba, ¡sí! Desesperadamente, amorosamente lo envidiaba. Pero no era eso lo peor. Lo peor era estar ahí, en la fiesta, fingiendo un regocijo inexistente; lo peor era carecer de la hombría necesaria para aguantar abiertamente el peso de su enemistad con Nacho. Porque eran, sin duda, adversarios feroces; y Nacho no detendría su ascensión carnicera hasta haber degollado definitivamente a César. ¿A qué venía, entonces, este guardar las formas tan cobarde, este penoso paripé, el estar bebiendo y comiendo mansamente de la mano de tu asesino, tu verdugo? No confundas las cosas: eso no es falta de hombría sino de dignidad, le decía Paula en ocasiones.

Entonces, ¿qué crees tú que es la hombría?, contestaba él. Oh, un invento, una mentira, una convención que vosotros mismos habéis creado. A veces Paula le sacaba de quicio con su feminismo tan latoso.

Vaya, parece que le has gustado al perrito, ironizó Quesada, apareciendo repentinamente junto a César. Está entusiasmado contigo, repetía Quesada con un aliento peligrosamente inflamable. Pues sí, ya ves, caigo bien, en fin, masculló César hurtando la nariz e intentando quitarse el animal de encima. Pero se trataba de un monstruo pequeño y obcecado, una perseverante bestia. Ahí estaba, haciendo equilibrios sobre sus dos patitas posteriores, abrazándose a sus pantorrillas, masturbándose frenéticamente contra sus mejores pantalones. Maldito chucho. Sacaba una lengüecita rosa y jadeaba. Te digo que lo has enamorado, repetía Quesada beodamente. Que sí, que ya lo veo. César probó a caminar un poco, pero el muy rijoso le iba siguiendo los talones. Sacudió entonces la pierna de modo discreto, pero el maldito perro reiniciaba el asunto tan pronto como dejaba de moverse. Y no era cuestión de que se enterara todo el mundo; es decir, no podía estarse pataleando todo el rato. Qué demonios habría sospechado el perro en él para escogerle con tanta decisión en medio de este bosque de piernas todas iguales.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Amado Amo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Amado Amo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Amado Amo»

Обсуждение, отзывы о книге «Amado Amo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.