Marcela Serrano - Para Que No Me Olvides

Здесь есть возможность читать онлайн «Marcela Serrano - Para Que No Me Olvides» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Para Que No Me Olvides: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Para Que No Me Olvides»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Para Que No Me Olvides — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Para Que No Me Olvides», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Victoria pierde vitalidad; todos a su alrededor pierden vitalidad.

A Victoria la maltrató la esperanza, esa esperanza que se le estancó en el cuerpo; el cuerpo de todos a su alrededor está maltratado por la esperanza que se estancó.

Victoria sabe que el momento ya pasó y que nada ocurrirá; todos a su alrededor saben lo mismo. Y la culpa y la pena los envejecen.

Victoria está envejeciendo.

Como me lo dijo ella misma hoy día, soy un animal herido y corro lejos de la horda que me ha dado la espalda.

De Avenida Grecia vuelo a casa, paso por el departamento del centro de la ciudad y nadie me abre la puerta. Quiero ubicar al Gringo como sea. En la esquina de mi calle veo un tumulto, gente y policías. Freno rápido y me bajo del auto. Es Honoria quien está en el suelo. Han atropellado a Honoria y nadie hace nada. Le grito al carabinero y el carabinero me mira raro, es una empleada doméstica, me dice. Le pregunto si han llamado a la ambulancia. Sí, a la del Hospital Salvador, aún no llega.

– ¿La ambulancia del Salvador? Pero si estamos en San Damián, no llegará nunca. ¿Por qué han llamado a un hospital tan lejos? ¿Por qué no a la Clínica Las Condes, aquí al lado?

– Por que no nos consta que alguien vaya a responder.

– Llame a Las Condes, de inmediato.

Me obedeció como si fuera mi asistente. Entonces me acerqué a Honoria, no, no era grave, pero mi Honoria estaba herida. Y al lado, el chofer de un militar, el que la había atropellado.

– Luego hablaré con usted. Le ruego que pase por mi casa esta noche, tengo todos sus datos.

La ambulancia llegó al instante y partí con ella, abrazando su cabeza. Le toqué su piel de pergamino, no había aceite posible para mis yemas. El doctor de turno en urgencias me abordó, aterrado que nadie fuera a pagar por esta mujer.

– ¿Es usted su patrona?

Lo miré fijo.

– No, soy su hija. Me miro rarísimo.

– Apúrese, atiéndala.

En la noche, ya con Honoria en casa y todos cuidándola, llegó el chofer que la había atropellado. Pidió perdón y me dio las explicaciones del caso.

– Yo no soy culpable, señora, Dios lo quiso así.

– ¿Cómo? ¿Dios quiso que Honoria fuera atropellada y usted no tiene ninguna responsabilidad?

– Así es, exactamente, señora. Esto ha sucedido porque Dios lo ha querido.

– Váyase. Váyase, por favor, no tengo más que hablar con usted.

Dios. Lo único que faltaba. Y la amargura se me hizo en la boca. ¿Nadie era culpable de nada? ¿Todo lo ha querido la voluntad de Dios? ¿Y la impotencia del Gringo? ¿También la quiso Dios?

El accidente de Honoria no me permitió ver al Gringo ese día. Al siguiente ella estaba de buen ánimo y guardar cama por su pierna enyesada no le pareció un calvario. Dejé a la otra empleada, la mamá de la Jenniffer, a cargo de ella y de los niños y partí.

– ¡No sé a qué horas vuelvo! -fue mi despedida, fingiendo una voz casual. Noté la mirada fría de Jorge Ignacio-. En Estados Unidos estaremos juntos día y noche, ahora debo ver a la gente que no irá con nosotros.

Partí sin mirar atrás. No quería sobre mí el hielo de esos ojos, y me fui pensando que en el futuro no habría nunca hielo, a costa de mi sacrificio, nunca hielo, tonta Blanca.

Llegué a casa del Gringo, apurada por devorarlo.

El abrazo fue el más apretado que nunca recibí. Hasta dejarme exangüe. Sus brazos fuertes me enjaularon, me sujetaron, me aprisionaron, me contuvieron. Y en ese instante estuve segura que hasta el final de mis días reviviría ese abrazo. Yo me entregué a la euforia de la bienvenida, sabiendo en mi interior que hablaríamos de despedidas. Pero creí que solamente lo haría yo.

– Ven, mi amor, te llevaré al lugar que más quiero, vamos a mi casa en el campo.

Debíamos estar juntos allí, necesitaba que la madera de mi casa lo acogiera, necesitaba que él me confirmara en ese lugar.

Manejé por el camino de mi niñez, y cada partícula de aquella materia volvió a vivir, sólo porque él la miraba conmigo.

Abrí la botella de vino mientras ardía el fuego de la chimenea en mi dormitorio. El atardecer fue el más limpio de cuántos recuerde. El Gringo tocó las naranjas y los limones, olió el azahar y miró los cerros, como si bautizase mi tierra.

Le dije que el verde de la mesa de pool era el de sus ojos y sonrió. No me preguntó por qué tenía esa mesa ahí. Tampoco le conté que la había comprado para entusiasmar a los dos hombres de mi casa, pues ellos no amaban este lugar mío. Se aburrían en él, les hacían falta tantas cosas. Ingenua, pensé que la mesa de pool podría suplirlas. Vinieron un par de veces para que me pusiese contenta y no volvieron. Trinidad y yo en el campo, Juan Luis y Jorge Ignacio en la ciudad.

Cuando nos acurrucamos al lado del fuego con el vino tinto, él prendió ese cigarrillo. Adheridos, como si nos hubiesen cosido, atado, alguna parte del cuerpo sujeta, eslabones uniéndonos. Entonces me lo dijo.

– También yo me voy, Blanca. Me voy a Australia.

– ¿Qué? -era como si me dijese que se iba a Marte, no, nadie podía irse a Marte.

– No tengo nada que hacer aquí. Lo he pensado largo, no quise contártelo hasta tener la seguridad…

– ¡Pero cómo puedes irte si me quieres…!

– ¿No te vas tú a Nueva York?

– De acuerdo, pero estaré viniendo, lo haré por ti…

– Blanca, Blanca, no nos mintamos. Nada es tan fuerte en ti como tu propia tradición. Vendrás a Chile porque tu clan estará aquí, porque este campo estará aquí, y además porque estaré yo. ¿Es cierto o no?

Lo miré dubitativa.

– Sí, es cierto.

– Créeme, si tú hubieses sido otra, me habría jugado por Chile, por quedarme. Pero no eres esa otra ni yo quiero que lo seas. Me enamoré de ti, y lo asumo.

– ¿Por qué dices eso?

– Porque primero estarán siempre tus hijos y tu marido, porque nunca lo dejarás. Porque incluso frente a Nueva York has sido incapaz de decir no. No lo dirás nunca, Blanca, ¿verdad? ¿Vale la pena quedarse, entonces? Recuerda que no tengo anclas y que además, este país me duele. Dos razones para seguir dando vueltas por el mundo.

– No te vayas, Gringo. No me dejes.

– ¿No te das cuenta que ya me has dejado tú a mí?

– Es que Australia está tan lejos. Por lo menos si eligieses otro país…

– Es su lejanía lo que me arrastra hacia ella.

– ¿Tiene esto que ver con el Informe y con la pena de los demás?

– Te dije que me dolía este país, si a eso te refieres. Unos instantes de silencio, yo le seguía concentrada los pasos a su respiración.

– Este país está insensible, porque no puede más, porque el daño ha pasado a ser parte de él, y ha construido su orden sobre este daño.

– No hables de país, hay de todo…

– Se convivió con el horror tanto tiempo, Blanca… -sus dedos largos cruzan con suavidad mi cabeza y se sumergen en mi pelo, su mirada se ha puesto ausente- Hubo que negar este horror y excluirlo para resistirlo.

Lleno su copa otra vez, también la mía, si pudiera empaparme de vino entera.

– Soy un ser que vaga, y eso siempre lo supiste.

– Pero, ¿por qué te fuiste la primera vez? ¿Porque te habían detenido?

– Me fui por el mismo horror del que te hablo. ¿Cómo lo hacía para reconocerlo y sobrevivir simultáneamente? Creí que el aislamiento y el encierro en mí mismo podrían evitar el sentirme siempre amenazado. No todos lo vivieron así. Hubo muchos a quienes su compromiso salvó. Las causas sostienen…, pero yo no tuve más causa que mi propio miedo. ¿Sabes, Blanca? -juega siempre su mano con mi pelo y se la tomo, restregándola, fijándola, no se vaya a ir esta mano-. Esos años en el Sur, en Aysén… me dediqué a expulsar de mi mente todo lo siniestro… temí en algún momento de conciencia convertirme en un sicópata. Programé mi exclusión del mundo, hasta convertirme en un apático, en un indiferente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Para Que No Me Olvides»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Para Que No Me Olvides» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Para Que No Me Olvides»

Обсуждение, отзывы о книге «Para Que No Me Olvides» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x