Álvaro Pombo - Donde las mujeres

Здесь есть возможность читать онлайн «Álvaro Pombo - Donde las mujeres» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Donde las mujeres: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Donde las mujeres»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nacional De Narrativa 1997
En esta magnífica novela, Álvaro Pombo describe el esplendor y la decadencia de lo que parecía una unidad familiar que se imagina perfecta. La narradora, la hija mayor de la familia, había pensado que todos -su excéntrica madre, sus hermanos, su aún más excéntrica tía Lucía y su enamorado alemán- eran seres superiores que brillaban con luz propia en medio del paisaje romántico de la península, una isla casi, en la que vivían, aislados y orgullosamente desdeñosos de la chata realidad de su época. Pero una serie de sucesos y el desvelamiento de un secreto familiar que la afecta decisivamente, descubre a la narradora el verdadero rostro de los mitificados habitantes de aquel reducto. Una revelación que cambiará irremisiblemente el sentido de la vida…

Donde las mujeres — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Donde las mujeres», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Violeta, que se había puesto de largo el pasado verano en una fiesta que dieron en Letona todas las debutantes de postín de Letona y provincia, llegaba siempre tarde a todas partes, a las mil citas que apuntaba con su hora y sitio en un pequeño Kirby Mirga. Se pintaba cuidadosamente en una época en que las chicas de su edad apenas se pintaban. «¡Vas a parecer la viva imagen de la joven comanche si así sigues!», gruñía yo, fingiendo un cierto responsable mal humor mientras la miraba acicalarse. Cuando yo la acompañaba a algún guateque (acompañarla es un decir: Es literalmente imposible acompañar a una persona que coquetea con cinco o seis personas a la vez. Violeta era muy de «apartes», la reina del aparte), había casi una hora de diferencia entre los tiempos de arreglarnos cada una de las dos. Y las lamentaciones aquellas, tan absurdas e injustificadas: «Estoy sin qué ponerme, ya lo ves.» Y daba un manotazo a los vestidos de cóctel que se acumulaban en su armario. «¡Pero si tienes un montón de cosas. Tanto traje no lo tiene ni la Farah Diba!» «Me he puesto cada uno como mínimo tres veces. Van a pensar que soy la huerfanita de la inclusa.» Me enternecía verla ante el espejo, me irritaba el desorden que dejaba en nuestro dormitorio. Me sacaban de quicio los retrasos. No por tener que esperarla, sino por hacer esperar, cosa que, aunque no me daba cuenta, formaba parte del encanto de Violeta: el hacerse esperar siempre un poco demasiado, a imitación de tía Lucía. En el arreglarnos las dos se nos veía reflejadas instantáneamente -yo pensaba- cómo cada cual sería después, de mujer mayor, de mediana edad, de ancianas. Violeta parecería una gran belleza ajada, como su tía. Yo parecería muy cansada de tanto leer y meditar, una auténtica blue stocking . De los veintiuno hasta los veinticinco -el tiempo que duró la Facultad – deseé parecer mayor, una mujer mayor, inteligente y dura, incomprensible y tierna y fascinante, mucho más que tía Lucía, porque yo ahora me sentía mucho más sensible que ella, mucho más inteligente. Que me sintiera así quería decir que la presencia de tía Lucía como modelo de feminidad seguía vigente.

Una de aquellas tardes, Tom, tras una pausa, sin venir a cuento, porque estábamos hablando de personas estables y de personas viajeras, y de cómo personas que como Tom siempre han viajado mucho en el fondo son estables en comparación con otras que apenas han viajado y sin embargo son, de corazón, viajeras, Tom dijo:

– Te tendrías que casar. Para entender las cosas bien, te tienes que casar…

– ¡Qué bobada! No tiene nada que ver lo uno con lo otro. Me da igual además, porque no pienso casarme.

– Supongo que no -dijo Tom pensativo-, y es una lástima porque estoy seguro de que serías una estupenda esposa para cualquier hombre inteligente…

– ¡Pero Tom!…

Por primera vez en mi vida Tom Bilffinger me pareció ridículo. Jamás en casa se hablaba así. De hecho, Tom al decir que debía casarme adoptó (al menos así fue como yo lo registré) un tono sabihondo y convencional de tía soltera. Salir con chicos, o al contrario, no querer ni verlos ni hablar de ellos, era cosa muy distinta de casarse. Reconocí esa conversación por lo que me contaban en la Facultad mis amigas: en las casas, en las familias, se hablaba constantemente de noviazgos y de bodas y de qué chicos eran o no eran como es debido, con algo que ofrecer a una mujer, un porvenir. El tema era tan importante por lo visto que incluso a mí, que jamás llegué a tener íntimas amigas, me llegaban los ecos y hasta las frases literales de esa clase de conversación. Uno de los innegables timbres de distinción, una positiva superioridad de mi familia con respecto a todas las demás familias, es que no hablábamos nunca ni de dinero ni de novios ni de bodas. ¡Había mil cosas mucho más interesantes! Tom, al ver que yo interrumpía la conversación, me miraba desde su bancada, donde se hallaba en aquel momento recostado sobre el brazo derecho.

– ¿Qué te pasa? Nunca te había visto tan callada.

– Es que no sé qué decir. La última persona que en el mundo yo creía que iba a decirme que me tengo que casar eras tú, Tom. Y vas a ser tú el primero que lo dices. Es completamente… no sé… ridículo, absurdo… ¡No te pega ni con cola decir eso, Tom!

Y para que Tom se diera cuenta de por qué no le entendía, le conté lo de que en casa nunca hablaba nadie de casarse.

– Ya lo sé. Ya sé que no habláis de eso. Por eso te lo digo yo.

– Pues entonces muchas gracias. Supongo que tu intención es buena. Sólo que no sé qué hacer con una frase como «Te tendrías que casar». Quiero decir que no sé cómo tomarla. ¿Es un consejo, es un imperativo categórico, es una bobada que se te acaba de ocurrir? No sé cómo tomarlo.

– Seguro que tu madre te habla de eso. Ella se casó.

– Se casó, ¡y después lo lamentó toda la vida! Tú mismo estás soltero. Por algo será si tú mismo estás soltero.

Tom se había quedado pensativo. Pensé que le había molestado aquella abrupta referencia a su vida personal. Pero yo misma estaba, si no molesta, realmente desconcertada por lo menos.

– Yo me hubiera casado, no lo dudes, con tu tía, si ella hubiese querido. Hoy mismo me casaba si ella quisiese…

– ¡Pero si estás casado ya con ella! ¡Qué más casado que aguantarla como la llevas aguantando tú toda una vida!

– Eso no es justo. No es del todo justo. También Lucía ha tenido que aguantarme a mí más de lo que crees. Gracias a ella me sentí vivo cuando nos conocimos. Sus idas y venidas me animaban. Me liaban y me animaban a la vez. Su belleza, su descaro, aquel desparpajo, no sé cómo llamarlo… su desenvoltura. Eso hizo que yo mismo me desenvolviera con más facilidad. De joven yo era melancólico, no sabía qué hacer, no sabía en qué dar, perdía el tiempo. Cuando la conocí se convirtió tu tía en la unidad para medir mi tiempo. El tiempo no era ya neutral. El tiempo ahora, quiero decir: entonces, en los primeros años, se suspendía o se arremolinaba o se alargaba o desaparecía por completo, según Lucía estuviese o no conmigo, así es como fue.

Me estaba irritando todo aquello, como no podía declarar que me irritaba (o no del todo) ante mí misma, decidí cambiar de tema. ¡Más valía, por no oírle hablar de tía Lucía, que habláramos de mí!

– Muy bien, ya veo que tía Lucía fue maravillosa, pero sin embargo no os casasteis. Eso por un lado. Y por otro: ¿por qué tengo que casarme, a ver? ¿A que no me puedes contestar?

El matrimonio era para otras, las otras, no para nosotras, mi madre era la demostración viviente de que no. Es imposible -pensaba yo aquellos años- ser feliz en general: que se desee serlo no lo niega nadie, que se llegue a serlo era lo que negaba yo con todas mis fuerzas. Llegué incluso a hacer un trabajo sobre el asunto para Ética: mantuve que la felicidad era admisible como posibilidad y como proyecto. No era realizable sin embargo. Lo que más me divirtió fue redactar el corolario acerca de la supuesta felicidad del Reino de los Cielos. Me sentía feliz descomponiendo la felicidad en partecitas estúpidas. A esa felicidad que sentía escribiendo y leyendo no quería llamarla yo felicidad, porque estaba al alcance de mi mano. La felicidad no podía ser lo que se tiene ya, sino algo que está al final de un recorrido -suponía yo- y que todavía no se tiene. Se me ocurrió que la felicidad era un sinónimo de «perfección»: la felicidad era el logro, el encaminamiento de algo, de una vida, de mi propia vida, hacia su fin, hacia su figura completa, perfecta y acabada. La idea de felicidad -argumentaba yo- sólo servía a condición de que nadie nunca llegase a ser feliz. Siempre prematura, caso de presentarse de improviso, cuando la felicidad hipotéticamente llegaba, el destinatario, el perfeccionado, el felicitado, acaba de irse de este mundo. La misma felicidad que en un sentido era sinónimo de perfección, en otro significaba todo lo contrario: cualquier clase de felicidad lograda a mi edad -cavilaba yo-equivaldría a legitimar la imperfección.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Donde las mujeres»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Donde las mujeres» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Donde las mujeres»

Обсуждение, отзывы о книге «Donde las mujeres» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x