Array Array - La guerra del fin del mundo
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - La guerra del fin del mundo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La guerra del fin del mundo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La guerra del fin del mundo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La guerra del fin del mundo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La guerra del fin del mundo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La guerra del fin del mundo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Mientras escuchaba a otra pareja —la mujer tenía un bulto en las manos—, el Beatito pensó en Antonio Vilanova. Era un hombre de fe, un elegido, una oveja del Padre. Él y su hermano eran gente instruida, habían tenido negocios, ganado, dinero; hubieran podido dedicar su vida a atesorar y a tener casas, tierras, sirvientes. Pero habían preferido compartir con sus hermanos–humildes la servidumbre de Dios. ¿No era merced del Padre tener aquí a alguien como Antonio Vilanova, cuya sabiduría solucionaba tantos problemas? Acababa, por ejemplo, de organizar el reparto del agua. Se recogía del Vassa Barris y de las aguadas de la Fazenda Velha y se distribuía gratuitamente. Los aguateros eran peregrinos recién llegados; así, iban siendo conocidos, se sentían útiles al Consejero y al Buen Jesús y las gentes les daban de comer.
El Beatito comprendió, por la jerigonza del hombre, que el bulto era una niña recién nacida, muerta la víspera, cuando bajaban la Sierra de Cañabrava. Levantó el pedazo de tela y observó: el cadáver estaba rígido, color del pergamino. Explicó a la mujer que era favor del cielo que su hija hubiese muerto en el único pedazo de tierra que permanecía a salvo del Demonio. No la habían bautizado y lo hizo, llamándola María Eufrasia y rogando al Padre que se llevara esa almita a Su gloria. Tomó juramento a la pareja y los mandó donde los Vilanova, para que su hija fuera enterrada. Por la escasez de madera, los entierros se habían convertido en un problema de Belo Monte. Lo recorrió un escalofrío. Era lo que más temía: su cuerpo sepultado en una fosa, sin nada que lo cubriera. Mientras entrevistaba a nuevos romeros, entraron unas beatas del Coro Sagrado a arreglar la capilla y Alejandrinha Correa le trajo una ollita de barro con un recado de María Quadrado: «Para que lo comas tú solo». Porque la Madre de los Hombres sabía que regalaba sus raciones a los hambrientos. A la vez que escuchaba a los peregrinos, el Beatito agradeció a Dios haberle dado suficiente fortaleza de alma para no sufrir hambre ni sed. Unos sorbos, un bocado le bastaban; ni siquiera durante la peregrinación por el desierto había padecido como otros hermanos los tormentos de la falta de comida. Por eso, sólo el Consejero había ofrecido más ayunos que él al Buen Jesús. Alejandrinha Correa le dijo también que Joáo Abade, Joáo Grande y Antonio Vilanova lo esperaban en el Santuario.
Estuvo todavía cerca de dos horas recibiendo peregrinos y sólo prohibió quedarse a un comerciante en granos de Pedrinhas, que había sido recaudador de impuestos. A los ex soldados, pisteros y proveedores del Ejército, el Beatito no los rechazaba. Pero los cobradores de impuestos debían marcharse y no volver, bajo amenaza de muerte. Habían esquilmado al pobre, le habían rematado sus cosechas, robado sus animales, eran implacables en su codicia: podían ser el gusanito que corrompe la fruta. El Beatito explicó al hombre de Pedrinhas que, para obtener la misericordia del cielo, debía luchar contra el Can, lejos, por su cuenta y riesgo. Luego de decir a los romeros del descampado que lo esperaran, se dirigió al Santuario. Era media mañana, el sol hacía reverberar las piedras. Muchas personas intentaron detenerlo, pero él les explicó con gestos que tenía prisa. Iba escoltado por gente de la Guardia Católica. Al principio, había rechazado la escolta, pero ahora comprendía que era indispensable. Sin esos hermanos, cruzar los pocos metros entre la capilla y el Santuario le tomaría horas, por la gente que lo acosaba con pedidos y consultas. Iba pensando que entre los peregrinos de esa mañana había algunos venidos de Alagoas y Ceará. ¿No era extraordinario? La muchedumbre aglomerada alrededor del Santuario era tan compacta —gentes de toda edad estirando las cabezas hacia la puertecita de madera donde, en algún momento del día, asomaría el Consejero — que él y los cuatro de la Guardia Católica quedaron atollados. Agitaron entonces sus trapos azules y sus compañeros que cuidaban el Santuario abrieron una valla para el Beatito. Mientras, inclinado, avanzaba por el callejón de cuerpos, éste se dijo que sin la Guardia Católica el caos habría hecho presa de Belo Monte: ésa hubiera sido la puerta para que el Perro entrara.
«Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo», dijo y oyó: «Alabado sea». Percibió la paz que instalaba a su alrededor el Consejero. Incluso el ruido de la calle era aquí música. —Me avergüenzo de haberme hecho esperar, padre —musitó—. Llegan cada vez más peregrinos y no alcanzo a hablar con ellos ni a recordar sus caras. —Todos tienen derecho a salvarse —dijo el Consejero—. Alégrate por ellos. —Mi corazón goza viendo que cada día son más —dijo el Beatito—. Mi cólera es contra mí, porque no llego a conocerlos bien.
Se sentó en él suelo, entre Joáo Abade y Joáo Grande, que tenían sus carabinas sobre las rodillas. Estaban allí también, además de Antonio Vilanová, su hermano Honorio, que parecía recién llegado de viaje por el terral que lo cubría. María Quadrado le alcanzó un vaso de agua y él bebió, paladeando. El Consejero, sentado en su camastro, permanecía erecto, envuelto en su túnica morada, y a sus pies el León de Natuba, el lápiz y el cuaderno en las manos, con su gran cabeza apoyada en las rodillas del santo; una mano de éste se hundía en los pelos retintos e intrincados. Mudas e inmóviles, las beatas estaban acuclilladas contra la pared y el carnerito blanco dormía. «Es el Consejero, el Maestro, el Pimpollo, el Amado», pensó el Beatito con unción. «Somos sus hijos. No éramos nada y él nos convirtió en apóstoles. » Sintió una oleada de felicidad: otro roce del ángel.
Comprendió que había una diferencia de opiniones entre Joáo Abade y Antonio Vilanova. Éste decía que era opuesto a que se quemara Calumbí, como quería aquél, que Belo Monte y no el Maligno sería el perjudicado si la hacienda del Barón de Cañabrava desaparecía, pues era su mejor fuente de abastecimientos. Se expresaba como si temiera herir a alguien o decir algo gravísimo, en voz tan tenue que había que esforzar los oídos. Qué indiscutiblemente sobrenatural era el aura del Consejero para que un hombre como Antonio Vilanova se turbara así en su delante, pensó el Beatito. En la vida diaria, el comerciante era una fuerza de la naturaleza, cuya energía apabullaba y cuyas opiniones eran vertidas con una convicción contagiosa. Y ese vozarrón estentóreo, ese trabajador incansable, ese surtidor de ideas, ante el Consejero se volvía un párvulo. «Pero no está sufriendo —pensó—, sino sintiendo el bálsamo. » Se lo había dicho él mismo, muchas veces, antes, cuando daban paseos conversando, después de los consejos. Antonio quería saber todo sobre el Consejero, la historia de sus peregrinaciones, las enseñanzas ya sembradas, y el Beatito lo instruía. Pensó con nostalgia en esos primeros tiempos de Belo Monte, en la disponibilidad perdida. Se podía meditar, rezar, conversar. Él y el comerciante charlaban a diario, caminando de un extremo a otro del lugar, entonces pequeño y despoblado. Antonio Vilanova le abrió su corazón, revelándole cómo había cambiado su vida el Consejero. «Yo vivía agitado, con los nervios a punto de romperse y la sensación de que mi cabeza iba a estallar. Ahora, basta saber que está cerca para sentir una serenidad que nunca tuve. Es un bálsamo, Beatito. » Ya no podían conversar, esclavizados cada uno por sus respectivas obligaciones. Que se hiciera la voluntad del Padre.
Había estado tan abstraído en sus recuerdos que no notó en qué momento calló Antonio Vilanova. Ahora, Joáo Abade le respondía. Las noticias eran terminantes y las había confirmado Pajeú: el Barón de Cañabrava servía al Anticristo, ordenaba a los hacendados que dieran capangas, víveres, pisteros, caballos y mulas al Ejército y Calumbí se estaba convirtiendo en campamento para uniformados. Esa hacienda era la más rica, la más grande, la de mejores depósitos y podía aprovisionar diez Ejércitos. Había que arrasarla, no dejar nada que sirviera a los perros o sería mucho más difícil defender Belo Monte cuando llegaran. Quedó con la vista fija en los labios del Consejero, como Antonio Vilanova. No había más que discutir: el santo sabría si Calumbí se salvaba o ardía. Pese a sus diferencias —el Beatito los había visto discrepar muchas veces — su hermandad no sufriría mella. Pero antes de que el Consejero abriera la boca, tocaron a la puerta del Santuario. Eran hombres armados, venían de Cumbe. Joáo Abade fue a averiguar qué noticias traían.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La guerra del fin del mundo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La guerra del fin del mundo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La guerra del fin del mundo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.