Array Array - La guerra del fin del mundo
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - La guerra del fin del mundo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La guerra del fin del mundo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La guerra del fin del mundo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La guerra del fin del mundo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La guerra del fin del mundo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La guerra del fin del mundo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Los cirqueros instalaron la carreta en una placita con enredaderas; comenzaban a abrirse ventanas, puertas, a asomar caras atraídas por el cornetín. El Enano, la Barbuda y el Idiota revolvían trapos y artefactos y un momento después estaban pintarrajeándose, tiznándose, arropándose de colorines, y aparecían en sus manos los vestigios de una utilería extinta: la jaula de la cobra, aros, varillas mágicas, un acordeón de papel. El Enano soplaba con furia y rugía: «¡Ya comienza la función!» Poco a poco, se formó en torno un auditorio de pesadilla. Esqueletos humanos, de edad y sexo indefinibles, la mayoría con las caras, los brazos y las piernas comidos por gangrenas, llagas, sarpullidos, granos, salían de las casas y, venciendo una aprensión inicial, apoyándose uno en otro, gateando o arrastrándose, venían a engrosar el círculo. «No dan la impresión de agonizantes —pensó Gall—, sino de haber muerto hace tiempo. » Todos, principalmente los niños, parecían viejísimos. Algunos sonreían a la Barbuda, que se enrollaba la cobra, la besaba en la boca y la hacía retorcerse en sus brazos. El Enano cogió al Idiota y mimó con él el número de la Barbuda y el animal: lo hacía bailar, contorsionarse, anudarse. Los vecinos y enfermos de San Antonio miraban, graves o risueños, moviendo las cabezas en signo de aprobación y a veces aplaudiendo. Algunos se volvían a espiar a Gall y a Jurema, como preguntándose a qué hora actuarían. El revolucionario los observaba fascinado, y Jurema tenía la cara desfigurada en una mueca de repulsión. Hacía esfuerzos por contenerse, pero, de pronto, susurró que no podía verlos, quería irse. Galileo no la tranquilizó. Sus ojos se habían ido encandilando y estaba íntimamente revuelto. La salud era egoísta, igual que el amor, igual que la riqueza y el poder: lo enclaustraba a uno en sí mismo, abolía a los otros. Sí, era preferible no tener nada, no amar, pero ¿cómo renunciar a la salud para ser solidario de los hermanos enfermos? Había tantos problemas, la hidra tenía tantas cabezas, la iniquidad asomaba por donde se volviera la vista. Adivinó el asco y el temor de Jurema y la cogió del brazo: —Míralos, míralos —dijo con fiebre, con indignación—. Mira a las mujeres. Eran jóvenes, fuertes, bonitas. ¿Quién las volvió así? ¿Dios? Los canallas, los malvados, los ricos, los sanos, los egoístas, los poderosos.
Tenía una expresión exaltada, enfervorecida y, soltando a Jurema, avanzó hasta el centro del círculo, sin darse cuenta que el Enano había empezado a contar la singular historia de la Princesa Magalona, hija del Rey de Ñapóles. Los espectadores vieron que el hombre de pelusa y barba rojiza, pantalones rotosos y cicatriz en el cuello, se ponía a accionar:
—No perdáis el valor, hermanos, no sucumbáis a la desesperación. No estáis pudriéndolos en vida porque lo haya decidido un fantasma escondido tras las nubes, sino porque la sociedad está mal hecha. Estáis así porque no coméis, porque no tenéis médicos ni medicinas, porque nadie se ocupa de vosotros, porque sois pobres. Vuestro mal se llama injusticia, abuso, explotación. No os resignéis, hermanos. Desde el fondo de vuestra desgracia, rebelaos, como vuestros hermanos de Canudos. Ocupad las tierras, las casas, apoderaos de los bienes de aquellos que se apoderaron de vuestra juventud, que os robaron vuestra salud, vuestra humanidad…
La Barbuda no lo dejó continuar. Congestionada de ira lo remeció, increpándolo: — ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Nadie te entiende! ¡Los estás poniendo tristes, los estás aburriendo, no nos darán de comer! ¡Tócales las cabezas, diles el futuro, algo que los alegre!
El Beatito, los ojos todavía cerrados, oyó cantar el gallo y pensó: «Alabado sea el Buen Jesús». Sin moverse, rezó y pidió al Padre fuerzas para la jornada. Su cuerpo menudo soportaba mal la intensa actividad; en los últimos días, con el aumento de peregrinos, a ratos tenía vértigos. En las noches, cuando se echaba sobre el jergón, detrás del altar de la capilla de San Antonio, el dolor en los huesos y músculos le impedía descansar; permanecía a veces horas, con los dientes apretados, antes de que el sueño lo librara de ese suplicio secreto. Porque el Beatito, aunque débil, tenía un espíritu lo bastante fuerte para que nadie notara las flaquezas de su carne, en esa ciudad en la que ejercía las funciones espirituales más altas, después del Consejero.
Abrió los ojos. El gallo había vuelto a cantar y la madrugada apuntaba por el tragaluz. Dormía con la túnica que María Quadrado y las beatas del Coro habían zurcido innumerables veces. Se calzó las alpargatas, besó el escapulario y el detente que llevaba en el pecho y se acomodó en la cintura el oxidado cilicio que le había cedido el Consejero cuando era todavía un niño, allá en Pombal. Enrolló el jergón y fue a despertar al llavero y mayordomo, que dormía a la entrada de la Iglesia. Era un viejo de Chorrochó; al abrir los ojos, murmuró: «Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo». «Alabado sea», repuso el Beatito. Le alcanzó el látigo con el que cada mañana ofrecía sacrificio de dolor al Padre. El anciano cogió el látigo —el Beatito se había arrodillado — y le dio diez azotes, en la espalda y las nalgas, con toda la fuerza de sus brazos. Los recibió sin un quejido. Luego, volvieron a persignarse. Así iniciaban las tareas del día.
Mientras el llavero iba a asear el altar, el Beatito fue a la puerta y, al acercarse, sintió a los romeros llegados a Belo Monte por la noche, que los hombres de la Guardia Católica tendrían vigilados esperando que él decidiera si podían permanecer o eran indignos. El miedo a equivocarse, rechazando a un buen cristiano o admitiendo a alguien cuya presencia ocasionara daño al Consejero, laceraba su corazón, era algo por lo que pedía ayuda con más angustia al Padre. Abrió la puerta y oyó un rumor y vio a las decenas de seres que acampaban frente al portón. Había entre ellos miembros de la Guardia Católica, con brazaletes o pañuelos azules y carabinas, que corearon: «Alabado sea el
Buen Jesús». «Alabado sea», murmuró el Beatito. Los romeros se persignaban, los que no eran tullidos o enfermos se ponían de pie. En sus ojos había hambre y felicidad. El Beatito calculó lo menos cincuenta.
—Bienvenidos a Belo Monte, tierra del Padre y del Buen Jesús —salmodió—. Dos cosas pide el Consejero a los que vienen, escuchando el llamado: fe y verdad. Nadie que sea incrédulo o que mienta se aposentará en esta tierra del Señor.
Dijo a la Guardia Católica que comenzara a hacerlos pasar. Antes, conversaba con cada peregrino a solas; ahora tenía que hacerlo por grupos. El Consejero no quería que nadie lo ayudara; «Tú eres la puerta, Beatito», respondía, cada vez que él le rogaba compartir esta función.
Entraron un ciego, su hija y su marido y dos hijos de éstos. Venían de Querará y el viaje les había tomado un mes. En el trayecto murió la madre del marido y dos hijos mellizos de la pareja. ¿Los enterraron cristianamente? Sí, en cajones y con responso. Mientras el anciano de párpados pegados le refería el viaje, el Beatito los observó. Se dijo que eran una familia unida, donde se respetaba a los mayores, pues los cuatro escuchaban al ciego sin interrumpirlo, asintiendo en apoyo de lo que decía. Las cinco caras mostraban esa mezcla de fatiga que daban el hambre y el sufrimiento físico y de regocijo del alma que invadía a los peregrinos al pisar Belo Monte. Sintiendo el roce del ángel, el Beatito decidió que eran bienvenidos. Todavía preguntó si ninguno había servido al Anticristo. Luego de tomarles juramento de no ser republicanos, ni aceptar la expulsión del Emperador, ni la separación de la Iglesia y el Estado, ni el matrimonio civil, ni los nuevos pesos y medidas ni las preguntas del censo, los abrazó y envió con alguien de la Guardia Católica donde Antonio Vilanova. En la puerta, la mujer murmuró algo al oído del ciego. Éste, temeroso, preguntó cuándo verían al Buen Jesús Consejero. Había tanta ansiedad en la familia mientras esperaba su respuesta, que el Beatito pensó: «Son elegidos». Lo verían esta tarde, en el Templo; lo oirían dar consejos y decirles que el Padre estaba dichoso de recibirlos en el rebaño. Los vio partir, aturdidos de gozo. Era purificadora la presencia de la gracia en este mundo condenado a la perdición. Esos vecinos —el Beatito lo sabía — habían olvidado ya sus tres muertos y las penalidades y sentían que la vida valía la pena de ser vivida. Ahora Antonio Vilanova los apuntaría en sus libros, mandaría al ciego a una Casa de Salud, a la mujer a ayudar a las Sardelinhas y al marido y a los chiquillos a trabajar como aguateros.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La guerra del fin del mundo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La guerra del fin del mundo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La guerra del fin del mundo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.